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El Ministerio de Propaganda era una perfecta y maravillosa máquina de creación y control de ideas. Todas las ramas de la comunicación tenían un departamento o sección para su tratamiento adecuado, y cada departamento, a su vez; diferentes negociados en los que se realizaba una función técnica concreta. El 8 de marzo de 1933, cuando aún no era ministro, informaba Goebbels que su ministerio se dividiría en cinco grandes departamentos dedicados a la radiodifusión, la prensa, la cinematografía, el teatro y la propaganda. Años más tarde había surgido un colosal aparato ministerial -con 17 departamentos e infinidad de negociados-, donde el alto nivel técnico y especializado, tropezaba con la falta de coordinación propia del exceso burocrático. Los dos departamentos de mayor actividad y responsabilidad fueron propaganda y extranjero. En el primero se decidían, dirigían y vigilaban las campañas de propaganda y se analizaban los resultados de las mismas. El departamento de extranjero, que fue el de mayor crecimiento desde el comienzo de la guerra, tenía a su cargo la coordinación y determinación de toda la actividad propagandística en el exterior y llegó a contar con más de cuarenta negociados. Participaba en las emisiones de radio y en las publicaciones destinadas al extranjero, ocupándose de la tirada y distribución de libros, folletos, correspondencia, discos, etcétera. Asimismo, en colaboración con el Ministerio de Asuntos Exteriores, cuidaba de la organización en otros países de conciertos, representaciones teatrales, conferencias y demás actos culturales.

Además, se ocupaba de aconsejar y guiar a los extranjeros que se hallasen en Alemania. La prensa -el "hijastro de nuestro movimiento", como la llamó Robert Ley-, sufrió un proceso de uniformidad para acoplarse a las líneas generales del partido, mediante un control absoluto de las fuentes informativas y de las redacciones. Desde 1938, la agencia alemana de noticias (DNB) era propiedad del Estado y estaba bajo el control del Ministerio de Propaganda, donde se determinaba la forma y el momento de publicar las noticias oficiales. El departamento de prensa alemana (DP), a través de la conferencia de prensa diaria, se encargaba de dar instrucciones concretas -consignas-, de obligado cumplimiento, sobre los contenidos de las informaciones. Además, mantenía un servicio de vigilancia sobre posibles irregularidades de los periodistas, quienes podían verse, así, apartados de la profesión e incluso internados en un campo de concentración. El cierre, la compra y la subvención de periódicos, fueron las armas del Gobierno en su afán de crear un monopolio de prensa. En 1939, el 43,5 por 100 de la tirada de los periódicos alemanes estaba bajo la dirección de la central editora del partido (Eher); en 1944, se elevó al 82,5 por 100; y, con la compra a Hugenberg de la editorial Scherl en los últimos meses de la guerra, el monopolio llegó a ser una realidad casi total. El departamento de prensa extranjera (AP) debería ocuparse de crear una opinión pública favorable a la causa nacionalsocialista en otros países.

Para ello, se prestaba un cuidado especial al análisis de las informaciones emitidas por las agencias de noticias extranjeras, y se vigilaba y asesoraba a los corresponsales destacados en Alemania. La radiodifusión, que por su importancia propagandística dependía exclusivamente del Estado, pasó en 1933 a ser competencia del Ministerio de Propaganda, donde se creó un departamento que actuaba como central de órdenes de la radio alemana. Desde sus diferentes negociados, se fijaban las emisiones políticas; se dirigían las realizadas en idiomas extranjeros; se determinaban las horas de actividad; se vigilaban las emisoras extranjeras; se decidía la política de reforma y construcción de nuevas emisoras y la fabricación de receptores; se controlaba el impuesto de radioescucha y el servicio de radioaficionados, etc. Las posibilidades técnicas y psicológicas de la radiodifusión la convirtieron -en palabras de Goebbels- en el arma más afilada de nuestra propaganda. La cinematografía era, tras la radiodifusión, el medio preferido por Goebbels -de quien se sabe su afición a las películas norteamericanas-, y tomó parte de modo directo en su desarrollo y nueva forma. Lo mismo que la prensa y la radio, el cine poseía en el Tercer Reich el carácter de un medio educativo nacional-socialista, y debía estar, por tanto, sometido a la dirección estatal, para que cada película estuviera influida por las ideas políticas y su proyección supusiera un medio de influir a las masas.

El departamento de cinematografía, pues, debería dirigir toda la producción cinematográfica alemana y hacer que asimilara las intenciones políticas del mando superior. El control sobre la producción era exhaustivo: permiso previo a la realización del guión; visto bueno del guión antes de rodar la película; control sobre el reparto y los intérpretes y, antes de ser exhibida debía pasar por la censura de la Sección de Examen de los Filmes, que era quien aprobaba la película o la rechazaba. La nacionalización de la industria cinematográfica alemana comenzó en 1937, cuando el Gobierno compró la Sociedad Anómina Universum Film, la más famosa de Alemania y conocida popularmente por sus iniciales: UFA. Goebbels, también trató de comprar el mayor número posible de salas de proyección en Alemania y en el extranjero, o someterlas a su control. En 1942 había en el territorio del Reich unas 7.400 salas de cinematografía. En 1934 se contaban en Alemania 245 millones de asistentes al cine; en 1940 fueron 834 millones, y en 1942 se superaron los mil millones. Durante la guerra se pusieron en servicio 800 estaciones móviles de proyección cinematográfica, que recorrían todas las localidades donde no había cines. En 1942 se dieron 243.000 representaciones con unos 50 millones de asistentes. Los denominados noticiarios son una muestra valiosísima para conocer el esfuerzo propagandístico bélico alemán. Su exhibición semanal como complemento de los programas se hizo obligatoria, y su control y vigilancia constituyeron una tarea principalísima del departamento de cinematografía.

La redacción de los mismos era cuidada al máximo en función de elevar la moral y el espíritu de los combatientes. El departamento de teatro, destinado a ser la máxima autoridad en cuanto a personal, subvenciones y programación en los escenarios alemanes, no consiguió plenamente sus objetivos dadas las características especiales del arte escénico. De los 500 teatros que había en Alemania al empezar la guerra, sólo 16 estaban financiados y administrados por el Ministerio de Propaganda; y únicamente las actuaciones de compañías y grupos teatrales para distracción de las tropas en el transcurso de la guerra, adquirió la proporción estimada y la necesaria eficacia propagandística. En el terreno musical, Goebbels no tuvo nunca un criterio personal, aunque era consciente de los efectos psicológicos de la música en el espíritu de los hombres. Quizá por ello, su política fue contradictoria y, en ocasiones, opuesta a la opinión del partido. El departamento de música de su ministerio, que contaba con diez negociados, tuvo mayor libertad que la mayoría. En él se examinaban los programas musicales; se aprobaban o prohibían determinadas obras; se nombrada a los jefes de música e investigaba la personalidad de los artistas músicos; se administraban las orquestas del Reich; se organizaban festivales de música en Alemania y el extranjero; y, cuando estalló la guerra, se prepararon conciertos en el frente e incluso se hizo propaganda internacional basada en una Campaña musical antibélica por radio, en la que se incluía una gran proporción de música ligera.

La pintura y la escultura también disponían de sus correspondientes departamentos en el Ministerio de Propaganda. Aunque en las Bellas Artes se siguiesen los criterios personales de Hitler, quien se consideraba especialmente dotado y con profundos conocimientos en la materia, Goebbels demostró conocer las limitaciones del arte oficial y se cuidó mucho de hacer propaganda con él en el extranjero; tanto como de requisar los tesoros artísticos de los territorios ocupados. Sin embargo, también puso especial cuidado en no herir la vanidad del Führer. Desde la campaña de Polonia, se creó un grupo de pintores de guerra que debían representar las escenas bélicas de modo artístico para deleite de las generaciones venideras. Para controlar y decidir en las cuestiones relacionadas con las letras se creó el departamento de literatura, que comenzó a actuar poco después del comienzo de la guerra. Goebbels decía que el libro debería mostrar al pueblo alemán el poderoso "fondo" de los hechos históricos de nuestro tiempo, y que la voz de Zaratustra tenía un sitio en el macuto de cada mosquetero alemán. El control de la literatura empezaba por el control del autor desde el punto de vista personal, político y cultural. Desde 1940 existía un fichero general de autores, y no podían editarse libros de personas no consideradas libres de reparos. El departamento elaboraba mensualmente una lista de literatura perjudicial e indeseable o lista negra, junto a otra de publicaciones aconsejables desde el punto de vista de la política estatal y la propaganda, o lista blanca, cuyos títulos se esforzaba por divulgar; así, las oficinas matrimoniales regalaban a los recién casados ejemplares de Mi Lucha, o de El mito del siglo XX, de Rosenberg. La subvención estatal para la extensión del conocimiento de la literatura alemana en el extranjero fue notable. Se organizaron exposiciones de libros, se dieron conferencias, se invitó a reconocidos escritores de otros países a visitar Alemania, etcétera. A las naciones neutrales -como Suiza y España-, se les facilitó la compra de literatura alemana mediante créditos considerables en interés del mantenimiento de la influencia propagandística.

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