El juego de pelota y el arte veracruzano

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En El Tajín se han descubierto once juegos de pelota, la concentración más importante de este elemento ritual en cualquier ciudad de Mesoamérica. El número tan abundante de canchas, la importancia de su decoración escultórica y el complejo hacha-palma-yugo asociado con él y distribuido ampliamente por Mesoamérica durante el Clásico Tardío, ha hecho pensar a los investigadores que El Tajín elevó la práctica del juego de pelota a culto estatal, introduciendo una parafernalia artística y una simbología de la que participaron las elites mesoamericanas.Los juegos de pelota de El Tajín tienen forma de I y están limitados por muros verticales o taludes, careciendo de marcadores o anillos. El hecho de que exista tal cantidad de canchas en el sitio ha sido interpretado como una actividad de los linajes distinguidos de una ciudad que controla la principal región extractora del caucho -con el que se confeccionan las pelotas para el juego- y que, a juzgar por las evidencias escultóricas y arquitectónicas reseñadas, fue un centro de actividad internacional durante el Clásico Tardío.La emisión de un mensaje mítico expresado en los paneles tallados instalados en los muros de algunos juegos de pelota fue de suma importancia para elevar esta práctica ritual a nivel de culto de Estado. Tal vez los más relevantes en este sentido sean los del Juego de Pelota Sur. En ellos se contiene un mito en que la figura principal es el dios del sol, quien, después de descender al inframundo, lucha con las fuerzas de la noche y resurge como dios del maíz, patrocinando la fertilidad y la vida.

Las escenas del Juego de Pelota Sur ponen en evidencia la transfiguración de determinados dirigentes -que resultan vencedores en el juego- con rasgos característicos de la divinidad solar, mientras que otro contingente, el perdedor, se alía con las fuerzas de la noche, y termina siendo sacrificado por decapitación. El viejo mito no es, pues, sino expresión de la lucha eterna entre la vida y la muerte, la identificación de las deidades solares con la vida y la fertilidad y, sobre todo, la utilización política de este mito por parte de los gobernantes.Del éxito obtenido por los dirigentes veracruzanos en la utilización de este mito, da cuenta su representación en el arte mural de Teotihuacan y su difusión al área de Oaxaca, Cotzumalhuapa y a todo el territorio maya, así como su dilatada pervivencia a lo largo del tiempo, según manifiestan las referencias incluidas en el Popol Vuh, que recoge las tradiciones del grupo quiché en los últimos momentos de la etapa prehispánica.El juego de pelota veracruzano estuvo íntimamente ligado a un complejo escultórico muy particular que se distribuyó también por el centro y sur de Mesoamérica. Este complejo consta en una serie de objetos característicos denominados yugos, palmas, hachas y, en menor cantidad y difíciles de asociar, candados. Los dos primeros parecen formar parte del equipo básico de los jugadores, al menos así lo indican las representaciones de los paneles. Estas esculturas raramente se encuentran en contexto arqueológico, por lo que conocemos su posible función sobre la base de la iconografía.Los yugos tienen forma de U y se decoran con ranas muy estilizadas cubiertas con volutas y rostros humanos, considerándose imitaciones de las defensas, confeccionadas en caucho o en mimbre, que se colocan a la cintura de los jugadores. Su aparición en tumbas se interpreta como un memorial a un gran jugador. Las palmas son esculturas alargadas en forma de abanico en su extremo superior, que también incluyen bajorrelieves en forma de pájaros, iguanas y figuras humanas muy realistas; en el arte, aparecen relacionadas con los yugos. Las hachas tienen forma de cabeza, y presentan diseños de hombres y animales, siendo utilizadas tal vez como marcadores del juego.

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