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Los resultados de las elecciones para la Asamblea Constituyente habían puesto de manifiesto la existencia de amplios sectores conservadores, deseosos de reconducir la trayectoria revolucionaria, a la vez que confirmaban los temores de republicanos avanzados y socialistas, que habían tratado de posponerlas. "Febrero de 1848 -ha escrito F. Furet- quiso conjurar la, división social con la fraternidad, pero la idea de clase estaba en el corazón de lo que sitió, como la verdad oculta detrás de la ilusión".Una Comisión Ejecutiva de sólo cinco miembros (Arago, Garnier-Pagès, Lamartine, Marie y Ledru-Rollin) fue designada para sustituir al Gobierno provisional. Todos ellos eran moderados, con la excepción de Ledru-Rollin, y actuaron decididamente contra una democracia social que amenazaba con desbordarles. Los talleres nacionales, que acogían a 28.000 obreros a finales de marzo, contaban con 100.000 un mes después. También trataron de frenar la presión de los clubs políticos y, el 12 de mayo, la Asamblea les prohibió presentar peticiones. La respuesta de los clubs, dirigidos por Blanqui y Raspail, fue el asalto al palacio Bourbon, sede de la Asamblea, y el nombramiento de un nuevo Gobierno provisional. Los manifestantes, sin embargo, fueron detenidos en su marcha hacia el Ayuntamiento y, con el arresto de sus principales dirigentes, perdieron efectividad rápidamente. La Comisión Ejecutiva se sintió entonces lo suficientemente fuerte como para ir contra la Comisión de Luxemburgo y contra los talleres nacionales, que eran vistos como un permanente foco de agitación.

La decisión de suprimir estos últimos, que había sido adoptada el 24 de mayo, no se publicó hasta el 21 de junio. Los que habían venido de fuera de París tendrían que volver a su lugar, aunque a los jóvenes se les ofrecía la posibilidad de alistarse en el Ejército, o incorporarse a la realización de trabajos públicos en otras provincias. La reacción de los obreros lleva a la construcción de barricadas que dividen a París entre la zona proletaria del este y la burguesa del oeste. La represión corre a cargo del general Cavaignac, ministro de la Guerra y republicano intachable. El día 24 la Asamblea proclama el estado de sitio y destituye a la Comisión Ejecutiva, a la vez que concede plenos poderes a Cavaignac. Éste, que parece haber conducido la represión con deliberada parsimonia, domina completamente la situación el día 26. En la calle han quedado miles de muertos, entre los que se cuenta el arzobispo de París, monseñor Affre, que había intentado desempeñar un papel de mediador entre los sublevados y el Ejército. A la derrota de los insurrectos siguió una durísima represión en la que hubo 1.500 fusilados y más de 25.000 prisioneros, de los que unos 11.000 serían deportados. Los clubs serían cerrados y, pocas semanas después, duramente reglamentados, al igual que la prensa. El restablecimiento de un depósito previo para publicar diarios hizo que F. de Lamennais dijera que a los pobres sólo les quedaba el silencio.El espíritu de fraternidad del anterior mes de febrero podía darse por desaparecido y Lamartine, que había sido quien mejor lo había representado, inició su definitivo ocaso político.

Dirigentes socialistas, como Louis Blanc, tuvieron que tomar el camino del exilio, y Cavaignac quedó como dueño absoluto del poder ejecutivo, que ejerció en beneficio de los republicanos moderados. De todas maneras, como han puesto de manifiesto los estudios de Ph. Vigier, las prácticas democráticas se generalizaron en las provincias francesas durante aquellos meses, con las elecciones de los órganos consultivos de la vida local.La nueva Constitución fue promulgada el día 4 de noviembre y, aunque su preámbulo ratificaba las libertades públicas en la tradición de 1789, las formulaciones de su articulado eran un tanto vagas. El poder legislativo residiría en una Asamblea de 750 miembros, que serían elegidos mediante sufragio universal para un periodo de tres años. El poder ejecutivo residía plenamente en un presidente de la República, elegido por sufragio universal directo para un periodo de cuatro años, aunque no sería reelegible. La figura estaba inspirada en el sistema norteamericano, aparte de que parecía haber sido pensada en beneficio de Cavaignac ya que, de no obtener un determinado nivel de votos, la elección revertiría a la Asamblea.Las previsiones políticas comenzaron a torcerse desde el momento en que la derecha de la Asamblea, el Partido del Orden, tomó la decisión de apoyar la candidatura del príncipe Luis Napoleón Bonaparte, que apenas presentaba otro mérito que su apellido. Los conservadores estaban convencidos de que podrían manejarlo a su gusto.

Frente a esa candidatura, la de Cavaignac representaba al poder establecido y a ciertos medios liberales, pero tenía el defecto de haberse enajenado la simpatía de muchos republicanos, después de la represión de las jornadas de junio. Otras candidaturas eran la de Ledru-Rollin, que representaba los planteamientos de una Solidaridad Republicana en la que coincidían republicanos avanzados y socialistas moderados; la de Raspail, socialista intransigente a la componenda con los republicanos; la de Lamartine, candidatura que trataba de evocar el espíritu de concordia de los primeros momentos de la revolución, y la del general Changarnier, de carácter monárquico.Los 7.300.000 franceses que votaron el día 10 de enero distribuyeron muy desigualmente sus votos. Cinco millones cuatrocientos treinta y cuatro mil (lo que representaba un 74 por 100 de votantes) lo hicieron por Luis Napoleón, mientras que Cavaignac sólo obtenía 1.448.000 (19 por 100). Ledru-Rollin quedaba en 371.000, mientras que los demás quedaban en cifras insignificantes (Raspail, 37.000; Lamartine, 17.000; Changarnier, 8.000).Napoleón había encontrado un apoyo popular que le permitiría un extraordinario margen de maniobra pero, de momento, organizó su gobierno con los hombres del Partido del Orden. Odilon Barrot se encargó de la presidencia de un Consejo en el que también era figura destacada el conde Falloux, de fuertes convicciones católicas. Los verdaderos republicanos parecían desaparecer de la escena política.

Las elecciones de 13 de mayo de 1849, para la elección de la nueva Asamblea, demostraron que la vida política francesa estaba polarizada entre los elementos conservadores del Partido del Orden y los republicanos radicales que se caracterizaban como la Montaña, en recuerdo de la Convención de 1793. Éstos, que fueron también caracterizados como demócratas-socialistas (democsocs) o, simplemente, rojos, obtuvieron unos 200 escaños, con casi 2.500.000 votos, pero no pudieron impedir un amplio triunfo de los conservadores, que casi alcanzaron los 500 escaños. Entre ambas formaciones, quedaron menos de 100 puestos para los republicanos moderados que parecían haber triunfado un año antes. En cualquier caso, las elecciones demostraron que el voto radical podía salir de las grandes ciudades y Francia pudo ofrecer, por primera vez, un mapa electoral en el que se podían apreciar diferencias que habrían de perdurar en la vida política posterior.De momento, los conservadores ejercieron un control completo de la situación que aún sería más acusado desde mediados de junio, cuando las protestas de los demócratas socialistas, contra la expedición francesa a Roma, y su enfrentamiento con los republicanos de aquella ciudad, permitió al Gobierno descabezar el movimiento radical francés. Ledru-Rollin estuvo entre los que tuvieron que tomar el camino del exilio.

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