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Datos principales


Rango

XX13

Desarrollo


Las medidas de expropiación y adquisición de terrenos promovidas en Alemania y Austria permitieron ofrecer soluciones efectivas al problema de la vivienda y una alternativa de ciudad que podía mitigar las tensiones sociales. Arquitectura, urbanismo, política y economía establecen una relación ineludible y conflictiva que afectará decisivamente a los mismos lenguajes arquitectónicos. En este sentido, en el IV CIAM (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna), celebrado, en 1933, a bordo de un barco que navegó de Marsella a Atenas, y cuyas conclusiones se publicaron en la célebre "Carta de Atenas" (1943), resume bien el conflicto al que se hacía referencia. En efecto, el urbanismo fue reducido a un problema disciplinar, con independencia de la política, de la economía o de la revolución. Con la Carta de Atenas podría decirse que se pone fin a la utopía del racionalismo de los años veinte. Se retomaba el carácter autónomo del objeto arquitectónico, se abandonaba el radicalismo de las propuestas de algunos arquitectos alemanes y las vanguardias constructivistas que habían previsto la disolución de la arquitectura en la ciudad, en la construcción sistemática de células mínimas que, estandarizadas, debían dar forma a la utopía y a la ciudad.Para Hilberseimer, por ejemplo, la arquitectura debe ser abstracción, debe ser un objeto disponible, antihistórico, sólo atento a la organización productiva de la ciudad: vivienda y circulación se convierten en parámetros funcionales de la metrópoli.

Alemania y Holanda se convierten, junto con la Unión Soviética, en los lugares más avanzados en la gestión de la ciudad desde los nuevos supuestos. Si Oud, Ernst May o Martin Wagner ven la construcción de Siedlungen la ocasión de aislar la utopía, dejando intacta la ciudad, Cor van Eesteren, el arquitecto neoplástico, aplica los principios derivados de la Carta de Atenas en su plan para Amsterdam, de 1935.Pero incluso en las Siedlungen confluyen demasiadas cosas. Son barrios extraurbanos que incorporan, como en maqueta, las nuevas consideraciones sobre el orden de la ciudad y como en catálogo los nuevos lenguajes arquitectónicos. Son verdaderas experiencias de laboratorio, con independencia de que lograran resolver los problemas de habitación de centenares de miles de personas. Son un espléndido compendio de lo moderno, desde soluciones al tema de la vivienda mínima a recuperaciones nostálgicas en las que coinciden memorias de la ciudad jardín y monumentos a la artisticidad individual, como ocurre en la Siemensstadt de Berlín, planificada por el expresionista Hans Scharoun. Un barrio en el que confluyen objetos arquitectónicos expresionistas y racionalistas. En todo caso, siempre se trata de experiencias parciales, tangenciales a la metrópoli, modelos de orden formal de lo que debiera convertirse el caos de la gran ciudad. Sin embargo, fue en ese contexto en el que se formaron los grandes técnicos del urbanismo del Movimiento Moderno.

May en Frankfurt, M. Wagner en Berlín, Otto Haesler en Celle, B. Taut, W. Gropius, Mies van der Rohe y otros arquitectos se implicaron en numerosas iniciativas para la construcción de barrios obreros y residenciales promovidos por la República de Weimar. Uno de los más célebres en los anales del Movimiento Moderno, casi una anticipación de la ya comentada exposición sobre el Estilo Internacional en 1932, fue la construcción del barrio Weissenhof en Stuttgart, en 1927, con todo un repertorio de la modernidad, un catálogo de soluciones, con edificios de Behrens, Le Corbusier, Gropius o el propio Mies van der Rohe.Una última experiencia conviene recordar en este contexto, la de la Viena socialdemócrata de los años veinte, la de la que Tafuri ha denominado como "Viena Roja". No se trata de una nueva organización de la ciudad histórica, ni de plantear modelos racionales en forma de barrios, sino de utilizar la estructura y la morfología de la ciudad para proporcionar una alternativa al problema de la vivienda. El Ayuntamiento de Viena prefirió esta opción frente a la defensa del modelo de las Siedlungen por parte de arquitectos como Loos, J. Frank o L. Bauer. Una opción definida por grandes bloques de viviendas, con servicios comunes y con la intención de poner en marcha un nuevo modo de relaciones sociales: los Höfe, situados en el límite de la vieja ciudad, configurando un anillo de fortalezas obreras en las que participaron más de un centenar de arquitectos. Una de las más conocidas es el Karl Marx-Hof, construido por K. Ehn en 1927, un monumento arquitectónico al margen de problemas técnicos o de estandarización de la construcción: la forma orgullosamente expresiva de un sueño.

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