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Datos principales


Desarrollo


La situación que encontraron los franceses no se diferenciaba mucho de la que habían hallado los conquistadores turcos tres siglos antes. Egipto era gobernado por la aristocracia mameluca, en nombre del sultán de Constantinopla. Los mamelucos, en su mayoría guerreros de origen caucásico que habían llegado a Egipto como esclavos, se habían hecho con el poder en fecha tan lejana como 1250 y, pese a la dominación otomana, conservaban intacto su control sobre la masa de artesanos y campesinos pobres. El país estaba dividido en 24 provincias, gobernadas por beyes mamelucos, nueve de los cuales integraban el Consejo de Gobierno o Diwan, formalmente subordinado al gobernador turco (pachá) de El Cairo. Cuando llegó Napoleón, el auténtico poder era ejercido por dos emires mamelucos: Ibrahim, máximo responsable político, y Murad, comandante en jefe del Ejército y encargado de organizar las peregrinaciones a La Meca. La egipcia era una sociedad étnicamente compleja, que se desenvolvía bajo un orden social de corte medieval. En lo alto de la pirámide se encontraban los mamelucos, quizás unos doce mil en esta época, organizados en casas o clanes. Obligados a conservar su número para mantener su fuerza, seguían importando cada año centenares de jóvenes esclavos del Cáucaso y el mar Negro, que recibían una cuidadosa formación militar y servían lealmente a sus patronos. Un cierto número de turcos, encabezados por el pachá otomano, residía en El Cairo, ocupándose de la administración y de las finanzas.

La mayor parte de la población, unos dos millones de personas, era de árabes sedentarios, musulmanes, que vivían en las ciudades o en las tierras húmedas del Delta y del valle del Nilo. Los coptos, la población nativa de religión cristiana, suponían aproximadamente el diez por ciento del total. En el desierto, a ambos lados del río, había algunas tribus nómadas, que vivían del pastoreo, el pillaje y la organización de las caravanas que permitían el comercio entre los centros urbanos del Nilo y los mercados del mar Rojo y el Sudán. Pese al interés que siempre habían mostrado los sultanes turcos por controlar una de las provincias más ricas de su Imperio, a finales del siglo XVIII Egipto escapaba paulatinamente a su control, y los notables mamelucos se negaban a pagar los tributos que demandaba Constantinopla. Ésta mantenía una guarnición militar en El Cairo, directamente dependiente del Gran Visir, y una flota en la rada de Abukir, cerca de Alejandría, una de las principales bases navales otomanas en el Mediterráneo. Por su parte, los mamelucos disponían de su propio ejército, mandado por Murad Bey y establecido fundamentalmente en la capital y en el Bajo Egipto.

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