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Andes meridionales

Desarrollo


Tal vez la manifestación artística más conocida de Argentina, cuyos ejemplares se encuentran en todos los museos y colecciones del mundo, sean las urnas funerarias de la cultura Santa María, que corresponde ya al período tardío y se desarrolló en el valle del mismo nombre, al norte de la provincia de Catamarca. Sus asentamientos tienen forma de poblados concentrados, a veces rodeados de murallas defensivas y ubicados en lugares casi inexpugnables. Las viviendas se aglutinan a modo de panales, construidas de piedra. Aparecen también caminos, obras hidráulicas, corrales de ganado y centros ceremoniales. Su economía fue de carácter mixto, agrícola y ganadera. Las famosas urnas se presentan en distintas variantes en torno a un tipo característico. El cuerpo es ovoidal con la base cónica, y el cuello recto y largo se abre en la boca. La decoración combina la pintura con un modelado rudimentario en forma de una figura vagamente antropomorfa cuyo rostro se encuentra en el cuello de la urna y los brazos se colocan sobre el cuerpo. Los motivos pintados son de carácter diverso y llenan completamente el espacio a base de temas geométricos e incluso figurativos. Los diseños, rígidamente establecidos, se repiten una y mil veces, pero en multitud de combinaciones diversas donde probablemente entraba la libre imaginación del artista, ya que no se encuentran dos urnas iguales, aunque el lenguaje empleado en ellas sea siempre el mismo. Otro interesante exponente del arte santamariano son los grandes discos de metal, bronce generalmente y que parecen tratarse de escudos. Alcanzan los 40 cm de diámetro y en una de sus caras se decoran con cabezas humanas trianguloides y serpientes de doble cabeza. Frente a la profusión decorativa de las urnas destaca la limpieza y simplicidad de estos escudos, cuya ornamentación se dispone de manera sencilla, equilibrada y armoniosa, dejando, si es necesario, grandes espacios vacíos. Todas las manifestaciones del arte santamariano parecen reflejar un fuerte carácter guerrero, tanto en sus representaciones como en el carácter de sus objetos, entre los que las urnas para el entierro de niños hacen pensar inevitablemente en la práctica de sacrificios.

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