El arte en los centros periféricos

Si en lo sustancial Urbano VIII no transformó Roma, la marca del mecenazgo Barberini fue determinante en su conformación como ciudad barroca. El clima cultural que hizo posible la Roma de los Barberini, está unido al ficticio mantenimiento del papel político de la Iglesia e implicado, con cierta intolerancia, en la defensa de la ortodoxia católica. Fue el inicio del papado de Inocencio X que impuso la austeridad a la corte pontificia. Artísticamente, la crisis empezó a vislumbrarse en la paulatina cesión por Roma a favor de París de su función de capital rectora de la cultura europea.

Durante el siglo XVII, Nápoles además de ser la capital política y administrativa del Virreinato español, fue también la más populosa de las ciudades italianas (360.000 habitantes) y el mayor núcleo residencial de religiosos, incluida Roma. El Seicento fue una de las etapas de mayor actividad edilicia de toda su historia, al erigirse o remodelarse un sinfín de edificios civiles y religiosos, casi todos de raíz renacentista en sus estructuras, pero con una decoración en extremo exuberante, rica y colorista que crea unos ambientes interiores de gran sugestión y belleza.

En Lecce se dio una de las más originales versiones del Barroco, al socaire de la comitencia de las órdenes religiosas, genuinas instituciones crediticias con alto poder económico y financiero, y a un fuerte arraigo de la religiosidad post-tridentina, sin olvidar el poder de las baronías locales. Triunfó el ornamento y la fantasía sobre la construcción y la técnica, hasta confundirse arquitectura con decoración.

Florencia se aferró cada vez más a su tradición renacentista, cayendo en un aislamiento provinciano, esterilizador y poco estimulante. En lo artístico se ligará a su patrimonio, a la tradición diseñadora y a los valores formales esencialmente racionales, hasta anclarse en un tardo Manierismo sostenido y sin inspiración. Síntoma de ese conservadurismo artístico es el continuo éxodo de jóvenes artistas toscanos a Roma o a Venecia.

El que Génova fuera una ciudad marítima, comercial y financiera favoreció los contactos con artistas extranjeros, especialmente flamencos, convirtiéndose en un lugar de encuentros e intercambios culturales y artísticos.

Artísticamente, en Venecia se asumieron posiciones académicas que, como en el caso de Florencia, se aferraron a las glorias pasadas y centraron su atención en la conservación de la tradición quinientista, cayendo la actividad artística en tonos de pura ilustración, ahora citando a Veronese, después retomando a Tintoretto.

No es el Seicento el siglo de la arquitectura milanesa, como tampoco lo es de la escultura, que queda casi reducida a los niveles del artesanado. El protagonista máximo de la vida artística de Lombardía durante las primeras décadas del Seicento fue el prelado Federico Borromeo, cardenal en 1587 y arzobispo de Milán en 1595.

Carente el nuevo Estado saboyano de un lenguaje artístico propio, adecuado a sus aspiraciones de grandeza, capaz de explicitar su imagen política y ejecutar su voluntad de transformación cultural con su acercamiento a Italia, la Casa de Saboya aceptó o importó de las zonas limítrofes los artistas y prolongó como suyos los modos o los estilos vecinos.