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Mundo fin XX

Desarrollo


La insatisfacción de las necesidades básicas es la característica "esencial" del subdesarrollo. Las necesidades básicas o fundamentales son aquellas necesidades cuya satisfacción es indispensable para la integridad física (alimentación y salud) y psíquica (educación, empleo y participación política y social) del ser humano.En lo que se refiere a las necesidades físicas, las insuficiencias alimentarias (la subalimentación) suelen ser comunes a la mayor parte de los países subdesarrollados y, muy particularmente, a los "países menos adelantados" (PMA). Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el mínimo alimenticio vital para un individuo adulto está en torno a las 2.500 calorías y unos 60 gramos de proteínas diarias. La subnutrición (insuficiente ingesta de calorías) está muy extendida en el Tercer Mundo. Si son necesarias al menos 1.500 calorías diarias para simplemente mantener la vida, algunos países pobres apenas superan esa cifra. En 1989 el suministro diario de calorías per cápita alcanzaba sólo 1.700 en Mozambique, Etiopía o el Chad mientras que los países de la OCDE disponían de más de 3.400. La media de los países de ingreso bajo y mediano era justo de unas 2.500 calorías por habitante. En cuanto a la malnutrición (insuficiente ingesta de nutrientes como proteínas, vitaminas o minerales), es muy posible que se trate del problema alimentario más grave del planeta. El número de personas en el mundo afectadas por la malnutrición aguda (menos de 65 gramos de proteínas/día y menos de una tercera parte de éstas de origen animal) podría rondar los 800 millones, esto es, un 15 por 100 de la población mundial.

La geografía del hambre es bien conocida. Países como Etiopía, Somalia, Sudán, Chad, Bangladesh, Nepal, Laos, Camboya, el noresde del Brasil, Haití, Perú, Bolivia y algunos más se han visto afectados por hambrunas masivas. Por ejemplo, la mortalidad catastrófica debida al hambre afectó a 200.000 personas en Etiopía en 1973, a casi un millón en Bangladesh en 1974, a más de medio millón en Etiopía y Sudán en 1985 y a un millón y medio en Somalia en 1992. Como puede verse, las hambrunas son fenómenos recurrentes en el Africa subsahariana central y oriental, lo que sin duda es algo inadmisible a finales del siglo XX. Lo más grave del asunto es que en el conjunto del planeta hay alimentos más que suficientes para mantener con vida a sus habitantes.El problema no es pues de insuficiencia de recursos, sino de mala distribución de los mismos. Mientras que la Unión Europea genera -y a veces incluso destruye- enormes excedentes de productos alimenticios (carne, leche, mantequilla...), algunos países africanos mueren literalmente de hambre. También es destacable que en el último decenio la producción per cápita de alimentos para el conjunto del Tercer Mundo aumentó a una tasa media anual superior al 6 por 100. Sin embargo, esa media es engañosa puesto que muchos países africanos registraron tasas negativas. En alguno de ellos la disponibilidad de alimentos por habitante ha llegado incluso a descender, puesto que el aumento de la población ha superado con creces el crecimiento de la producción agrícola local y el de la ayuda alimentaria exterior.

Otro tipo de necesidad física es la salud. La desigualdad ante la enfermedad y la muerte es bien patente en el mundo de hoy. Existen muchos indicadores de la degradada situación sanitaria de los países subdesarrollados: el alto número de habitantes por médico, las elevadas tasas de mortalidad infantil (número de niños fallecidos antes de cumplir un año por cada mil nacidos vivos) y la baja esperanza de vida al nacer. Las diferencias en esos tres indicadores son enormes entre los países ricos y los pobres, especialmente los menos adelantados.En lo que atañe a las necesidades psíquicas, las posibilidades de acceso a la educación son mucho más altas en los países ricos que en los pobres. La tasa de analfabetismo de adultos (en porcentaje de la población adulta total) apenas llega al 4 por 100 en la OCDE mientras que alcanza el 35 por 100 en los países de ingreso bajo y mediano (79 por 100 en Sierra Leona, 70 por 100 en Chad, 67 por 100 en Mozambique, 65 por 100 en Bangladesh, etc.). La tasa de matriculación en la enseñanza secundaria (porcentaje del grupo de edad correspondiente matriculado en el sistema educativo secundario) era en 1990 del 96 por 100 en la OCDE y del 39 por 100 en la media del Tercer Mundo (5 por 100 en Bhután y Burundi y 7 por 100 en Mozambique, Chad y Guinea-Bissau).En cuanto al acceso a la actividad económica (empleo) y política (libertades públicas), los indicadores son mucho más difíciles de obtener. Sin embargo, todo parece indicar que el desempleo y, sobre todo, el subempleo (ocupación en actividades marginales y mal retribuidas) afectan a una proporción mayor de la población activa en los países ricos que en los pobres.

Además, los regímenes políticos autoritarios son mucho más comunes en el Tercer Mundo que en los países desarrollados, si bien es cierto que la ola democratizadora de los últimos decenios ha llevado a una buena parte de la población mundial a una situación de mayor libertad, con la notable excepción de China, con sus 1.200 millones de habitantes, la quinta parte de los seres humanos.La manifestación principal del subdesarrollo, en lo que a aspectos estrictamente económicos se refiere, es la débil acumulación de capital o reinversión del excedente. Como señaló Paul Baran hace casi cuarenta años, los países subdesarrollados se caracterizan a la vez por generar un excedente proporcionalmente pequeño y por el hecho de que una parte de ese excedente es sustraído desde el exterior, en beneficio de economías extranjeras desarrolladas.Más específicamente, pueden enumerarse cuatro aspectos estructurales básicos de la economía de los países subdesarrollados: extraversión, polarización, desarticulación y dependencia.La extraversión es la orientación del grueso de la actividad productiva hacia el exterior. Puede medirse con un indicador aproximado que es el coeficiente de exportación (exportaciones de bienes y servicios no atribuibles a factores en proporción del PIB). En 1991 ese cociente fue, por término medio, de 19 por 100 en la OCDE. En Asia oriental (excluido el Japón) y en Africa al sur del Sáhara se situó en torno a 30 por 100.

Sin embargo, el coeficiente de exportación de América Latina (18 por 100) es similar al de la OCDE, mientras que el de Asia meridional (10 por 100) es considerablemente más bajo.En términos generales, pese a las amplias diferencias entre regiones, puede afirmarse que una de las características más destacadas del subdesarrollo es una elevada orientación hacia afuera de la actividad productiva. Es bien cierto que en unos pocos casos (Corea del Sur o Taiwan), la extraversión es resultado de una indudable capacidad industrial, que desborda con creces los límites de un dinámico mercado interior. No obstante, la mayor parte de los países del Tercer Mundo presenta unos coeficientes de exportación altos (81 por 100 en Malasia, 64 por 100 en Mauricio o Jamaica, 36 por 100 en Chile o Nigeria) por motivo de la estrechez extrema de la demanda interior, esto es, de la renta por habitante.La polarización de la estructura productiva hacia determinadas actividades, las más sencillas y las de menor contenido tecnológico, es otro rasgo destacado del subdesarrollo. Por una parte, el grado de industrialización es, por lo general, sustancialmente más bajo en los países del Tercer Mundo que en los de la OCDE, si bien la diferencia es notablemente inferior a la que había en los años cincuenta, cuando todos los países subdesarrollados estaban subindustrializados. Actualmente la proporción del sector industrial en el PIB es alta (e incluso más elevada que en buena parte de los países de la OCDE) en Brasil y Corea del Sur (que forman parte del pequeño grupo de nuevos países industriales) y en Venezuela ó Argentina, en donde ronda el 50 por 100.

Sin embargo, esas situaciones son excepcionales en el Tercer Mundo. Hay muchos más casos, como los de Tanzania (5 por 100), Uganda (12 por 100), Etiopía (13 por 100) o Mozambique (15 por 100), que siguen siendo países preindustriales. En otro orden de cosas, la polarización se manifiesta sobre todo en la composición del sector industrial. El sesgo hacia las ramas ligeras (confección, textil, calzado, juguetes, etcétera) y la insuficiencia de la sección de bienes de equipo (esto es, la producción de maquinaria) han sido, y siguen siendo, características específicas del subdesarrollo. Un indicador del peso relativo de la fabricación de bienes de equipo es el peso relativo de la maquinaria y el material de transporte en la producción manufacturera.Esa proporción es extremadamente baja en países como Bolivia (1 por 100), Etiopía (2 por 100), Chile o Venezuela (5 por 100), Marruecos (6 por 100) o Uruguay (9 por 100). La media de la OCDE se sitúa entre 25 y 30 por 100, aunque países como Alemania y Japón rondan el 40 por 100. De nuevo aquí hay algunas excepciones, como Brasil (23 por 100), Corea del Sur (32 por 100) o Singapur (53 por 100), pero son incluso menos numerosas que en el caso anterior. En suma, la mayor parte de los países del Tercer Mundo continúa apartada del proceso de expansión industrial moderna. En los pocos casos en que ha habido incorporación a ese movimiento, lo más notable es que se ha producido en sectores intensivos en trabajo, como artículos de confección, calzado, artículos electrónicos sencillos, etcétera, con muy pocas excepciones, como son las de los nuevos países industriales, fundamentalmente los asiáticos.

En lo que se refiere a la "desarticulación", se trata probablemente del rasgo más aparente del subdesarrollo. Cualquier visitante de un país del Tercer Mundo puede observar claramente los enormes contrastes (que los economistas convencionales llaman dualismo) entre el centro de las ciudades y los arrabales circundantes, entre las condiciones de vida en las urbes y en el campo, entre los sectores moderno y tradicional de la agricultura o entre la industria de tecnología avanzada y la artesanía. La desarticulación hace referencia a la existencia de una economía de compartimentos estancos o de elementos aislados entre sí y de una actividad productiva dinámica fundamentalmente de enclave, esto es, controlada, de una u otra manera, por capital extranjero.Esta segunda faceta se pone de manifiesto, por ejemplo, en algunas zonas francas industriales de exportación en Asia oriental o en América Central y el Caribe. En ellas, empresas extranjeras se dedican a ensamblar para la exportación productos manufacturados con componentes y piezas generalmente importados y que, por tanto, como es el caso de la llamada industria maquiladora del norte de México, están más vinculadas a la economía mundial que al resto de la economía local. El economista chileno Osvaldo Sunkel ha hablado de la coexistencia de integración transnacional y de desintegración nacional para referirse a ese fenómeno.Manifestaciones de la desarticulación son:- la fragmentación del mercado interior en pequeños mercados aislados.

La existencia de una economía rural de subsistencia, en la que hay una alta proporción de autoconsumo y en la que la principal forma de comercialización es el trueque, se manifiesta en fenómenos tan graves como la heterogeneidad de los precios, al no haber comunicación con los mercados urbanos, o la ausencia de propagación de los flujos monetarios y reales, así como de la información económica;- una "estructura no integrada de comunicaciones". Diversos indicadores de la densidad de medios de comunicación ponen de manifiesto esa situación. El número de teléfonos por cada mil habitantes es 100 veces inferior en Sri Lanka que en Estados Unidos. La proporción de carreteras asfaltadas, respecto de la superficie total, es, claro está, mucho más alta en los países desarrollados que en los subdesarrollados. Además, la dimensión relativa del correo interior (el número de cartas o paquetes postales que se distribuyen al año por cada mil habitantes) es notablemente inferior en estos últimos, como resultado no sólo del bajo grado de alfabetismo sino también y sobre todo de disparidad cultural;- una "aguda desarticulación social", por la existencia de particularismos raciales, étnicos, idiomáticos o religiosos (el caso extremo a este respecto es el de la India) y, sobre todo, por la existencia de una distribución de la renta marcadamente desigual. La gran distancia que existe entre ricos y pobres en los países desarrollados es incluso mucho más amplia en las naciones del Tercer Mundo, con muy pocas excepciones.

Una forma de medir el grado de igualdad o de desigualdad en la distribución de la renta es utilizar el cociente resultante entre la proporción de la renta nacional del 20 por 100 más rico de la población y el peso relativo que corresponde a la quinta parte más pobre. Como puede verse en el cuadro adjunto, las diferencias son enormes en algunos países del Tercer Mundo. Sólo parece existir una excepción a esa pauta de subdesarrollo con falta de equidad; es la de unos pocos países asiáticos, como Taiwan y, en menor medida, Corea del Sur. Estos casos son además los de países que están saliendo del subdesarrollo.Por último, la "dependencia" es un factor a tener muy en cuenta, aunque probablemente sea exagerado asignarle un papel preponderante y casi exclusivo, como ha hecho la llamada Escuela de la Dependencia, precisamente.No hay duda, sin embargo, de que existe una dependencia comercial. Dos tercios de las exportaciones totales de los países del Tercer Mundo se dirigen a los países desarrollados, mientras que sólo una cuarta parte de las exportaciones de los países ricos va a parar al Tercer Mundo. Casi lo mismo ocurre con las importaciones. En suma, los países subdesarrollados dependen más del mercado de los países ricos de lo que estos últimos dependen de la demanda de los primeros. Hay además una concentración geográfica de las exportaciones específica desde el punto de vista regional. El grueso de las ventas al exterior de los países africanos al sur del Sáhara va a parar a la Unión Europea y, en particular, a Francia.

La mayor parte de las exportaciones latinoamericanas se dirige a América del Norte (EE.UU. y Canadá), lo que también ocurre en el caso de Asia nororiental, aunque esa zona se está desvinculando progresivamente del mercado estadounidense. El Sudeste asiático encuentra un gran mercado en el Japón. En otros términos, parece como si existieran, al menos en el plano comercial, bloques formados por un gran centro desarrollado y varias economías subdesarrolladas periféricas.También cabe hablar de dependencia productiva. La participación del capital extranjero en la economía subdesarrollada suele ser muy alta, aunque también aquí hay excepciones importantes, como los casos de Corea del Sur o de Taiwan. El stock -cantidad acumulada- de inversión directa extranjera en el Tercer Mundo ronda el 10 por 100 de su PIB. La proporción del flujo anual de inversión directa extranjera en la formación bruta de capital fijo (esto es la parte de la inversión financiada por empresas multinacionales) varía mucho: es muy alta en Singapur, Argentina, Malasia, Chile o Tailandia; relativamente elevada en México, Filipinas o Brasil y baja, como ya ha sido dicho, en Corea del Sur o Taiwan.Una tercera manifestación de la dependencia es la subordinación financiera. Muchos países del Tercer Mundo, sobre todo en Africa y América Latina, padecen un enorme grado de endeudamiento exterior. En valor absoluto, los países más endeudados del Tercer Mundo son: Brasil, México, India, Indonesia y Argentina.

Sin embargo, mucho más importante que el tamaño total de la deuda es la proporción de los pagos anuales en concepto de deuda (intereses más devolución de la parte correspondiente del capital) respecto de las exportaciones de bienes y servicios (que se denomina tasa de servicio de la deuda).Según ese indicador, los países con mayores problemas de endeudamiento serían Nicaragua, Argelia, Argentina, Costa de Marfil, Uruguay, México y Brasil, entre otros y por ese orden. También hay algunas economías africanas que dependen totalmente de la ayuda exterior para mantenerse: Mozambique, Tanzania, Guinea-Bissau, Chad o Ruanda reciben una asistencia exterior que equivale a más del 20 por 100 de su producto nacional bruto.Finalmente, existe también y sobre todo una enorme dependencia tecnológica. Muchos países subdesarrollados son inducidos, por la competencia internacional, a importar técnicas y bienes de equipo muy sofisticados con objeto de mantenerse en la carrera industrial. Por lo general, los países del Tercer Mundo tienen dificultades para adaptar, asimilar o incluso controlar esa transferencia tecnológica, por lo que se produce un efecto "bola de nieve" que encarece constantemente la técnica importada: sólo entre 1968 y 1980, el coste de importación de los conocimientos técnicos (patentes, marcas, servicios de consultoría, maquinaria, etcétera) transferidos desde los países desarrollados a los subdesarrollados pasó, para estos últimos, de 1.500 a 20.000 millones de dólares. Por todas esas razones, hay numerosos economistas que preconizan la adopción por el Tercer Mundo de técnicas "intermedias, a pequeña escala", más adaptables a su entorno económico y social.

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