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Asia y África

Desarrollo


La división del mundo entre España y Portugal resultante del Tratado de Tordesillas (1494), empujó a Francia e Inglaterra a buscar la ruta hacia Catay por el Norte, tanto hacia el Este como hacia el Oeste. El resultado de estos viajes descubridores fue el reconocimiento de la costa atlántica septentrional del Nuevo Continente y aun el internamiento a través de sus ríos, con la esperanza de que alguno de ellos llevara finalmente al ansiado Pacífico, que algunas narraciones indígenas sobre grandes mares, que resultaron ser los Grandes Lagos, hacían suponer cerca. Hasta la segunda mitad del siglo XVI no se planteó el asentamiento de colonos en las nuevas tierras descubiertas, aunque tardarían en hacerse realidad. Ya en 1497 el rey de Inglaterra había financiado una expedición encomendada al genovés Giovanni Caboto para hallar la ruta a la China por el Noroeste, aunque donde llegó fue a las pesquerías de Newfoundland (Terranova). Los marinos franceses, por su parte, habían emprendido expediciones al Brasil, pero el Gobierno francés se encontraba incapacitado para prestarles su apoyo, ocupado en las guerras contra los Habsburgo y, más tarde, en las guerras civiles. Aun así, algunos viajes pudieron ser financiados, como el emprendido en 1523 por el florentino Giovanni de Verazzano, que, partiendo de Florida, recorrió la costa hasta el cabo Fear, en Carolina del Norte, pasó por el estuario del Hudson y la bahía de Narrangassett y llegó al Maine, donde las noticias de los indios sobre los Grandes Lagos hicieron creer durante mucho tiempo en el "mar de Verazzano".

El marino de Saint-Malo, Jacques Cartier, continuando la búsqueda del paso por el Norte de 1533 a 1541, exploró la costa norte de Terranova y pasó por el estrecho de Belle Isle. Recorrió a partir de ahí la ribera occidental de la península del Labrador y remontó el río San Lorenzo hasta la isla donde un siglo después se construiría Montreal, regresando por el cabo Bretón. En su encuentro con los hurones, Cartier conoció las posibilidades de cultivo de aquellas tierras y con el fin de crear asentamientos de colonos llevó a cabo su viaje de 1541, también con financiación real. La colonia de Charlebourg Royal, formada por varios centenares de franceses, no tuvo más que una vida efímera, diezmada por el hambre, el frío, las enfermedades y los ataques indios y desalentada por las condiciones de vida tan diferentes a las conocidas hasta entonces. En los años siguientes hubo otros intentos que resultaron igualmente fallidos. Sólo cuando terminaron las guerras religiosas pudo el gobierno de Enrique IV tener la tranquilidad suficiente para emprender una política de colonización que diese resultados estables. Inglaterra, por su parte, aprovechó la amistad española iniciada durante el matrimonio de María I con Felipe II para intentar introducirse en el comercio americano, incluso ofreciendo su ayuda para combatir a los piratas del Caribe. John Hawkins inició en 1562 el comercio triangular con el tráfico de esclavos negros entre Sierra Leona y la Española, donde los cambió por azúcar y pieles destinadas a Europa, con licencia de las autoridades locales españolas, a quienes les costó cara la extralimitación en sus funciones.

El éxito del viaje animó a la Corte inglesa a financiar un segundo, que se dirigió con éxito a Venezuela y el istmo de Panamá. Un tercer viaje no tuvo gran provecho y el último (1567-1569) terminó con la destrucción de parte de la flota inglesa por la española y una gran tirantez en las relaciones entre ambos países. Francis Drake, pariente y acompañante de Hawkins, continuó estas actividades, abordando a los barcos españoles para apoderarse de los envíos de plata y convirtiéndose en el mejor ejemplo del corsario que atacaba las posiciones españolas en el Caribe. La temporal reconciliación de los dos países en 1574 llevó a Drake a una de sus grandes empresas, el viaje de circunnavegación (1577-1579), en el que exploró las costas de Chile y Perú, subió hasta California y desde allí atravesó el Pacífico hasta las Molucas, desde donde regresó, cargado de especias, por la ruta de Elcano. La guerra con España en 1585 llevó a Drake de nuevo al Caribe, donde con una flota de 20 navíos y la ayuda de los filibusteros, saqueó Santo Domingo y Cartagena de Indias, luego Nombre de Dios y Panamá, y después La Habana. Si hubiese podido retenerlas, hubiese desarbolado el sistema comercial mantenido por España, pero al no ser así sólo fue un grave descalabro para ésta y una considerable merma para su prestigio. Posteriores ataques a estas y otras plazas en los años noventa fueron rechazados por los españoles, que habían tenido que fortificar sus posiciones.

Un último intento en este siglo contra el imperio colonial español tuvo que llevarse a efecto mediante la alianza con Francia y Holanda para conseguir tener éxito. En 1595 se firmó entre los tres países el Tratado de La Haya, cuyo resultado fue la destrucción de la flota española en Cádiz al año siguiente, pero los ataques en San Juan de Puerto Rico y Panamá fueron rechazados por los españoles. Salvo los descalabros económicos inmediatos, los ataques de las otras potencias, incluso en aquellos casos que formaban parte de un plan preconcebido, no supusieron daño alguno estructural en la organización colonial española. Si en el Caribe los ingleses no lograron más que incomodar a los españoles y conseguir el éxito en algunos viajes episódicos, en la América situada al norte de La Florida llevaron a cabo algunas expediciones para intentar encontrar el famoso paso hacia Oriente. Ése fue el objetivo de la expedición de Martín Frobisher, que en 1576 inició el primero de sus tres viajes, en los que ni encontró un paso ni consiguió una colonia estable, aunque dio a conocer los alrededores de la llamada bahía de Frobisher, al sur de la isla de Baffin. John Davis siguió intentando la búsqueda del paso y su atención se fijó en la franja de mar que separa el Ártico de Groenlandia, pero el hielo le interceptó el camino. La búsqueda del paso también se llevó a cabo por el Nordeste, y fue fundamentalmente realizada por la "sociedad de los comerciantes aventureros para el descubrimiento de regiones, dominios, islas y lugares desconocidos", presidida por Sebastián Cabot, hijo del legendario navegante.

Entre los viajes cabe destacar el que iniciaron tres barcos en 1553, de los que sólo el "Edward Bonaventura" consiguió no quedar atrapado por el hielo y arribar a Arkángelsk. Su capitán, Richard Chancellor, marchó a Moscú, iniciándose las relaciones comerciales entre Inglaterra y Rusia, para las que se creó la Compañía de Moscovia. Los ingleses continuaron buscando el paso por el Nordeste, aunque fueron los holandeses quienes consiguieron los mayores logros. En 1596, Willem Barentz llegó hasta Nueva Zembla, donde consiguió sobrevivir al invierno, regresando en 1597. Todos los intentos posteriores de navegar los mares árticos fueron frustrados por los hielos, hasta el presente siglo. Si la búsqueda del paso por el Norte resultó un fracaso repetido, tuvo al menos utilidad para balleneros, pescadores y buscadores de pieles de foca y osos. Contribuyó además al reconocimiento de las costas americanas y a evaluar las posibilidades de crear comunidades estables que aportasen con su esfuerzo nuevos ingresos a la Corona. A pesar de que, al igual que en Francia, en Inglaterra faltaban excedentes de población susceptibles de volcarse en la colonización, existía un pequeño sector comprometido en este empeño, confiado en la experiencia conseguida en la colonización de Irlanda. Con este fin, sir Humphrey Gilbert consiguió una patente de Isabel I y se dirigió a Terranova, la zona más conocida y frecuentada por los pescadores europeos, donde fundó la primera colonia americana de Inglaterra (1583).

Asimismo, sir Walter Raleigh intentó crear una colonia en Virginia y en su nombre Greenville fundó en 1585 un establecimiento en la isla de Roanoke, junto a la costa virginiana, un establecimiento fracasado debido a la dificultad de mantener relaciones continuadas con la metrópoli para asegurar su abastecimiento hasta que pudiese ser autosuficiente. De hecho, cuando en 1590 pudo llegar una expedición en su socorro, todos los colonos habían desaparecido sin conocerse el motivo. En 1587 Raleigh realizó un segundo intento con el mismo resultado. Cuando terminó el siglo, España y Portugal, unidas bajo la misma Monarquía, seguían manteniendo en América una posición hegemónica, mientras que Inglaterra y Francia apenas habían pasado el estadio de las intenciones. Sin embargo, los continuos viajes descubridores habían formado unos navegantes experimentados que cruzaban el Atlántico con soltura y poseían un conocimiento bastante ajustado de las costas y los ríos americanos.

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