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Aunque los estudios sobre las relaciones entre moneda y precios fueron menos importantes, los protagonistas de la discusión económica en Francia e Inglaterra coinciden en la lista de asuntos y, en líneas generales, en su tratamiento. En 1566 Malestroit publicó sus "Paradoxes" donde intentaba demostrar que nada se había encarecido realmente desde hacía siglos. Sin embargo, dos años más tarde, en 1568, apareció la respuesta de Jean Bodin a las insuficientes explicaciones de su coetáneo. Jean Bodin, que publicó sus ideas en "Réponse aux Paradoxes de Malestroit" (1569), concentró su atención en los problemas monetarios y concluyó que la causa principal del alza de los precios durante el siglo XVI había sido la afluencia de moneda metálica, aunque sin establecer una relación proporcional entre ellos. Desconociendo, tal vez, la obra y las tesis cuantitativistas del navarro Martín de Azpilcueta, Bodin explicó, a partir de la teoría cuantitativa, las causas de la revolución de los precios: la abundancia de oro y plata, la práctica de los monopolios, las exportaciones demasiado abundantes y las importaciones insuficientes, el despilfarro, el lujo y la ostentación de las clases privilegiadas y la adulteración monetaria, aunque de todas ellas la causa principal y casi única era la primera. Después de Bodin tal relación se aceptará, pero la realidad económica española, esto es, el enriquecimiento metálico del Estado castellano y la paradójica situación de las quiebras de la segunda mitad del siglo XVI acapararán las reflexiones posteriores e influirán sobre las ideas económicas.

La conclusión teórica de los tratadistas es que el oro y la plata constituyen el signo de una actividad económica beneficiosa, pero no son la riqueza misma. Para atraerlos hay que producir, importar poco, exportar mucho, atrayendo con ello los metales preciosos extranjeros, desarrollar la agricultura, la minería y las industrias reglamentadas. Además de las reacciones de españoles y franceses ante la subida de los precios y las mutaciones monetarias, aparecieron por toda Europa críticas semejantes, desde Polonia a Inglaterra e Italia. Nicolás Copérnico, además de precisar el concepto de moneda, presentó en "De monete cutende ratio" (1525) un conjunto de argumentos en favor de la moneda sana. Para Copérnico, antes de que se advirtieran en el este de Europa la influencia de los metales preciosos, las causas de la depreciación monetaria residían en su falta de peso y en su mala ley. Los remedios que defendía eran simples: acuñar monedas metálicas sanas y estables, evitar nuevos impuestos, establecer una relación fija de uno a doce entre el oro y la plata y, finalmente, impedir la circulación de la mala moneda, pues ésta termina siempre despreciando y expulsando a la buena. Sin embargo, pese a sus preocupaciones monetarias no se precisa nada parecido a la teoría cuantitativa. En Inglaterra fue el autor del "Compendieux ou Bref Examen" (1581) quien atribuyó el alza de los precios a las mutaciones monetarias y al crecimiento de la cantidad de numerario en circulación, al mismo tiempo que declaraba cómo la moneda es a la vez mercancía y reserva de mercancías, que su valor no procede de una convención sino que está determinado por su rareza, coincidiendo finalmente con Thomas Gresham en la ley de la expulsión de la buena moneda por la mala. En Italia fue el florentino Davanzati quien protagonizó buena parte de las reflexiones monetarias en su "Lezione delle Monete" (1588), aunque su formulación de la teoría cuantitativa sea deudora de autores españoles y franceses.

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