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Hiroshima L2

Desarrollo


La agresiva política expansionista dirigida por los sectores dominantes en el Japón de la anteguerra habían impulsado la conquista del norte de China llegado el año 1931. Esta ocupación de la rica región de Manchuria constituía de hecho la primera fase de su programa de invasión de los territorios asiáticos que ofreciesen caracteres de interés para sus centros decisores. Seis años más tarde, en 1937, comenzaba la guerra chino-japonesa, que pondría de manifiesto el enfrentamiento existente en el interior del país entre el Gobierno legal y el poder comunista. La China anterior al estallido de la guerra constituía un verdadero conglomerado de colonias de dependencia exterior; los países occidentales tenían en el régimen de Chiang Kai-chek el mejor intermediario posible para la plena explotación de las riquezas. Más tarde, la agresión sufrida desde Japón serviría como elemento primordial para el desencadenamiento de las fuerzas liberadoras, que acabarían haciendo posible la victoria comunista. Este proceso revolucionario, que se mantenía latente desde años atrás, hallaría en los momentos de la lucha contra el ocupante su momento de eclosión y aceleración definitiva. El ejército comunista, enfrentado al que mantenía por el momento los resortes legales del poder, conseguiría en el año 1945, tras ocho años de lucha resistente, el control de grandes extensiones de territorio que las fuerzas japonesas no habían ocupado en ningún momento.

En aquel mes de agosto que vio el final de la guerra, la práctica totalidad de la China del norte se encuentra en manos de los comunistas. Estos ya han conseguido alzarse con el protagonismo de la lucha e identificarse en exclusiva con postulados nacionalistas y resistentes a un mismo tiempo. En ese momento, cuando la absoluta desarticulación del país permite la plasmación de transformaciones de gran envergadura, casi 100 millones de chinos se encuentran situados bajo control comunista. Este protagonismo nacionalista y resistente adquirido por los comunistas en detrimento del Gobierno legal venía dado por una serie de factores que el desarrollo de la pugna pondrá en evidencia de forma muy concreta. Las formas de organización adoptadas por el Gobierno nacional de Chiang, determinadas por la más absoluta corrupción en todos los niveles, junto a la actitud del ejército que se situaba a sus órdenes y que trataba a la población con el más absoluto desprecio de todos los derechos humanos, aportarían a sus contrarios millones de voluntarios. Los comunistas se presentaban de esta forma como verdaderos regeneradores de China, y como salvadores de una población, sumida en indescriptibles condiciones de miseria. En el verano de 1946, Estados Unidos otorgó su favor de forma expresa al Gobierno de Chiang Kai-check, representante de los intereses más conservadores de los grupos de poder tradicionales en el país. El general MacArthur, verdadero virrey norteamericano en el Extremo Oriente asiático, ofrecía su apoyo decidido a las autoridades que por el momento eran consideradas como las únicas dotadas de legalidad.

El traslado del ejército nacional hasta el norte, una vez expulsados los japoneses, junto al desembarco de fuerzas norteamericanas con la finalidad de ocupar los centros neurálgicos de China, eran hechos que ilustraban de forma suficiente la situación reinante. La contención del poder comunista se encontraba de esta forma pretendidamente ordenada en China, situada al lado de la Unión Soviética hacia la que sus recientes aliados no dejaban de mostrar acrecentados recelos. Sin embargo, Stalin manifestaba poca credibilidad hacia las posibilidades de éxito de las fuerzas comunistas en China, al tiempo que tampoco quería enfrentarse directamente con Norteamérica por esta cuestión, debido al estado de postración material en que se hallaba su país. Así, el 14 de agosto de 1945 -ocho días después del episodio atómico de Hiroshima- Moscú firmaba un acuerdo con Chiang que mantenía su Gobierno en la ciudad de Chunking. El respaldo soviético a la corrupta camarilla gobernante en China tenía, sin embargo, su lógica; Stalin, ante las serias dudas acerca del triunfo de Mao, prefería pactar con quien se hallaba todavía en posesión de los teóricos resortes del poder. Por otra parte, derrotado Japón y abandonados sus territorios de ocupación, la Unión Soviética se lanzaba con plena impunidad sobre los bienes materiales allí existentes, aplicando de forma drástica la idea de los derechos del vencedor. Stalin, que se declaró beligerante con Japón en la reunión de Yalta, había estado en guerra con éste durante ocho días, hasta la rendición de sus fuerzas tras las explosiones atómicas.

Esta circunstancia servía para que Moscú fundamentase sus acciones de despojo, que Chiang admitía plenamente, y que reproducía en estos momentos sobre Europa central y oriental. Este saqueo de las instalaciones que los japoneses habían situado en territorio chino durante su ocupación agravó la gran escasez productiva de un país que surgía de una destructiva guerra. Contribuía al mismo tiempo a incrementar el desprestigio del régimen, que no manifestaba intención alguna de actuar en defensa de los intereses de su pueblo, contrariamente a las actitudes adoptadas por los comunistas, fuertemente nacionalistas en sus planteamientos. Situada dentro del plano de los vencedores, China se enfrentaba en julio de 1945 a dos gravísimos problemas: el supuesto por las carencias materiales, por una parte, y el que ya se vislumbra de carácter bélico civil. Todavía por el momento las dos cabezas visibles de las partes enfrentadas -Mao y Chiang- se esforzarán por mostrar la existencia de un entendimiento básico entre ellos, reuniéndose en conferencia en el mes de octubre del año de la victoria. Pero la situación estaba abocada ya a la lucha de forma irreparable, y la primavera de 1946 será escenario de los primeros enfrentamientos armados. Cuatro años de conflicto interior esperaban a China hasta la finalización del mismo con la victoria de los comunistas. Pero por entonces todavía la presencia norteamericana personificada en la figura del general Marshall pretenderá inducir a ambos dirigentes a la conclusión de acuerdos válidos para superar la situación planteada. Sin embargo, el marco social de la China que surge de la ocupación y la guerra en unas condiciones materiales absolutamente desastrosas ya no es susceptible de aplicación de un tratamiento pacífico. Ya por entonces solamente la fuerza de las armas se presentaba como instrumento capaz de dilucidar el conflicto abierto entre dos sectores absolutamente excluyentes entre sí. La proclamación de la República Popular China y el traslado del Gobierno de Chiang a la isla de Formosa configurarán, a partir del año 1949, todos los esquemas vigentes en Asia, demostrada ya la posibilidad de plasmación en su espacio de formas revolucionarias de transformación social.

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