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Datos principales


Rango

España-Desc

Desarrollo


En 1474, al morir Enrique IV, sube al trono de Castilla la infanta Isabel y cinco años más tarde Fernando era proclamado rey de Aragón. Tras solucionar los graves problemas internos de ambos Estados (anarquía nobiliaria en Castilla y secuelas de la guerra civil en Cataluña), Fernando e Isabel ocupaban en 1492 el último de los reinos musulmanes de la Península, poco después decretaban la expulsión de los judíos y en su nombre Cristóbal Colón llegaba al continente americano. La conquista del reino granadino, la expulsión de los judíos y la unión de castellanos y aragoneses bajo unos mismos reyes cierran, para muchos historiadores, la Edad Media, cuyos límites cronológicos coincidirían en la Península con los de la reconquista, entendiendo por tal la búsqueda consciente de la unidad política y religiosa perdida tras la invasión musulmana. Estos hechos serían la culminación de un proceso consciente e inevitable, producto de una voluntad colectiva basada e influida por la tradición visigoda, pero este modo de analizar la historia medieval hispánica tiene más en cuenta la realidad moderna y contemporánea que la medieval. El matrimonio de Isabel y Fernando no fue la culminación de tendencias unificadoras sino el resultado de situaciones concretas y, por tanto, modificables. Por sí solo no significaba la unidad. Castilla y Aragón -lo mismo puede decirse de Navarra, incorporada entre 1512 y 1515 a Castilla- mantuvieron su propia organización independiente hasta el punto de que Fernando el Católico fue expulsado de Castilla después de la muerte de Isabel y contrajo nuevo matrimonio que de haber tenido descendencia habría llevado a separar nuevamente Aragón y Castilla: el primer reino sería para los hijos del segundo matrimonio, y Castilla pertenecía a Juana, hija de Fernando e Isabel.

El matrimonio no fue, por tanto, la culminación de un proceso medieval aunque se sitúe en la linea de la política de enlaces de los Trastámara, sino el comienzo de una fase de unificación histórica, cuya suerte dependerá del juego de fuerzas existentes, de la voluntad de quienes en adelante integren el nuevo Estado y de la habilidad de sus dirigentes. La conquista de Granada puso fin a la presencia política de los musulmanes en la Península pero no llevó, como se ha dicho, a la unidad religiosa de los hispanos. Los vencidos fueron autorizados a permanecer en el reino y su asimilación religiosa se produciría lentamente o no tendría lugar, como lo prueba que en el siglo XVII tuvieran que ser expulsados del reino numerosos moriscos descendientes de los granadinos o de los musulmanes vencidos en los siglos XI-XIII. Unidad política y unidad religiosa no son por tanto dos realidades de la época de los Reyes Católicos sino dos ideas por cuyo logro trabajaron activamente Fernando e Isabel al organizar y extender a todos sus dominios la Santa Hermandad y la Nueva Inquisición, al impulsar la reforma de las órdenes religiosas y al controlar las órdenes militares. Esta marcha hacia la unidad se realiza desde y por Castilla, el reino más importante, con mayores recursos humanos y económicos y en el que los reyes gozan de mayor libertad al no estar limitado su poder por las Cortes ni por los Fueros nacionales. Por estas razones, Castilla se convierte en el centro del nuevo Estado con el que inconsciente o deliberadamente se tiende a identificarla hasta el punto de que castellano y español son, para muchos, sinónimos.

La política exterior de los dominios unidos por los Reyes Católicos estuvo igualmente dirigida por Castilla, pero tuvo en cuenta tanto los intereses atlánticos castellanos como los mediterráneos de la Corona de Aragón, y la confluencia de ambos llevará a los reyes a intervenir simultáneamente en Italia y en Flandes para contener a Francia, convertida en época de Luis XI y de sus sucesores, en una de las mayores potencias europeas. El expansionismo francés en el Atlántico Norte y en el Mediterráneo explica en parte el mantenimiento de la unión de castellanos y aragoneses que, por separado, no estaban en condiciones de hacer frente al gran Estado ultrapirenaico contra el que Isabel y Fernando concertarán alianzas político-militar-económicas refrendadas como era habitual por acuerdos matrimoniales que harán de Carlos V -sucesor de hecho de Fernando- emperador de Alemania, rey de Castilla, León, Aragón, Valencia y Mallorca, Conde de Barcelona y señor de los Países Bajos y de gran parte de Italia como heredero del napolitano Alfonso el Magnánimo. En el Atlántico Sur la expansión castellana se hallaba amenazada por los portugueses cuyo rey, Alfonso V, tomó parte activa contra los Reyes Católicos en la guerra civil que se produjo a la muerte de Enrique IV. Los problemas internos de Castilla y la rivalidad atlántica hallaron una primera solución en los tratados de Alcaçobas-Toledo (1479), que serían completados en Tordesillas (1494), poco después de que el descubrimiento del continente americano obligara a una revisión de los acuerdos. En pocos años, Castilla ha logrado superar las divisiones internas y la guerra civil endémica que arrastraba desde el siglo XIII y ha impuesto su hegemonía sobre los reinos peninsulares, con la única excepción de Portugal. Unidos, castellanos, aragoneses y navarros bajo la dirección de Castilla controlarán en la época moderna gran parte de Europa y de América, y las bases de este dominio tienen su origen en la Edad Media y en el reinado de los Reyes Católicos que logran imponer la autoridad monárquica a nobles y ciudades.

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