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Rango

Batalla por Berlín

Desarrollo


El 18 de abril, cuando rugía con mayor furia la batalla del Oder y cuatrocientos mil soldados alemanes luchaban desesperadamente para impedir el avance soviético, Hitler decía al general Karl Hilpert, a quien acababa de nombrar jefe de los ejércitos de Curlandia: "Si la nación alemana pierde esta guerra, demostrará que es indigna de mi". No era una frase aislada. Hitler pronunció muchas similares en las que se denotaba un marcado desprecio por el pueblo alemán, que no había podido darle la victoria universal ni el poder milenario soñado por él. Durante tres meses estuvo obsesionado por la destrucción absoluta de todo cuanto hubiera de abandonarse al enemigo, tanto en el Este como en el Oeste. Tierra calcinada. Speer, el hombre que boicoteó aquellas medidas, razonaba que con la guerra perdida, semejante destrucción (5) causaría mayor quebranto al pueblo alemán que la propia guerra y la derrota. Contra quienes le objetaban que dejar tales instalaciones intactas era colaborar con el enemigo, el ministro argüía que podían hacerse destrucciones parciales, inutilizaciones temporales; incluso, que dada la celeridad con que se aproximaba el final, muchas instalaciones carecían de utilidad alguna para los vencedores, como las minas de carbón o hierro, por ejemplo. Incluso, aunque les fueran útiles, su destrucción no hubiera significado el entorpecimiento de sus operaciones, dada la acumulación de todo tipo de materiales que habían dispuesto los aliados. Tal era el caso de las fábricas de tejidos, de papel, de conservas, de cerámica, etc. Ante las argumentaciones de Speer de que aquellas destrucciones condenarían a los alemanes al hambre, el atraso y la miseria durante docenas de años, Hitler respondía: "la nación ha demostrado ser débil y el futuro pertenece únicamente a la nación oriental más fuerte. Los que quedan después del combate valen poco, porque los buenos ya han caido..."

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