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CAPITULO IX Que trata de las cabeceras de Tepeticpac y Tizatlan, y de sus señores y gobernadores Habiendo dado fin a lo tocante a la cabecera de Ocotelolco, señorío de Maxixcatzin, que fue la segunda, tornaremos a tratar de la primera de Culhuatecuhdicuanez, señor de la cabecera de Texcalticpac Tepeticpac y por otro nombre Texcalla, y después Tlaxcalla. A Culhuatecuhtli le sucedió en el señorío su hijo Teixtlacohuatzin, el cual gobernó con mucha quietud y paz en el reino de Tepeticpac. Después de sus días dejó en él por sucesor a Tlamacatzin, el cual vivió muy poco tiempo, porque como era hombre de guerra, yendo a una entrada con su gente murió en ella. Mas quedó en su lugar Tlehuexolotzin, su hijo, que por otro nombre se llamó Tlacaxcaltecuhtli. A éste halló Fernando Cortés, que, ansimismo, le recibió de paz y le hizo un buen acogimiento. Después de muerto Tlehuexolotzin, le sucedió D. Gonzalo, que fue muy buen cristiano, como adelante veremos y diremos de su muerte y buen acabamiento. Y a éste sucedió D. Francisco de Mendoza, su hijo, y este D. Francisco dejó a otro D. Francisco, bisnieto de Tlehuexolotzin. De éstos han quedado dos niños, el uno se llama D. Diego y el otro D. Leonardo, que hoy viven. Pues estando este reino dividido en dos partes con la muerte de Acatentehuatecubtli, señor que obo sido de Culhuacan, Tecpan y Ocotelolco, con las disensiones y discordias de su muerte resultaron grandes trabajos en su reino. Dividióse Tzompane de la cabecera de Ocotelolco, aunque todos bajaron de Tepeticpac. Mas éste hizo barrio de por sí y ansí bajó a Teotlalpan, donde está el día de hoy una ermita de Nuestra Señora de la Purificación, donde vivió muy sosegado con sus gentes y amigos que le quisieron seguir, y gobernando muchos años sin ninguna contradicción. Y ansí, fue en crecimiento su poblazón y en grande aumento. Y habiendo pasado el discurso de su vida con mucha quietud, le sucedió en aquel gobierno Xayacamachan su hijo, que por otro nombre, después de armado caballero, se llamó Tepolohuatecuhtli. Este gobernó con mucha cordura y con su buena industria ilustró tanto su barrio que casi competía con Tepeticpac y Ocotelolco en grandeza y prosperidad. Y como fue en tan gran crecimiento su negocio, luego se introdujo la envidia y, con acervo atrevimiento e ingrata imaginación, los suyos conspiraron contra él, que, estando salvo y seguro, le dieron muerte cruel y lo acabaron, y a todos sus parientes hasta la quinta generación. Esta era la costumbre que tenían para castigo de los que eran traidores y lo mismo se hacía contra aquellos que vivían gobernando en daño de la República. Muerto Xayacamachan Yaotequihua Aquiyahuacatl por su fin, sucedió en el señorío uno que era llamado Zozoc Aztahua Tlacaztalli. Y pasó el gobierno y reino de Culhuatecuhdicuanez en triunvirato, que de un reino se dividió en tres partes. Este Aztahuatlacaztalli pasó en lo alto de Tizatlan su señorío, donde hasta hoy ha durado y permanecido, que en la tercera cabecera de Tlaxcalla, llamada la cabecera de Tizatlan. A Aztahua Tlacaztalli, después de sus días, le sucedió Huitlalotecuhtli; mas éste vivió muy poco, pues casi no hay memoria de él. Muerto Huitlalotecuhtli sucedió Xayacamachan, hijo de Aztahua, que tomó el nombre de Xayacamachan, el primero que mataron, el cual gobernó con mucha felicidad y se hizo muy gran señor, y fue muy temido y reverenciado de los suyos en la parte de Tizatlan, el cual dejó su República puesta en gran razón y concierto. Por su fin y muerte, sucedió Xicotencatl, persona valerosísima que por su persona hizo grandes cosas en las guerras que se le ofrecieron en sus tiempos. El cual vivió más de ciento veinte años y a éste halló Fernando Cortés y le hizo muy grande recibimiento, porque entró por sus tierras y se las hizo llanas y seguras hasta que le metió en Tlaxcalla y le aposentó en sus propias casas y palacios. Este fue el primer cristiano que recibió el bautismo y se llamó D. Lorenzo Xicotencatl, aunque todos los cuatro señores de las cuatro cabeceras se bautizaron en un día. Este era tan viejo que quieren decir que para poder ver a Cortés y a los españoles, le alzaban los párpados de los ojos. Tuvo este Xicotencatl muchos hijos hombres y armados caballeros, porque tuvo más de quinientas mujeres y mancebas, y no era posible menos sino que tuviese muchos hijos, y ansí el día de hoy, la mayor parte de los principales de Tlaxcalla proceden del linaje de Xicotencatl. Este, después de cristiano, no vivió tres años cabales, y le sucedió Axayacatzin Xicotencatl, su hijo, aunque tuvo el gobierno antes que el padre muriese mucho tiempo, por estar tan viejo e imposibilitado. Este murió ahorcado en Tetzcuco, porque se volvió de la guerra de México, yendo con Cortés por general de su gente, el cual, teniendo amores con una cacica, muy principal señora, y no pudiendo sufrir tan grande ausencia, se vino de la guerra, y lo mismo hizo otras dos veces, que le fueron perdonadas. No curó de mirar en lo más importante, que yendo últimamente con Cortés se volvió, y quejándose éste a la República de Tlaxcalla, dijo "que cómo se usaba con él tal traición en que se volvían de la guerra los más principales capitanes, que no podía entender sino que era traición la que contra él se trataba para entregalle a sus enemigos, y que si no fuese esto, que este caballero Xicotencatl había cometido traición y grande delito y que los españoles que tal cometían, que morían por ello. Que mirasen lo que les parecía y lo que en este caso debían hacer, y que le diesen nueva seguridad de la amistad y palabra que le habían dado". Vista por los Señores de Tlaxcalla querella tan formidable de Cortés, y la razón que tenía, le respondieron con los embajadores que le enviaron, diciéndole: "que ellos estaban tan confusos y admirados de cosa tan mal hecha, que si en sus costumbres y leyes de guerra hallaban que tenían pena de muerte los que en semejantes tiempos dejaban a sus capitanes, que la misma ley era la suya, y aún más rigurosa, y que, por tanto, que allá se lo enviaban preso, que él hiciera lo que más le convenía según costumbre de guerra, y mandase ejecutar la justicia en él para que le fuese castigo y a los demás ejemplo". Y esta sentencia final dio Maxixcatzin, porque, en efecto, lo tenía por de mal pecho y por traidor, porque cuando vino desbaratado Cortés de México, y enviando los príncipes mexicanos a las cuatro cabeceras y universidad de Tlaxcalla diciéndoles que acabasen de matar a los cristianos y que no consintiesen gente tan extraña y belicosa entre ellos, porque les venían a tiranizar y sujetar su monarquía, y a usurpársela debajo de engaño, con decir que eran caminantes y que iban de pasada a otras tierras, que mirasen lo que hacían, y que si les acabasen de matar ellos partirían la mitad del imperio con Tlaxcalla y que habría paz perpetua entre ellos; entrando en consulta, siempre Maxixcatziti fue de contrario parecer, y este Xicotencatl Axayacatzin estuvo en que se hiciese y concediese lo que los mexicanos pedían. De lo cual, enojado Maxixcatzin, le dio de rempujones y le hizo venir rodando por unas gradas abajo, diciéndole palabras de gran vituperio y teniéndole guardada ésta y viendo su mal respeto en haberse vuelto de la guerra, fue de parecer que muriese. Y ansí fue preso y puesto a buen recado de consentimiento de su padre Xicotencatl, que aún no era muerto, aunque si decimos que le había sucedido en el gobierno este Axayacatzin es porque le tenía por coadjutor y por estar tan imposibilitado, como estaba, gobernaba por el padre. Cortés tuvo en mucho negocio tan arduo e importante caso, porque ansí convenía. Y como los de Tlaxcalla, sus leales amigos, concedieron con su voluntad, vista tan buena ocasión para hacerse temer, le mandó ahorcar en la ciudad de Tetzcuco a vista de todo el campo y señores de aquel reino. No puso poco espanto tan gran atrevimiento: cometer en tierras tan remotas una osadía de tan gran temeridad como ahorcar a un hijo tan querido de Xicotencatl. Mas como las cosas eran guiadas por Dios y conocida por Cortés su ventura y dichosa suerte, a ninguna cosa que acometía tenía por imposible, pues los oráculos con su venida enmudecieron, y ni los encantamientos, ponzoñas ni las yerbas mortíferas tuvieron fuerza para con el pueblo cristiano, ni menos la muchedumbre de gentes, que pusieron espanto a aquella pequeña suma de cristianos, que, confiados en su verdadero Dios, todo se les hacía fácil, y nada en el universo mundo les impedía atropellar y conquistar en una hora. En nada, lo tuvieron todo. Y como son secretos de Dios, ninguno puede comprenderlos y, ansí, lo dejaremos para loarle con sempiternas gracias. Muerto Axayacatzin Xicotencatl, sucedió en el señorío Teuhtlipil Itzehecatzin, el cual vivió poco. Por fin de éste, sucedió su hermano Motenehuatzin Xicotencatl. Este fue con Nuño de Guzmán a la guerra de Xalisco, que llaman Nueva Galicia de Compostela, el cual murió en la guerra de Culhuacan,, que por otro nombre se llamó Tlamacaztecuhtli. A este Motenehuatzin Tlamacaztecuhtli, después de su muerte, sucedió en la cabecera de Tizatlan un sobrino suyo, hijo de Itzehecatzin, su hermano, el cual se llamó D. Luis Xicotencatl y vivió muy poco tiempo. Este dejó un hermano, que se llamó D. Bernardino Escobar, a quien venía de derecho la casa y señorío de Tizatlan; mas sucedió en la casa y Estado D. Juan Quauhxayacatzin Xicotencatl, hijo bastardo de Xicotencatl "el viejo". Y al tiempo que murió, dejó en el señorío a D. Juachin de la Cerda, su hijo. Y Juachin dejó a Doña Francisca de la Cerda, su hija, la cual después casó con D. Leonardo Xicotencatl, nieto de Itzehecatzin Xicotencatl, hijo de D. Bernardino de Escobar, que hoy viven. Los cuales casaron por concierto y porque se tenía sospecha que D. Juan Quauhxayacatzin y su hijo, D. Juachin de la Cerda, no poseían con buena conciencia el Estado y por quitalles de contingencia se dispensó con ellos, y poseen juntamente la casa de Xicotencatl. Aunque se ha de advertir que en sus antiguos ritos y costumbres como un padre tuviese tres o cuatro hijos nunca sucedían directamente, sino aquellos hijos que más aceptos estaban en la República. Especialmente, era costumbre y ley muy usada que los hermanos iban sucediendo en las herencias y Estados hasta que todos se acababan y después tornaban a heredar los hijos de los hermanos mayores, y por esta orden seguían sus herencias. Y esto alegaba D. Juachin Xicotencatl Quauhxayacatzin: que era hermano menor de los hijos de Xicotencatl y que él había de gozar del señorío de Tizatlan, como le gozó, con buena conciencia. En lo que erró fue que no había de dejar por heredero a D. Joachin, su hijo, sino que volviese la sucesión a los hijos del hijo mayor. Y a esto respondía que ya vivía en la ley de Dios y que conforme a las leyes y fueros de España y de la cristiandad, que los dejaba a su hijo D. Juachin. Finalmente, que para atajar razones se celebraron estos casamientos. Y de hoy en adelante se guardará la sucesión según nuestras antiguas leyes, aprobadas por tan santas y católicas, como lo son.
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CAPITULO IX Phenomenos especiales en los páramos y en lo restante de aquella provincia, con noticia de las corridas de venados y destreza de los cavallos en aquel país 1011 Si las particularidades referidas que se notan en los páramos son dignas de la mayor atencion, no lo son menos los phenomenos de la naturaleza que se observan en ellos. Para nosotros fueron de grande admiracion dos, que en los principios no dexaron de sorprendernos con su novedad, pero la continuacion de verlos varias veces repetidos nos los hizo familiares. El primero fue observado en Pambamarca la primera vez que subimos á aquel páramo y consistía en un arco iris entero y triple formado en esta manera. 1012 Al tiempo de amanecer, se hallaba todo aquel cerro envuelto en nubes muy densas, las que con la salida del sol se fueron dissipando, y quedaron solamente unos vapores tan tenues que no los distinguia la vista; al lado opuesto por donde el sol salia, en la misma montaña, á cosa de diez tuessas distante de donde estabamos, se veía como en un espejo representada la imagen de cada uno de nosotros y haciendo centro en su cabeza tres iris concentricos, cuyos ultimos colores ó los mas exteriores del uno tocaban á los primeros del siguiente, y exterior á todos, algo distante de ellos, se veía un quarto arco formado de un solo color blanco; todos ellos estaban perpendiculares al horizonte; y assi como el sugeto se movia de un lado para otro, el phenomeno le acompañaba enteramente en la misma disposicion y orden, pero lo mas reparable era que, hallandonos alli casi juntos seis ó siete personas, cada uno veía el phenomeno en sí y no lo percibia en los otros. La magnitud del diametro de estos arcos variaba successivamente á proporcion que el sol se elevaba sobre el horizonte; al mismo tiempo se desvanecian todos los colores, y, haciendose imperceptible la imagen del cuerpo, al cabo de buen rato desaparecia el phenomeno totalmente; en los principios era el diametro del iris interior tomado en el ultimo color que le correspondía de 5 grados y medio á corta diferencia, y el del blanco exterior y apartado de todos, 67 grados; quando empezaba el phenomeno, parecian los arcos en figura oval ó eliptica correspondiente al disco del sol y despues se perfeccionaba hasta quedar perfectamente circulares; cada uno de los pequeños constaba de encarnado ó rojo, este se desvanecía y formaba el naranjado, á quien seguia el amarillo y, desvanecido, se convertia despues en pagizo, y á su continuacion estaba el color verde, siendo en todos ellos el exterior en rojo. En la demonstracion de la estampa que sigue, se podrá ver con toda individualidad. 1013 En varias ocasiones se notaron en aquellos páramos los arcos que formaba la luz de la luna. Uno de estos, bien particular, se me ofreció á la vista el dia 4 de abril del año de 1738 en el llano de Turubamba, como á las 8 de la noche, pero el mas raro fue observado por Don Jorge Juan en el cerro de Quinoa loma el dia 22 de mayo de 1739 á las 8 de la noche. Estos arcos no constan de otro color que el blanco y se forman proyectandose en la caida ó falda de algun cerro; componiase el observado de tres arcos tangentes en un mismo punto, el diametro del interior era de 60 grados, y el gruesso ó extension en lo ancho del color blanco ocupaba un espacio de 5 grados, á el qual eran iguales el de los otros dos. Todo ello se vé demostrado en la figura segunda de la misma lamina que sigue. 1014 El ayre de la athmosphera y los hálitos exhalados de aquel territorio parece son mas propios que el de otros para encender los vapores que se levantan de ella, y assi se suele esto ver con alguna mas frequencia, y en ocasiones muy grandes, de mayor duracion y no tan elevados como los que se observan en otras partes. Uno de estos fuegos, particular por su grandor, apareció en Quito en una noche, interin que nos hallabamos en aquella ciudad, cuya data no me es facil assignar porque los papeles que la contenian quedaron perdidos quando fuy aprisionado, pero sí podré dar su idea por la que conserva la memoria. 1015 Serían como las 9 de la noche quando de las faldas de Pichincha se levantó, al parecer, encendido un globo de fuego de tanta magnitud que dió claridad á la parte de la ciudad correspondiente á aquel lado; la casa que yo habitaba tenia las ventanas acia el mismo cerro, y, aunque estaban cerradas, fue bastante la luz que se introduxo por sus resquicios para que yo advirtiesse una claridad estraña; esta y el ruido de la gente que se hallaba en la calle me hizo abrir con prontitud llegando á tiempo que lo pude percebir en la medianía de su carrera, la qual fue entre el occidente y sur hasta que se perdió ocultandose con el cerro del Panecillo, que está por aquella misma parte. Su figura era circular, y, á mi vista, tendria de diametro como un pie con corta diferencia. Digo que, al parecer, se levantaba de las faldas de Pichincha porque, al descubrirse, segun el curso que llevaba, indicaba haver sido detrás de él donde se havia formado y tomado luz; despues que huvo caminado la mitad de la carrera visible, empezó á amortiguar su resplandor de tal modo que yá al fin era muy tenue el que despedia. 1016 Para concluir este capitulo, solo falta dar noticia del methodo con que en aquel país hacen la corrida de venados, unica diversion de campaña y exercicio á que son muy inclinados, bien particular por el arrojo y determinacion con que lo practican, y que con justo motivo pudiera adquirirles el titulo de temerarios si el incurrir en ello despues de haverlo una vez experimentado los hombres mas cuerdos, fiados en la seguridad de aquellos brutos, no la calificara de destreza y regular entretenimiento, siendo prueba del excesso que en esta parte hacen aquellos ginetes y cavallos á los mas celebrados de Europa, y de que la ligereza mas ponderada de estos es lentitud á vista de la velocidad con que aquellos corren los despeñaderos y montañas. 1017 Disponese la corrida entre mucha gente y se divide esta en dos clases, una de cavalleria y otra de á pie; los primeros son los que han de correr, y los segundos, indios para levantar la caza. Todos van á amanecer al sitio determinado, que por lo regular es en lo alto de los páramos; cada uno lleva su galgo, y se apostan los de á cavallo en los penachos mas elevados; los de á pie van por las profundidades de las quebradas espantando la caza para levantar los venados; de este modo, suelen estenderse las paradas cerca de tres ó quatro leguas ó mucho mas si la gente es suficiente para ello; luego que falta el venado, el cavallo mas inmediato que lo siente empieza á correr sin que pueda el ginete detenerlo ni bastan las riendas para sujetarlo; assi, sigue su carrera ya en una pendiente tan escarpada y perpendicular que no pudiera tenerse un hombre á pie, á menos que no se afirmasse con toda prevencion, yá en una subida peligrosa y yá en una ladera tan peynada que no sería mucho parecerle á quien no está acostumbrado á semejantes pruebas ser menor el riesgo de arrojarse por sí y desemparar la silla que el de fiar su vida á la voluntad y arbitrio del cavallo, nada obediente en tales casos á la rienda ni temeroso del peligro; assi, corren hasta que emparejan con la pieza ó el cavallo, fatigado del exercicio, empieza á flaquear, cediendo la victoria al que huye despues de haverlo seguido quatro ó cinco leguas. Los que están en las demás paradas, luego que reconocen á otro de ellas que corre, toman igual destino, y successivamente lo executan todos, unos cortando el camino al venado, otros saliendo por el frente á interrumpirselo y, los que no pueden mas, siguiendole, de modo que entre tantos no es regular escape el que una vez fue perseguido. Estos cavallos no esperan para correr que los anime el ginete ni que se lo dé á entender el manejo de la rienda porque ellos lo hacen por sí con solo observar el movimiento del que está en el otro cerro, con oir la gritería de gente y perros que, aunque á distancia muy remota, se dexa percibir ó con reparar en el perro que está enlazado alguna accion ó señal de haver descubierto pieza por el olfato. Qualquiera de estas circunstancias es bastante para que se determine á la carrera, y la mejor prudencia entonces es dexarlo y animarle con la espuela para que assi salve mejor los precipicios. Pero es preciso afirmarse bien al mismo tiempo porque en baxadas tan perpendiculares como las de allí, con el mas leve descuido, sale el ginete por la cabeza del cavallo y no es mucho en este caso le cueste la vida tal atrevimiento ó atropellado del mismo bruto por la violencia con que sigue su carrera ó maltratado del golpe. A estos cavallos dan el nombre de parameros porque desde que son potros los enseñan á correr de esta suerte por aquellos sitios escarpados, peligrosos y de cuestas ó laderas; su passo es de trote pero hay otros, que llaman aguilillas, en quienes no es menos particular por su velocidad que el de aquellos por la seguridad y prontitud. Abanzan tanto los aguilillas en el regular suyo como los otros con lo mas largo del trote, pero hay muchos de tanta agilidad que de pareja con otro no puede este aguantarle ni igualarsele yendo á galope tendido. Uno de estos tuve yo, que, aun no siendo de los de mayor ligereza, verifiqué por repetidas experiencias que en 29 minutos me llevaba desde la plaza del Callao hasta la de Lima, que hay dos leguas y media largas medidas geometricamente, siendo mas de la mitad de este camino pedregoso y malo, y en otros 28 ó 29 volvia á desandarlo sin haver dexado el freno. Por lo regular, no saben correr ni trotar estos cavallos ni entran en ello si se les quiera enseñar; pero, al contrario, es facil hacer á el passo de estos los de trote. Consiste el suyo en que á un tiempo levantan el pie y la mano de un mismo lado; y en lugar de sentar aquel segun el passo ordinario de los demás cavallos en el puesto de donde quitan la mano correspondiente, lo adelantan y ponen al igual de la contraria ó algo mas abanzado; con que, en cada movimiento de una misma mano han adelantado dos espacios de los que grangean los cavallos regulares, el uno con cada pie, á que se agrega que llevan el passo muy veloz, y es descansado. 1018 El que es natural en estos se les introduce con arte á los que no son de su casta, y, para ello, hay hombres que tienen el oficio de trabarlos, que assi llaman al enseñarselo. Quando lo están, andan tanto como los que lo usan por naturaleza. Ni unos ni otros son hermosos pero, por lo regular, muy mansos; y aunque dóciles para el manejo, de mucho aguante y corage.
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CAPITULO IX Pasa a México llamado del Prelado para las Misiones de San Saba, las que no tuvieron efecto por lo que se dirá. Muchos años tuvo el Colegio de la Santa Cruz de Querétaro puesta su pretensión para fundar Misiones en la belicosa Nación de los Indios Apaches, hasta el año de 1758, en que se consiguió, encomendando S. M. esta Conquista al referido Colegio de la Santa Cruz, y al de San Fernando de México, y conviniendo ambos (como tan hermanados) a que de pronto se fundasen dos Misiones, una por parte de cada uno, y a la sombra del Presidio de cien hombres, que se iba a establecer en las Vegas del Río San Saba, que dista de México; hacia el Norte como cuatrocientas leguas, salieron de nuestro Colegio los dos Misioneros asignados por el V. Discretorio (de los que voluntariamente se ofrecieron) que fueron los PP. Fr. José Santi Estevan de la Recolección de la Provincia de Burgos y Convento de Agreda, y Fr. Juan Andrés de la Recolección de la Concepción. Llegaron a las Misiones del Río de San Antonio Béjar, pertenecientes al Colegio de Querétaro, y distantes como sesenta leguas de San Saba: demoráronse allí, y se enfermó e imposibilitó de seguir el segundo de los Misioneros, con cuyo motivo, habiendo llegado esta noticia al Colegio, fue luego nombrado el P. Fr. Miguel Molina, (de la Recolección de Valencia) quien luego caminó hasta las Misiones de San Antonio, y diciéndole allí, que ya su Compañero se había marchado con el Padre Fr. Alonso Terreros del Colegio de Querétaro, siguió su viaje hasta el Río de San Saba. Llegó a este paraje, y halló a los citados dos Padres, que habían dado principio a la Misión de la Santa Cruz, a las orillas de dicho Río, y a tres leguas cortas del Presidio, en donde tenían ya su Capilla, y algunos cuartos para vivienda; pero aún no se les habían acercado los Gentiles: A los quince días de llegado el Padre Molina, fueron tantos los que de un golpe se les presentaron, que les pareció no serían menos de mil, todos de Guerra, embijados y armados de flechas, lanzas, y armas de fuego, por las que inferían ser de la Nación Comanche, que tienen, o tenían comercio con los Franceses del nuevo Orleans, de quienes las conseguían a trueque de Pieles. Los recibieron los Padres con demostraciones de cariño; pero los Gentiles, disimulando sus malos intentos dijeron, que venían por la paz de los Españoles, pidiendo que uno de los Padres fuese con ellos, para que no les hiciesen daño. Excusábanse diciéndoles que no era necesario, que les darían Papel, y serían bien recibidos: no quisieron, sino que instaron fuese un Padre con ellos. En vista de esto determinó el Padre Terreros el ir, aunque ya creyó iba a recibir la muerte, pues al despedirse de sus Compañeros les dijo lo encomendasen a Dios, y se encomendasen tambien "porque en breve estaremos en la otra vida" Al oir esto el Padre Santi Estevan, se retiró a un cuartito con el Santo Cristo de pecho, y quedó afuera el Padre Molina, agazajando a los Indios, y despidiéndose del Padre Fr. Alonso: luego que este se apartó como treinta pasos de las casas, acompañándolo toda la chusma (o fingiendo hacerlo) le dispararon una arma de fuego, con cuya herida cayó el V. Padre Terreros, y sobre él todos los Indios para acabarlo de matar, y quitarle el santo hábito. Viendo esto el Padre Molina, y que no podía socorrer a su Compañero, pues antes de llegar al sitio donde estaba, ya habrían hecho con él lo mismo los Gentiles, se retiró a la casa, y con él un Soldado que había quedado, con la pena de que su Compañero el Padre Santi Estevan estaba en otro cuarto, sin poderse juntar; y entrando en él los Indios le cortaron la cabeza, cuyos golpes oyó desde el otro cuarto el Padre Molina; y como desde allí disparaba el Soldado, no se atrevieron a arrimarse a aquel sitio, y pegaron fuego a la casa. Viéndola el Padre arder, se quitó del cuello una Cera de Agnus, y echándola a la llama, se apagó de repente el fuego, como si le hubiera echado un río. Luego que los Gentiles advirtieron ésto, pensaron en arrimarse a la puerta del cuarto; pero en cuantos lo hicieron cayeron o muertos o heridos por el Soldado, que se portó con militar esfuerzo: Los Indios disparaban también, por cuyo motivo le tocó al Padre una bala, que se le quedó dentro del brazo, y vivió cargándola muchos años. Al valeroso Soldado le hicieron pedazos las piernas a balazos; pero así herido mató muchos, y defendió al Padre hasta la noche, que se retiraron los enemigos. Viéndose tan gravemente herido, y ya sin fuerzas para defender al Padre, ni poderse tener en pie para escapar, y dándose por cierto en breve tiempo muerto, se dispuso y aconsejó al Padre probase fortuna de irse para avisar al Presidio, y lo mismo encargó a su mujer, y que llevase un hijito que tenían, diciéndoles: "Si quedan, ciertamente mueren; y si salen, tal vez se librarán." Recelaba salir el Padre al ver que los Indios los habían cercado con lumbradas para divisarlos si lo hacían, y aunque consideraba le darían muerte luego que lo vieran, no obstante, confiado en Dios, y en María Santísima, (cuyos Dolores celebraba en aquel día la Santa Iglesia) salió por una ventana, y pudo, sin ser visto, pasar por entre dos lumbradas. Tirose río abajo, y fuera del camino, para no ser encontrado, y después de tres días llegó al Presidio, desangrado y sin fuerzas por la falta de sustento, pues no había comido más que hierbas crudas del campo, caminando sólo de noche. Reforzose en el Presidio, y el Capitán de él despachó luego Tropa; pero cuando llegó ésta ya los Indios se habían marchado y quemado cuanto había, y el valeroso Soldado perecido, quien (según me refirió después el mismo Padre Molina, junto con lo que llevo expresado) no bajaron de cuarenta los Gentiles que hirió y mató. Diose luego cuenta de todo lo acaecido a México, y el Colegio, lejos de resfriarse, nombró otros dos Ministros que pasaran a fundar la Misión. Uno de ellos fue el V. Padre Junípero, que se hallaba en la suya de Sierra Gorda; y aún teniendo individual noticia de la referida tragedia, no tan solo no se escusó (como lícitamente podía) sino que antes bien dio muchas gracias a Dios de que el Prelado lo hubiese elegido sin explorar antes su voluntad; y luego que recibió la Carta del Padre Guardián, se puso en camino para el Colegio. Pensaba el Prelado sería breve la salida; pero supo después, que el Exmô. Señor Virrey había despachado orden a las Provincias internas para que se hiciese una Expedición con mucha Tropa, a efecto de castigar a los indios y contenerlos con el escarmiento; pero no habiéndose logrado ésta como se deseaba, y sucedido prontamente la muerte del citado Señor Virrey, fueron motivos porque se suspendió aquella reducción, siendo de mucho sentimiento para el celoso Padre Junípero. Pero no perdería el mérito delante de Dios de haberse voluntariamente ofrecido a tan ardua empresa, con el evidente peligro de morir en manos de aquellos Bárbaros y crueles Gentiles.
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CAPITULO IX Abundancia de mantenimiento en Lima, sus especies y modo de proveerse de ellos 226 La fertilidad de la tierra por una parte, la bondad del clima por otra y la situacion comoda y agradable de aquella ciudad son todas circunstancias que contribuyen á hacerla abundante, proveida y regalada. Yá queda visto cuanto lo es en lo tocante á frutas y verduras, y que de todas tiene á medida del deseo; solo falta que añadir como, á proporcion de aquello, la tiene para surtirse de carnes y de pescados con no menor abundancia. 227 El pan de esta capital se lleva la preeminencia entre los que se hacen en aquella parte de America, assi por su mucha blancura como por su buen puesto, contribuyente á ello la bondad de las harinas y la industria ó modo de trabajarlo; no es caro para el país, por lo qual, al estar criados con él todos los moradores, no se alimentan con otro. Hacenlo de tres especies; uno que llaman criollo, cuya miga contiene grandes ojos, y es muy ligero; otro á la moda francesa; y el ultimo, amolletado. Trabajanlo con negros; y las panaderías son opulentas pues hay muchas cuyos dueños posseen caudales muy crecidos, no siendo el numero de esclavos que tienen para este exercicio el mas pequeño renglon de su hacienda; fuera de estos, reciben todos aquellos á quienes sus amos quieren darles tal destino por modo de castigo, en cuyo caso, además de mantener el esclavo, pagan á su dueño el jornal diario en dinero ó en pan. Es esta la mayor pena que se les puede aplicar y no iguala al rigor con que los tratan el mas ponderado de las galeras, reduciendose á no dexar de trabajar todo el dia y parte de la noche, darles de comer muy poco y dexarles menos tiempo de sueño; con que, en el termino de muy cortos dias, el esclavo mas altivo y sobervio pierde toda la bravura, se enflaquece y no le queda recurso que no interponga con su amo ni promessa que no le haga para que le saque de aquel lugar, cuyo temor contiene en gran parte el crecido numero que hay de esta especie dentro y fuera de la ciudad. 228 El carnero, que es la carne mas comun que se consume allí, es muy sabroso por el pasto salitroso con que se engorda; la baca es, assimismo, buena pero tiene tan poco consumo que con dos ó tres hay suficiente para toda la semana por no estar allí en uso sino es entre los europeos. Las aves, abundantes y muy buenas, y hay algunas silvestres, como perdices, tortolas, gallaretes y otras por este tenor, aunque no muchas. Consumese, assimismo, gran cantidad de carne de puerco, que, aunque no llegue en lo sabroso y delicado á la de Cartagena, es muy buena. Con su manteca, se disponen todos los generos de comidas tanto de carne como de pescado, y solo usan del aceyte en algunas que lo requieren, como las ensaladas; las restantes, es lo regular hacerlas todas con manteca, provenido á lo que se dexa entender de haverse establecido assi quando no havia aceyte y conservadose en esta costumbre despues que lo dá el país, lo que sucede desde el año de 1560, que Antonio de Rivera, vecino de Lima, llevó la primer planta de olivo que se sembró en el Perú, de la qual han salido los grandes olivares que ahora hay. 229 De la sierra suelen baxar en varias ocasiones por modo de regalo, como en efecto lo es, terneras heladas, que se reduce á matarles allí y dexarlas en el páramo uno ó dos al descubierto para que se yelen, y, quando yá lo están, las llevan á Lima, y se mantienen sin ninguna corrupcion todo el tiempo que se quiera. 230 En pescados aun es mas abundante de especies y los llevan diariamente de los puertos inmediatos, los Chorrillos, el Callao y el Ancon, cuyos habitantes, que son indios, tienen este exercicio. Los mas regalados son las corbinas y los pege reyes pero los mas abundantes y, al mismo tiempo, muy gustosos, las anchovas ó anchovetas. Las corbinas son tan delicadas que no pueden compararseles las de España; y los pege reyes, á mas de su buen gusto y sanidad, particulares por su tamaño, que es lo regular ser de 6 á 7 pulgadas del pie de París, no obstante, exceden á estos, segun la comun opinion, los que se pescan en el rio de Buenos Ayres; es pescado de agua salada pero no se diferencia en la figura del que con este nombre se coge en los rios de España. Hay otras especies de pescado en el de Lima, y entre ellas camarones de dos á tres pulgadas de largo, que mas propiamente hablando son langostinos porque imitan su figura. 231 Las anchovas ó anchovetas abundan con tanto estremo en aquella costa que no hay comparacion bastante que lo expresse y, fuera de las crecidas cantidades que pescan, sirven de alimento á una numerosa multitud de aves que las persiguen, de las quales están pobladas todas aquellas islas, y llaman comunmente guanaes, nombre acaso derivado del guano ó estiercol, de que se ha hablado en el capitulo antecedente, porque entre sus especies hay muchos alcatraces, y a todos comprehende aquel nombre generico. Algun rato despues que sale el sol, se levantan estos de aquellas islas y forman bandadas tan grandes y espesas que lo nublan totalmente y suelen tardar en passar por un parage mas de hora y media ó dos de tiempo, sin conocer a disminucion en su muchedumbre; repartense en la mar y, esparcidos despues largo trecho, empiezan su pesquería con un modo divertido y raro; se mantienen girando á una cierta altura del agua, la qual, aunque grande, es naturalmente proporcionada á su vista; y, luego que descubren el pez, se dexan precipitar con la cabeza abaxo y las alas cerradas pero lo hacen con tanta violencia que se percibe el golpe desde distancia y se vé el borbollon de agua que levantan, cogenlo y vuelven á salir volando y engullendolo. Algunas veces suelen mantenerse largo rato debaxo del agua y ir á salir lexos del sitio donde cayeron, sin duda porque, queriendo escaparseles el pez, lo persiguen tambien disputandoles la ligereza aun en el nadar. Assi, en el sitio donde aciertan á dar se ven continuamente unos que se dexan caer y otros que se levantan sin cessar, y, siendo tantos, está la vista divertida con su confusion, quando se hallan satisfechos ó cansados, se reposan sobre las olas y, al poner del sol, vuelven á unirse y en las mismas numerosas bandadas van á buscar su dormida. 232 En el puerto del Callao se observa que todos los que hacen la dormida en aquellas islas y farallones que están al norte de él van de mañana á hacer su pesca acia la parte del sur y á la tarde se vuelven adonde salieron; quando empiezan á atravesar el puerto sin alcanzarse á verse su principio ni fin, tardan en hacerlo el tiempo que tienen dicho. 233 Aunque en mariscos es escasa toda aquella costa, no dexa de proveer de alguno el puerto del Callao, donde se cogen unas conchas que, no obstante el semejarse alguna cosa en la exterior figura á las almejas, bien que mucho mayores, el animal que encierran se parece mas al del ostion y no difiere mucho de él en el gusto. 234 Los vinos son allí de varias calidades, unos blancos, otros cubiertos y otros tintos, y entre todos, algunos exquisitos y generosos, surtiendose de ellos de la costa de la Nasca, Pisco, Lucumba y Chile. De esta ultima parte se lleva el mas selecto y de distintos calidades, entre las quales vá alguno moscatel; el de Nasco es blanco y el que menos consumo tiene allí porque los demás le son superiores en calidad y gusto; el que se gasta mas es el de Pisco, de donde tarnbien se llevan todos los aguardientes que se consumen en Lima y passan para otras partes porque no se fabrica el de cañas ni está en uso. 235 Las frutas secas le entran de Chile por la mayor parte y no carece con el tráfico que entre los dos reynos se mantiene de alguna de las que se conocen en España, como son almendras, nueces, avellanas, peros, camuessas ú otras; con que, de tanta abundancia se puede inferir quan regaladas serán aquellas mesas, teniendo á un tiempo todo quanto en los demás paises se logra dividido y las frutas de Indias con las de Europa. 236 Aunque todo lo comestible abunda tanto, no por esso dexa de ser caro, y esto sucede en casi todas las especies, haviendo una diferencia de allí á Quito tan sensible que es quatro ó cinco veces mayor el costo de cada cosa; solo no la hay en el pan y en los vinos, aceyte y frutas secas, cuyos precios suelen ser menores; pero, no obstante, la gente pobre, como los negros y otras de castas, se mantienen con poco y no comen mal porque los pescados que no son de tanta estimacion tienen baxo precio, y lo mismo, los destrozos del carnero y baca por ser de ninguna codicia entre los moradores de aquel país. 237 Los dulces no son menos abundantes que en los demás parages de las Indias aunque los toman con mas regularidad, y es ordinariamente sobre las comidas; el chocolate lo acostumbran poco y, en su lugar, toman el mate, cuya bebida estilan dos veces al dia; y aunque con el mismo defecto que queda yá notado, con mucho mas aparato y adornos que en alguna otra parte.
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Capítulo IX De Maita Capac, cuarto ynga y rey Maita Capac fue hijo de Lloque Yupanqui y de Mamacura. Fue muy hermoso de rostro y de buena dispusición, de grandísimo ánimo, fuerza y atrevimiento. En vida de su padre hizo algunas travesuras, de donde procedió ser odiado, aunque temido, tanto que estando jugando con otros mozos de su edad y con los naturales del Cuzco, llamados alcyvisas y cullumchima, mataba a los mozos y les quebraba las piernas y los perseguía y seguía hasta sus casas, por lo cual los alcayvisas tomaron gran enemistad y aborrecimiento con los yngas y acordaron de matar un día a Lloque Yupanqui y a su hijo Maita Capac porque no podían sufrir sus malos tratamientos e insolencias y destruir aquel linaje de una vez. Y para ello embiaron diez indios que los matasen en su casa que era Curicancha, los cuales fueron a ello y hallaron a Maita Capac en el patio, jugando con otros mozos y dos perros que tenía, con unas bolas que llaman cuchu y como los vido entrar con armas, con una bola de aquéllas resistió a los indios que no entrasen en su casa y mató a dos dellos, y los otros que jugaban con él fueron dando voces a decirlo a su padre, Lloque Yupanqui, que salió con algunos indios y los perros y fueron tras de los indios, que se iban huyendo, y mataron cinco dellos y los demás se escaparon y fueron a decirlo a Culli Ynchima y Alcaybizas, sus caciques, que estaban cerca, e visto por los caciques como les habían muerto Maita Capac a sus indios, dijeron: si éste hace estas cosas cuando niño, qué hara cuando grande: acabarnos han. Conviene que le matemos a él y a su padre. Para ello pidieron favor y ayuda a los comarcanos amigos. Visto por Lloque Yupanqui, llamó a su hijo y le dijo: para qué haces estas cosas; quieres que al cabo de mi vejez muera en manos de mis enemigos. Sus capitanes le dijeron que lo dejase, que no era aquello sin misterio, así calló, y el Maita Capac viendo que los alcayvizas le venían a acometer, salió con su gente a darles batalla y los desbarató. Visto esto los alcaivizas tornaron a juntar más gente para dar de nuevo batalla a Maita Capac, y entraron por tres partes a Curicancha, cercándola toda, y Maita Capac salió con poca gente a la puerta de Curicancha, y allí les dio la batalla y los venció otra vez, y entonces hizo guarichico, que es un regocijo o fiesta, por la batalla y vencimiento. Los alcaibizas tornaron tercera vez a probar ventura y querer dar batalla a Maita Capac, a la cual salió con grandísimo ánimo y valor, y estando peleando dicen que granizó tanto sobre los alcaibizas, que los desbarató, y venció, y arruinó. Desta batalla Lloque Yupanqui, su padre, se holgó mucho e hizo grandes regocijos y fiestas y combites, y visto por todos los comarcanos la victoria tan señalada que había habido, le vinieron a obedecer y conocer por señor, y muerto su padre, Lloque Yupanqui fue extendiendo más su señorío y Reyno, de suerte que cada día se iban haciendo estos ingas más poderosos, ganando y conquistando tierras nuevas e juntándolas a su corona, la cual era la masca y pacha que es una borla de lana colorada finísima puesta en la cabeza, que le tomaba de sien a sien, y usaban del cetro real del champi y del sunturpaucar, que era una flor muy galana, e insignia de sus armas usadas y pintadas muy de atrás en servicio de este mismo Maita Capac Inga. El cual cuando murió dejó mandado que le enterrasen con mucho oro, plata y piedras preciosas y que le hiciesen un paramento en su sepultura y colgasen allí dentro sus armas, con mucha plumería y gran cantidad de cosas de comer y beber, y algunas de sus mujeres más queridas, para que le tuviesen compañía con algunos pajes y gente más allegada suya. Fue casado Maita Capac con Chimpo Urma, prima hermana. Tuvo en ella ocho hijos e tres hijas, llamábase el mayor Capac Yupanqui y otro Faico Huamán y la una de las hijas se llamó Chimpo Ocllo. Cuya figura es esta que se ve.
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CAPITULO IX Que trata de los sucesos que obo en la Nueva España hasta la partida de Don Antonio de Mendoza, primer virrey desta Nueva España Habiendo tratado sumariamente de las cosas sucedidas en esta tierra y venida de los primeros españoles, será bien hacer otra breve discursación de tiempos, aunque distante y apartada de nuestro principal intento, no saliendo de los límites de nuestra instrucción. Pacificada pues la tierra y aquietados los naturales de ella luego se entendió en la pacificación de todo el reino, y en la reformación, reedificación y población de la insigne y más que opulenta Ciudad de México, que tan destruida había quedado con las guerras. Cortés dio en esto las mejores órdenes que pudo, mandando hacer casas y calles a modo nuestro con tal principio y fundamento que permanece hasta el día de hoy en grande aumento y propiedad. Enviando desde esta ciudad a todas las provincias, reinos y señoríos de Moctheuzomatzin, personas principales que las facilitasen, gobernasen y poblasen de españoles. Como fue al reino de Michoacán, Juan Saucedo "el romo"; a Guatemala, D. Pedro de Alvarado; a Pánuco, Gonzalo de Sandoval; a Yucatán, Tabasco, Campeche y Champoton a Francisco de Montejo; a Chiapas a Juan de Mazariegos. A las provincias de las Hibueras y Honduras fue el mismo Fernando Cortés personalmente, dejando allá por capitán y su lugar teniente a Cristóbal de Olid, a quien después le mató Francisco de las Casas y Juan Núñez Mercado por mandado de Cortés por presunción y sospecha que de él tuvo que se alzaba con aquel reino. Y quedando en esta pacificación, vino por gobernador de las provincias de Pánuco, de México y Nueva Galicia Nuño de Guzmán, que pasando por el reino de Michoacán hizo ajusticiar al rey Catzontzin con grandes y crueles tormentos hasta que murió de ellos, por ocasión de que no quiso dar ni descubrir el tesoro que tenía, ni las minas de plata que en su tiempo había. Desde este reino de Michoacán, fue a las provincias de Xalisco y Culhuacan, cuyas tierras ganó y conquistó y pacificó, haciendo grandes insolencias, tiranías y crueldades con los naturales de aquella tierra. Por cuyas demasías, el emperador D. Carlos V, rey y señor nuestro de gloriosa memoria, le mandó llevar preso a los Reinos de Castilla. Y antes que se fuese desta tierra, estuvo mucho tiempo preso en la cárcel pública de México, hasta que fue llevado a los dichos reinos de Castilla a Valladolid, donde a la sazón residía la Corte de Su Majestad, donde el dicho Nuño de Guzmán acabó desventuradamente con pleitos y contiendas defendiendo sus causas con mucha pobreza y miseria. En este lugar trataremos breve y sumariamente de las grandes contiendas y alteraciones que resultaron en la Ciudad de México por la jornada que hizo Cortés a Hibueras. Las cuales procedieron por sólo el apetito de ambición y deseo de mandar. Y fue el caso sobre cual de los Oficiales Reales había de tener el gobierno de la tierra, que esto debió ser el principal fin y fundamento de cada uno de ellos. La cual discordia pasó entre los Oficiales de Su Majestad con motivo y ocasión de las comisiones que Cortés les había dejado al fator Gonzalo de Salazar, al tesorero Alonso de Estrada, al veedor Peralmíndez Chirinos y al contador Rodrigo de Albornoz. Lo cual causó la nueva que se había tenido de que Cortés era muerto y muchos compañeros de los que había llevado consigo a esta jornada trabajosa, cuya nueva fue causa de la contienda entre los oficiales, pues cada uno de ellos pretendía gobernar de por sí, y convocaba a sus amigos para seguir su opinión. Con aquella sediciosa ambición y estando en el mayor furor de sus pasiones y desatinados deseos, llegó, pues, nueva del bien afortunado Cortés, de cómo estaba en la tierra, y que había venido a esta Nueva España él y sus compañeros en esta grande y atrevida jornada que hizo de las Hibueras, según que más largamente la tratan las crónicas, y lo refiere en particular Francisco de Terrazas en un tratado que escribió del aire y tierra. Y con esta llegada de Cortés cesaron muchas diferencias y obstinadas disenciones causadas de cosas pasadas, porque se renovaron con su venida negocios muy pesados, de que resultaron grandes sediciones de hombres inquietos y bulliciosos, que estaban deseosos de que la tierra se alborotase. Y con esta su venida y madura prudencia, apaciguó la tierra con los mejores medios que pudo, dando asiento nuevo en el gobierno de la tierra a la reedificación de México. No dando lugar a la tiranía que deseaban emprender los nuevos gobernadores a título de que eran Oficiales de Su Majestad y que a ellos incumbía gobernar la Nueva España, con intento de usurpar la fama y gloria del valeroso Cortés que con tanta felicidad había ganado, eternizando su fama, queriéndole oscurecer y aniquilar sus valerosos hechos y tan heroicas proezas, como lo habían intentado sus émulos y contrarios, escribiendo contra él al Emperador y a su Real Consejo. Visto por Cortés los perniciosos humores congelados de maliciosos intentos que serían muy malos de opilar si sobrepujasen y viniesen a predominar sobre su buen celo y sincero propósito, determinó irse a los reinos de Castilla y salirse de entre las llamas de tan encendido fuego. Y dando de mano a los apostemados propositos, dejó la tierra por muchas causas y razones que a ello lo movieron. La primera y más principal fue buscar la triaca de su remedio y resistir la venenosa ponzoña de sus contradictores, cuyo intento era ponelle en mal con el emperador, y que no le desquiciaran de la buena opinión que tenía y había ganado de sus heroicos hechos y la buena suerte y dicha que Dios le había dado, y porque su causa no pereciese por ausente. Y éste le pareció el más acertado acuerdo de cuantos podían imaginar, que era ir personalmente a los pies de su rey señor, y dalle la obediencia como a su señor supremo, y ofrecelle el servicio que le había hecho en ganalle esta tierra del Nuevo Mundo; que tan valerosamente había ganado en su real nombre, como leal y obedientísimo vasallo suyo, y haciendo ausencia de sus enemigos. Con este presupuesto se embarcó e hizo a la vela. Y fue tal y tan próspero el viaje y navegación que hizo que dentro de treinta y ocho días llegó al Puerto de San Lúcar desde el día que partió de la Villa rica con bastimentos y matalotajes bien inusitados. Con esta su llegada cesaron grandes negocios que habían llegado de sus contradictores a oídos de Su Majestad y de su Real Consejo. Mas luego de como fue llegado a los reinos de Castilla, se fue derecho a los pies del Emperador, señor clementísimo. Y con esto que hizo, todo le sucedió tan bien y con tanta facilidad que Su Majestad se tuvo por bien servido, y le hizo muchas y muy grandes mercedes y favores. Y le dio el título de marqués y le casó con Doña Juana de Zúñiga, hija del Conde de Aguilar. Y le mandó volver a esta Nueva España, honrado y favorecido con grandes ventajas, partidos y particulares privilegios, y le hizo su Capitán General de esta Nueva España, de lo ganado y de lo que estaba aún por ganar y descubrir. También le hizo Almirante de la Mar del Sur. Todas estas mercedes ganan y consiguen aquellos que lealmente y bien sirven a sus reyes, y en especial a los príncipes cristianísimos, como son el emperador D. Carlos, de gloriosa memoria, y a nuestro invictísimo rey D. Felipe (que guarde Nuestro Señor muchos años). Después de su llegada de los reinos de Castilla con tanta gloria y pujanza, dando nuevo asiento a las cosas de esta tierra, hizo la jornada y nueva navegación de la Mar del Sur en demanda de las islas que se decían en aquel tiempo islas de Salomón, y de la isla de Tarsis y California. La cual le sucedió tan mal y tan siniestramente que casi se le perdieron todos los navíos. Y estuvo más de un año perdido en el gran río de Tizón y California, adonde pasó grandes trabajos, que pensó perecer él y toda su gente, ansí de hambre como de no hallar las poblaciones de que tenía noticia por relaciones, porque aunque aquella costa por donde anduvo es de muchos indios y poblaciones, es la más gente desnuda y bárbara, que viven como árabes y pobrísima, que no saben lo que es oro ni plata. Y como no tuvo con qué pasar adelante con la pérdida de sus navíos, sufriendo tantas peregrinaciones, procuró volver a esta tierra con harta pérdida de su gente y hacienda, mas no cansado ni enfadado de los casos de fortuna. Pretendió tras esto hacer la navegación de las Islas de la Especiería, que en aquella sazón llamaban los Malucos y tierra firme de la gran China. Y en efecto, armó contra aquella tierra y fue general de aquella armada Alvaro de Saavedra Cerón. Fue por maestre y piloto uno que se llamó el maestre Corzo, uno de los que pasaron con Magallanes. Este fue la primera navegación que se hizo desta tierra para las islas que agora llaman Felipinas, que fue la segunda navegación que se hizo por la Mar del Sur de esta Nueva España en tiempo de Fernando Cortés. La cual armada se perdió y vinieron a remanecer algunos de los nuestros a la gran India de Portugal. Estando Cortés en demanda de la California, como dejamos referido, llegó de España D. Antonio de Mendoza por virrey desta Nueva España presidiendo en la Real Audiencia de México D. Sebastián Ramírez de Pedraza, que después vino a ser Obispo de Santo Domingo en la Isla Española. Este D. Antonio de Mendoza fue muy principal caballero, hermano del marqués de Mondejar, e1 primer virrey que vino a esta Nueva España el año de 1534. Gobernó tan bien y prudentemente que con su valor, prudencia, y sagacidad y cristiandad pacificó, allanó y dio asiento a toda la tierra y poblaciones della. En tiempo que este tan gran cristiano príncipe gobernaba la Nueva España, se hizo la segunda navegación de la Especiería. La cual armada hizo a su costa y mención en compañía de D. Pedro Alvarado. Y fue por general de ella el capitán Ruy López, natural de Villalobos, y llevó por segunda vez de piloto al maestro Corzo, de quien arriba hicimos mención (que conocí muy bien). Cuya jornada y navegación fue tan infelice y desdichada que se perdió toda sin ser de ningún efecto, y fue ocasión de habérsele muerto toda la gente y no tener con quien volver los navíos. Y de aquí tomaron abuso decir que, por las grandes corrientes y vientos contrarios, no podían volver los navíos a esta Nueva España, cuya ironía duró muchos años, y que no se podía pasar por debajo de la línea equinoccial, y otras cosas pediéndolas, que se dicen y no se sufren escribir por estar ya muy entendidas las líneas y navegaciones de todos los mares del mundo y el ingenio de los hombres tan trascendido en viveza, que todo lo pueden ya alcanzar y comprenden con el entendimiento que Dios se ha servido darles, que se les hace todo fácil y comprensible. Finalmente, los que escaparon de esta navegación vinieron a parar a la India de Portugal, donde fueron presos García de Escalante y Güido de la Bazares y Fray Andrés de Urdaneta, de la orden de San Agustín, de quien también quieren decir que fue uno de los que pasaron el estrecho de Magallanes. Estos trajeron de la India el Jengigle. Y se le atribuye a Güido de la Bazares, que lo sacó encubiertamente con gran astucia y maña y lo llevó a Castilla, de donde lo trajo a esta Nueva España. Y se sembró en Cuernavaca, en la huerta de Bernardino del Castillo, de donde ha procedido la cantidad que hay el día de hoy en las islas de Santo Domingo, que llevan a España de Barlovento las naos cargadas. En tiempo de este virrey se armó otra armada que él mismo mandó hacer para la California. Y fue por general de ella Francisco de Alarcón y por maese de campo Marcos Ruiz. La cual armada también se perdió sin ser de ningún efecto, volviéndose a tierra, al puerto de la Purificación. En este tiempo se hizo la entrada de la tierra nueva que llamaban las Siete Ciudades, que fue a costa del mismo D. Antonio de Mendoza. Y fue por general de la entrada Francisco Vázquez Coronado. Esta fue la jornada que llamaron de Tribola, de que había dado noticia Fray Marcos de Niza, Provincial que fue de la Orden de San Francisco en aquella sazón, que afirmaba haber visto las Siete Ciudades personalmente y otras mucha tierras y provincias. La cual entrada, ansimismo, se perdió, en que iban más de dieciocho españoles; toda gente granada y muy lucida. Llevaron, como está referido, por general a Francisco Vázquez Coronado, natural de Salamanca en los reinos de Castilla, persona muy principal, de calidad y suerte, y por maese de campo a Lope de Samaniego, alcalde que fue de las atarazanas de México, y por alférez general a D. Pedro de Tobar. Y por muerte de Samaniego, que lo mataron los indios de Chiametla, sucedió por maese de campo D. Tristán de Arellano y Luna. Sin los cuales fueron muchos caballeros sobresalientes, que fueron D. Diego de Guevara, D. García López de Cárdenas, capitán de la gente de a caballo, D. Rodrigo Maldonado, Pablos de Malgoza y los Barrios nuevos, dos hermanos, y otros muchos personajes de suerte y valor, que por evitar prolijidad no se hace catálogo de todo. No pasaron pocos trabajos y peregrinaciones en tierras tan desiertas, remotas y apartadas, larguísimas, anchas, extendidas y despobladas, sin poder topar cosa que buena fuese para poder poblar, ni que satisfaciese en tierras tan inhabitables, en especial a nación tan arrogante y belicosa como la nuestra. ... que iba en esta tan insigne entrada y armada que se hizo por la Mar del Sur y partes de la California, en que fue por general Francisco de Alarcón, como se ha referido. Y se hizo con designio de que si Vázquez Coronado topara con algún buen descubrimiento, que se comunicara y tratara por la Mar del Sur con esta Nueva España. Y sucedió tan al contrario, que ni uno ni otro vino a efecto de lo que se pretendía, porque cansado Vázquez Coronado de haber andado y maquinado tantas y tan largas tierras despobladas, y llegado a la altura que debía llegar sin topar cosa buena, se tornó y deshizo su jornada. Y vínose a la Nueva España, porque Francisco de Alarcón se había ya, ansimismo, vuelto a México por no haberse podido topar en el pasaje donde estaba tratado, y por haber aguardado más tiempo de lo que disponía su instrucción, y porque no se le muriese la gente que se enfermaba, y le iban faltando los bastimentos y matalotaje. Con esta venida de Alarcón, estuvo en desgracia de D. Antonio de Mendoza, habiendo sido tan su allegado y privado y de su casa, que le había servido muchos años de Maestresala. Y, cierto, fue muy principal caballero, de mucho ser, valor, ánimo, brío y entendimiento. E1 odio y pasión que causó a D. Antonio de Mendoza fue porque envió encubiertamente al Emperador D. Carlos muy más amplia y particular relación de la tierra de la California, pretendiendo por sí propio la conquista, descubrimiento de aquella tierra y costa del Mar del Sur, porque entendía que confinaban aquellas tierras con la gran China, o que había a ella muy breve navegación desde esta tierra a la Especería. Con trabajos que tuvo de verse desfavorecido del virrey, vino a enfermar y morirse, como murió en el Marquesado de Cuernavaca. Tornando a nuestro asunto e intento principal, según vamos refiriendo, habiendo llegado Francisco de Alarcón al pasaje donde se debía topar con Vázquez Coronado, viendo su dilación determinó su vuelta, dejando en aquel lugar puestas cruces y debajo de ellas, enterradas, botijas, dentro de las cuales metió cartas con relación del día, mes y año de su estada y llegada, y del tiempo en que aguardó hasta su vuelta. Para que si allí llegasen algunas gentes, supiesen lo que había sido de aquella armada, y para que no fuera ocasión de que allí se detuviesen aguardando su embarcación. Lo cual pasó el año de 1539 y el año de 1541. Al cual despacho de estas dos armadas de mar y tierra fue personalmente D. Antonio de Mendoza, virrey de esta Nueva España, lo uno a dejar a Francisco Vázquez Coronado hasta Compostela de la Nueva Galicia, y al despacho de Francisco Alarcón al Puerto de la Purificación, costa de la Mar del Sur. Si como Francisco Vázquez Coronado echó a la parte del Sur y del Poniente, torciera y declinara a la parte del Norte, y se pusiera a la altura de treinta y seis grados, topara con grandes poblaciones; y si pasara de los llanos de Tríbola, Tiguer, Quibira y el Valle de Señora donde halló la mucha cantidad de vacas, quedaran aquellas tierras pobladas hasta el día de hoy. Estas vacas son pequeñas y los toros corcovados. La cornadura es pequeña y son a modo de búfalos. Corre este género de animales muy grandes tierras y llanos que no tienen fin, y hállase la mayor parte en los llanos de Tríbola, donde habitaron los nuestros más tiempo de un año, mientras corrió Francisco Vázquez Coronado con trescientos hombres la tierra adentro hacia el Poniente sin hallar población de gente congregada, donde se detuvo seis meses. Y pasó más de cien leguas adelante de donde estaban estas vacas. Allí tuvo razón, por señas y noticias que le dieron los indios, de que a diez jornadas de allí había gente y vestía como nosotros, y que andaban por mar y traían grandes navíos, y le mostraban por señas que usaban de la ropa que nosotros usamos. Y no pasó de estas poblazones por volverse a los que había dejado en los llanos de las vacas, porque se pasaba el tiempo en que había quedado de volver. Por comisión que tuvo D. Antonio de Mendoza después de la venida de la guerra de Xuchipila y Xalisco, a causa de que los ganados mayores iban en grande aumento y dañificaban a los indios de paz, fue necesario hacer este descubrimiento. Con esto se despoblaron muchas estancias del valle de Tepepulco, Atzumpa y Toluca, donde fueron las primeras estancias de ganado mayor, y se fueron a poblar por aquellos llanos, adonde agora están todas las estancias de vacas que hay en la tierra, que corren más de doscientas leguas, comenzando desde el río de San Juan hasta pasar de los cacatecas y llegar más adelante de los valles que llaman de Guadiatierras de Chichimecas, que no tienen fin ni cabo. Y ansí, se despoblaron estancias de ganado mayor los valles de Atzompa y Perote, llanos de Tepepulco y valles de Toluca y otros muchos valles, y se pasaron a estas tierras tan largas y extendidas. Aunque con el crecimiento de los españoles se han ido poblando las tierras marítimas de la costa de Pánuco y Nautla, que llaman los llanos de Almería y, desde allí, las estancias de Putingo y Mazautla y de Veracruz y otras de tierras calientes de Tlalixcoyan por la costa de Cohuatzacoalcos, que llegan al río de Grijalva. Es una cosa sin número e increíble el ganado que se va criando y aumentando, que si no se ve por vista de ojos no se puede numerar ni encarecer. Aunque las carnes de los ganados que se crían en los chichimecas son mejores que las que se crían en tierras calientes. Y lo mismo las del valle de Atzompa, Tecamachalco. Villa de Atlixco, Perote, Alfaxayucan, Teotlalpa, Tepepulco y valle de Toluca, de mucha sustancia y finísimas lanas. Es de advertir que hay opinión que las carnes de las indias no son de tanta sustancia ni tan sabrosas como las de Castilla. A lo cual se puede responder que las carnes crecidas y hechas de ganados de tierras calientes son de poco sabor y menos sustancia, porque, en efecto, son dejativas y flojas; y las criadas en tierra fría y en chichimecas, ansí de vaca como de carnero, son tan buenas, sabrosas y de tanta sustancia, como las que se comen dentro de Madrid, Valladolid y Medina del Campo. Y no hay que tratar de esto como quien ha visto y experimentado lo uno y lo otro, si no es que la falta de carnes que hay en Castilla no nos hace sentir otro gusto más sabroso, por carecer de la abundancia de la carne que aquí tenemos. Gobernando, pues, esta tierra con tanta paz y tranquilidad este buen virrey, se descubrió en su tiempo la navegación del Perú desde esta tierra por el Mar del Sur. Se hicieron navíos y fueron al Collac de Lima. Cuya navegación y descubrimiento hizo a su costa y mención con muy grandes gastos y trabajos Diego de Ocampo, caballero muy principal, natural de la villa de Cáceres en los reinos de Castilla. El cual habiendo sido uno de los conquistadores y pacificadores de este Nuevo Mundo, perseverando en su proceder, se puso a hacer este tan bueno y provechoso descubrimiento hasta que se salió con él. Y estando en su felice gobierno de un tan buen príncipe como este D. Antonio de Mendoza, vino de España por visitador de esta tierra Tello de Sandoval, quien visitó al virrey, Audiencia Real y oficiales de su Majestad. Vino, ansimismo, este visitador a publicar y ejecutar las nuevas leyes que fueron hechas en las Cortes que se hicieron en Malinas en favor de los indios. Las cuales contenían la libertad de los indios esclavos y que no hubiese tamemes ni que los indios se cargasen, y que se quitasen sin remisión ninguna los servicios personales que hacían, aunque se los pagasen. Por cuya publicación obo grandes alteraciones y estuvo la tierra en detrimento de perderse. Mas con la sagacidad de D. Antonio de Mendoza se quietó y sosegó, y quedó pacífico, con que no se ejecutaron algunas cosas por entonces, sino que fuesen entrando en ellas poco a poco, y que se consumiesen los esclavos que a la sazón había, y con buenos medios se sobreseyesen las leyes y obedeciesen. De la cual visita resultó que se mudó toda la Audiencia y los Oficiales Reales y el virrey D. Antonio de Mendoza, lo cual pasó el año de 1544 al 1545 y el 46, que fueron tres años de visita. Y de virrey de esta Nueva España, siendo ya muy viejo, fue por virrey a los reinos del Perú, donde vivió tres años gobernando con mucha paz y sosiego aquellos reinos, hasta que murió. Fue uno de los más famosos gobernadores que Su Majestad tuvo y ha enviado a estas partes: cristianísimo, de buen ejemplo y vida, discreto, sabio y prudente, como su nombre y fama hoy día resplandece en esta tierra, y sus heroicas obras lo muestran en este Nuevo Mundo. Entró a gobernar el año de 1534, como está referido. Durante el felice Gobierno del virrey D. Antonio de Mendoza, se descubrió una rebelión que intentaron hacer los negros esclavos de los españoles, para lo cual habían convocado a los indios de Santiago Tlaltelolco y México. La cual rebelión destruyó otro negro. Averiguada jurídicamente, se procedió contra los culpados e hizo justicia en ellos, quedando la tierra sosegada por muchos años, hasta que obo otra rebelión más peligrosa si pasara adelante, que fue descubierta por un Gaspar de Tapia y Sebastián Lazo de la Vega. Y cuyos culpados, ansimismo, fueron castigados, y justiciados con mucho rigor los convocadores deste motin. Muchos de esta liga y conjuración se fueron huyendo de esta tierra al Perú, que se hallaba en aquella sazón alzada por Gonzalo Pizarro y Francisco de Carbajal, su Maestre de Campo, aunque de estos que se iban huyendo se prendieron muchos de ellos por los caminos por donde iban, como fue en Tehuantepeque y Huaxacac. Los caudillos de esta rebelión y alzamiento fueron un Juan Toman, oficial de Calecto, un Juan Vanegas y un italiano. Los tres fueron justiciados en la Ciudad de México, confesando el delito que habían cometido e intentando hacer. Lo cual pasó el año de 1549. Habiendo sucedido esto, se sosegaron y pacificaron los leales vasallos y servidores de Su Majestad por muchos años. Y fue en muy gran aumento la población de los españoles, fue ennobleciéndose la Nueva España de pobladores españoles y fueron en crecimiento los ganados menores de ovejas. Este buen príncipe procuró el asiento y perpetuidad desta tierra, y envió por ganados merinos a España para finar las ovejas que habían traído antes, que fueron de lanas bastas y vendas. En su tiempo se comenzaron los obrajes de paño y sayales, y el trato de las lanas fue en muy gran crecimiento, porque los indios comenzaron a vestirse de mantas de lana y otras cosas que labraban della. Y se comenzaron las labores de trigo y estancias y se repartieron muchas tierras. Y para todo dio favor y ayudó mucho. Y se comenzaron a descubrir muchos veneros de oro, plata, fierro y cobre, ansí como fueron las minas de Tlachco, Zultepeque y Tzompanco. Y se comenzó a fundir moneda para la contratación de los españoles, porque antes no se trataba sino con barras y tejuelos de oro y oro en polvo, y no podía correr tan bien como corre la moneda, y había gran fraude en los rescates del dicho oro y plata, y eran muy lesos y damnificados los indios, que no sabían más de trocar "dame esto y te daré esotro", poco más o menos. Para evitar esto se batió la moneda, como está referido. Obo otro género de moneda que fue de cobre, que fueron cuartos y medios cuartos de a cuatro y de a dos maravedís, y comenzó esta moneda a correr por entre los españoles y indios. La cual pareció tan mal a los naturales, que hacían burla de tan baja cosa, que no la estimaron en nada ni la pudieron sufrir, porque decían que denotaban muy gran pobreza. Y no la quisieron tratar ni recibir. Y aunque obo rigor y fueron compelidos a que de ella usasen y tratasen, dentro de un año o poco más, reunieron y echaron de sí más de cien pesos de esta moneda en la laguna de México para que no obiese memoria della. Y hasta hoy ha durado el no usarla en esta Nueva España, porque toda la rescataron los indios y la desterraron del mundo, a lo menos de su tierra, porque les fue muy aborrecible y odiosa. Y ansí, no se usa otra moneda ni corre más que la de plata desde aquel tiempo, en reales de a ocho hasta medios reales, toda de plata, muy buena moneda. Y en este tiempo cesó el trato de oro en polvo, barras y tejuelos. Finalmente, gobernando este tan ilustre varón, se ennobleció muy grandemente la Ciudad de México. Gobernóla y toda la Nueva España siete años cristianísimamente. Obo en su tiempo una muy gran pestilencia y mortandad en los naturales desta Nueva España el año de 1545, que duró más de seis meses. Arruinó y despobló la mayor parte de todo lo poblado de la tierra. En tiempo de su gobierno se proveyó el Obispado de Guatemala en el Lic. D. Francisco Marroquín, clérigo; el de Huaxacac en D. Juan de Zárate; el de Chiapas en Fray Bartolomé de las Casas, del Orden de Santo Domingo; el de Michoacán en D. Juan Vasco de Quiroga; el de Xalisco en D. Pedro Gómez de Malaver; el de Tlaxcalla en D. Julián Garcés, primer Obispo que vino proveído a estos reinos; y D. Fray Juan de Zumárraga por primer obispo de México, antes que fuera Arzobispado. Este primer Obispo de Tlaxcalla fue uno de los doctísimos varones en letras que acá han pasado, de más grande santidad, ejemplo y vida. De todos los cuales se podrían escribir grandes santidades y obras santísimas de sus vidas y porque entiendo que muy largamente están escritas de ellas las excelencias maravillosas que en servicio de Dios Nuestro Señor hicieron en la conversión de los naturales y nueva planta de esta Iglesia militante, no nos detengamos en esto. Sólo referiré, que siendo oidor D. Juan Vasco de Quiroga, le vino el Obispado de Michoacán. Fue un santo de mucha perfección. Y lo mismo fue D. Fray Juan de Zumárraga, fraile de la Orden de San Francisco, y después murió de Arzobispo de México. Lo mismo diremos de D. Francisco Marroquín que hoy en día vuela su fama; y de D. Juan de Zárate, Obispo de Huaxacac, que lo llaman "vaca de oro" por ser devotísimo de la Madre de Dios; y de D. Fray Bartolomé de las Casas, gran defensor de las causas de los indios de todas las Indias, ansimismo doctísimo varón. Lo propio se puede decir de D. Pedro Gómez de Malaber primer Obispo de Xalisco. Y, sin duda, se puede creer piadosamente que son santos bienaventurados y que están gozando de la gloria y canonizados ante Dios por escogidos suyos. Y fueron escogidos para fundamento y principio desta nueva planta, donde sus vidas santísimas tanto florecieron y resplandecieron con humildad y pobreza, sin tener cosa suya que no fuese para los pobres. Hombres sin género de codicia, porque en aquella sazón aún no se sustentaban de los diezmos, sino muy poco de los quince mil maravedís de que suplía la caja de Su Majestad. Todo lo cual vi por vista de ojos, y conocí a estos bienaventurados prelados y siervos de Dios. Todo esto fue en el tiempo que gobernó D. Antonio de Mendoza. Florecieron, ansimismo, en estos tiempos muchos religiosos de santa vida, dignos de eterna memoria. Y no será razón dejar sin algún razeño o memoria dellos. Aunque sé y entiendo que Fray Hierónimo de Mendieta y otros religiosos han escrito largamente dellos, no por eso dejaré de hacer un breve catálogo de los que conocí y he conocido en esta nueva planta, y de los que me acordaré. El primero fue Fray Martín de Valencia, custodio que vino con los doce religiosos primeros que el Emperador D. Carlos V envió a esta Nueva España a la predicación y conversión de los indios. Un Fray Domingo de Betanzos, del Orden de Santo Domingo, varón de gran santidad. Fray Pedro Delgado, del orden de Santo Domingo. Fray Juan Bautista, del orden de San Agustín. Fray Tomás del Rosario, del Orden de Santo Domingo. Fray Cristóbal de la Cruz, del Orden de Santo Domingo. Fray Alonso de la Veracruz, Maestro en santa teología, varón santísimo y doctrinísimo, del Orden de San Agustín. Fray Pedro Medillán, de la propia Orden. Fray Alonso de Escalona, gran siervo de Nuestro Señor, del Orden de San Francisco. Fray Diego de Olarde, ídem. Fray Francisco Linborne, Fray Juan Bastidas, Fray Juan Ramírez, Fray Andrés Olmos, Fray Juan de Romanones, Fray Juan Osorio, Fray Andrés de Portillo, todos santísimos varones del Orden de San Francisco, de gran ejemplo y doctrina. Fueron los doce primeros que a esta tierra vinieron, que conocidamente vivieron santísimamente, y acabaron con gran santidad y dejaron eterna fama por su doctrina y ejemplo. También obo en este tiempo varones clérigos de mucha perfección, santa vida y ejemplo, que fueron los que siguen: el canónigo Juan González, el canónigo Santos, el canónigo Rodrigo de Avila, el canónigo Nava, arcediano de la Catedral de Tlaxcalla; D. Francisco de León que dejó su arcedianazgo y murió fraile del Orden de San Francisco. Ha habido tantos religiosos de todas las órdenes tan buenos, tan santos y siervos de Dios que, como al principio dijimos, sería necesario hacer grandes historias de cada uno de ellos y de sus milagros. Por lo cual, me remito a los que han escrito sus vidas, que sé que son muchos en particular, y yo me hallo indigno de tratarlos. Y aunque muchas cosas buenas suyas, de sus doctrinas, sermones y ejemplos he visto, me hallo corto y no merecedor de tocar en ello, porque sería meterme en un piélago de mucha profundidad, que es dado y reservado a otros siervos de Dios Nuestro Señor, que han tratado y podrán tratar de sus actos y hechos, de lo que predicaron, y del modo con que procedieron en la conversión de los indios, alumbrados del Espíritu Santo. Y por la brevedad por mí prometida, no pasaré adelante en esto.
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La tercera causa y conjetura que en algún modo incitó al Almirante a descubrir las Indias La tercera y última causa que movió al Almirante al descubrimiento de las Indias fue la esperanza que tenía de encontrar, antes que llegase a aquéllas, alguna isla o tierra de gran utilidad, desde la que pudiera continuar su principal intento. Afirmábase en esta esperanza con la lección de algunos libros de muchos sabios y filósofos que decían, como cosa sin duda, que la mayor parte de nuestro globo estaba seca, por ser mayor la superficie de la tierra que la del agua. Siendo esto así, argumentaba que entre el fin de España y los términos de la India conocidos entonces habría muchas islas tierras, como la experiencia ha demostrado; a lo que daba más fácilmente crédito, movido por algunas fábulas y novelas que oía contar a diversas personas y a marineros que traficaban en las islas y los mares occidentales de los Azores y de la Madera. Noticias que, por cuadrar algo a su propósito, las retenía en su memoria. No dejaré de contarlas, por satisfacer a los que gozan con estas curiosidades. Conviene que se sepa que un Martín Vicente, piloto del Rey de Portugal, le dijo que, hallándose en un viaje a 450 leguas al Poniente del cabo de San Vicente, había cogido del agua un madero ingeniosamente labrado, y no con hierro; de lo cual, y por haber soplado muchos días viento del Oeste, conoció que dicho leño venía de algunas islas que estaban al Poniente. Pedro Correa, casado con una hermana de la mujer del Almirante, le dijo que él había visto en la isla de PuertoSanto, otro madero, llevado por los mismos vientos, bien labrado como el anterior; y que igualmente habían llegado cañas tan gruesas que de un nudo a otro cabían nueve garrafas de vino. Dice que afirmaba lo mismo el Rey de Portugal, y que hablando con éste de tales cosas se las mostró; y no habiendo parajes en estas partes, donde nazcan semejantes cañas, era cierto que los vientos las habían llevado de algunas islas vecinas, o acaso de las Indias; pues Ptolomeo, lib. primero de su Cosmografía, capítulo 17, dice que en las partes orientales de las Indias hay de estas cañas. También algunos moradores de las islas de los Azores le contaban que cuando soplaban mucho tiempo vientos del Poniente, arrojaba el mar en sus orillas, especialmente en la isla Graciosa y el Fayal, algunos pinos, y se sabe que allí no había, ni en aquellos países, tales árboles. Añadían algunos que en la isla de las Flores, la cual es una de las islas de los Azores, hallaron en la orilla dos hombres muertos, cuya cara y traza era diferente de los de sus costas. Supo también de los mora dores del cabo de la Verga que habían visto almadias e, barcas cubiertas, de las que se creía que, yendo de una isla a otra, por la fuerza del temporal habían sido apartadas de su camino. No sólo había entonces estos indicios, que en algún modo parecían razonables, pues no faltaba quien decía haber visto algunas islas, entre los cuales hubo un Antonio Leme, casado en la isla de la Madera, quien le contó que habiendo navegado muy adelante hacia Occidente había visto tres islas. El Almirante no se fió de lo que le decía, porque conoció, prosiguiendo la conversación, haber navegado a lo más cien leguas al Poniente, y podía engañarse, teniendo por islas algunas grandes rocas, que por estar muy lejos, no pudo distinguir; imaginaba también que estas podían ser las islas movibles, de que habla Plinio, cap. 97, libro II de su Historia natural, diciendo que en las regiones septentrionales el mar descubría algunas tierras cubiertas de árboles de muy gruesas raíces entretejidas, que lleva el viento a diversas partes del mar como islas o almadías; de las cuales, queriendo Séneca, lib. 3 de los Naturales, dar la razón, dice que son de piedra tan fofa y ligera, que nadan en el agua las que se forman en la India. De modo que, aunque resultase verdad que el dicho Antonio de Leme había visto alguna isla, creía el Almirante que no podía ser otra que alguna de las mencionadas, como se presume fueron aquellas denominadas de San Brandán, en las cuales, se refiere haberse visto muchas maravillas. Igualmente son mencionadas otras que están mucho más abajo del Septentrión. También hay por aquellas regiones otras islas que están siempre ardiendo; Juvencio Fortunato narra que se mencionan otras dos islas, situadas al Occidente y más australes que las de Cabo Verde, las cuales van sobrenadando en el agua. Por esta razón y otras análogas puede ser que mucha gente de las islas del Hierro, de la Gomera y los Azores, asegurasen que veían todos los años algunas islas a la parte del Poniente, lo tenían por hecho certísimo, y personas honorables juraban ser así la verdad. Añádese que en el año de 1484 fue a Portugal un vecino de la isla de Madera a pedir al Rey una carabela para descubrir un país que juraba lo veía todos los años, y siempre de igual manera, estando de acuerdo con otros que decían haberlo visto desde las islas Azores. Por cuyos indicios, en las ,cartas y mapamundis que antiguamente se hacían, ponían algunas islas por aquellos parajes, y especialmente porque Aristóteles, en el libro De las cosas naturales maravillosas, afirma que se decía que algunos mercaderes cartagineses habían navegado por el mar Atlántico a una isla fertilísima, como adelante diremos más copiosamente, cuya isla ponían algunos portugueses en sus cartas con nombre de Antilla, aunque no se conformaba en el sitio con Aristóteles, pero ninguno la colocaba más de doscientas leguas al Occidente frente a Canarias y a la isla de los Azores, y han por hecho cierto que es la isla de las Siete Ciudades, poblada por los portugueses al tiempo que los moros quitaron España al Rey D. Rodrigo, esto es, en el año 714 del nacimiento de Cristo. Dicen que entonces se embarcaron siete obispos y con su gente y naos fueron a esta isla, donde cada uno de ellos fundó una ciudad, y a fin de que los suyos no pensaran más en la vuelta a España, quemaron las naves, las jarcias y todas las otras cosas necesarias para navegar. Razonando algunos portugueses acerca de dicha isla, hubo quien afirmó que habían ido a ella muchos portugueses que luego no supieron volver. Especialmente dicen que, viviendo el Infante D. Enrique de Portugal, arribó a esta isla de Antilla un navío del puerto de Portugal, llevado por una tormenta, y, desembarcada la gente, fueron llevados por los habitantes de la isla a su templo, para ver si eran cristianos y observaban las ceremonias romanas; y visto que las guardaban, les rogaron que no se marchasen hasta que viniera su señor, que estaba ausente, el cual los obsequiaría mucho y daría no pocos regalos, pues muy pronto le harían saber esto. Mas el patrón y los marineros, temerosos de que los retuvieran, pensando que aquella gente deseaba no ser conocida y para esto les quemara el navío, dieron la vuelta a Portugal con esperanza de ser premiados por el Infante, el cual les reprendió severamente y les mandó que pronto volviesen; mas el patrón, de miedo, huyó con el navío y con su gente fuera de Portugal. Dícese que mientras en dicha isla estaban los marineros en la iglesia, los grumetes de la nave cogieron arena para el fogón, y hallaron que la tercera parte era de oro fino. Aún fue a buscar esta isla cierto Diego de Tiene, cuyo piloto, llamado Pedro de Velasco, natural de Palos de Moguer, en Portugal dijo al Almirante en Santa María de la Rábida, que salieron de Fayal y navegaron más de ciento cincuenta leguas al Sudoeste, y al tornar descubrieron la isla de Flores, a la que fueron guiados por muchas aves a las que veían seguir aquella ruta, siendo tales aves terrestres, y no marinas, de donde se juzgó que no podían ir a descansar más que en alguna tierra; después, caminaron tanto al Nordeste que llegaron al cabo de Clara, en Irlanda, por el Este; en cuyo paraje hallaron recios vientos del Poniente, sin que el mar se turbara, lo que juzgaban podía suceder por alguna tierra que la abrigase nacia Occidente. Mas, porque ya era entrado el mes de agosto, no quisieron volver a la isla por miedo del invierno. Esto fue más de cuarenta años antes que se descubriesen nuestras Indias. Luego se confirmó por la relación que hizo un marinero tuerto, en Santa María, que en un viaje suyo a Irlanda, vio dicha tierra, que entonces pensaba ser parte de Tartaria y se extendía hacia el Poniente, la cual debe de ser la misma que ahora llamamos tierra de Bacallaos, y que por el mal tiempo no se pudieron acercar a ella. Con lo cual, dice que estaba de acuerdo un Pedro de Velasco, gallego, quien afirmó en la ciudad de Murcia, en Castilla, que yendo por aquel camino a Irlanda, se aproximaron tanto al Noroeste que vieron tierra al Occidente de Irlanda; la cual tierra creía ser aquella que un Fernán Dolmos intentó descubrir del modo que narraré fielmente como lo hallé en escritos de mi padre, para que se vea cómo un pequeño asunto lo convierten algunos en fundamento de otro mayor. Gonzalo Fernández de Oviedo refiere en su Historia de las Indias que el Almirante tuvo en su poder una carta en que halló descritas las Indias por uno que las descubrió antes, lo cual sucedió de la forma siguiente: Un portugués, llamado Vicente Díaz, vecino de la villa de Tavira, viniendo de Guinea a la mencionada isla Tercera, y habiendo pasado la isla de Madera, vió o imaginó ver una isla, la cual tuvo por cierto que verdaderamente era tierra. Llegado, pues, a dicha isla Tercera, se lo dijo a un mercader genovés llamado Lucas de Cazzana, que era muy rico y amigo suyo, persuadiéndole a armar un bajel para ir a conquistarla. El mercader consintió en ello, alcanzó permiso del Rey de Portugal, y escribió a un hermano suyo que se llamaba Francisco de Cazzana y vivía en Sevilla, que con toda presteza armase una nave para el mencionado piloto. Mas haciendo burla Francisco de tal empresa, Lucas de Cazzana armó una nao en la isla Tercera, y el piloto fué tres o cuatro veces en busca de dicha isla, alejándose de 120 a 130 leguas; pero se fatigó inútilmente, pues no halló tierra. Sin embargo, ni él, ni su compañero dejaron la empresa hasta su muerte, teniendo siempre esperanza de encontrarla. Y me afirmó el referido Francisco haber conocido dos hijos del capitán que descubrió la isla Tercera llamados Miguel y Gaspar de Corte Real, que en diversos tiempos fueron a descubrir aquella tierra, y perecieron en la empresa, uno después de otro, el año de 1502, sin saber cuándo ni cómo; y que esto lo sabían muchos.
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CAPITULO IX Del comercio que el reyno de Chile mantiene con el del Perú, provincia del Paraguay, Buenos Ayres y sus propios paises entre sí, noticia de los indios gentiles que le hacen vecindad y modo de conservarse con ellos y de mantenerlos en amistad 572 Yá se dixo en el capitulo quinto, tratando de la ciudad de la Concepcion y de sus campañas, la grande amenidad propia de ellas y la lozanía con que las simientes se producen rindiendo con excessivas creces un tributo mucho mas que regular al trabajo del labrador; esta prerrogativa es tan general en todo aquel reyno que, á competencia sus llanos, sus colinas, sus cañadas y todo el territorio, cada pedazo ó pequeño espacio de él es un objeto de admiracion en lo pródigo, y parece que las particulas de tierra transformadas en granos de la simiente que se les confia los vuelven acrecentados en tan numerosas cosechas y que, incansables, no se aminore en ellas la fecundidad ni reconoce descaecimiento el vicio. Son las campañas de Santiago, assi como en lo amenas y fecundas, iguales á las de la Concepcion, semejantes á ellas en las especies de frutos que reciben con mas proporcionalidad porque, siendo el temperamento de unas y otras casi uno mismo, lo son tambien los efectos que dependen de él; por esto, se componen las haciendas que hay en aquel país unas de sembradío, otras de cria y engordar varias especies de ganados bacuno, ovejas, cabras y cavallos, y otras de viñería y arboles frutales; en las primeras, se hacen cosechas muy cuantiosas de trigo, cebada y menestras, á que se agregan las del cañamo, que se produce lozanamente, excediendo su calidad y altura á el que se cria en España; en las del segundo orden, se engorda el ganado bacuno, y se hacen crecidas matanzas; hacese mucho sebo, grassa y charquis, y se curten suelas, con los cueros del cabrío se curten cordovanes, y se saca algun sebo, y, ultimamente, con la uba, se hacen vinos de distintas calidades y, aunque no tan sobresalientes como los de la Concepcion, no dexan de ser muy buenos y delicados y tambien se reducen á aguardientes. Estos son los frutos y generos principales con que aquel reyno entretiene su comercio activo con el Perú, proveyendolo de trigo, sebo y jarcia, renglones que solo de allí le van, y se regula que cada año saldrán de las campañas de Santiago para el Callao ciento y quarenta mil fanegas de trigo, como ocho mil quintales de jarcia de cañamo y de 16 á 20 mil quintales de sebo, á lo qual se agregan despues las suelas, cordovanes y frutas secas, como nueces, avellanas, higos, peros y camuessas, que tambien se llevan de allí, y, á este respeto, grassa, charqui y lenguas de bacas saladas, no siendo corta la porcion de estos tres ultimos renglones. 573 Los paises mas septentrionales de aquel reyno, como el de Coquimbo, además del trigo y otras simientes y frutos propias de lo restante de Chile, producen olivos, y su aceyte es preferible en la calidad á el de algunas partes del Perú, pero no se lleva allá por la abundancia que hay en él de esta cosecha. En Santiago y en los territorios de su inmediacion, se producen bien los olivos, y la aceytuna que dan es muy buena, pero no se han aplicado aquellos moradores á hacer plantíos crecidos, y, assi, no se vá con abundancia este arbol. 574 574 A el comercio activo de los frutos que Chile dá á el Perú, se sigue el de los metales que se sacan de él porque, abundando en minerales de todas especies aquel reyno, se hacen labores en algunos; los principales son de oro y de cobre y, para que no se echen menos sus noticias, se havrán de incluir aqui. 575 El mas famoso mineral de oro que en el reyno de Chile se ha conocido es el nombrado petorca en un parage al oriente de Santiago; el oro que se sacaba de él antiguamente era muy sobresaliente y en grande abundancia pero yá ha decaido en la calidad por haver dado en blanquizco, con lo qual ha bajado considerablemente de la ley. Esta mina ha sido de las que mas se han trabajado en aquel reyno, compitiendo en esto con las de mayor fama del Perú. 576 En Yapel, que está acia la misma parte siguiendo la cordillera al norte, hay minas de oro que se trabajan, y acude el metal con abundancia, siendo de tan buena ley que alguno llega á 23 quilates. En Lampangui, cerro vecino á la cordillera, se descubrieron el año de 1710 varias minas de oro, plata, cobre, plomo, estaño y hierro; la ley del oro, de 21 á 22 quilates pero, siendo dura la piedra donde el metal arma, segun dicen los mineros es dificil su labor; no sucedia esto con la del cerro vecino de Llaoin, donde la piedra es blanda, el mineral, no menos abundante y de no inferior calidad á el antecedente. En Tiltil, parage cerca de Santiago, hay otras minas de oro que se trabajan, y rinden lo bastante. 577 Entre Quillota y Valparayso, en un parage á que dan el nombre de la Ligua, hay un mineral de oro muy abundante y de buena ley; tambien en Coquimbo se trabajan algunas minas de oro y, del mismo modo, en Copaipó y en el Guasco; á el que se saca de estas ultimas dan el nombre de oro capote, siendo el mas sobresaliente de el que se conoce. Hay en aquel reyno otra especie de minas del mismo metal, distintas de las antecedentes, y estas son tan superficiales que, á poco de haver empezado á trabajarlas y rendido alguna porcion, se desparece la beta; estas son en grande numero como tambien las de lavaderos, los quales se hallan como á una legua de Valparayso entre este lugar y las peñuelas, otros, en Yapel, en las fronteras de los indios gentiles, y en las inmediaciones de la Concepcion; de todos estos y otros varios que se conocen en aquel reyno, se saca oro en polvo, encontrandose tal vez algunas pepitas de bastante grandor, por el qual han solido hacerse particulares. 578 Todo este oro que se extrae en Chile se vende allí para llevarlo á Lima, que es donde se sella porque en Chile no hay Casa de moneda, y se tiene averiguado por la razon que se toma de él que sale annualmente la cantidad de seiscientos mil pesos, pero asseguran que el que se extravía por la cordillera passa de quatrocientos mil, y, assi, compondrá el todo un millon ó algo mas. Coquimbo y el Guasco, paises donde los minerales de todas suertes de metales son tan comunes que parece que la tierra está convertida en ellos, son los parages donde se trabajan los de cobre, de que se abastece todo el Perú y reyno de Chile; pero aun de este metal, cuya calidad es la mas sobresaliente que se conoce, solo se hacen labores en aquellas minas que se consideran necessarias para el consumo que hay de él, quedando intactas la mayor parte de las otras de que hay noticia y se tienen descubiertas. Este metal es uno de los renglones que componen el comercio activo de aquel reyno. 579 En cambio de los frutos, generos y metales que el reyno de Chile embia al Perú, le entran de este hierro, paños y lienzos de los que se fabrican en Quito, sombreros, algunas bayetas, aunque en corta cantidad por texerse allí tambien, azucares, cacao, chancacas ó raspaduras, conservas, tabaco, aceyte, loza y toda suerte de mercaderias de Europa. 580 Entre el reyno de Chile, el Paraguay y Buenos Ayres, tambien se mantiene comercio aunque todo se hace por Buenos Ayres, llevandose del Paraguay allí los efectos que se producen en aquellas tierras, y consisten en la yerva del Paraguay y cera; estos passan despues á Chile, y de aqui se lleva á el Perú la yerva. Tambien se hacen crecidas conduciones de sebo á Mendoza, con el qual se fabrica allí el jabon; y en cambio de estos generos, contribuye Chile á Buenos Ayres ropa de la tierra, de la misma que se lleva del Perú y de la que se fabrica en aquel reyno, azucar, ponchos, tabaco en polvo, vinos y aguardientes; estos dos ultimos renglones los toman los comerciantes en San Juan por estar mas á la mano para la conducion. Quando el assiento de negros está corriente, suelen llevarse estos á Chile de la factoría de Buenos Ayres, y es assi lo mas regular porque del Perú no hay tanta oportunidad para ello respeto de que los que van de Panamá se esparcen en aquellas haciendas, y su valor es bien crecido con los muchos costos de su transporte y con la pérdida de los que con la variedad del temple se mueren en el camino. 581 El comercio del reyno de Chile entre sí consiste princalmente en los frutos que se embian á Valdivia por el quivalente de los 10 mil pesos en plata que de su situado van de Lima á Santiago con este fin, y, en correspondencia de ellos, Valdivza subministra algunas maderas de alerce; á Chiloé se llevan vinos, aguardientes, miel, azucar, yerva del Paraguay, sal y agí, y de esta isla, abundante en maderas y de buena calidad, hace retornos con ellas á Valparayso y á la Concepcion algunas, y, assimismo, con ropas de la tierra, que son de lana, como ponchos, mantas y otras á este modo texidas allí, perniles de puerco, los quales, siendo particulares por el buen punto que les saben dar, passan hasta el Perú,: y sardinas arenques, ahumadas ó secas, siendo en el golfo y costas de aquella isla el unico parage de todo el mar del sur adonde se cogen. 582 De Coquimbo se lleva algun cobre á Valparayso en cortas porciones; y aunque en todas aquellas cordilleras correspondientes á Santiago y á la Concepcion hay muchos minerales de él, y con particularidad en un sitio que llaman Payen, de donde se sacó alguno en la antiguedad, y es tan abundante que se hallan peñascos de 50 y 100 quintales de cobre puro; como no se trabajan, es preciso que para el regular consumo se provea todo el reyno de el que dan las minas de Coquimbo y el Guasco, llevándose á estas partes en retorno cordovanes y jabon, que, fabricandose en Mendoza, se lleve de allí á Santiago para que se reparta despues en todo el reyno. 583 A proporcion de lo antecedente, mantiene tambien aquel reyno comercio con los indios gentiles de la frontera, y este consiste en llevarles á vender cosas de hierro, como frenos, espuelas, cuchillos y otros instrumentos de corte, á que acompaña toda suerte de bugerías y porcion de vino, lo qual se permuta con ellos porque, aunque en los paises que ocupan hay mucho oro, no lo sacan, y en trueque reciben los españoles ponchos, bacas, cavallos que ellos crian y indias mozas y cholitos, que son, como se dixo en la primera parte, los indios muchachos, á los quales venden sus propios padres á trueque de tales menudencias y llaman á esta especie de trato rescatar. Los españoles que se ocupan en él son los guasos ó gente ordinaria de Chile; estos passan á sus paises, y su primera diligencia es dirigirse á el que hace cabeza en la familia ó parcialidad porque los indios de Arauco y aquellas partes no han observado el régimen de tener caciques ó curacas soberanos, como los del Perú, y sí solo el de respetar á los ancianos de cada una de sus familias y tenerlos como por governadores de ellas. 584 Llegado, pues, el español que entra á comerciar al que hace en esta forma cabeza de la familia, le manifiesta sus mercancias para que escoja de ellas las que le parezcan, conviniendose en lo que se le ha de dar en cambio; obsequiale antes de esto con algun poco de vino para que beba, dexandole por modo de regalo otra porcion en alguna vasija; y terminado el trato, hace publico el indio principal entre todos los de la parcialidad que pueden comprar á aquel español porque es amigo, y este vá á las rancherías, donde, precediendo siempre la ceremonia de hacerles la salva con algun poco de vino, les manifiesta despues lo que lleva y, convenidos en el trato, les vá dexando aquellas cosas que cada uno elige sin recibir por entonces el equivalente y, passando adelante á otras rancherías, que todas están esparcidas en las campañas, vá en esta forma expendiendo sus efectos hasta que, por ultimo, los concluye; entonces, vuelve á la del principal passando por las otras adonde dexó generos, y, dandoles aviso de que yá está pronto á salir de sus tierras, cada uno acude con lo que debe entregar á la misma ranchería; estando junto rescate, se despide de ellos y se retira á los paises de españoles, dando disposicion el mismo principal para que algunos indios le acompañen hasta las fronteras, ayudandole á cuidar de los ganados que ha juntado en trueque de sus mercancias. 585 Antiguamente, hasta el año de 1724, se les introducian grandes porciones de vino, á cuya bebida, como á todas las que causan embriaguez, son por naturaleza muy apassionados los indios; pero con la experiencia de los malos sucessos que de esto se originaban, siendo los principales el inquietarse y declarar la guerra repentinamente, cuyo alboroto empezaban por el arrojo de dar muerte á todos los españoles que podian haver en sus manos, yá de los que estaban comerciando con ellos y ya de los que habitaban en los fuertes y poblaciones de la frontera, se convino en que no se les introduxesse mas vino que el preciso para cortejarlos; y aunque además de este se llevan algunas cortas porciones para comerciar, no son tan frequentes y crecidas como antes, experimentandose desde entonces el mas favorable efecto de su poca abundancia en la quietud con que han permanecido sin intentar alteraciones. Sus tratos son tan legales que no discrepan en nada de lo convenido ni faltan á la puntualidad de la paga, siendo digno de admiracion que unas gentes barbaras que viven sin sujecion rigorosa para el govierno, casi sin ley y abandonados enteramente á los vicios que son connaturales á sus genios tengan tan presentes las obligaciones de la legalidad que no descuide el guardar la correspondiente en su comercio. 586 Mantienense todos aquellos indios de Arauco, Tucapel y los que siguen desde el rio de Biobío acia el sur, como tambien los que por aquellas partes habitan acia la cordillera, independientes totalmente de la jurisdiccion de los governadores españoles, no haviendo sido possible reducirlos á la obediencia, pues, por ser el pais tan dilatado, cuando se ven perdidos, dexan el campo y se retiran para volver á ocuparlo despues de haver cobrado nuevas fuerzas, con los que se les juntan de otras naciones. De aqui proviene el que Chile haya estado amenazado siempre de sus insultos; y luego que entre ellos hay quien levante la voz pidiendo la guerra contra los españoles, no se detienen en ponerlo por obra, guardando tanto sigilo en declararla que el primer aviso ha solido ser el assesinato de los que de paz vivian con ellos, las invasiones de los pueblos mas inmediatos y el universal alboroto por todas partes donde se hallan esparcidos. Para hacer la guerra, es su primera diligencia el convocarse unas naciones con otras, y á esto llaman correr la flecha porque sigilosamente vá passando la palabra de unos á otros y, con ella, la noticia de la noche en que se ha de executar la irrupcion, de suerte que trasciende el aviso hasta á los indios que viven en los territorios de españoles, siendo digno de reparo lo mucho que guardan el secreto, no haviendose dado exemplar de haver sido descubiertos por la flaqueza de alguno de los comprehendidos en la confederacion; y como ellos no necesitan prevenciones ni disposicion de armamento para esta especie de guerra que acostumbran, son impenetrables sus designios hasta el instante en que los lastimosos sucessos de una impía crueldad ó de una general sublevacion los hace publicos. 587 Hecha la convocacion, eligen entre todos uno que los mande y que sea como general del exercito, á el qual dan el nombre de toquí; y la noche prevenida, luego que consideran á los españoles con el descanso del sueño entregados al descuido, les van dando muerte los mismos indios que habitan con ellos; y practicado esto, generalmente en todos los sitios y parages á donde puede alcanzar el poder, sean haciendas, habitaciones pobres de campaña ó pueblos, se juntan las varias parcialidades, que hasta entonces andaban esparcidas en las campañas, y, formando exercito, adelantan las ideas sobre las otras poblaciones grandes de españoles, sitian los fuertes y, por ultimo, cometen quantas hostilidades se les proponen assequibles, siendo el quantioso numero de los que se juntan incontrastable mas por la cantidad que por las maximas ó disciplina que observen; assi, han podido salir con sus empressas en varias ocasiones sin ser bastante á resistir su furia aquellas regulares providencias de los governadores españoles porque la multitud de los indios que incessantemente acude á su exercito no dá lugar á que empiece á reconocerse su flaqueza con los muchos que se les matan. Quando se ven en el ultimo extremo y que no pueden contrarrestar á las fuerzas de los españoles, se retiran del campo algunas leguas, dexan que passen algunos dias y, acudiendo repentinamente á otra parte distinta de aquella á donde primero tenian assentado su real ó puesto el sitio, executan en ella el primer golpe si la advertencia y sagacidad del que manda no tiene con anticipacion prevenidas todas las defensas correspondientes para que por ningun lado pueda lograrseles el intento. 588 Siempre que estos indios declaran la guerra contra los españoles la suelen mantener algunos años por no ser para ellos de perjuicio. La mayor parte de sus cuidados, que consisten en sembrar alguna chacarita ó texer ponchos y mantas para abrigarse, están á cargo de las indias. Sus casas son tan sencillas que en uno ó dos dias se hallan fabricadas. La comida que acostumbran carece de composicion ó artificio, consistiendo en raices y en harina de maiz ó de alguna otra simiente. Con que, ni les es embarazosa la guerra ni de ella les resulta atrasso ó pérdida, sirviéndoles antes de ocupacion y entretenimiento porque todo lo mas del tiempo es regular vivirlo entregaos al ocio y á la bebida de una especie de chicha que hacen de manzanas, y es muy comun entre ellos. 589 Casi siempre que se hacen paces con estos indios, mas que á su instancia, se debe atribuir á la solicitud de los españoles; y quando se convienen en assentarlas, precede un parlamento, á el qual concurre el presidente governador de aquel reyno, el maestre de campo del exercito de Chile, los principales oficiales de él, y suelen assistir el obispo de la Concepción y otras personas de caracter; de parte de los indios, el toquí y los capitanes de su exercito ó los que llevan la voz de las parcialidades, que regularmente suelen ser aquellos. La ultima irrupcion que hicieron estos indios fue el año de 1723, hallandose de governador el theniente general de los reales exercitos Don Gabriel Cano, quien dió tales providencis para mantener la guerra contra ellos que, fuera de lo regular, se vieron precisados á solicitar las paces; y moderadas sus propuestas, se celebró el paralmento para afirmarla el año de 1724, y se les concedió que todo el país que corre desde el río de Biobío acia el sur les quedaria libre y que se extinguirian los capitanes de paz, que eran unos españoles, los quales residian con este caracter en los pueblos de conversiones y, con algunas imprudentes extorsiones executadas contra ellos, havian sido entonces la principal causa de aquel alboroto. 590 Además de los parlamentos que se celebran con estos indios quando se establece paz con ellos, se tienen otros siempre que passa á tomar el govierno de aquel reyno algun nuevo presidente; y siguiendo en todo las mismas ceremonias, daré noticia del modo que se tiene para los unos, y quedará comprehendida la forma con que en todos casos se practica esta funcion. 591 Quando se ha de entender parlamento, precede un aviso que el presidente de Chile hace dar á los indios de la frontera, señalando el dia y lugar en que se deben juntar; á el passa el presidente con la comitiva y séquito que queda dicho, y, de parte de los indios, los que hacen cabeza en las parcialidades, llevando unos y otros para mas autoridad del acto el numero de tropa de guardia en que se convienen. El presidente y los suyos acampan en tiendas de campaña que para este fin se previenen, y los indios sientan su real frente del primero y á poca distancia de él; inmediatamente, passan á visitar al presidente los mas ancianos ó principales de las naciones vecinas y son recibidos con el debido agrado y agasajo; el presidente les hace la salva bebiendo algun poco de vino y dandoles por su mano para que correspondan, á lo qual sigue el hacerles algun regalo de cuchillos, tixeras y otras cosas de mercería y bugerías, que para ellos son de grande estimacion; concluido esto, empiezan á tratar de la paz y el modo de observar sus capitulos, y despues se vuelven á su real, adonde vá el presidente á cortejarlos, haciendoles llevar al mismo tiempo porcion de vino para que beban con todos los demás que les acompañan; en la misma conformidad, practican esta ceremonia todos los otros principales de las parcialidades que no concurrieron en la primer visita y, para ello, van todos juntos; el presidente, á la despedida, les dexa porcion de vino, y ellos le corresponden regalandole algunas terneras, bacas, cavallos y aves, y, concluidos los assuntos de paces y demás á su seguridad concernientes, se restituye cada qual á sus paises. 592 Para mas cortejo y conciliacion de la amistad con estos indios, que quando son rusticos y parecen humildes tanto son altivos y solo se pagan del agrado venciendose á las caricias, no escusan los presidentes el poner á su mesa aquellos que sobresalen en la mayor racionalidad á los otros, y, assi, en los tres ó quatro dias que dura el parlamento procura agradarlos á todos para que de este modo queden mas firmes en la alianza y buena correspondencia. En estas ocasiones, viene á hacerse en aquel real donde se celebra el parlamento una especie de feria porque, concurriendo allí muchos españoles con las mercancias que los indios apetecen, y estos con sus ponchos y ganados, se permutan reciprocamente y venden todos lo que llevan, quedando corriente desde entonces como uno de los puntos principales la legalidad y buen orden que se ha de observar en adelante en los tratos de aquel comercio. 593 Estos indios, aunque tan incontrolables para someterse á la subordinacion y obediencia de nuestros reyes, no lo han sido en que entren missioneros á predicarles é instruirles y, assi, los han admitido sin repugnancia, y muchos de ellos reciben gustosamente el bautismo, pero no se acomodan facilmente á dexar la libertad de vida que tienen, á lo qual es consiguiente el abandono á los vicios y la falta de religion. Antes de la guerra de 1723, havia conseguido el fervor de los missioneros reducir á pueblos algunos de ellos para que assi viviessen mas racionalmente y tenia formados varios, cuyos nombres son San Christoval, Santa Fé, Santa Juana, San Pedro y la Mocha, los quales están á cargo de los padres de la Compañia, y en todos los fuertes de la frontera havia assimismo indios doctrinados por los capellanes que residen en ellos al sueldo del rey; pero con aquel alboroto, despidieron á los missioneros y, unidos con sus compatriotas, dexaron los pueblos; despues que se assentaron las paces, volvieron á ir missioneros de la Compañia á su instancia y estos han podido juntarlos de nuevo, bien que con aquel accidente descaecieron sensiblemente, y ha sido necessario mucho tiempo y trabajo para lograr que se reduzcan algunos pocos á vivir sociablemente. 594 A proporcion que estos indios executan en sus alborotos y sublevaciones quantas hostilidades les son factibles contra los españoles, á las mugeres blancas las llevan á sus tierras y se sirven de ellas como de las propias; esto contribuye á que haya muchos indios y indias de estas naciones blancos y rubios como los mismos españoles de aquel país que naturalmente lo son. Estando de paz, salen muchos de sus tierras á las nuestras y se conciertan por un año, seis meses ó mas tiempo para trabajar en las haciendas; y cumplido el termino ó quando les parece, se restituyen á ellas llevando el equivalente de lo que han ganado empleado en las mercerías que necessitan para su uso. Todos, assi hombres como mugeres, andan vestidos con los ponchos y mantas que texen de lana; y aunque este su trage es muy corto, basta para lo preciso á la honestidad, lo que no sucede con los indios mas retirados de las fronteras españolas, como son los que habitan el país que corre desde Valdivia acia el sur, y los chonos, que son los de la tierra firme inmediata á Chiloé, los quales no usan ropa alguna. Los de Arauco, tucapeles y otros cercanos á Biobío andan mucho á cavallo; assi, sus exercitos se componen en parte de cavalleria y en parte de infanteria, y sus armas son lanzas grandes, que es á lo que mas se acomodan, dardos y otras de las que son regulares entre ellos.
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CAPÍTULO IX De la opinión que tuvo Aristóteles cerca del Nuevo Mundo, y qué es lo que le engañó para negarle Hubo además de las dichas, otra razón también, por la cual se movieron los antiguos a creer que era imposible pasar los hombres de allá a este Nuevo Mundo, y fue decir que allende de la inmensidad del Océano, era el calor de la región que llaman Tórrida o Quemada, tan excesivo, que no consentía ni por mar ni por tierra, pasar los hombres, por atrevidos que fuesen, del un polo al otro polo; porque aun aquellos filósofos que afirmaron ser la tierra redonda, como en efecto lo es, y haber hacia ambos polos del mundo, tierra habitable, con todo eso negaron que pudiese habitarse del linaje humano la región que cae en medio y se comprende entre los dos trópicos, que es la mayor de las cinco zonas o regiones en que los cosmógrafos y astrólogos parten el mundo. La razón que daban, de ser esta Zona Tórrida, inhabitable, era el ardor del sol, que siempre anda encima tan cercano y abrasa toda aquella región, y por el consiguiente, la hace falta de aguas y pastos. De esta opinión fue Aristóteles, que aunque tan gran filósofo, se engañó en esta parte, para cuya inteligencia será bien decir en qué procedió bien con su discurso, y en qué vino a errar. Disputando pues, el filósofo del viento Ábrego o Sur, si hemos de entender que nace del Mediodía o no, sino del otro polo contrario al Norte, escribe en esta manera: "La razón nos enseña que la latitud y ancho de la tierra que se habita, tiene sus límites; pero no puede toda esta tierra habitable continuarse entre sí, por no ser templado el medio. Porque cierto es que en su longitud, que es de Oriente a Poniente, no tiene exceso de frío ni de calor, pero tiénele en su latitud, que es del polo a la línea equinocial, y así podía sin duda andarse toda la tierra en torno por su longitud si no lo estorbase en algunas partes la grandeza del mar que la ataja." Hasta aquí no hay más que pedir en lo que dice Aristóteles, y tiene gran razón en que la tierra, por su longitud, que es de Oriente a Poniente, corre con más igualdad y más acomodada a la vida y habitación humana, que por su latitud, que es del Norte al Mediodía; y esto pasa así no sólo por la razón que toca Aristóteles de haber la misma templanza del cielo de Oriente a Poniente, pues dista siempre igualmente del frío del Norte y del calor del Mediodía, sino por otra razón también; porque yendo en longitud, siempre hay días y noches sucesivamente, lo cual yendo en latitud no puede ser, pues se ha de llegar forzoso a aquella región polar donde hay una parte del año, noche continuada que dure seis meses, lo cual para la vida humana es de grandísimo inconveniente. Pasa más adelante el filósofo reprendiendo a los geógrafos que describían la tierra en su tiempo, y dice así: "Lo que he dicho se puede bien advertir en los caminos que hacen por tierra y en las navegaciones de mar, pues hay gran diferencia de su longitud a su latitud, porque el espacio que hay desde las columnas de Hércules, que es Gibraltar, hasta la India Oriental, excede en proporción más que de cinco a tres el espacio que hay de Etiopía hasta la laguna Meotis y últimos fines de los Scitas y esto consta por la cuenta de jornadas y de navegación cuanto se ha podido hasta agora con la experiencia alcanzar; y tenemos noticia de la latitud que hay de la tórrida habitable hasta las partes de ella que no se habitan." En esto se le debe perdonar a Aristóteles, pues en su tiempo no se había descubierto más de la Etiopía primera, que llaman exterior y cae junto a la Arabia y África. La otra Etiopía interior no la supieron en su tiempo ni tuvieron noticia de aquella inmensa tierra que cae donde son ahora las tierras del Preste Joan, y mucho menos toda la demás tierra que cae debajo de la equinocial y va corriendo hasta pasar el trópico de Capricornio y para en el Cabo de Buena Esperanza, tan conocido y famoso por la navegación de los portugueses. Desde el cual cabo, si se mide la tierra hasta pasada la Scitia y Tartaria, no hay duda sino que esta latitud y espacio será tan grande como la longitud y espacio que hay desde Gibraltar hasta la India Oriental. Es cosa llana que los antiguos ignoraron los principios del Nilo y lo último de la Etiopía, y por eso Lucano reprende la curiosidad de Julio César en querer inquirir el principio del Nilo, y dice en su verso: ¿Qué tienes tú, Romano, que ponerte a inquirir del Nilo el nacimiento? Y el mismo poeta, hablando con el propio Nilo, dice: Pues es tu nacimiento tan oculto que ignora el mundo todo cuyo seas. Mas conforme a la Sagrada Escritura bien se entiende que sea habitable aquella tierra, pues de otra suerte no dijera el profeta Sophonias, hablando de la vocación al Evangelio de aquellas gentes: "De más allá de los ríos de Etiopía me traerán presentes los hijos de mis esparcidos", que así llama a los apóstoles. Pero como está dicho, justo es perdonar al filósofo, por haber creído a los historiadores y cosmógrafos de su tiempo. Examinemos agora lo que sigue. "La una parte (dice) del mundo, que es Septentrional, puesta al Norte, pasada la zona templada, es inhabitable por el frío excesivo; la otra parte, que está al Mediodía, también es inhabitable en pasando del trópico, por el excesivo calor. Mas las partes del mundo que corren pasada la India de una banda, y pasadas las columnas de Hércules de otra, cierto es que no se juntan entre sí por atajarlas el gran mar Océano." En esto postrero, dice mucha verdad; pero añade luego: "Por cuanto a la otra parte del mundo es necesario que la tierra tenga la misma proporción con su polo Antártico, que tiene esta nuestra parte habitable con el suyo, que es Norte." No hay duda sino que en todo ha de proceder el otro mundo como este de acá en todas las demás cosas, y especialmente en el nacimiento y orden de los vientos; y después de decir otras razones que no hacen a nuestro caso, concluye Aristóteles diciendo: "Forzoso hemos de conceder que el Ábrego es aquel viento que sopla de la región que se abrasa de calor, y la tal región, por tener tan cercano al sol, carece de aguas y de pastos." Este es el parecer de Aristóteles, y cierto que apenas pudo alcanzar más la conjetura humana. De donde vengo, cuando lo pienso cristianamente, a advertir muchas veces cuán flaca y corta sea la filosofía de los sabios de este siglo en las cosas divinas, pues aun en las humanas donde tanto les parece que saben, a veces tampoco aciertan. Siente Aristóteles y afirma que la tierra que está a este polo del Sur, habitable es según su longitud grandísima, que es de Oriente a Poniente y que según su latitud, que es desde el polo del Sur hasta la equinocial, es cortísima. Esto es tan al revés de la verdad que cuasi toda la habitación que hay a esta banda del polo Antártico, es según la latitud; quiero decir del Polo a la línea; y por la longitud, que es de Oriente a Poniente, es tan pequeña que excede y sobrepuja la latitud a la longitud en este Nuevo Orbe, tanto como diez exceden a tres, y aún más. Lo otro, que afirma ser del todo inhabitable la región media, que llaman Tórridazona, por el excesivo calor causado de la vecindad del sol, y por esta causa carecer de aguas y pastos, esto todo pasa al revés, porque la mayor parte de este Nuevo Mundo, y muy poblada de hombres y animales, está entre los dos trópicos en la misma Tórridazona, y de pastos y aguas es la región más abundante de cuantas tiene el mundo universo, y por la mayor parte es región muy templada, para que se vea que aun en esto natural, hizo Dios necia la sabiduría de este siglo. En conclusión la Tórridazona es habitable y se habita copiosísimamente cuanto quiera que los antiguos lo tengan por imposible. Mas la otra zona o región que cae entre la Tórrida y la Polar, al Sur, aunque por su sitio sea muy cómoda para la vida humana, pero son muy pocos los que habitan en ella, pues apenas se sabe de otra sino del reino de Chile y un pedazo cerca del Cabo de Buena Esperanza. Lo demás tiénelo ocupado el mar Océano. Aunque hay muchos que tienen por opinión, y de mí confieso que no estoy lejos de su parecer que hay mucha más tierra que no está descubierta, y que ésta ha de ser tierra firme opuesta a la tierra de Chile que vaya corriendo al Sur, pasado el círculo o Trópico de Capricornio; y si la hay, sin duda es tierra de excelente condición, por estar en medio de los dos extremos y en el mismo puesto, que lo mejor de Europa. Y cuanto a esto, bien atinada anduvo la conjetura de Aristóteles; pero hablando de lo que hasta agora está descubierto, lo que hay en aquel puesto es muy poca tierra habiendo en la Tórrida muchísima y muy habitada.
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CAPITULO IX Contiene algunas noticias de la colonia inglesa de Boston, su origen, progressos y particularidades 817 Hizo su primer establecimiento en las colonias de la Nueva Inglaterra, cuya provincia principal tiene este nombre, y su capital es la ciuad de Boston, Walter Raelig en el año de 1584 aunque no havia sido el primer descubridor de aquellas costas, pues muchos años antes, en el de 1513, las havia hallado y reconocido Juan Ponce de Leon, quien le impuso el nombre de Florida por haverlas descubierto el dia de Pasqua de Resurreccion; á este se siguió poco tiempo despues Lucas Vazquez de Ayllón, natural de Toledo, el qual, con el motivo de haver sido arrojado por una tormenta á la parte oriental de la Florida, se empleó, despues que abonanzó, en correr la costa, examinandola y demarcando sus puntas, ensenadas y bahías, y en ellas tomó puerto y trató pacificamente con las varias naciones que las poblaban. 818 Raelig ocupó aquel país en nombre de la reyna Isabel de Inglaterra y le impuso el nombre de Virginia; este es corrompido, segun unos, del que tenia el cacique de aquel territorio que se llamaba Viginea y, segun la opinion de otros, dado con alusion á la constante oposicion de la reyna Isabel en sujetarse á matrimonio; fuesse por congratular á la reyna ó por ser assi el nombre del cacique, con este se denominó la costa que se estiende desde los 38 hasta los 45 grados. Empezó a poblarla Raelig de gente de su nacion, y, haviendo hecho allí establecimiento firme y teniendo gente para poder adelantar mas, se fueron estendiendo y entonces dividieron aquel mismo ámbito en varias provincias que se distinguieron, dando principio en la mas septentrional, que está en 45 grados con corta diferencia, y siguiendo al sur con los nombres de New England ó Nueva Inglaterra, New York, Pen Sylvania, Maryland, y la mas meridional de aquel espacio conservó el antiguo de Virginia. En esta fue donde Raelig y toda la nacion inglesa puso su primera atencion y cuidado para poblarla y establecerse con formalidad y adonde acudieron buscando asylo los que, siendo leales al desgraciado rey Carlos I, huían de la persecucion que contra ellos fomentaba Cromuel y su Parlamento, los quales, no satisfechos de haver manchado sus manos traydoras en la sangre de aquel monarca, cortandole la cabeza por ministerio de un verdugo en publico cadahalso el 9 de febrero de 1649 y obscureciendo con accion tan depravada el honor de toda la nacion, solicitaban lavar aquella horrible culpa con la sangre de otros para acreditar de justa su determinacion y colorear la tyranía, valiendose del pretexto de que eran partidarios del rey los que no se acomodaban á sus intenciones; assi, estos, conociendo su peligro, se vieron en la precision de passar á la Virginia, dexando su propia patria para assegurar las vidas en la agena. 819 La retirada que hicieron todos estos ingleses á la Virginia acrecentó mucho aquellas primera poblaciones y dió ocasion á que se estendiessen en ellas y formassen otras de nuevo porque fue la concurrencia tanto mayor quanto lo era la proteccion que hallaban en Willzam Bercley, governador de aquella provincia, el qual, irritado de la fea accion que se havia executado contra su soberano, manifestó su lealtad negando la obediencia á los traydores actos de Cromuel y reconoció desde luego á Carlos II, hijo del desgraciado Carlos I, por su sucessor y rey legitimo. No obstante lo mucho que con el fomento de tanta gente se aumentaron aquellas poblaciones y lo que se procuraban adelantar con el auxilio de las compañias que se formaron en Inglaterra para poblarlas, no pudieron eximirse de algunas decadencias pues, no teniendo las necessarias providencias para defender lo que poblaban, se vieron precisados á abandonar la provincia de New York á las armas de los olandeses, que, ansiosos de establecerse en aquella costa, lograron desalojar de ella á los ingleses por dos veces, reduciendolos al recinto de la Virginia, hasta que las paces que celebraron las dos naciones en 19 de marzo de 1674 restituyeron á los ingleses lo tomado con todas las islas de su pertenencia. 820 A imitacion del desalojo que padecieron estos de la provincia de New York, experimentaron otros de algunos de los parages que ocupaban en aquellas costas, tanto por los españoles de la Florida como por los franceses de Canadá; y aunque se conservaron siempre en possession de algunas tierras, no con aquella seguridad y fixeza que despues lo consiguieron, tomando su establecimiento mayor formalidad; esta nació en gran parte de que, haviendo reconocido una provincia que mediaba entre la New York y Virginia, la hallaron tan fértil y de un temperamento tan apacible que les pareció mas ventajosa para poblar que todas las que hasta entonces se ocupaban, cuya noticia se divulgó en breve y se hizo publico en Inglaterra en ocasion que se perseguia en este reyno á aquella secta de quakera ó tembladores que poco tiempo antes se havia suscitado, la que, á proporcion que se procuraba extinguir con los castigos impuestos á sus sequaces, se aumentaba mas y havia yá en ella algunas personas de mas distinguida calidad que la de los que la dieron principio; entre ellos, era uno William Pen, sugeto que merecia tanta estimacion en Londres mas por sus parientes que por sí que consiguió del rey Carlos II le cediese aquella provincia para retirarse á ella con todos los de su secta, cuya gracia se le confirió con el fin de que por este motivo se extinguiese totalmente en Inglaterra y lograsse la politica con su suavidad lo que no havia podido acabar con el rigor. 821 En el año de 1681 se le hizo esta donacion á William Pen aunque otros son de sentir que en el de 1682; inmediatamente, se puso en viage para aquel país con los suyos y le empezó á poblar, dandole el nombre de Pen Sylvania, compuesto del suyo propio y con alusion en ossotra parte á la amena frondosidad del territorio porque Sylvain es el dios de la gentilidad Sylvano y, assi, significa lugar de bosques, florestas ó de muchas arboledas, como lo es todo aquel país. Para atraer á él mayor numero de gentes y que su permanencia pudiesse assegurar la poblacion, estableció entre las leyes para el govierno la de libertad de religion para todos los que quisiessen ir á vivir allí; con lo qual y las grandes franquicias que concedió á aquellos moradores, empezaron á acudir de todas partes, y con particularidad algunos de los franceses refugiados en Inglaterra, de suerte que en corto tiempo logró que se acrecentasse tanto el numero de familias que, no bastandoles el primer territorio, fueron estendiendose y poblando las inmediatas provincias en todas las colonias de aquellas costas, en donde se contienen yá á el presente, además de la ciudad de Boston, cuya capacidad y la suntuosa fabrica de sus edificios puede competir, segun noticias de los que han estado en ella, con las mas florecientes de la Europa, otras muchas que le parecen en lo grande y en la hermosura de las casas. Ni solo son las costas las que con esta opulencia se ven pobladas y tan llenas de lugares, sino tambien lo interior del país hasta ciento y mas leguas apartado de las playas, que, frequentado de muy capaces poblaciones y de muchas habitaciones particulares que los vecinos forman en las campañas, se admira cultivado todo y adelantarse cada vez mas y mas; assi desfruta esta nacion la lozana fertilidad de aquel territorio porque su genio laborioso y aplicado no desperdicia nada ni descuida en los afanes de la agricultura con la vana confianza de la amenidad y lozanía del país. 822 La concurrencia de tantas y tan distintas naciones que juntas tienen poblada la Nueva Inglaterra y demás provincias hace yá tan quantioso el numero de sus habitantes que se forma un reyno de aquellas colonias, pues, aunque no sea muy grande su extension por la costa respeto de otros de la America, se recompensa con lo que se interna en el país y la mucha gente que en sí comprehende. Todos aquellos pobladores, aunque tan varios en el origen de sus patrias, están sujetas y obedientes á unas mismas leyes profanas en quanto al govierno politico, pero muy diferentemente en lo espiritual porque, en consequencia del primer establecimiento que hicieron los ingleses, no se echa menos allí alguna de las sectas ó creencias permitidas en la vieja Inglaterra ni faltan las que tienen uso en los demás paises protestantes, excluyendo totalmente la catholica romana, que no han querido admitir ni dissimular. 823 En este país fértil con extremo y tan abundante en maderas para construccion de embarcaciones que es un numero muy crecido el que se fabrica annualmente en los puertos de su costa, si bien la calidad de la madera, segun el sentir comun, no es la mas adequada porque solo duran los vasos fabricados de ella de 8 á 10 años quando mas, y por esta razon solo se sirven de su abundancia para valandras, vergantines y otras del mismo pequeño porte. 824 Unas provincias tan crecidas y opulentas yá como las de Boston y demás que se le siguen están sujetas al principe con solo la suavidad de las leyes; la dulzura de ellas les hace amables el govierno, y aquel á cuyo cargo está este ministerio es reputado de los demás como uno de sus honrados compatriotas que cuida del bien publico y del sossiego y tranquilidad de todos; entre ellos le mantienen y contribuyen con lo necessario para la subsistencia de los jueces, por quienes se les administra la justicia, sin otra pension, gabela ni tributo. Por mantener estas essenciones, no consienten que su país se fortifique ó que entre en él tropa alguna de guarnicion con que, pretextandose su defensa, se les coarte la libertad; assi, vienen á ser aquellas provincias una especie de republica que, siguiendo en parte las leyes politicas de Inglaterra, como su dependiente, tiene reformadas ó no admitidas aquellas que se pueden oponer á sus franquezas y á la essencion de contribuciones, siendo las mismas poblaciones sus fortalezas y sus vecindarios la tropa que las guarnecen. Su concordia, union y buena correspondencia es tanta que, viviendo todos hermanablemente, ni hay grande para menospreciar al pequeño ni rico que se distinga del que no lo es en la vanidad ó en la soberanía ni, finalmente, entre la variedad de cinco ó seis sectas distintas que professan se ven aquellas discordias que parece deberian fomentarse con este motivo, y lo que se hace mas digno de admirar es que, haviendo assimismo varias castas de habitadores, unos europeos, otros criollos, mestizos y naturales ó indios, y mucha rusticidad de estos ultimos, no se altera ni perturba el sossegado y pacifico govierno que los otros han establecido, antes bien, á su imitacion, todos siguen una misma conducta; en mucha parte contribuye á una tan sociable conformidad á su acrecentamiento porque, á el passo que no tienen motivo por el qual se disminuyan las familias ni assunto que los indisponga entre sí, el mismo descanso en que viven los conduce á el estado matrimonial luego que tienen edad, como el unico á que se pueden dedicar. Con tanta mayor proporcion les es facil el adquirir medios suficientes con que mantenerse quanto el país, por la extension y grande fecundidad, dá á cada uno las tierras que necessita, y de este modo van grangeando nuevo territorio. 825 El marqués de la Maison Forte, que, con el motivo de haver sido conducido á Boston despues que fue apresado, hizo una puntual relacion de aquella colonia, y es la que en gran parte sigo en estas noticias por havermela comunicado despues en Fareham, estando ambos prisioneros, formó juicio que en el espacio de un siglo será Boston un reyno tan estendido y poblado que excederá en gentío al de Inglaterra y capaz de dar la ley en los paises que la hicieren vecindad, cuyo computo saca y no parece mal fundado del progreso grande que ha hecho en el poco tiempo desde su formal establecimiento hasta ahora. ¿Quien duda, pues, que, si tan en los principios ha havido animo en aquellas gentes para emprender la conquista de una plaza tan fuerte como la de Luis Bourg y acierto para conseguirla, que no lo tendrán quando está mucho mas acrecentado su numero para allanar por la fuerza aquellos embarazos que se opongan á su mayor extension y quando la misma necessidad les obligará á solicitarlo por no caber yá en los espacios de aquellos paises en que al presente, por despoblados, no encuentran oposicion? 826 No es de omitir que, siendo estas colonias tan grandes, abastecidas y bien pobladas, como yá queda reconocido, no son las monedas que corren en ellas las de metales, y la que se acostumbra es de papel en figura de la moneda ordinaria y se reduce á dos ojitos redondas, pegadas una contra otra y sellada por las dos caras con las armas correspondientes; en esta forma, tienen monedas de todos valores desde el mas ínfimo hasta el superior, y con ellas se compra y vende sin que llegue el caso de valerse en su lugar de moneda de metal, aun de los mas ricos, como plata ú oro; pero como no dexan aquellas de ensuciarse ó romperse con el uso, hay una casa en donde se hacen, que viene á ser como la de fundicion de moneda, y otra en cada pueblo para su distribucion; á estas casas se llevan las que ya están en mal estado y se cambian por otras del mismo valor, en que es de admirar la buena fé y legalidad de los jueces á cuyo cargo está la administracion de esta moneda para no hacer fraude en ella, aumentando el numero en favor de la propia utilidad. 827 Las casas particulares de distribucion de esta moneda reciben la nueva de la principal y satisfacen á los jueces de esta con la vieja que han entregado los particulares; la legalidad de estos jueces es tanta que, aun la sospecha de poder admitir fraude, se hace injuriosa contra la buena opinion en que está reputada aquella gente. Esto, que parece tan estraño y como increible el que no se hagan poderosos los que tienen arbitrio para dar á el papel todo el valor que quieran con el auxilio de los sellos encomendados á su confianza, no lo será si se repara que el establecimiento formal de aquellas colonias se debió en gran parte á los quakers y que las leyes que ellos y los primeros pobladores entablaron son las que la mantienen en el floreciente y pacifico estado que al presente conservan. Los quakers son una especie de sectarios que, como es bien notorio, entre varios, risibles y extravagantes ritos que observan, se hacen dignos de atencion por la exacta puntualidad con que guardan las leyes naturales y con que no se les vé discrepar de su tal vez supersticiosa observancia, y por esto no fueron bastantes todos los tormentos que se imaginaron en Inglaterra para hacerlos declarar con juramento en un caso forzoso en que las leyes del govierno lo requerían, naciendo de su constante determinacion que se declarasse por el Parlamento que el dicho simple de un quaker tenga fuerza de juramento solemne, como el que hacen los que no son de aquella secta; al passo, pues que hicieron tan rigorosa profession de no mentir y que formaron como objeto de su creencia la precision de guardar inviolablemente este articulo de ella, la hicieron tambien de ser legales y sencillos en todo con tanta formalidad que hoy se experimenta que los tratos, convenios y ajustes que se celebran con los quakers, sin que pendan mas que de su palabra, tienen tanta solidez y son menos expuestos á padecer intercadencia ó falta que los que con mas obligaciones, fianzas y escrituras se pueden executar entre otros. Assi, concurriendo estos á el establecimiento, manejo, distribucion y fabrica de la moneda en la colonia de Pen Sylvania y otras adonde passaron, ni havia en los pobladores desconfianza contra los que tenian este ministerio ni se podia esperar de ellos, á menos que degeneraran de su creencia, el que cometiessen fraude. Este régimen ha quedado permanente; y haviendose acrecentado los de esta secta en aquellas colonias, guardando con la misma puntualidad y rigor que siempre sus ceremonias y ritos, han conservado las mismas que heredaron de sus predecessores, y la legalidad se ha comunicado sin duda á los de otras religiones, por cuya razon se hace escandaloso para con aquellas gentes el dudar de ella no menos que el ver la poca que se suele observar entre las otras. 828 Los comerciantes venden todos sus efectos á trueque de esta moneda y, con ella, compran los del país, que, remitidos por el conducto del comercio á otras partes y, ultimamente, reducidas las ganancias á plata ú oro, lo ponen en la banca de Londres; y como en el propio país no necessitan de oro ni plata amonedada, compran con las ganancias annuales de sus reditos las mercancias que necessitan, las que hacen llevar á Boston por su quenta, con lo que entretienen el comercio de una parte á otra, de modo que los caudales de el dinero en metales preciosos siempre existen en Inglaterra sin salir de allí, y los habitadores ricos de Boston manejan dos á un mismo tiempo, el que tienen en efectos y moneda de papel y otro, el que les reditúa en la banca, donde el principal permanece siempre sin descaecimiento. 829 Haviendo dado alguna idea de lo que son aquellas colonias, concluiremos el assunto de la toma de Luis Bourg diciendo no haver sido sola la Deliberanza la que, engañada del errado juicio de permanecer por la Corona de Francia, hizo mas considerable su pérdida porque la misma suerte experimentaron dos fragatas de 30 cañones cada una, la Charmante y el Heron, pertenecientes á la compañia de la India Oriental cargadas de ropas y generos de aquellas partes, que, teniendo orden de no arribar á otro puerto que al de Luis Bourg porque de allí havian de venir á Francia con una escolta de navios de guerra destinada para ello y ignorando igualmente la toma de él por los ingleses, no pudieron evitar un semejante infortunio.