Capítulo 88 Trata en este capítulo trata como çelebró su gran fiesta del tal emperador de los mexicanos, y de todos los pueblos sujetos binieron a çelebrarle su fiesta los rreyes y los señores comarcanos, <que> hizo solengne sacrifiçio, nombra<ient>o, labatorio de rrey y labamiento de su rreal boca, motlatocapac Hizo llamar Çihuacoatl Tlilpotonqui a todos los prençipales mexicanos y benidos al palaçio, les habla y dize: "Ya, señores prençipales, os es notorio como a hecho su obligaçión el rrey Monteçuma <en> la guerra <que> hizo y los cautiuos que de allá truxo. No se a çelebrado su fiesta del nombramiento del rrey ni es público ni notorio a los pueblos lexanos de esta corte, estarán ygnorantes de el tal rrey. Y para <que> selebren ellos y bengan a este rreconosçimiento es nesçesario que bayan mensajeros a hazerlo sauer y bengan a este rreconosçimiento y traigan asimismo sus tributos. Bayan luego nuestros mensajeros y espeçial a los dos rreyes de Aculhuacan y de tepanecas, Neçahualpilli y Totoquihuaztli, porque estarán con este deseo biexos, biexas, niños y toda suerte y calidad de gentes; <que> sepan que esta çiudad es cabeça y padre y madre de todos los demás pueblos, que está y asiste aquí la silla y trono del ymperio mexicano". Rrespondió todo el senado mexicano que así era la berdad, <que> luego se pusiesen por obra los mensajeros para todas partes, y los de las costas, por lo consiguiente. Y ansí, luego, oydo los prençipales rreyes de Aculhuacan y el de tepanecas el llamamiento del emperador Monteçuma, començaron luego de benir poco a poco todos los prençipales y señores con sus tri 122v tributos. Y estauan ya preuenidos todos los mayordomos de todos los pueblos, de cada un pueblo su mayordomo, tubiesen las comidas abentaxadas, mucho número de rrosas, perfumadores adonde se abían de aposentar los señores y prençipales de todos los pueblos. Dixo Monteçuma a Çihuacoatl Tlilpotonqui: "Mucho quisiera que <en>biáramos a conbidar para esta mi fiesta a n<uest>ros enemigos los tlaxcaltecas y tliliuhquitepecas y Huexoçingo y Cholula y los de Cuextlan y Metztitlan y los de yupiçingas y Mechuacan, dexada aparte la enemistad y guerras entre nosotros, que eso es por sí, no <en>trante ni tocante e ello, que las guerras <que> llamamos nosotros çibiles (xochiyaoyotl), que no se a de mentar en tales ocasiones, sino a sus tiempos, sino sólo conbidarles a n<uest>ra fiesta en n<uest>ra çiudad y bean de la manera que a n<uest>ros dioses serbimos y rreuerençíamos con n<uest>ros sacrifiçios y ser de la manera que es y está el gran ymperio mexicano". Oydo por los mexicanos, dixeron <que> heran contentos dello y <que> luego otro día se partirían. Y así, llamó Monteçuma a los mayordomos <que> truxesen mantas y pañetes, cotaras para los mensajeros, los quales, escoxidos los más balientes y animosos, y con ellos los mercaderes, tratantes, harrieros nombrados teucnenenque, oztomeca, a los quales dixo Monteçuma: "Si caso fuere y alguno de bosotros no boluiere y les susçediere <en>tre enemigos y allá murieren, yo tomo a mi cargo a u<uest>ras mugeres y hijos, los sustentaré de todo lo nesçesario al sustento humano y de bestirlos cada çinco meses como y rrey que soy". Y con esto, partieron a Huexoçingo; llegados en medio y de los términos de Chalco y Huexoçingo, en el monte, hazen acuerdo <en>tre ellos se esforçasen, <que> hazían cuenta que <en>trauan en el ynfierno con aquel rriezgo y cuenta, pues es tierra de capitales enemigos de los mexicanos, adonde tantos señores de cuenta y balor an muerto. Y así, cargados con cortezas de árboles de pino, que es a ymitaçion del carbón, los otros se cargaron trébol montesino (ocoxochitl), y llegados los mexicanos al palaçio del rrey Tecuanhehuatl (Cuero de tigre o leóm), y hablan a las guardas le dixesen estauan allí unos enemigos <que> heram basallos <en>biados que bienen con paz, "e dezilde <que> son mensajeros de tepetlapan <que> le traen unas rrosas". Buelto el portero, les dixo <en>trasen y <en>trados, le saludan muy cortésmente, pregúntanle el rrey que quién eran y de dónde, qué querían. Dixéronles como eran mexicanos y mensajeros. Díxoles el rrey: "Pues, ¿pudistes llegar aquí, que mis guardas no os hizieron pedaços a todos?" Dixeron los mexicanos: "Señor n<uest>ro, n<uest>ra enbaxada es que el rrey de Mexico nueuo y todos los demás prençipales os <en>bían muchas saludes y os rruegan que para <que> bean la manera que se haze la coronaçión, fiestas y alegrías y sacrifiçios a los dioses, se biniesen a holgar algunos días, dexado aparte las enemistades y guerras çebiles <en>tre nosotros, como es el xuchiyaoyotl, que eso es con esfuerço, balentía de los unos a los otros, saluo esta fiesta y conbite". Habló a esto el segundo rrey su hermano, llamado Cuauhtecoztli, dixo: "Mirá, sobrinos y amigos, que ya tengo <en>tendido eso de la rrazón <que> traéis y digo 123r que en el cumplimiento <que> soi contento de que bayan a beer esa çelebraçión y coronaçión n<uest>ros prençipales. Yo los <en>biaré allá y guárdenlos para el día o dos días antes, y esto será sin falta". Tomada liçençia, fueron a la çiudad de Cholula y de la manera <que> llegaron a Huexoçingo, a media noche llegaron a Cholula. Llegados al palaçio, hablan al portero, dízenle: "Pregonero", que ansí se llamaua, teucpoyotl, si duerme el rrey o no, que están aquí unos mensajeros <que> le quieren beer y hablar, que son naturales de Huexoçingo". Dixo el portero: "Dizen los señores prençipales que <en>tréis". Entrados, les hazen gran rreuerençia y umillaçión, dízenles los prençipales cholultecas: "¿De dónde sois? ¿Qué queréis?" Los mexicanos començaron a explicar la <en>baxada <que> lleuauauan, muy eloquente, muy pausada, dexantes las ocasiones de las guerras çibiles <en>tre ellos, sino sólo a ber y çelebrar la coronaçión del rrey Monteçuma y la solenidad de su fiesta, de que fueron contentos dello diziendo <que> sin faltar punto yrán a la coronaçión y fiesta, <que> los aguarden dos días antes. Rresultos con esto, tomada liçençia, fueron a la gran çiudad de Tlaxcallan. Llegados a media noche, explican la <en>baxada al rrey Xicotengatl. Oydo, dixo: "Sea norabuena. Sosegá aquí en este palaçio. No salgáis fuera, no os bean los maçehuales. Abremos acuerdo <en>tre todos los prençipales. Daros emos la rrespuesta mañana". Otro día, fueron llamados los mensajeros, dixéronles: "Bien podéis yros y de n<uest>ra parte nos encomendaréis mucho al rrey Monteçuma que se acuerda de nosotros, que allá yremos a la çelebraçión de su coronaçión y fiestas, y que nos bengan a rresçibir desde en mitad del monte", y con esto se despidieron. Y los otros tres mensajeros <que> fueron a Tliliuhquitepec y de la misma manera <en>traron a media noche y explicada su enbaxada y con acuerdo de ellos, otorgaron y conçedieron yrían para el día situado e <que> les aguarden para ello. Llegados los mensajeros a Mexico Tenuchtitlam, explican la <en>baxada <que> lleuaron a las partes y lugares, <que> bernán con bien. Otro día llegaron los <en>baxadores que abían ydo a la Guaxteca, en Cuextlan y Meztitlam y Michhuacan, con buenos despachos, de que fue el rrey Monteçuma y todo el senado muy contentos. Y los mayordomos mayores, gran cuenta con ynfinitas abes, codornizes, gallinas monteses, conexos, liebres, rrosas, perfumaderos, munchísima sunma de rropas muy rricas, galanas, pañetes, cotaras doradas, mucha plumería, braçeletes de oro, orexeras, beçoleras de oro y piedras muy rricas de toda suerte, de que estauan ya todos muy bien aperçibidos, sin faltar punto de todo lo nesçesario. A la postre llegaron los mensajeros <que> abían ydo a Yupiçingo: "e <que> les bamos a rresçibir a rresçibir a los caminos para el día <que> les çitamos la llegada a Mexico". Y en estos días era el rresçibir los mayordomos los tributos de los pueblos: "sus <en>comenderos tenían las casas rreales, catorze rreales salas, linpias, <en>caladas, pintadas de mucho género de pinturas, petates muy galanos. asentaderos para los señores prençipales conbidados, candeleros altos para <que> luego desde la medianoche estubiese toda la gente a punto, el gran patio <en> medio un buhiyo (xacal), adonde a de estar el teponaztli y atambor grande (tlalpanhuehuetl) con <que> se haze la consonançia de la música; estaua ençima del xacal la diuisa 123v de las armas mexicanas, con una peñuela pequeña de papel pintada, naturalmente peña, un tunal grande ençima y sobre el tunal una águila rreal teniendo con el un pie una gran bíuora despedaçada, y la águila tenía su corona de papel doblada, muy bien dorada, y pedrería muy rrica en torno della a la uzança mexicana, <que> llaman teocuitla amayxcuatzolli. Y <en> los lados del xacal, en la squina de cada una, una grande abe, sus pelos y plumas dél era<n> de las mismas abes llamadas tlauhquechol y tzinitzcan, que rrelunbraua la plumería que daua mucho contento. Y a las <en>tradas de las salas para los conbidados, muy <en>toldado, enrramado y de mucho género de flores, rrosas, que daua gran contentamiento de beer la gran puliçía y limpieza, que una paxa caída en el patio no abía. Abían puestos muchos asentaderos grandes, galanos, <que> llaman tepotzoycpalli, y por estrados a los pies cueros de tigueres muy galanos. Y lo mexor estaua situado para los tlaxcaltecas y Huexoçingo, Chulula, y en otra sala otros, como eran Mechuacam, Cuextlan, tliliuhquitepecas, Meztitlan, cada uno por su orden. Allá como después de medianoche o a las quatro del alua fueron como diez prençipales mexicanos muy bien adornados a llamar a los señores de Tlaxcalam, Huexoçingo, Cholula y, lleuando lumbreras muy grandes, trujeron a las casas rreales, derechos a sus salas a ellos dedicadas, en el patio haziendo el areito y mitote con mucha bozería.
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Capítulo 89 En este capítulo trata como se hizo el gran sacrifiçio çelebrado al Huitzilopochtli a onor y onrra de la coronaçión del emperador Monteçuma y senado mexicano, y como fueron despedidos los señores estranjeros muy contentos de aber bisto lo que nunca bieron de la gran crueldad Aquella mañana benida, <en>bió luego Monteçuma a dar de bestir al rrey de Aculhuacan primero que a otros. Diósele una trançadera de cauello con plumería muy rrica y beçolera de oro y orexera y una ancha banda (teocuitla matemecatl), muy bien dorada, y un collar de pies dorado y con canpanillas de oro como rrapazexos, y una manta azul de rred con mucha pedrería rrica <en> los ñudos de la manta, y unos pañetes azules y como toalla, que las borlas traían canpanillas de oro de lo mesmo de la manta. Lo propio al rrey de tepanecas, como a herma<no>s en armas y audiençia, y después de ellos a sus prençipales. De cada uno de estos señores salieron luego al baile al patio con mucha y suprema plumería y braçaletes de oro. Començaron luego a dançar lleuando la delantera los dos rreyes. Llamó Monteçuma al mayordomo mayor (Petlacalcatl), dixo <que> trujese lo que se tenía en guarda para dar y rrepartir <en>tre los prençipales forasteros, todo muy rrico y bistoso y costoso. E por sí llamó a los prençipales mexicanos y de mano de Çihuacoatl les dio otro tanto como a los rreyes, de todo género, que nengún prençipal quedó, <que> todos fueron rricamente bestidos y adornados de oro, rropas, plumería. Dízeles: "Señores, bestíos de estas rropas, que, <en> fin, tenemos la muerte a los ojos, que n<uest>ros enemigos tenemos delante, que oy que mañana. 124r Aprobechaos dello y tened <en> la memoria lo que os digo. Agora descansen u<uest>ros cuerpos, derrámense bestras lágrimas, sospiros, cantá y bailá, pues está al ojo todo". Y ansí como estauan bestidos todos los del baile, los más prençipales, dexando otros tocando y bailando, fueron a rresçibir y a traer a los prençipales tlaxcaltecas, Huexoçingo, Cholula, Tliliuhquitepec. Rrepartiéronse otros tantos mexicanos a traer a los prençipales, a los de Cuextlam y Meztitlan. Otros prençipales truxeron a los de Mechuacan y yupicas, los quales binieron detrás de las casas rreales por otra calle y <en>trados en palaçio, por lo consiguiente, binieron los de la Guaxteca y Meztitlam. E les dixo que en donde estubiesen estos señores prençipales no ubiese lunbre más de sólo brazeros grandes con mucho carbón, <que> no fuesen bistos por la gente baxa de los mexicanos, so graues penas de la bida y destruçión de sus casas y haziendas, sino todo muy secreto. Y así, benidos todos <en> sus salas y estançias, muy bien adornados con sillas y estrados de cueros de tiguere, que es el señorío supremo de los señores, estando asentados, llamaron los prençipales de Tlaxcala y Huexoçingo y Cholula a los mexicanos prençipales y con muchas cariçias le dixeron que les rrogaua y suplicaua al rrey Monteçuma <que> les diese liçençia para <en>trar y besarle los rreales pies y manos y beerle y conosçerle. <En>tendido, Monteçuma dixo que mucho de norabuena, <que> biniesen. <En>trados, le saludan con mucha rreberençia y umildad y házenle una oraçión muy eloquente de parte del rrey Maxixcatzin, de Tlaxcala señor, que beían la grandeza y magnifiçençia suya exçeder a todos los del mundo, porque debaxo de odio y cruel guerra çebil muy cotidiana les hazía aquella onrra y m<erçe>d de rregalarle a sus basallos <en> su nonbre. Y así, <en> señal de buena boluntad, le <en>biaua un arco para su contento y unas plumerías bastardas y estas mantas de nequén y pañetes y cotaras, <en> señal que es gente serrana, chichimeca yntitulado. Rrespondió Monteçuma con gra<n> señorío, que en el propio grado estaua de la mesma umildad y rreuerençia, "y desde le saludo a mi buen sobrino el rrey Maxixcatzin, con acreçentamiento de muchos bienes". Y con esto, les hizo asentar <en> sus lugares y estançias. Y luego <en>traron los de Cuextlan, de la Guasteca y Meztitlan y le saludan con muchos <en>caresçimientos de parte de sus prençipales y señores y le presentaron de lo que en los d<ic>hos sus pueblos se haze y labran de rropa, que es unas rropas manera de unos capisayos labrados y cañutillos pequeños de oro baxo, <que> llaman acatlapitzalli, y unas cuentas gruesas de finas piedras como manípulas <que> llaman matlapilolli, y unos como collares de gargantes de pie, anchos, <que> llamam ycxipapa atl, que después de abrochada la garganta del pie lleua como una ala pequeña de abe, que por otro nombre le llaman tzicoyulli, <que> ba rresonando como caxcabeles de oro muy pequeñitos, y unos como medio guante <que> llaman çoatezcatl, con mucha plumería muy menudita que rrelumbra mucho. Ofresçido, danle las graçias y saludes de parte de todos los prençipales de la Guaxteca. Rrindióles las graçias a sus prençipales y a ellos 124v e hízoles asentar <en> sus lugares y estançias, adonde fueron serbidos de todo lo nesçesario muy cumplidamente. Acabados estos, <en>tran los de Mechuacam, los quales a su modo y usança hiziéronle a Monteçuma gran rreçibiento. Con muchas rreuerençias, umillaçión dieron su <en>baxada y oraçión breue a la usança y presentaron lo que de parte del rrey CalCacçolzin y prençipales <en>biaron, <que> heran como a manera de hueipiles o como manteos de clérigo por el pescueço abrochachado y hasta la espinilla, braços rremangados, "y estas n<uest>ras mantas cortas <que> llamamos tzanaton, muy bien labrados lo uno y lo otro, y unos arcos con sus carcajes de flechas dorado, con cada çien baras tiraderas en cada carcax, y luego el rrenombre del pueblo Mechuacan traemos estos géneros de pescado <en> barbacoa adobado". Rrespondió Monteçuma dándole muchas saludes al rrey Cacçoltzin y a todos sus prençipales y señores de Mechuacan y con esto les hizo asentar <en> sus lugares y estançias de su palaçio aposentado, y fueron serbidos conforme a tal rrey era, tan temido, más que otro nengún rrey pasado. <En>traron luego los de Yupiçingo. Hecha su gran rreuerençiada y la <en>baxada que sus prençipales y señores <en>biaron, sus prençipales, y dieron las cosas que de allá traían, <que> heran unas piedras muy rricas de diferentes colores y unos cañutillos de pluma llenos de oro en poluo y unos cueros de tigueres adouados y de leones y lobos. Y Monteçuma les dio y rrindió las graçias y con esto se fueron a su sala, adonde se les dio la comida, tan cunplida como a tal rrey pertenesçía darla. Y luego les dieron a todos las mexores y más altas de balor mantas rricas <que> llaman xahualcuauhyo, con labores azules y otras labradas de colores <que> llaman yxnextlacuilolo, y mantas de color de cuero de tiguere con las más labores <que> llaman oçelotilmatli, y otras de labor de culebras (ytzcoayo), y pañetes de muchas y diuersas maneras de labores y nombres de ellas, <que> les nombran yopimaxtlatl y tzohuatzalli maxtle y cuayahualiuhqui. E luego, por mandado de Monteçuma, les dieron rrodelas muy rricas y espadartes y diuisas con mucha plumería rrica, y dieron luego a los tlaxcaltecas diuisas muy rricas y diuisas y señal de armas ençima de la plumería, cabeças de cuaxolotl, que es como cabeça de perro de oro, sin orexas. Y a los de Huexoçingo de otro género de armas y diuisas diferentes <que> llaman tozcocolli, como rrío corriente, el rrío de oro o dorado. Y a los de la Guasteca de otro diferente género, con la diuisa de una muerte figurada <que> llaman tozmihuiztli. Y a los de Mechuacan dieron las diuisas y armas de mariposas de oro, con alas azules las mariposas. Y a los yupicas les dieron de otro género de armas de mariposas sobre las diuisas de color de nauaja negra y leonada y espadartes de lo mesmo. Dado a todos, les dize Çihuacoatl Tlilpotonqui a todos <en> comúm una larga oraçión en olor del bien y m<erçe>d rresçibida de benirles a beer de tan lexos tierras y de darles, <en> llegando a sus casas y tierras, sus <en>comiendas a todos sus prençipales 125r y señores de parte del rrey Monteçuma y de todo el senado mexicano, y que en el ynter se holgasen, cantasen y bailasen en el gran patio de Huitzilopochtli. Y así, saliendo todos del palaçio, ban al patio bien adornados y <en>tram todos a la dança. Y luego apagaron las lumbreras que estauan en el patio para ubiese lugar para todos, <que> heran más de dos mill <en> la dança. Y antes de <en>trar <en> la dança los estrangeros les dieron a comer hongos montesinos, <que> se <en>briagan con ellos, y con esto <en>traron a la dança. <En>trando otra bes <en> sus salas a descansar, tornaron luego las lumbreras grandes del patio y todas las bezes que començaban el canto baxauan los forasteros a cantar y dançar. Y esto era por muchos días, que nadie los bía, por ser sus danças de noche y para que no los conosçiesen les ponían cabelleras largas. Acabados los quatro días de la boda, se despiden todos ellos para sus tierras. Hablan a Monteçuma con mucha mesura y criança. Les habló en su rrespuesta el Çihuacoatl dándoles a sus señores y prençipales las saludes de Tlacateeccatl Monteçuma. Y así, el Monteçuma les dio lo que llaman teocuitlayxcuaamatl ytzolli, llamado corona o media mitra de los señores, y amoxqueadores para sus señores. Y con esto, fueron todos despedidos y se fueron cada uno a sus tierras contentos, y fueron con ellos muchos mexicanos prençipales hasta mitad de los montes.
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Capítulo 9 Del llanto que hizo Motecuçoma y todos los mexicanos desque supieron que los españoles eran tan esforçados Oídas las cosas arriba dichas por Motecuçoma, concibió en sí un sentimiento que venían grandes males sobre él y sobre su reino, y començó a temer grandemente, no solamente él, pero todos aquellos que supieron estas nuevas ya dichas. Todos lloravan y se angustiavan y andavan tristes y cabizbaxos; hazían corrillos y hablavan con espanto de las nuevas que havían venido. Las madres, llorando, tomavan en braços a sus hijos, y traéndoles la mano sobre la cabeça, dezían: "¡Oh, hijo mío, en mal tiempo has nacido! ¡Qué grandes cosas has de ver! ¡En grandes trabaxos te has de hallar!" Fue dicho a Motecuçoma cómo los españoles traían una india mexicana que se llamava Marina, vezina del pueblo de Tetícpac, que es a la orilla de la mar del norte, y que traían ésta por intérprete, que dezía en la lengua mexicana todo lo que el capitán don Hernado Cortés la mandava. Luego Motecuçoma començó a embiar mensajeros y principales a donde estavan los españoles para que mirasen lo que se hazía y procurasen lo que era menester al servicio de los españoles. Cada día ivan unos y bolvían otros; no paravan mensajeros que ivan y venían. Y los españoles no cesavan de preguntar por Motecuçoma, queriendo saber qué persona era, si era viejo o si era moço o si era de media edad o si tenía canas. Respondían los indios mexicanos a los españoles: "Hombre es de media edad; no es viejo ni es gordo; es delgado y enxuto." Cuando oía Motecuçoma la relación de los mensajeros, cómo los españoles preguntavan mucho por él y que deseavan mucho de verle, angustiávase en gran manera. Pensó de huir o de esconderse para que no le viesen los españoles ni le hallasen. Pensava de esconderse en alguna cueva, o de salirse de este mundo y irse al infierno o al paraíso terrenal o cualquiera otra parte secreta. Y esto tratava con sus amigos, aquellos de quien se confiava, y ellos le dezían: "Hay quien sepa el camino para ir al infierno y también al paraíso terrenal, y a la casa del sol, y a la cueva que se llama Cincalco, que está cabe Atlacuioayan, detrás de Chapultépec, donde hay fama que hay grandes secretos. En unos de estos lugares se podrá vuestra magestad remediar. Escoxa vuestra magestad el lugar que quisiere, que allá le llevaremos, y allí se consolará sin recebir ningún daño." Motecuçoma se inclinó a irse a la cueva de Cincalco, y así se publicó por toda la tierra, pero no huvo efecto este negocio. Ninguna cosa de lo que dixeron los nigrománticos se pudo verificar, y ansí Motecuçoma procuró de esforçarse y de esperar a todo lo que veniese, y de ponerse a todo peligro.
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Capítulo 9 De los adereços que los señores usan en sus areitos Uno de los adereços y el primero que usavan los señores en los areitos se llamava quetzallalpiloni, y eran dos borlas hechas de plumas ricas guarnecidas con oro, muy curiosas. Y traíanlas atadas a los cabellos de la coronilla de la cabeça, que colgavan hasta el pescueço por la parte de las sienes; y traían un plumaje rico a cuestas, que se llamava tlauhquecholtzontli, muy curioso. Llevavan también en los braços unas ajorcas de oro; todavía las usan. Y unas orejeras de oro; ya no las usan. Traían también atada a las muñecas una correa gruessa negra, sobada con bálsamo, y en ella una cuenta gruessa de chalchíhuitl o otra piedra preciosa. También traían un barbote de chalchíhuitl engastonado en oro, metido en la barba; ya tampoco usan éste. También traían estos barbotes hechos de cristal, largos, y dentro de ellos unas plumas açules metidas que les hazen parecer saphiro. Otras muchas maneras de piedras preciosas traían por barbotes. Traían el beço agujerado, y por allí las traían colgadas, como que salían de dentro de la carne. Traían también unas medias lunas de oro colgadas de los beçotes. Traían también agujeradas las narizes los grande señores, y en los agujeros metidas unas turquesas muy finas o otras piedras preciosas, una de la una parte de la nariz y otra de la otra parte. Traían también unos sartales de piedras preciosas al cuello. Traían una medalla colgada de un collar de oro, y en el medio de ella una piedra preciosa llana, y por la circunferencia colgavan unos pinjantes de perlas. Usavan también unos braçaletes de musaico, hechos de turquesas, con unas plumas ricas que salían de ellos, que eran más altas que la cabeça, y bordados con plumas ricas y con oro, y con unas vandas de oro que subían con las plumas. Usavan también traer en las piernas, de la rodilla abaxo, grebas de oro muy delgado. Usavan también traer en la mano derecha una vanderilla de oro, y en lo alto un remate de plumas ricas. Usavan también traer por guirnaldas un ave de plumas ricas hecha, que traía la cabeça y el pico hazia la frente y la cola hazia el cogote, con unas plumas muy ricas y largas, y las alas de esta ave venían hazia las sienes, como cuernos, hechas de plumas ricas. También usavan traer unos moxcaderos en la mano, que llamavan quetzalecaceoaliztli, y con unas vandas de oro que subían con las plumas. Usavan también traer en la mano izquierda unos braceletes de turquesas muy buenas, sin plumaje ninguno. Traían un collar de oro, hecho de cuentas de oro, y entrepuestos unos caracolitos mariscos, entre cada dos cuentas uno. También usavan traer collares de oro, hechos a manera de eslabones de bívoras. También usavan los señores en el areito traer flores en la mano, juntamente con una caña de humo que ivan chupando. Tenían también un espejo en que se mirava cuando se componían, y después de compuesto mirávase bien al espejo, y luego le dava a un paje que le guardasse. Traían también unas cotaras, los calcaños de las cuales eran de cuero de tigre, y las suelas de cuero de ciervo hecho muchos doblezes y cosido, con pinturas. Usavan de atambor y de tamboril; el atambor era alto, como hasta la cinta, de la manera de los de España en la cubertura; era el tamboril de madero hueco, tan grueso como un cuerpo de un hombre, y tan largo como tres palmos, unos poco más y otros poco menos, muy pintados. Este atambor y tamboril agora lo usan de, la misma manera. Usavan también unas sonajas de oro, y las mesmas agora usan de palo. Y usavan de unas conchas de tortuga hechas de oro, en que ivan tañendo; y agora las usan naturales de la mesma tortuga. También usavan de carátulas o máscaras labradas de musaico, y de cabelleras, como las usan agora, y unos penachos de oro que salían de las carátulas.
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Capítulo 90 Trata en este capítulo como binieron nuebas que los mercaderes tratantes de Mexico Tenuchtitlan, mercaderes harrieros, murieron y mataron los de Xaltepec y Cuatzonteccan, y como el rrey Monteçuma hizo llamamiento de los rreyes para yr sobre ellos y con gran poder Como es ya dicho en esta çelebraçión de este coronamiento de Monteçuma emperador de los mexicanos, xamás <en> los rreyes <que> fueron sus antesesores Acamapich y Huitzilihuitl ni Ytzcoatl y el biexo Monteçuma ni Axayaca y Tiçoçic ni Ahuitzotl no hizieron llamamientos a sus enemigos en sus coronaçiones, saluo el emperador Monteçuma. Y ya que fueron algunos de ellos benidos, no fue çelebrada su fiesta como éste, tan grande y tan cumplido, saluo <que> los cautiuos dexó para las çelebraçiones de los dioses cada un año, <que> hera dezir hueytecuilhuitl, comienço nuebo y grande de año en nonbre de tal dios, y el de panquetzaliztli, que <en> los tiempos se çelebró la fiesta de cada dios con tanto derramamiento de sangre humana, y como <en> tal rregozixo y contento no era justo estar hediendo el templo de Huitzilopochtli de la sangre de ellos, y dizen es y era mejor estilo y orden ésta. Pasados algunos días, llegaron nuebas de unos mercaderes tratantes de Azcapuçalco y Guatitlam y Chalco, como eran muertos muchos mercaderes y tratantes <que> llaman teucnenenque, oztomeca, por les rrobar los mataron los naturales de Xaltepec y Cuatzonteccan, y estauan çerradas sus puertas, que no <en>trauan ya nengunas gentes de nenguna naçión. Oyda la enbaxada el rrey Monteçuma, al rrey de Aculhuacan, Neçahualpilli, y el señor de los tepanecas, llamado Tlaltecatzin, por el rrey Totoquihuaztli, <que> hera ya fallesçido. Y como oyeron el mandato de Monteçuma, se pu 125v se pusieron luego <en> camino. Oyda la mala nueba de ser muertos y rrobados sus mercaderes y tratantes, hazen luego <en> sus pueblos llamamientos y mandan <que> luego con toda presteza apresten armas y matalotaxe, que luego den cargo de esto a los biexos capitanes cuauhhuehuetques, que en cada barrio de los de Mexico hagan abundante maça molida y tostada al sol para <que> sirba de pinol <que> llaman texhuatzolli, y frisol molido y pinole seco molido, bizcocho (tlaxcaltotopochtli), sobre todo buenas, rrezias rrodelas y espadartes de agudos nabajas y pedernales fuertes y chahuipiles y cotaras buenas, que es largo el biaxe. Y cada día <en>sayaban en las escuelas, <en> telpochcalco, a los mançebos a todo género de armas, y que el biaxe y camino es largo, en Xaltepec y Cuatzomtlam. Y llamó luego Monteçuma a Cuauhnochtli, díxole que <en>biase a Tlatelulco para <que> luego hiziesen matalotaxe para esta xornada, y así, luego fueron y llamaron a los prençipales de Tlatelulco para <que> truxesen dentro de terçero día cantidad de cacao, pinole y cuechpinole (masa molida blanca tostada al sol), frisol molido, bizcocho, cotaras y cueros de benados para dormir, y traigan armas y deuisas, rrodelas, <que> luego las traigan para las rrepartir <en>tre soldados, espadartes de muy fina nabaxa. Oyda la <en>baxada, los tlatelulcanos mercaderes y prençipales truxeron luego todas las armas, diuisas, plumería, trançaderas con mucha plumería, rrodelas, espadartes, ychcahuipiles, beçoleras, orexeras de oro, <en> tanto <que> se haze el matalotaxe, de que fue muy contento de berlo Monteçuma el cumplimiento de los tlatelulcanos y les rrindió las graçias muy cumplidamente, no mirando <que> hera señor, sino <en>tender <que> todos eran unos de una sola casa y naçión y benidos todos juntos de la cueua y casa de Aztlam Chicomoztoc, <que> se dizen e yntitulam mexitin. Llamó a Petlacalcatl <que> les diese de los rreales tributos, a sendas cargas de muy buenas mantas y de comer y beuer, y fueron los tlatelulcanos muy contentos del emperador Monteçuma, y así, de beer el amor <que> les tenía Monteçuma a los tlatelulcas, llorauan de plazer y se acordauan de la sinrrazón <que> usaron su rreyy, Moquihuix y su suegro, que por ellos estauam y tributauan a sus propios hermanos y amigos, y padre con hijo. Y así, con esto despedidos, se fueron y dos días antes <que> se partiese Monteçuma le encargó el gouierno y como tal su tiniente a Çihuacoatl, que no se fuese a su casa sino que asistiese en el palaçio a dar orden a todo lo nesçesario de la rrepública y justiçia a los que la pidiesen. Con esto y dexarle en su compañía a dos prençipales biexos de la rrepública, <que> son Mixcoatlailotlac y Ezhuahuacatl. Y dexóles encargado que mirasen por lo que fuese menester en su propia casa y palaçio y a las abadesas o monjas <que> les diese todo lo nesçesario y que <en> todo ubiese mucha cuenta y rrazón, en espeçial la rrepública mexicana y saçerdotes, belas y guardas de los montes. Y así, luego que partió Monteçuma, el Çihuacoatl hizo mudar los criados biexos y criar otros nueuos, diligentes, cuidadosos. 126r Llegado a los términos y montes y lugares de los de Xaltepec y cuatzontecas, llamó a los mexicanos Monteçuma, díxoles: "Quisiera, si os paresçiere a bosotros, que nos, los mexicanos, bamos por un camino frontero de n<uest>ros enemigos y los de Aculhuacan por otro camino y los de Tacuba por otro, a los lados, para no cansar y detenernos mucho, sino acabando pasar adelante. Lo uno para n<uest>ra seguridad y espaldas, lo otro que les ataxemos si quisiere huir". Rrespondieron que pues lo bía por muy buen acuerdo y conçexo <que> se hiziese así, que a ellos les paresçía muy bien, y así publicado el acuerdo a los dos rreyes, los quales, confederados en ello, conosçieron ser muy açertado, y así se puso por obra. Aquel día començaron a hazer conçillos y acuerdos cada un rrey con su gente, animándolos con balerosos ánimos, proponiéndoles de su parte la bitoria, haziendo su poder y de manera que no dé alarido ni boz rrezia, "antes los mançebos bisoños deteneros hasta beer cómo se acometen un soldado baliente con otro enemigo, y de la defensa y destreza con que acomete y hiere el uno al otro, de esa mesma manera abéis de acometer con baleroso ánimo, que acobardéis a buestro enemigo, que con gran temor le bençáis, y ya xamás hazé cuenta de no boluer a ojos de u<uest>ro padre o madre o hermanos o hermanas o parientes, sino pospuesto de biuir o morir en esta demanda, pues sois de naçión mexicana y el alto nombre de este apellido atemoriza y espanta y acobarda". Puestos en orden, <en>tretexidos los balientes con los bisoños nuebos, que estos tales hazía tanto el rrey Monteçuma <que> hazía atemorizar a los capitanes su descuido con los jóuenes, y así, los lleuauan sobre ojo con gran cuenta y cuidado. Acabado esto, al amanesçer del alua adonde bueluen los cuauhhuehuetques y tequihuaques achcacauhtin que abían ydo a rreconosçer las casas, <en>tradas, calles de los enemigos, quando asoman con criaturas, cargados con sus cunas, ollas, cántaros, tinaxas, metates, mantas y <en> llegando, dan un rrezio alarido, diziendo: "¡Ea, mexicanos, a fuego y sangre y pocos presos! ¡Saqueá! U<uest>ra será la bitoria, <que> uno ni nenguno de los de Xaltepec ni de Cuatzolan". Púsose luego Monteçuma <en> la delantera de la gente mexicana, armado de todas armas, con su deuisa del abe llamada tlauhquechol, del grandor de una pequeña águila, con tan rresplandeçiente plumería que era cosa mucho de beer y <en> tocando el atanborçillo <que> llaman el yupihuehuetl, que es del tamaño y ni más ni menos como el que traen los bailadores del palo (cuahuilacatzoque), y arremete<n> balerosamente a los enemigos <que> luego les ganaron la çerca de la fortaleza, y ençima del gran paredón se subió el rrey Monteçuma y todos los capitanes delante dél a beer y rreconosçer de la una gente con la otra. Biendo yban de bençida los enemigos, tornó a tomar la delantera y sus capitanes con él. Se subió ençima de la torre del templo y péganle fuego a todo el templo, y biendo los enemigos su templo quemado, afloxaron mucho del orgullo y brauezan con que peleauan. Y bisto la perfidia y dureza de coraçones de los enemigos, no quererse dar de bençida, como estauan, manda Monteçuma dar pregón en el campo <que> biexo ni biexa, moço ni moça queden a bida saluo muchachos y muchachas de ocho años para abaxo, por ser ynoçentes y sin culpa, que los culpantes son los padres y madres. Y con esto no quedó me 126v moria de ellos. Y estando en esto, donde llegan los prençipales de la costa de Teguantepec y mihuatecas e yzhuatecas; biniéronle a rresçibir con gran rreberençia y humildad, diziendo: "Señor y rrey n<uest>ro, querríamos te conoçer y beer tu rreal persona, quién se puso en lugar del rrey n<uest>ro Ahuitzotl, para serbirle y rregalarle y darle su rreal tributo, como estamos obligados, y para esto <en>tre u<uest>ra rreal persona en este pueblo asolado para que descanses tus fuertes y bigorosos braços, cuerpo, cabeça, pecho, y los señores prençipales mexicanos, u<uest>ros leales basallos". Y con esto, se <en>traron en el pueblo.
contexto
Capítulo 91 Trata en este capítulo como después de aber rresçibido el rreal tributo de sus basallos de Teguantepec y miahuatecas e yzhuatecas, se boluió el rrey Monteçuma a la gran çibdad de Mexico bitorioso, y del rresçibimiento <que> se le hizo Entrado Monteçuma en el pueblo de Xaltepec asolado, los de la costa de Teguantepec y miacatecas, yzhuatecas le sirbieron y pusieron mesas para el rrey y para los señores prençipales mexicanos, <que> lo abían bien menester del gran cansançio del trabaxo abido aquel día. Acabados de comer, le presentan al rrey Monteçuma de su rreal tributo preçiadas piedras de chalchihuitl y esmeraldas, con ellas mucha y muy rrica plumería de la ancha, abes muertas, desolladas la plumería, muy rricas <que> llaman xiuhtototl, y otros de tlauhquechol y tzinitzcam, el supremo rregalo de los mexicanos, y frentaleras o coronas doradas, bandas doradas, conchas y collarexos anchos de las gargantas de los pies, sembrados en ellos granos de oro y pedrería rrica, amoxqueadores de preçiada plumería, cargas de todo género de muy rricas mantas, diziéndole: "Señor n<uest>ro, grande bien emos rresçibido de beer tu rreal prezençia nosotros tus basaltos de la costa naturales". Dixo Monteçuma: "Agradézcoos el cuidado y rregalo de buestro tributo y <en> lugar de bosotros, <que> lleuen esto cargado, boluerán con lo que os <en>biaré de mi merçed para bosotros, porque estáis lexos y apartados de poder llegar bosotros a Mexico Tenuchtitlan". Y con esto, fueron despedidos los prençipales de la costa. Otro día començó a marchar el campo mexicano y a la buelta estauan <en> todos los caminos y pueblos preuenidos todos a los rresçibimientos del rrey y señores mexicanos muy cumplidamente de géneros de comidas y rropas, presentes de oro y pedrería y plumería, conforme eran los pueblos, hasta llegar a Chalco y alligado, fue muy biem rresçibido de todos los pueblos comarcanos yntitulados chalcas. Y acabados todos de comer y beuer cacao, les dan rrosas y perfumadores, mucho género de toda suerte de mantas, pañetes labrados, cotaras y muchas cargas de mantas <en>teras. Agradesçióles el rresçibimi<ento> y presentes a los chalcas mucho y con esto fue despedido de ellos y el rrey Monteçuma prosiguió su camino para la gran çiudad de Mexico. Y fueron mensajeros <en> la delantera a dar abiso que quería descansar en el çerro de Tepeapualco dentro de la gran laguna mexicana para beer sus rrosales y güerta que está allí, de cacaloxuchitl, y de allí se yrá a la çiudad de Mexico a canoa por el la laguna para beer de camino al Pantitlam y ojos de agua grandes y beer la piedra que allí 127r fue dedicada para el dios de las aguas, que oy día está allí esta gran piedra labrada y en este lugar fueron echados biuos muchos enanos y corcouados y blancos de naçión, llamados tlacaztaltin, quando heruía la gran laguna, para amansar al dios de las aguas. Hizo este biaxe por la laguna Monteçuma por no traer cautiuos de tan lexos lugares y partes en orillas de la mar, y <en>bió mensajeros a la çiudad para <que> hiziesen rreçibimiento al senado mexicano y hiziesen gran sonido de atabales ençima del templo de Huitzilopochtli, con muchas cornetas de los caracoles y hiziesen de noche muchas luminarias. Y llegado a las orillas de la gran laguna, le estauan esperando de muchos lugares y partes de pescadores, que paresçían no aber laguna de tantas canoas que benían de gentes al rresçibimiento del rrey. Benían con ynfinito pescado blanco de Mizquic y Cuitlahuac, Culhuacan y Yztapalapan, Mexicaçingo y lagunas dentro, Aztahuacan, Acaquilpan, Chimalhuacan y otros pueblos que están a las orillas de la laguna, con todo género de patos, rranas, pescado, xuhuilli, yzcahuitle, tecuitlatl, axayaca, michpilli, michpiltetein, cocolin, axolotes, anenez, acoçillin, y la diuersidad y géneros de abes de bolantería era cosa de beer tantos, y biuo todo, garças y urracas. Y presentádolo, hazen su oraçión muy eloquente y biendo Monteçuma con la boluntad que le ofresçía<n> aquellas cosas, les agradeçió mucho el presente, en espeçial la buena boluntad, e llamó a los mayordomos, díxoles <que> les hiziesen dar de comer a todos aquellos pobres y biexas. Acabados de comer muy cumplidamente, mandó <que> les diesen a todos, a cada quatro mantas y pañetes y cotaras, y a las mugeres, a cada quatro pares de naguas y hueipiles. Con esto fuéronse muy contentos los pescadores. Partióse luego Monteçuma de noche y llegó a la calçada de Acachinango. Le salieron a rresçibir toda la gente de prençipales con ynifinitas lumbreras y fue el rresçibimiento como suelen rresçibir a los rreyes biniendo con bitoria de la guerra. Abiendo hecho rreberençia al Huitzilopochtli y hecho sacrifiçio de su propia persona, se baxó del templo y bino a las casas rreales y fue allí rresçibido de Çihuacoatl, su tío, y hizo despedir a todos los prençipales mexicanos que abían ydo con él. Acabados de oyr, otro día de mañana binieron los biexos y biexas de los quatro barrios y le saludaron como a rrey y tan amado y querido de ellos, y hizo les dar de bestir a todos hombres y mugeres. E dende en adelante, comiençan de benir de muchos pueblos sus basallos a darle el parabién de su buena benida, <que> fueron serranos de Xocotitlan, Xilotepec, Tenançingo, Malinalco, Ocuilan, totoltecas, Coatlalpan, finalmente, de todos los pueblos suxetos, y cada un pueblo su preste tanto como su tributo cotidiano, que paresçía que el que ésta no hazía no ganaba perdones y aun les castigauan a los que no benían a ello y les desterraban de sus propios pueblos. Después de hecho el solene parlamento al rrey, agradesçióles su benida y buena boluntad y sus dádiuas, mandó <que> todos comiesen muy cunplidamente, y beuían cacao, y rrosas y perfumadores. Les dieron a todos de otros géneros de mantas y con esto fueron 127v despedidos del rrey para sus tierras, <que> yban dando muchos loores del rrey Tlacateuctli Monteçuma, la gran magnifiçençia suya. E dende algunos días, hizo llamar a los mercaderes tratantes (puchtecas) o harrieros (teucnenenque), díxoles <que> se xuntasen como tales harrieros, díxoles: "Bení acá, hijos y hermanos. Yréis a Tututepec y a Quetzaltepec y dezildes de mi parte que me hagan merçed de darme algunas piedras rricas de esmeraldas y de otros géneros de piedra y algunas que ellos llama huitziltetl, <que> son las quee agora llamamos ojo de gato, que en ello me harán mucha merçed, pues están <en> la rraya y término de n<uest>ros pueblos y basallos. Partidos, caminauan de día y de noche. Llegaron a Tutupec y, hablados a los porteros del palaçio, dixeros: "¿Está el señor <en> su palaçio? <En>trad y dezilde que estám aquí unos mensajeros, <que> le queremos hablar". Dixéronle: "Señores, unos mensajeros mexicanos". Dixo el prençipal si eran poco o muchos. Díxole <que> heran muchos. Dixo: "Llamaldos. ¿Qué es lo que quieren?" Bisto los mexicanos al prençipal y a los grandes, saludáronle con mucha cortesía y umillaçión. Después de le aber saludado y a sus prençipales, les explican la <en>baxada del rrey Monteçuma. Abíanle dado las mantas rricas y pañetes <que> truxeron de Mexico. Abiéndolos rresçibido y rrepartido <en>tre ellos, dixéronle que allí <en> su tierra se cría y naçe piedras muy menudas de esmeraldas, otras muchas maneras de ellas y unos ojos de gato (huitziltetl). Dixo el prençipal: "Descansad, hermanos, y abremos n<uest>ro acuerdo sobre ello con los de Quetzaltepec". Y enbiado allá sus mensajeros, el un prençipal con el otro, dixo el prençipal de Quetzaltepec: "¿Qué enbaxada es esa? ¿Qué es lo que dize mi pariente y amigo de ser nosotros tributarios a Monteçuma? Eso no quiero yo hazer. Dezilde que no quiero conçeder tal, sino <que> haga una cosa, que me <en>bíe la mitad de los mexicanos con su mesma <en>baxada, que acá los mataré yo a todos, que neguno dellos buelua, que es gente bellicosa, mala, de mala disistión, <que> se harán señores de nosotros, <que> los que acá yo matare luego los hecharé por el rrío abaxo, <que> haga él otro tanto con los que allá quedaren". Abiéndolo bien <en>tendido, dixo el un señor con el otro <que> le plazía. Luego hizo llamar a los mexicanos, díxoles: "Hermanos, llámaos el otro señor de Quetzaltepec <que> le digasis la <en>baxada que me distes. Y quédense acá la mitad de bosotros, que soys muchos, que a la buelta os iréis con ellos por aquí". Oydo los mexicanos la <en>baxada, se partieron para el otro pueblos la mitad para la <en>baxada, los más pláticos. Y estando este falso acuerdo <en>tre ellos ansí conçertado, llegados la mitad de los mexicanos a Quetzaltepec, abien<do> hecho su acatamiento, le explican la <en>baxada del rrey Monteçuma. Díxoles: "¿Qué dezís bosotros? ¿Soi por d<ic>ha o por bentura yo basallo de Monteçuma? ¿Ganóme o <con>quistóme en justa guerra? ¿Si está borracho?" Dixo a sus basallos: "¿Qué gente es esta, quetzaltepecas?" Y con esto, como estauan preuenidos a ello, <en>traron ynfinitos con porras y garrotes y danles <en> las cabeças como estauan descuidados; luego mu 128r murieron allí todos, <que> uno ni nenguno quedó. Començaron a lleuar arrastrando cuerpos muertos al rrío grande que muy çerca de allí y arroxados allí adonde los cuerpos fueron aportar, los comieron las auras. Y lo propio hizieron los de Tutupec, de la mesma manera. Hecho esto, mandan çesar los caminos muy fuertemente çegados con estacas y púas y luego mandan hazer una çerca muy fuerte como un rrezio palenque o baluarte de fortaleza, con mucha presteza, que andauan a ello más de beinte mill yndios sujetos de estos dos pueblos. Y abían echo estos dos pueblos confederaçión que <en> la parte <que> llaman quetzalatl ypan benían a guardar dos a dos días para <que> nengún mexicano <en>trase ni saliese <en> sus pueblos. A cabo de algunos días fueron acaso por allí unos mexicanos tratantes mercaderes. Dixéronles las guardas quién eran, a dónde yban. Rrespondieron <que> heran mercaderes tratantes. Dixéronles: "No podéis <en>trar en n<uest>ros pueblos. Bolueos <en> paz y si porfiáis, abéis todos de morir todos a n<uest>ras manos. Estando suspensos, dixeron que ellos se boluerían para otras partes <en> tanto <que> beuían agua del rrío. Y llegados al rrío abaxo hallarom muchas aguas hediondas de las que se juntan. Yendo rrío arriba bieron muchos cuerpos muertos que comían las auras, demostradoras de la traiçión. Abido <en>tre ellos acuerdo, dixeron <que> sería muy bien tomar de las mantas podridas que allí estauan y pañetes y trançaderas de las cabelleras para lleuárselas a mostrar al rrey Monteçuma y a toda su corte, y así, las tomaron y se boluieron muy espantados.
contexto
Capítulo 92 En este capítulo trata como los mercaderes llegaron a Mexico Tenuchtitlan a la prezençia del rrey Monteçuma y de todo el senado mexicano, y como ordenó luego hazer luego mucha gente contra los pueblos de Tututepec y Quetzaltepec, y primero <en>bió para confirmar la prueua y aberiguaçión de ser muertos, y satisfechos, sobre ellos ban con gran poder Llegados los mercaderes ante el rrey Monteçuma y su senado, hecha la enbaxada y sospecha mala <que> tenían de los de aquellos dos pueblos y de abeer hecho muy cruel albarrada de guarda y defensa de ellos y en espeçial de no les querer consentir <en>trar <en> sus pueblos a los otros mercaderes y, sobre todo, abeer traído las señas de las mantas y pañetes (maxtlatl) y trançaderas, mandó a todos los mayorales de los barrios <que> los conosçiesen y, abiéndolos conosçidos muy bien ser de sus hijos los mercaderes, mandó con graues penas no lo dixesen a persona alguna hasta saber berificadamente, por otros mensajeros que allá fuesen, de esta çertinidad. Acabado esto, <en>bió el rrey Monteçuma a otros tratantes para <que> biesen y <en>tendiesen beramente de la gran çerca que tienen hecha de fortaleza los de Tututepec y Quetzaltepec, <en>tendiesen <qué> se hizieron unos mercaderes que allá abían ydo a contratar y a lleuar <en>baxada a los de allá, y biesen las barrancas, quebradas del gran rrío, si abía señal o memoria de cuerpos muertos umanos, rremirasen 128v y rreconosçiesen muy bien, <en>tendiesen de los propios naturales "o de otros comarcanos, n<uest>ros amigos y basallos". Los quales, ynformados bien, partieron caminando de día y de noche. Llegaron, bista la defensa del alabarrada tan fuerte, dixeron: "No podemos dar <en>tera fee si no pasamos a nado este rrío". Y así, le pasaron y bieron la fortaleza de la çerca y las peñas <que> ençima abían puesto para arroxallas si la conbatiesen. Y como la andubieron mirando, biéronles las guardas, diéronles bozes que quién y de dónde eran, qué querían, porque si eran mexicanos, ellos no podían pasar adelante en nenguna manera. "Por eso, si soys mexicanos, aquí abéis de morir todos como benís". Rrespondieron <que> no eran mexicanos: "De Huexoçingo somos". Dixo las guardas: "Ny eso es bueno tanpoco. Bolueos, no muráis aquí como hezimos otros mexicanos que benían con <en>baxada y aquí los matamos a todos". Y con esto, tráenlos hasta el gran rrío y, pasado, bienen caminando de día y de noche hasta llegar a la çiudad de Mexico Tenuchtitlan. Y <en>trando en el senado, el más plático de ellos explicó la <en>baxada como arriba queda rreferido, y como el albarradón era de çinco braças de ancha la pared y cuatro braças de altura y <en>çima del gran paredón, albarrada, mucha peña arroxadiza y otros mayores, y como hasta el rrío grande los truxeron huyendo, <que> los querían matar. Con esto, mandólos descansar y dar de comer y mandó al mayordomo que les diese de sus mantas, a cada dos pares de bestidos. Benidos los dos rreyes, el de Aculhuacan, Neçahualpilli, y el de tepanecas de Tlalhuacpan, abiendo <en>tre los tres rrato de abido acuerdo, como se abía de hazer el armada contra ellos y que luego se aprestasen con toda la breuedad posible y que cada uno de los tres rreynos fuesen de por sí para tomar cada uno el modo y manera de conbatir a los enemigos y rrompelles la fortaleza y, <en>trados a sangre y fuego, <que> no quedasen sino niños y niñas, pues eran ynogçentes. Manda llamar Cuauhnochtli, capitán general de los mexicanos, a todos los prençipales mexicanos y tequihuaques conquistadores, cuachic, otomi y los cuauhhuehuetques, <que> luego mandasen aperçibir a todas las gentes, adereçar armas, ychcahuipiles, rrodelas, espadartes fuertes, baras tostadas (tlatzontectli), y baras para flechas a los chichimecas de las montañas, y matalotaxe doblado, <que> hera largo el camino, y <que> como se fuesen haziendo las gentes de cada pueblo, fuesen caminando, que el paraxe a de ser en Ocotepec, e que <en>tre las tres çiudad<es> no quedase nengún moço de quinze años apara arriba: "An de yr todos eçeto biexos y biexas y niños". Después dixo el rrey Monteçuma <que> fuesen luego mensajeros a las çiudades de Tezcuco y Tacuba y diesen abiso a los dos rreyes <que> la junta abía de ser en Xaltianquizco. Llegados todos los soldados de todos los pueblos a Xaltianquizco, hazen conçillio el rrey Monteçuma abía de tomar el camino con toda su gente. 129r Dixo el rrey Monteçuma: "Yo tengo de tomar por la delantera como mexicano y beer y prouar la arma que el contrario trae <en> la mano, si es más fuerte y corta más su espadarte <que> la mía, si es más fuerte el biexo que el moço, si somos yguales o cómo me yrá con ellos. Y bos, señor Neçahualpilltzintli, tomaréis por la banda derecha, y el rrey de tepanecas, Tetlepanquetza, tomará por la banda yzquierda". E mandó a çincuenta soldados biexos <que> caminasen toda la noche y buscasen el mexor paso <que> hallasen. Y andando de una y otra parte, no hallando otro mexor camino, que era uno çerrado <que> tenían los de Tututepec, antiguo, y abiéndose confederado y conçertado con todo el exérçito y <en>tretexidos y ordenados, antes del alua dan todos con el rrío <que> llaman quetzalatl ytenpan; e yba brabosa el agua, que ponía espanto al pasar del rrío. Llegado allí Monteçuma, manda con toda presteza hagan balsas de caña gruesa, que ay ynfinita por toda la orilla del gran rrío, y traigan otros como tablones, pues están muy a orillas de los grandes montes, y muchos rremos hechos. Y pasada toda la gente, llegaron a la poderosa albarrada y en un cuarto de ora se rrompió y <en>tró todo el campo mexicano. Y mirando a todas partes bieron las guardas <que> belauan el baluarte y de berse salteados por detrás, quisieron huir. Diéronles alcançe, prendiéronles y por que no tubiesen nueua de la llegada de los mexicanos, aguixan con toda presteza. Llegando con la delantera el rey Monteçuma, se subió arriba del templo y mándale poner fuego y luego mandó poner fuego a la segunda albarrada, <que> tenían ençima mucha casería de buhuíos y todas se quemaron. Y la gente mexicana dieron tanta priesa al sacomano que no queda sino muchachos y muchachas de ocho años para abaxo, que quando las nueue del día no abía memoria de gente si no fueron criaturas. Mandó sosegar y descansar a toda la gente y él se quedó <en> una plaça debaxo de unos grandes árboles a descansar, todo tinto <en> sangre. Y como yban tan de tropel los mexicanos, era ya noche quando con bozes rreçias llaman a los mexicanos, los quales benían con mucho despoxo y sus cautibos dando grandes bozes, llorando y maldiziendo sus prençipales de les aber mal aconçexado. A unos los tenían amarrados de pies y manos, a otros metidos en colleras de palo que llaman cuauhcozcatl. Otro día, de mañana, ante Monteçuma manda se cuenten los cautibos de los mexicanos. Halláronse por cuenta seisçientos cautiuos. Preguntado a los dos rreyes quántos eran sus cautiuos, de cada un rrey aberiguóse tener y aber cautiuado los naturales de Aculhuacan quatroçientos caualmente, e alláronse aber cautiuado los naturales de tepanecas trezientos y çincuenta cabales, de que holgó mucho dello e dixo: "Grande fue la merçed que nos a hecho el dios Tlalteuctli y el sol". Dixo: "Descansemos oy y mañana, que en el ynter yrán n<uest>ros hermanos a ber al pueblo de Quetzaltepetl, cómo están fortalesçidos, por dónde les <en>traremos. Y bayan hombres pláticos, prudentes, ábiles para todo". 129v Fueron doze soldados biexos, astutos y <en> toda una noche no pudieron hallar <en>trada ellos solos. Con gran trauajo yban pasando en cada un paredón de cabo a cabo, fueron mirando y midiendo el paredón: "en el primero paredón, era de çinco braças de ancho y de tres de altura, mucha peña ençima; la segunda y terçera, quarta, quinta, al propio tenor, eçeto la sesta, que es de dos braças de altura y de seis braças de ancho, muchos buhíos ençima (xacales) y mucha gente. Oydo, Monteçuma: "<En> un buen paresçer a de ser el rresumen de esto y será ésta la manera: <que> se hagan lo primero, pues estamos <en> los montes, escalas muy altas, apegadas dos <en> una, <que> lleguen a lo alto de los paredones, y esté un campo conbatiendo con el fuerte de en medio. En ynter <que> se conbate an de acudir allí los enemigos a fauoresçer, porque de la parte de dentro tienen escaleras hechas de piedra, <que>, una ganada, huirán a la segunda, y para esto es menester <que> <e>stén con las escalas muchos flecheros y tirados de baras tostadas y hondas <que>, subidos dos o tres de una parte del albarrada, subirán con toda presteza otros, <que> se les haga defensa a lo que fueren subiendo, que como bayan de cada rreyno seis escalas, de creer será <que> se hará mucho efeto otros, y prençipalmente horadando <en> un cabo o dos o tres no más el albarrada como la que ganamos de Tututepec, <que> hera de çinco braças, pues no lleuan cal ni canto, sino sólo lodo simple, un barro como arenisco <que> se desmorona". Dixo Monteçuma <que> le paresçia muy buen conçexo aquél y aquél se lleuase, "pues a otra cosa no benimos, que aunque aquí estemos un año y dos, los e de conquistar y acabar". Rresulto en esto, comiençan de hazer hondas y escalas gruesas, y con la priesa y el temor <que> les pusieron no fue así, sino <que> se hizieron más de dozientas mui grandes y gruesas escalas y hondas, y aperçibidos todos, arremeten los de Aculhuacan y los queçaltepecas, un alarido <que> los subían al çielo. Abiendo peleado balerosamente, llegan por otra parte los de Tacuba y comiençan a pelear, y rresçibían de lo alto daño grande, pero por lleuar los tablones de rreparo, <en> llegando el campo mexicano, comiénçanles a tirar baras, flechas, <que> les hizieron desbiar trecho. Comiençan de horadar el paredón, otros a subirles, y como estubo rronpido el grueso paredón, los que abían subido por fuerça hizieron mucho efeto, que de lo alto arrojauan a los enemigos. Y como todo fue a un tiempo, desamparan el albarrada, acogense al segundo, y como todos fueron a un tiempo con ellos, no pudieron hazerse fuertes los enemigos, que breuemente, con el ayuda grande de las escalas, se ganaroron las çinco albarradas, que no fue poco el trauajo <que> se pasó. Y así, mandó Monteçuma se rrecogiese el campo a descansar jumto al albarrada postrera un gran tiro de arcabús. Y hizieron a la parte del rrío mucha çentinela y mucha guardia y hazia las grandes peñas de la otra parte asimismo, y aun<que> los enemigos quisierom yntentar de querer rruido, no se les dió lugar porque allaron mucha 130r guardia y mucha defensa, <que> se admiraron los enemigos. Y biendo esto, hazen aquella noche llamamientos de amigos comarcanos, guaxtecos. Y era ya tarde quando acordaron, por antes que amanesçiese les dieron un muy rrezio conbate <que> les pusieron en grande turbaçión y como la defensa toda estaua en aquella fortaleza de la muy gruesa albarrada.
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Capítulo 93 Trata en este capítulo como los pueblos de Tututepec y Quetzaltepec fueros rrotos y bençidos, y los de Quetzaltepec, los que escaparon, se dieron a merçed por tributarios de la corona mexicana, y se partió el campo otro día con mucha bitoria, despoxo a esclauos a Tenuchtitlan Otro día del combate de la postrera fortaleza de los de Quetzaltepec dixo el rrey Monteçuma a los señores de Aculhuacan, Neçahualpilli, y al de tepanecas, Tacuba, los dos rreyes conçexeros en guerras, que al rromper del alua acometiesen tan balerosamente a la frontera y más fuerte muralla y <en>belesados <en> la defensa, los enemigos no ternían tanta cuenta con los de las escalas y escaladores de la fortaleza; y que abiendo un solo portillo o escalas con bitoria, <que> luego apellidasen bitoria y fuese en ellos a fuego y sangre, que no quedasen más de niños y niñas ynoçentes; y con esto, se rrepartiesen los despoxos y esclauos y se boluiesen a descansar. Y así, con esto, antes del alua, al primer rrepiquete de la caxa, <que> hera el atanborçillo dorado de Monteçuma, y bozinas o cornetas de los caracoles, era la bozería tan gre <que> hundían los campos. Y arremeten tan balerosamente que antes <que> las siete fueran tenían <en>tradas de la fortaleza y escalas más de treinta. Y siguiendo a los enemigos llegan a la torre del templo de sus ydolos y pónenle fuego. Començando a poner fuego a las casas más prençipales, dan bozes desde unos çerros altos, diziendo: "Señores mexicanos, çesen y descansen u<uest>ras armas y fuerças. Haremos y daremos quanto mandardes de lo que queréis, pedís y demandáis". Dixeron los mexicanos: "No, bellacos, traidores, que no abéis pagado las desastradas muertes de n<uest>ros padres, tíos y hermanos que con tan gran traiçión y crueldad matastes, tan queridos del rreyno mexicano, n<uest>ros preçiados mercaderes, tratantes, harrieros (teucnenenque) mexicanos. No curéis de hablar, <que> uno ni nenguno a de quedar a bida". Y con esto, se ponen en orden los muy biexos y biexas, diziendo: "Señores, beis aquí lo que daremos y tributaremos, que es cacao y papel, mantas rrica, plumería rriquísima, pedrería, esmeraldas y otros chalchihuites y menudas muy más rricas (teoxihuitl), que daremos a n<uest>ro rrey y señor Monteçuma". Y biéndolos el rrey con tanta mansedumbre y lágrimas y traer sus tributos delante, dixo a la gente mexicana que çesasen y descansasen todas las gentes: "Pues de bençidos y desbaratados, muertos y cautiuos piden misericordia, rresçibámoslos". Y con esto, çesó y binieron con sus tributos y mandóles Monteçuma <que> biniesen luego a guardar el rreal y <que> truxesen las piedras menudas de huitziltetl <que> llaman ojos de gato. 130v Benido todo a prezençia del rrey Monteçuma, todo el tributo, hizo partiçión entre el rrey Neçahualpilli de Aculhuacan y el de tepanecas, Tetlepanquetza, y lo rrestante a los prençipales mexicanos y de Aculhuacan y tepanecas. Dixo el rrey Neçahualpilli a Monteçuma: "Señor, no caresçe esto que es buestro sudor y trabaxo, cansançio de buestro claro y alto pecho y cabeça, que benimos <en>caminados por la guía y claridad del tetzahuitl Huitzilopochtli". Y con esto y dexarles a estos pueblos muy encargado sus tributos, muy contentos con tantos despoxos y rriquezas y summa de esclauos, caminaron la bía de Mexico Tenuchtitlam. Y como todos los pueblos que por los caminos están estauan preuenidos al rresçibimiento, llegó al pueblo de Yzucar, a donde el d<ic>ho pueblo y suxetos y otros comarcanos le hizieron gran rresçibimiento. Fueron huehuetecas mexicanos allí asentados y tepapateca, Tlatlapanalan, Chietla<n>, nombrados coatlalpanecas, muchas ofertas, encaresçimientos, rrosas, perfumadores, tributos de mantas de todo género, plumería, pañetes, cotaras, naguas, hueipiles, todo <en> fardos, cargas <en>teras, y algodón, chile, fruta de todo género. Otro día partieron y llegado en Aculco, le fueron a rresçibir los de los pueblos de Chalco y sus suxetos de las çierras de más beinte leguas en rredonda con muchos ofresçimientos y rrosas, perfumaderos, rropa, comida para todo el exérçito mexicano. Partidos de allí, llegan a Yztapalapan y abiéndole rresçibido los chinanpanecas y Nauhteuctli, <en>bió mensajeros a Tenuchtitlan a hazer saber de su benida al tiniente Çihuacoatl Tlilpotonqui, el qual, <en>tendido, mandó adereçar luego toda la çiudad con arcos, enrramados el camino rreal y templos de los dioses y su palaçio rreal; mandó a los biexos cuauhhuehuetques se aperçibiesen al rresçibimiento del rrey Monteçuma y los <que> hazen penitencia con sus ynçensarios, tlamaceuhque, tlenamacaque. Y los saçerdotes partieron la mitad al rresçibimiento, mytad para el tocar las bozinas de caracol y atabales ençima del templo de Huitzilopochtli. Y puestos en orden hasta en Acachinango, puesto en dos bandas como proçesión todos ellos, partió Monteçuma para la gran çiudad de Mexico y al <en>trar de Mexico se enbixó con un betúm <que> llaman axin amarillo, colgando su calabaçillo de piçiete <en> señal y dar a <en>tender ser biexo y <en>tendido, aunque no lo era, con una beçolera de esmeralda y orexera de oro fino delgado. Llegando a Acachinango començaron luego a tocar las bozinas los saçerdotes, <que> heran caracoles grandes que dauan espanto y no alegría, y comiénçanle luego a saludar y darle el parabién de su llegada y a todos los prençipales mexicanos. Y <en> llegando a la gran plaça bino a rresçibirle Çihuacoatl, e traía bestido un saco manera de hueipil y naguas de serrana, e le fue subiendo y guiando arriba del templo y llegando a la piedra <que> llaman topxicalli, que estaua allí el hueso del tiguere agudo, y començóse luego a sacrificar y sacarse sangre de las orexas y molledos y espinillas, hincado de rrodillas delante del gran ydolo Huitzilopochtli. 131r Hecho y acabado esto, se baxó con todo el senado mexicano al gran patio de la plaça trayendo a los lados a los dos rreyes, el de Aculhuacan, Neçahualpilli, y al rrey de tepanecas, Tetlepanquetza, y delante del Çihuacoatl Tlilpotonqui, se fueron a los palaçios a descansar, <en>trando muchos biexos a le saludar y darle el parabién de su buena benida. Estubo algunos con este descanso. Un día dixo el rrey Monteçuma a los señores y grandes capitanes y mexicanos: "Muy uçiosos estamos, mucho quisiera que nos ocupáramos en alguna buena empresa, y es que ya sabéis que n<uest>ros bezinos çercanos y enemigos mortales son los de Huexoçingo. Bien será que allá bamos y prouemos bentaxa con ellos y con los de Atrisco, Cholula". Dixéronle los capitanes mexicanos: "Bien será y para esto <en>biemos mensajeros a llamar a los rreyes de Aculhuacan y los de tlahuacpanecas, tepanecas, <que> bengan y se hagan estas audiençias de guerra, pues a ellos toca el hablar y tratar de ello". Y <en>biados, llegaron a la çiudad de Tezcuco y, hablado al rrey Neçahualpilli, rresçibió con mucho bien y alegría al mensajero y dádole de comer y de bestir, dixo: "Bamos luego, qué es lo que manda el rrey Tlacateuctli Monteçuma". Y luego fue <en>barcado para Mexico. El otro mensajero de tepanecas fue lo propio que el de Tezcuco. Benidos ante el rrey Monteçuma, fueron muy bien rresçibidos como a tales rreyes que eran. Abido <en>tre los tres rreyes hecho su audiençia y propuesto de hazerse luego gente de todas las partes y lugares y suxetas a la corona mexicana, partieron los rreyes con este despacho, fueron a sus tierras a mandar hazer gente para esta guerra. Y Monteçuma mandó a los prençipales Tlaacateecatl y a Tlacochcalcatl, Nezhuahuacatl, Acolnahuacatl, Ticoyahuacatl, con todos los demás prençipales mexicanos capitanes diesen luego orden de que dentro de un término estubiesen todos a punto, <que> luego adereçasen sus armas. Y de ello tomó la boz Cuauhnochtli de juntar luego los quatro caudillos de los quatro barrios, Moyotlan, Teopan, Atzacualco, Cuepopan, en que adereçasen rrodelas, espadartes de nauaja y pedernal fuerte, baras tostadas (tlatzontectli), ychcahuipiles, y las mugeres de hazer todo género de bastimento al biaxe conbenible. Llegado los quatro días del breue término, mandan se dé pregón general que al cuarto del alua an de estar ya en términos de Chalco amanesçer. Manda luego Cuauhnochtli que ante él bengan los tequihuaques y cuachic y otomitl, achcacauhtin y cuauhhuehuetques, dízeles que lleuen la delantera ellos, unos a pie, otros en canoas, y que, des<en>barcados, se haga la junta en Atzitzihuacan. Bino a prezençia de Monteçuma su hermano llamado Tlaacahuepan, <que> había sido cuachic y capitán, baliente soldado, y abía tomado estado solo mandar y rregir el campo mexica. Dixo a su hermano: "Señor, creo que esta bez sólo os berán mis ojos, porque mi boluntad es tornar las delanteras y rronper o morir <en> la demanda". Díxole su he<rma>no Monteçuma: "Pues que ansí lo queréis, tomá estas armas <que> fueron del rrey Axayacatl, n<uest>ro primo hermano: una diuisa de oro llamado teocuitlatontec, con una abe ençima dél, tlauhquechol, y un espadarte ancho (maaccuahuitl), de ancha nabaxa fuerte. 131v Llegado el primero en Tzitzihuacan y llegado allí, habló a todos los soldados biexos, cuachic, otomi y achcauhtin, dízeles: "Hermanos y señores, amigos míos, mañana en aquel día es mi día, que si soy ya odioso en Tenuchititlan o aborreçido de las gentes, estoy <en> parte que lo pagaré. Procurá, hermanos, hazer como de bosotros se espera". Otro día acomete el campo mexicano y juntados los tres canpos de Huexoçingo, Cholula, Atlixco, acometen todos de un tropel, que cayan cuerpos muertos de una parte y de otra, tantos morían de los mexicanos como los de Huexoçingo. Y como siempre tomauan las delanteras los mexicanos y Aculhuacan y chalcas, <en>trauan tan balerosos y tan fuertes que a quantos topauan dexauan por el campo muertos. Y como benían los de Huexoçingo y Cholula tantos y de rrefresco, cayan por los campos cuerpos de mexicanos y chalcas y Aculhuacan y tepanecas, que <en>baraçauan los cuerpos de los muertos a los biuos.
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Capítulo 94 Trata en este capítulo como los dos campos, mexicano y Huexoçingo, murieron en ambas partes más de quarenta mill, <en>tre los quales murió el general mexicano Tlacahuepan y el general de Huexoçingo, y como se les hizieron las oçequias, muy lloradas a todos Bisto el general de los mexicanos, Tlacahuepan la gran mortandad de los suyos y la de los enemigos, abiendo descansado un rrado de aber muerto de su mano solo a más de beinte balientes soldados, determina balerosamente de tomar a rromper por los más espesos de los de Huexoçingo, y yba dando bozes, diziendo: "¡A ellos, a ellos, mexicanos, <que> son pocos y cobardes!" Y acabado de matar un cuachic huexotzincatl, le çercan tantos que paresçían moxcas sobre un gusano, y así, hecho pedaços, medio biuo, le prendieron. Tornándose a defender, le çercaron. Dize a los de Huexoçingo y a los de Atrisco: "Ya es acabado lo que es en mí. Holgádome é con bosotros un rrato. Hazed agora de mí lo que quisiéredes". E bisto los mexicanos estar en poder de los enemigos el hermano del rrey Monteçuma, Tlacahuepan, "y si esto es de creer es que dirá el rrey su hermano <que> lo desanparamos adredemente, bernemos a morir por ello. Bamos todos a lo sacar de poder de los enemigos o muramos nosotros <en> la demanda". Y así, <en>traron tras de los que lleuauan a Tlacahuepan. Y yba diziendo Tlacahuepan: "No curéis de lleuarme a u<uest>ro pueblo. Pues os jatáis de prençipales y balientes, acabadme en este campo de hazer pedaços". Y así, luego <que> lo despoxaron de sus armas y rropas, le hizieron <en>tre tanto enemigo pedaços. Y los <que> le yban siguiendo para defenderlo, rrebueluen contra ellos y a los primeros golpes mataron los mexicanos a sendos cuachic balerosos huexoçingas, y como eran más de beinte para cada uno, nenguno de los mexicanos que le seguían escaparon, los quales fueron los muertos Tlacahuepam y Yupihuehuetl e Ymactlacuia y el otro llamado Quitziuhcuacua, todos prençipales mexicanos. Abiendo asido acabada la batalla, <en>biaron los mexicanos mensajeros al rrey Monteçuma del mal çuseso de la ba 132r de la batalla y muerte de su buen hermano Tlacahuepan y de los otros prençipales mexicanos. Y asimismo murieron de los prençipales de Aculhuacan y tepanecas, Chalco, Suchimilco, Cuitlabac, Mizquic y los de Nauhteuctli y Matlatzinco; finalmente, no quedó pueblo de que no muriesen gentes. Oydo la mala nueua, el rrey Monteçuma començó de llorar y hazer una lamentaçión y, hecha lamentaçión, dixo a los biexos que con él estauan y a Çihuacoatl: "En fin, no murieron <en>tre damas ni rregalos ni biçios mundanos. Murieron como balientes hombres, <en> campo peleando, en gloriosa y suabe muerte florida y <en> florido campo <en> batalla floresçido, de nosotros deseada". E mandó a Çihuacoatl <que> hiziesen benir luego al rresçibimiento de la gente <que> benía de guerra a los cuahuehuetques y cuacuacuiltin y los tlamacazque, saçerdotes de los templos, "pues emos de llorar n<uest>ros muertos". Y así, fueron luego al rresçibimiento y no como quando biene con bitoria, sino todos cabizbaxos, ya no <en>bixados ni trançados los cauellos ni con rrodelas ni sahumerios ni tocar bozinas ni atabales, sino lágrimas de todos los <que> benían y los que iban a rresçibirlos en Xoloco. Y los biexos solos saludaron a los que benían, haziendo sentimi<ento> de los que allá quedaron en el campo muertos. Con esto, fueron derechos al gran cu de Huitzilopochtli y besando y comiendo la tierra con el dedo de en medio, y de allí baxan al gran palaçio y, hecha rreuerençia al rrey, le explican la oraçión de gran tristura en aber dexado allá plantado a tan balerosos mexicanos prençipales y de todas nasçiones y pueblos los más prençipales dellos. Les rresponde el rrey Monteçuma el agradeçimiento y trabaxo y cansançio suyo. Hizo dar de comer a todos los prençipales <en> su palaçio y cacao, rrosas, perfumaderos. Llamó luego al mayordomo mayor (Petlacalcatl), <que> luego diese de bestir a todos, y el bestido de todos ellos fue de una color, las mantas y pañetes <que> llaman nextlacuilolli y çentzon maxtlatl los pañetes. Oydo y <en>tendido <en> los pueblos comarcanos las muertes de los prençipales mexicanos, comiençan luego de benir y traer todos mantas rricas <que> llaman huitztecol tlaxocho, mantas betadas de negro las labores, y traen asimismo los esclauos <que> tienen para <que> que aconpañen en sacrifiçio a los <que> les çelebran las onrras, después de las oçequias muertos en sacrifiçios, como se dirá adelante. Llegados a Mexico, le saludan al rrey Monteçuma y házenle muy larga oraçión consolatoria tocante a la muerte de su buen hermano Tlacahuepan y prençipales mexicanos. Agradesçióles su buena boluntad y ofresçimiento para las onrras del hermano. Finalmente, por no cansar al letor, como benían llegando los prençipales de diuersos pueblos con los dones de mantas para el <en>boltorio del cuerpo de su hermano y los que podían traían esclauos para el sacrifiçio de las onrras del hermano. Y llamó Monteçuma a Tlacochcalcatl, capitán, <que> luego hiziesen una gran tumba, <que> llaman tlacochcatli, y hiziesen quatro bultos de madera libiana, que llaman tzonpantli, y <en>bueltos y figurados como personas biuas, les ponen de la manera <que> heran los difuntos, que para aquello abía sin guales otros ofiçiales pintores, carpinteros, canteros, los quales no se hallarán agora, si no miren las labores de Quetzalcoatl y Huitzilopochtli y el temalacatl 132v que oy está <en> la plaça rreal mexicana. Acabados los bultos, los ponen en el tlacochcalli, aposento o tumba fromtero del templo de Huitzilopochtli, y mandan traer mucha leña de pino seca y tea. Comiençan luego los biexos, puesto el teponaztli y atabal, a cantar el rromançe de la muerte, todos con rrodelas <en> las manos y bordones <en> la mano derecha y estando todos presentes alrrededor de la tumba, los ponen en medio la estatua de Tlacahuepan y los otros tres alrrededor y pónenles fuego. Como abía mucha tea y leña seca, luego se consumieron. Tras ello quemaron todas las rropas de bestir y calçar <que> tenían y sus armas y diuisas y piedras preçiosas <que> tenían cada uno, presentes sus mugeres, hijos y parientes, llorando. Acabados de quemar, toman los saçerdotes la çeniza y lléuanla a <en>terrar <en> la parte <que> llaman tzompantitlam, detrás del templo de Huitzilopochtli. Bienen luego al palaçio a consolar al rrey. Tomó la mano el rrey Neçahualpilli y habló por todos los prençipales forasteros. Después de lo auer consolado las muertes de su hermano y hermanos, primos de los otros difuntos, diziendo se alegrase y consolase pues ya estauan con el dios sol y allí están contentos y descansados, gozando al doble de señorío que ellos acá tenían. Y con esto y con otras muchas oraçiones consolatorias, fueron despedidos y se fueron a sus tierras. Dende algunos días, que abría como dos meses poco mas o menos <que> los pueblos llamados Yangüitlan y Çoçolan se abían y estauan rrebelados contra la corona mexicana, llamó Monteçuma a quatro prençipales mexicanos, díxoles: "Ya os es notorio están los dos pueblos sujetos a nosotros, Yangüitlan y Çoçolan, rrebelados y alçados, y quisiera, antes de hazer gente, <que> fuésedes a beer de la manera que están y la causa y rrazón de ello, y buelto <que> boluáis, yremos allá sobre ellos". Despedidos los quatro prençipales mexicanos y antes de llegar allá, toparon algunos mercaderes, tratantes, harrieros desnudos y destroçados, descalabrados, rrobados y mui lastimados. Pregúntanles los mexicanos: "¿De dónde sois, hermanos?" Dijeron: "Señores, somos naturales de Tezcuco, Aculhuacan". Otros dixeron: "Señor, somos de Suchimilco". "Pues ¿de dónde benís tan destroçados?" Dixeron: "Y aun benimos huyendo de las manos de los de Yangüitlan y de çoçoltecas, porque si no huyéramos nos matarán. Y nos rrobaron todas n<uest>ras mercaderías, y así, tienen hechas quatro albarradas fuertes". Dixeron los mexicanos: "Pues, hermanos, hazénos plazer de aguardamos en este lugar en tanto <que> bamos a satisfazernos de las fortalezas <que> tienen estos enemigos. Llegados y bistos los caminos çegados y estacados y cuatro albarradas fuertes", boluiéronse los mexicanos y lleuaron consigo a los miserablees harrieros. Y llegados a la çiudad de Mexico, cuentan a Monteçuma la manera d<ic>ha y preséntanle a los mercaderes harrieros de la manera <que> benían. Y oydo de ellos la manera <que> les abía suçedido y rrobádolos, pesóle al Monteçuma. Hízoles dar de comer y de bestir a todos de rropas buenas, a cada tres pares de todo género de bestidos. Díxoles: "No tengáis 133r pena que presto beréis bengança u<uest>ra, que no pasarán muchos días". Y con esto, fueron despedidos. Luego mandó fuesen mensajeros a llamar a los rreyes de Aculhuacan y el de tepanecas para consultar con ellos el biaxe de la guerra contra los pueblos rrebelados y para con ellos çelebrar la fiesta y gran sacrifiçio <que> llaman tlacaxipehualiztli tlahuahuana, que es <que> un cautiuo de los <que> fueron presos a de pelear con quatro mexicanos uno a uno, ençima de la gran piedra temalacatl o cuauhxicalli. Bençido y caído, luego, <en> un ymprouiso, es abierto por el pecho y sacado el coraçón, ofresçido a Huitzilopochtli. Confederados los tres rreyes, luego a la ora fueron a poner por obra la partida de la guerra con mucho bastimento para largo camino. Binieron un día antes de la partida los naturales de Tlatelulco con el matalotaxe, <que> heran obligados tan solamente a dar por tributo quando se ofresçían yr a las guerras.
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Capítulo 95 Trata en este capítulo como, llegado el campo mexicano a Yangüitlam y Çoçolan, la çercaron, rronpieron; desbaratados, presos, piden ser leales a la corona; buelue el campo bitorioso y çelebran la fiesta del sacrifiçio del tlacaxipehualiztli con mucha sangre umana derramada Otro día de la partida hizo llamar Monteçuma a los capitanes mexicanos Tlacateecatl y Tlacochcalcatl, Nezhuahuacatl, Naculnahuacatl, Tlilancalqui, Tocuiltecatl, Tezcacoacatl, Atlixcatl, los quales, encargados y muy rremirados fuesen los mançebos bisoños nueuamente <en>trados en guerra, y los ardides, sotilezas, escuchas, miradores, corredores de las tenebrosas noches, <en>tradas, salidas de los enemigos, otro día partieron de Mexico. Caminando llegaron a la parte <que> llaman Tzapotitlan. Allí aguardaron <que> llegó toda la gente otro día. Como estaua frontero de los enemigos, aquella noche se escoxieron los más balerosos y esforçados de los exérçitos para correr las çercas y <en>tradas por diuersas partes para que luego, otro día, acometiese el campo balerosamente. Y aquella tarde trujeron de los montes madera larga y hizieron escalas fuertes. Comiençan luego los capitanes a hazerles a los soldados largos parlamentos animándos y dexándolo <en> manos de los dioses, la noche, el aire, el dios de la tierra y al sol y al dios del berano, y a Xiuhpilli (Águila corriente), olbidadas todas cosas, madres, padres, hermanos, mugeres, hijos pospuestos, de todo temor apartados, prometiéndoles con la bitoria rriquezas, descanso y si murieren en manos y poder de los enemigos, ban derechos a gozar y a estar çerca de la grande y suprema alegría del dios Mictlanteuctli, el más prençipal dios del ynfiemo. Y puestos en orden, aguardan después de medianoche los que abía ydo a mirar y correr. Y al rronper del alua boluieron los corredores con presa de yangüitecas <que> benían dando bozes. Comiençan luego a dar alarido los capitanes mexicanos que abían ydo a correr, diziendo: "Ea, mexicanos, <que> ya tenemos presa buena. Caminá con presteza". Comiençan a dar alaridos y caminar furiosos contra la fortaleza primera adonde abían dado señal los mexicanos miradores. Comiençan con tanta crueldad a matar y a prender tan 133v tos como biuos y presos, y yban con esta crueldad derribando árboles de frutales y magués, poniéndole fuego a todo quanto topauan por delante. Comie<n>çan luego a quemar las casas, que estaca en pared no yban dexando, y acabado esto, dixeron los prençipales mexicanos: "Descansad, señores mexicanos, y hagan descansar a los soldados, que después de mañana daremos con los çoltecas". E otro día <en>biaron a beer y reconosçer el pueblo de Çoçola<n> y no hallaron en todo el pueblo persona biuiente, <que> todos abían dado en huir y meterse <en> los más agrios de los montes. Dijeron los prençipales mexicanos: "Pues mañana, antes de amanesçer, salgan de dos en dos pueblos juntos, adereçados, muy bien aperçibidos y bámoslos a buscar". Y andubieron quatro días perdidos por los montes, que no los hallaron. Y con esto, manda alçar el campo mexicano y caminar la bía de Mexico Tenuchtitlan a dar cuenta al rrey Monteçuma de lo proçedido en esta guerra. Y así, fue luego mensajero a Mexico a dar abiso a Monteçuma y salieron a rresçibir el campo mexicano bien çerca de la çiudad, <en> la parte <que> llaman Chalchiuhtatacoyan. Rresçibídolos, tocan luego las cometas de caracoles y atabales de ençima de las casas de los templos de los dioses, señal de alegría grande y gran presa. Y como yban <en>trando por la çiudad, yban derechos al templo de Huitzilopochtli y hazían rreuerençia y yban comiendo la tierra de los pies del Huitzilopochtli, y de allí se binieron al palaçio de Monteçuma. Después de le besar las manos, le dan cuenta de todo lo proçedido y como fuero<n> destruidos todos los yangüitecas, que no quedó nenguno de ellos, y como se huyeron todos los de Çoçolan y jamás paresçieron por mucha diligençia <que> abían hecho, y como quedó todo su pueblo, quedó quemado, templo y palaçios y caserías; y con esta rrelaçión les hizo descansar. Después de auer comido hizo llamar a Petlacalcatl (mayordomo mayor), y díxole Monteçuma: "Traed la rropa que tenéis en guarda". Y traído ante él, <que> heran de las más rricas que abía, <que> llaman nextlacuilolli y coaxayacayo y xahualcuauh y pañet<e>s (maxtlatl) muy rricamente labradas, las quales rropas bestidos todos, le rrinden las graçias. Biniéndose açercando la fiesta de tlacaxipehualiztli (desollamiento) y tlahuahualo y despedaçar biuos a los miserables cautiuos que abían de ser los yangüitecas. Y para esto <en>bió a conbidar a los pueblos de los enemigos. Fueron a Huexoçingo y Cholula y Atlixco, Tlaxcala y, concluidos, todos los señores de todos los pueblos en mitad del monte, aguardando los unos a los otros, hasta <que> llegaron todos los señores de las quatro partes, Tlaxcala, Huexoçingo, Cholula, Atlixco. Llegados a la çiudad de Mexico, lleuados a los palaçios adonde ellos suelen aposentarse, en parte que ánima biuiente los biesen, y dándoles muy cumplidamente todo lo nesçesario de comidas abentaxadas y bestidos. Otro día binieron los otros enemigos de tliliuhquitepecas y Meztitlam y asimismo llegaron los de Mechuacan y los de Yupiçingo. Fueles d<ic>ho por Monteçuma que los propios mensajeros <que> fueron a llamarlos, esos propios les abían de serbir y dar de comer, que persona biuiente los biese hasta el día de la gran fiesta, 134r adonde todos ellos fueron muy bien serbidos: cada día sus dos, tres bezes les dauan rrosas y perfumaderos, mucho género de toda suerte de comidas, cacao muy apurado, como a tales prençipales conbenía. Y mandó a los tales mexicanos que serbían a los enemigos que burlando ni de beras descubriesen a los enemigos a quien ellos seruían so pena <que> les costaría las bidas y de sus mugeres y hijos y de desbaratarles sus casas. Y con este temor fue de mucho rrecato y secreto la estada de los enemigos. Los enemigos dixeron a los que les guardauam que querían beer y bisitar al rrey Monteçuma y darle unos presentes que traían y así, fue abisado de esto Monteçuma. Mandó <que> biniesen a donde él estaua y de tal manera fueron <que> nengún prençipal ni basallo, muger, niño, biexo, nadie paresçió. Estando presente el rrey Monteçuma y los dos rreyes, Neçahualpilli y Tetlepanquetza, <en>traron los tlaxcaltecas. Abiéndole hecho al Monteçuma gran rreberençia, le explican la <en>baxada que traen de su rrey de Tlaxcala y pónenle luego arcos y flechas, armas de los chichimecas, y unas plumas de las rricas. Acabados estos, <en>tran los de Meztitlan y le presentaron unas piedras con sartales de otros generos menudos rrelumbrantes y unas como chamarras o balandranes labrados. <En>traron luego los de Mechuacan y Yupico y, después de le aber saludado al rrey, le presentan unas rropas angostas y mantas <que> llaman çanaton, y xícaras galanas y asentaderos baxos <que> llaman ycpalli, labrados, y los de Yupitzinco le presentaron de dos o tres géneros de cacao en cargas. Y la mañana que se abía de çelebrar la crueldad y gran carniçería les dieron a los forasteros enemigos a medianoche para abaxo muy altamente de comer y luego les dieron a todos de bestir de los más abentajados bestidos que llaman tlauhtemalacayo y otras mantas <que> llaman oçelotimatli, labores tigregueado, y tlauhtemalacayo, con rruedas coloradas de la labor, y otras que llama<n> tlauhtonatiuh, con labores del sol azul, y muchos géneros de pañetes (maxtlatl) de muchas y diferentes maneras de labores. Y luego les dan muy preçiadas rrodelas y diuisas con las abes tan supremas de tlauhquechol y tzinitzcan, y amoxqueadores muy galanos y otros amoxqueadores o quitasol de muy preçiada plumería. Díxoles el rrey.<que> fuesen a mirar el sacrifiçio y fueron puestos en lugares y partes secretas y buenos lugares, enparamentados y adornados de hojas de fruta de çapote, que llaman tzapocalli, con asentadores muy supremos, <que> llaman quecholycpalli. Puesto ençima de la piedra rredonda de temalacatl, el miserable yndio con un espadarte y una rrodela <en> la mano, baxan de ençima de la casa del templo de Huitzilopochtli y sale a pelear con él uno llamado Yuhualahua, que Rriñe de noche su nombre, el qual biene bailando al son del teponaztle y le están cantando. Començando a rrodealle por todas partes le hiriere y como cae el miserable yndio, que no puede herir al matador por estar un estado de altura, en cayendo están aguardando çinco de los saçerdotes o seis y arrebátanle y pónenle ençima de la piedra que está junto al aguxero <que> llaman cuauhxicalli o brasero ynfernal, y biene luego en un ymprouiso el heridor y biuo como está, tendido boquiarriba, le abren el pecho, que no se puede rroder el miserable yndio 134v por le tener asido fuertemente seis saçerdotes balentachos, y luego <que> le abre el pecho le saca el coraçón con un ancho nabajón, lleua el coraçón saltando y unta al ydolo en la boca, y luego biene con él y héchalo dentro del cuauhxicalli, un aguxero que tiene la gran piedra, que muchas uezes el cuerpo del miserable yndio sin coraçón, luego <que> se lo sacan, se lebanta y ba a caer tres o quatro pasos adelante; lo qual bido Don Femando Cortés, capitán de los cristianos, en la çiudad de Tepeaco <en> un sacrifiçio <que> hizieron a uno de los enemigos, por donde Fernando Cortés, de rrabia y coraxe de beer la crueldad, hizo derribar el gran ydolo y dios de ellos, Quetzalcoatl, de lo alto del cu, por cuya causa se alborotaron los yndios y bino a rrompimiento, <que> binieron a las armas y mató y desbarató el d<ic>ho capitán a los de aquel pueblo, más de diez mill. Tornando a n<uest>ra ystoria, acabado aquel miserable yndio, subían luego otro y, por no cansar al letor de oyr tanta y tan abominable crueldad y carniçería, acabados de sacrificar, otros dos días ubo de gran fiesta y mitote en la rreal plaça del gran diablo Huitzilopochtli. Concluido, llamó Monteçuma a los conbidados y despidiólos, dioles rrodelas y espadartes muy rricas para sus señores, los rreyes de ellos. Y con esto, fueron despedidos y se fueron a sus tierras con mucho género de mantas muy galanas para sus señores. Y fuéronlos a dexar, por la seguridad de ellos, hasta mitad de los montes de los términos mexicanos, que esta ley no es usada entre los de este mundo.