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Lo anecdótico y trivial también va a tener un espacio en la pintura del siglo XIX. El pintor francés Courbet lo elevará a la categoría de arte dentro de la estética realista. Turner también intenta tomar estas anécdotas como temática de algunos de sus trabajos, tal y como podemos observar en esta tela. El maestro británico ha captado con sus pinceles una escena simpática en la que un pescador, en su pequeña barca, saluda a otros marineros de un barco mayor. Al fondo, difuminado por la atmósfera brumosa y por la luz divisamos la silueta de un galeón. La pincelada de Turner es más empastada ahora que en sus primeros trabajos -véase Claro de luna o Mañana en las alturas de Coninston- especialmente en la zona de primer plano donde el movimiento de las olas motiva el empleo de color blanco. Las nubes grisáceas amenazando tormenta hacen que las zonas de luces y sombras se sucedan en el espacio del mar. Este tipo de marinas habían sido muy apreciadas en el siglo XVII por los pintores del paisaje holandés, quienes, igual que los ingleses, veían en el mar un lugar de inspiración y de negocio. Ruysdael será una de las principales fuentes de inspiración del maestro romántico inglés.
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Los puentes serán un interesante motivo de inspiración entre los impresionistas, quedando habitualmente cortado para expresar lo momentáneo de la imagen, una de sus principales reivindicaciones. Van Gogh continúa en este lienzo esas imágenes tomadas directamente desde la orilla del Sena, apreciándose un amplio tronco y las hojas de los árboles en primer plano, reforzando la inmediatez de la composición. En segundo término observamos dos barcas, una de ellas ocupada por un pescador mientras que en el fondo hallamos la orilla llena de árboles y el puente en una acentuada diagonal. La luz del mediodía inunda la escena, dotando de tonalidades malvas la composición. La pincelada es aplicada a base de rápidos toques de color, en forma de pequeñas comitas con lo que se obtiene un sensacional efecto de mosaico. La influencia de Renoir, Pissarro o Monet resulta indiscutible, elaborando el joven Vincent quizá sus obras más impresionistas en este verano de 1887.
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Mariano Salvador Maella se dedicó normalmente a la temática religiosa, con algunas excepciones, como el retrato de la Infanta Carlota Joaquina, o su etapa como cartonista de la Real Fábrica de Tapices. El lienzo que contemplamos ahora es un boceto para esta empresa, cuya versión definitiva no terminó el autor, sino otro pintor de la corte, Zacarías González Velázquez. El tema es el mismo que se pedía a todos los cartonistas de la Fábrica, un tema costumbrista, tratado con distanciamiento inofensivo, lejos por supuesto de cualquier atisbo de crítica social. Lo que se buscaba era la recreación en las labores campesinas, en una supuesta armonía del hombre con su trabajo en la naturaleza. Maella comprendió esto a la perfección, y nos ofrece una pensada composición que se diferencia de las de otros pintores en su elegancia y ritmo, que lleva nuestra mirada en suaves curvas desde los personajes dela izquierda hacia el mar, por donde se aproximan las barcas de los pescadores.
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Este lienzo que contemplamos fue el primero que Turner expuso en la Royal Academy. Se trata de una marina nocturna en la que el maestro muestra su interés por presentar diferentes tipos de iluminaciones, al sentirse atraido por ejercitarse en la técnica del claroscuro. El maestro londinense divide la composición en un primer plano ocupado por las fuertes olas, un plano intermedio donde observamos la barca de pesca zarandeada por el oleaje y un trasfondo en el que encontramos los árboles de la costa. Entre las nubes se aprecia el círculo blanquecino de la luna, cuyas luces bañan la escena para crear sensacionales contrastes lumínicos. La influencia de la pintura holandesa del Barroco -Ruysdael, Hobbema o Van Goyen- se manifiesta tanto en la temática como en el importante papel otorgado al cielo, ocupando más de la mitad de la superficie del lienzo. El movimiento, la iluminación fantasmagórica y la violencia de la naturaleza serán elementos comunes a buena parte de los primeros trabajos de Turner.
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Poissy estaba situado a 20 kilómetros al noroeste de París, en la orilla derecha del Sena. El pueblo fue elegido por la cercanía del escritor Zola que dio buenas referencias de la zona. Sisley también había consultado pero Monet optó por Poissy donde la familia Monet-Hoschedé tampoco permaneció mucho tiempo ya que el artista no se sintió a gusto. No son numerosos los cuadros de esta etapa, apareciendo dos obras y un dibujo dedicadas a los pescadores en el Sena, lo que indica la admiración del artista por los botes, admiración que se remontaba hasta sus orígenes pictóricos. En las dos imágenes -véase Dos pescadores- Monet intenta presentar las diferencias lumínicas ante un objeto similar, mostrando diferentes tonalidades y atmósferas. Esta escena que contemplamos se desarrolla al atardecer, apareciendo en el río reflejos dorados que se consiguen con pinceladas rápidas y concisas. Dos líneas de embarcaciones dispuestas en diagonal, al igual que la orilla, organizan el esquema compositivo, utilizando a las figuras verticales para dotar de ritmo al conjunto.
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Manet realizó algunos bodegones a lo largo de su carrera, sobre todo al final, cuando estaba prácticamente paralítico, como Naturaleza muerta con jamón o Manojo de espárragos. En la mayor parte de ellos existe un claro recuerdo de la pintura de Chardin quien, pese a trabajar en los últimos años del Barroco, había estado casi olvidado pero que experimentó un especial resurgimiento en aquellos años. Posiblemente el artista buscó modelos reales, ya que pintó el cuadro en el verano de 1864, durante su estancia en Boulogne-sur-Mer, localidad costera en la que abundan estos productos. Pero la distribución en la superficie pictórica, colocando perfectamente cada elemento, muy iluminado y recortado sobre un fondo neutro que le hace más volumétrico, corresponde a los bodegones clásicos del XVIII, en cierto paralelismo con los del español Luis Meléndez. Sin embargo, Manet recurre a una pincelada más suelta y empastada y se aleja del detallismo casi fotográfico que caracteriza habitualmente estas escenas; los especialistas han pensado en significados simbólicos casi siempre relacionados con la Vanitas y la brevedad de la vida.
fuente
Dispositivo, equipado con poleas, utilizado en los barcos para arriar o izar los botes.