El monasterio e iglesia de las Salesas Reales, en Madrid, fundado por la reina Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI, estuvo pensado para la educación de las jóvenes de la aristocracia, pero también como un palacio de retiro para su previsible viudez, precaviéndose de su poco amada suegrastra Isabel de Farnesio, quien con igual susceptibilidad y por los mismos años hacía edificar Riofrío. De este modo en las Salesas se recreaba el antiguo esquema medieval de Monasterio Real con iglesia funeraria y cuarto real adjunto para los patronos. El interior de este palacio, así como el gran jardín inmediato, eran las partes del conjunto donde más visible resultaba la formación francesa de Carlier, así como los alzados originales del exterior, ahora sólo conservados en la fachada a la calle de Castaños, pues tras el incendio de 1915 fueron modificadas todas las demás. La planta del conjunto se asemeja mucho al prototipo de convento herreriano, tal y como lo esquematizó Chueca Goitia, pero quizá ello se deba a que Carlier sintetizó aquí toda una tradición de distribución del espacio heredada de la Edad Media y sistematizada en la Moderna. La iglesia, subsistente en todo su esplendor original, asume influencias francesas e italianas en un conjunto de elegante diseño y riquísimos materiales, bien expresivo de las aspiraciones del arte cortesano europeo del momento. La curiosa y efectiva síntesis estilística ítalo-gala desarrollada por Carlier en esta obra, su mejor y última, influyó sin duda en la arquitectura doméstica madrileña de la década de 1750.
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obra
A partir de la época de Basilio I la arquitectura eclesiástica se hizo privada y la iglesia parroquial cedió paso a la monástica. La mayor parte de la actividad constructiva de los periodos medio y tardobizantino se manifestó en la edificación de monasterios de propiedad particular.
monumento
Desde época de Basilio I las construcciones arquitectónicas tendrán un carácter privado al estar destinadas a un grupo restringido de cortesanos y dignatarios que tenían acceso al palacio. También la arquitectura eclesiástica se hizo privada y la iglesia parroquial cedió paso a la monástica. La mayor parte de la actividad constructiva de los periodos medio y tardobizantino se manifestó en la edificación de monasterios de propiedad particular. De esta manera, las personas influyentes podían gozar de la conveniencia y de la estima de tener su propio monasterio. El monasterio de esta época presenta unas características bien definidas; normalmente estaba rodeado de una muralla y tenía un portal cubierto, provisto a veces de bancos. Una vez pasado el portal, se hallaba el visitante ante un gran patio abierto. En el centro se alzaba la iglesia principal visible desde todas partes. A lo largo del muro se alineaban los almacenes, establos y talleres, al igual que los recintos destinados a la habitación. Las celdas de los monjes eran de un piso y rectangulares, pero con frecuencia también se construían de dos, tres o cuatro plantas; era entonces cuando tenían acceso desde galerías abiertas. Uno de los lados del rectángulo, frecuentemente el opuesto a la iglesia, estaba ocupado por el refectorio y la cocina: estos recintos, junto a los destinados a hornos, albergues para huéspedes, baño... traducen la imagen como ciudad autónoma en miniatura.
obra
El Real Monasterio de San Jerónimo de Madrid fue fundado en 1463 por el rey castellano Enrique IV. Su primera ubicación sería en las cercanías del río Manzanares pero los Reyes Católicos aceptaron la solicitud de traslado, eligiéndose la parte oriental de Madrid por "gozar de buenos aires, tener abundancias de aguas y grandes y espaciosas huertas".
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Fotografía cedida por la Sociedade Anónima de Xestión do Plan Xacobeo