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Durante el siglo y medio transcurrido desde mediados de la centuria decimosexta y los comienzos de la decimoctava, se realizó la colonización europea en América. Hispanoamérica consolidó las estructuras sociales y económicas que le dieron personalidad, configuró sus regiones peculiares y vio surgir los primeros enfrentamientos entre criollos y peninsulares. Brasil adquirió igualmente sus características y amplió notablemente sus fronteras. Pero lo más singular fue, sin duda, la aparición de otras colonizaciones europeas, como la francesa, la inglesa y la holandesa, que marcaron la internacionalización del Continente y su completa dependencia del Viejo Mundo. Europa ensayó así su primer gran colonialismo extracontinental, con todas sus consecuencias de formación de mercados e imposiciones culturales: una fórmula que luego extenderá a otros continentes del mundo. Las Indias españolas fueron organizadas mediante una curiosa administración centralizada y regional que defendió los intereses metropolitanos y satisfizo, en principio, los anhelos de la clase dirigente criolla, empeñada en conservarla. La sociedad, extraordinariamente compleja por la aparición de los grupos interétnicos, se vertebró igualmente en beneficio de la misma clase dirigente, que utilizó el trabajo obligatorio impuesto a indios y negros, siendo éstos más del 80% de la población. La economía se volcó a la extracción de metales preciosos para la metrópoli y el desarrollo de sus sectores agrario y ganadero. La Iglesia patronal realizó también su función de expandir el cristianismo y la cultura hispanizante se impuso como único modelo posible.
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Unos meses antes de morir Colón, corría ya por Europa el nombre del continente que había descubierto: América. El hecho de que fuera bautizado así es bastante peregrino, como veremos. De las Indias halladas por los españoles había abundantes noticias en Europa, contra lo que tradicionalmente se afirma, pues aparte de la Carta de Colón de la que ya hablamos, resultó que Pedro Mártir de Anglería estuvo haciendo de corresponsal en España, difundiendo sus hechos más notables. Pero todo eran eso, noticias de indias, de las Indias de Asia, a cuya antesala habían llegado los españoles. Lo que nadie sabía, al menos en 1506, es que aquellas Indias no eran las de Asia, sino otras, que formaban continente aparte. Fue lo que vino a decir Amerigo Vespucci, cuyo nombre recibió dicho continente. Anteriormente hablamos de Vespucci y de sus hipotéticos cuatro viajes. Al regresar a Lisboa del último de ellos, en el que recorrió la costa brasileña y quizá la argentina (algunos suponen que llegó hasta los 52° de latitud sur), escribió a su amigo Pier de Soderini el 4 de septiembre de 1504 informándole "Llegué a la parte de las Antípodas, que por mi navegación es la cuarta parte del mundo", añadiendo "Yo he descubierto el continente habitado por más multitud de pueblos y animales que nuestra Europa, o Asia o la misma África". La carta a Soderini, conocida como Cuattro Viagi, se difundió ampliamente por Europa, llegando un ejemplar de la misma al Gimnasio del Vosgo, donde un grupo de intelectuales protegidos por el duque de Lorena trataba de publicar la Geografía de Ptolomeo. La introducción a esta obra corrió a cargo del clérigo Martín Waldseemüller, quien estaba trabajando en ella cuando recibió una copia de la Carta a Soderini. Quedó encantado con lo que se decía en ella, pues era nada menos que la noticia de que existía otro nuevo continente, distinto de los tradicionales que se anotaban en la obra de Ptolomeo: una cuarta parte, un Mundo Nuevo, además de Europa, Asia y África. Decidió transcribir al latín la "Lettera" y la agregó como epilogo a su prólogo, anotando: "Mas ahora que esas partes del mundo han sido extensamente examinadas y otra cuarta parte ha sido descubierta por Arnerigo Vesputio -como se verá por lo que sigue- no veo razón para que no la llamemos América; es decir, la tierra de Americus, ricos, por- Américo, su descubridor". Waldseemüller completó su obra con un nuevo mapa del mundo, un planisferio, que añadió a su Introducción, en el que perfiló ya el nuevo continente. En la parte superior puso dos medallones con las efigies de Ptolomeo y Vespucci. Allí apareció por primera vez el nombre de América, junto con los de Asia, Europa y África. Los ocho libros de la "Geografía" de Ptolomeo se vendieron tan bien, que en 1507 se habían hecho ya seis ediciones de la misma. Europa se enteró por ella que existía América como continente, ignorando por completo que su verdadero descubridor, Cristóbal Colón, acababa de morir hacía apenas unos meses en el más completo anonimato. América se llamó así desde entonces, justa o injustamente. Los españoles, apegados a sus tradiciones, siguieron arrastrando el nombre colombino de las indias hasta bien entrado el siglo XVIII.
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Le evolución sufrida por América Latina a lo largo de los primeros años de la guerra resulta de especial interés, tanto con respecto a la evolución interna de cada país como en relación a la situación internacional en su conjunto. Para entonces, se mostraban de forma todavía muy marcada los efectos de la crisis de 1929, como consecuencia de la debilidad intrínseca de sus estructuras económicas. Sobre el plano político, el recurso a la dictadura militar sigue siendo el método más utilizado en general, salvo en casos muy aislados de entre los que México presenta características especiales. Además, llegado el año 1941, cuando las armas alemanas ostentan su máxima pujanza en detrimento de los valores democráticos, las actitudes de signo fascista existentes en el interior de las sociedades latinoamericanas se ven impulsadas de la forma más decidida. El auge de las ideologías de corte nazi y fascista se mostraba más fuerte en los países que habían alcanzado un mayor grado de desarrollo social y económico. Países que incluso se habían dotado de instituciones políticas que, aunque imperfectas e ineficaces, trataban de reproducir de forma aparente las formas democráticas existentes en Europa y los Estados Unidos. Proliferaron de esta forma los movimientos inspirados en los totalitarismos reaccionarios, fomentados además por la actividad de los extensos grupos de emigrantes europeos y aún por agentes del Eje. Brasil, Chile y Argentina observaron así el arraigo de actitudes de este signo, subvencionadas tanto desde el exterior como por sectores de las respectivas oligarquías nacionales y del Ejército. Sin embargo, estas posiciones no serían en definitiva capaces de sustituir a las formas tradicionales de dominio de corte conservador que actuaban como elementos de control de las poblaciones. El New Deal había impulsado desde los Estados Unidos un cierto grado de renovación de estructuras en los vecinos del sur, pero a pesar de todo se manifestaba de la forma más evidente la persistencia de unos usos tradicionales que invalidaban toda posibilidad dirigida en este sentido. En 1939 algunos de los países del área se habían visto positivamente afectados por la presencia de los exiliados procedentes del bando republicano vencido en la guerra civil española. Sobre todo México, Argentina y el área del Caribe habían recibido a estos contingentes humanos de ideología progresista, que habían de influir decisivamente sobre sus estratos sociales medios. Inmediatamente después del inicio de la guerra en Europa, una conferencia interamericana celebrada en Panamá había servido como instrumento formal a los Estados Unidos para imponer sobre la totalidad del continente una expresa neutralidad ante el conflicto. Así, al mismo tiempo que se impedía toda acción que beneficiase a las potencias del Eje en América se intentaba desarraigar cualquier brote filonazi que pudiese adquirir dimensiones preocupantes. Los gobernantes latinoamericanos tenían una clara conciencia de su absoluta inclusión dentro del grupo de los futuros aliados liderados por Washington. Así, con ocasión del episodio de Pearl Harbor los países más dependientes del gran vecino del norte -los cinco centroamericanos y los de las Antillas- declararían de forma inmediata la guerra a las potencias del Eje. Otros, manteniendo unos lazos de sujeción más laxos, reaccionaron en el mismo sentido, pero asumiendo actitudes menos extremas. Los situados en la parte más meridional del continente -que, por otra parte, habían sido los más receptivos a la propaganda nazi-fascista- actuaron de forma más neutra, llegándose incluso en el caso de la Argentina de Perón, ya en 1943, a la adopción de una política abiertamente proalemana.
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El influjo de la Revolución Cubana es visto como pernicioso por buena parte de los gobiernos latinoamericanos. Temen un contagio de la situación a sus propios paises, viendo con recelo el auge de movimientos izquierdistas que, en ocasiones, como el Chile de Allende, consiguen llegar al poder. Así, muchas veces con el visto bueno norteamericano, cuando no con su apoyo directo, surgen golpes de estado y políticas de corte reaccionario y dictatorial. No obstante, los años 80 y 90 ven aparecer un proceso democratizador, conforme a las pautas seguidas en otras partes del mundo.
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La evolución política de América Latina durante las cinco últimas décadas del siglo XX parece seguir una pauta general de la que surgen algunas excepciones. Los regímenes oligárquicos, producto del asentamiento en el poder de grupos dominantes a finales del XIX y primeros años del XX, ven contestada su posición hegemónica por movimientos contestatarios que en prácticamente todos los países les desalojan y discuten la organización y estructura política de cada nación. El auge de las izquierdas de raíz obrera o estudiantil, muchas veces con implicaciones nacionalistas, a veces populistas, desalojará de los gobiernos a familias o grupos con raigambre y tradición política. En algunos casos, como el de Cuba, el cambio supondrá una auténtica revolución, al imponer nuevas pautas económicas y políticas que rompen por completo con el pasado inmediatamente anterior. La Revolución Cubana, además, será un modelo a seguir por muchos grupos de izquierda en toda América Latina, aunque la reacción de los grupos de poder económico, político y militar, con apoyo las más de las veces de Estados Unidos, cortará radicalmente estos intentos de "subversión". Golpes de estado y guerra sucia serán pautas corrientes desde la década de los sesenta hasta bien entrados los 80. En lo económico, América Latina vive alternativamente periodos de desarrollo con etapas de recesión. La necesidad de recibir capitales que se empleen en el desarrollo de la industria y la agricultura y la gestión frecuentemente deficiente de esos capitales realizada por los gobiernos hace que la deuda externa se torne cada vez más difícil de pagar, incrementando la gravedad de una situación de partida precaria. Por otro lado, la dependencia del exterior hace que América Latina no sea ajena a acontecimientos que, como la crisis del petróleo de 1973, sí afectan al conjunto de las economías de las economías mundiales, para el caso concreto que nos ocupa revista la situación de especial gravedad.
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Tras lograr la emancipación, las jóvenes repúblicas iberoamericanas aun habrán de afrontar un proceso de construcción nacional que pasa por definir nuevas estructuras económicas y políticas. La base de sus economías la hallarán en las exportaciones, principalmente de productos agrarios, si bien las necesidades de financiación será una fuente de conflicto en el futuro al subordinar las diferentes soberanías nacionales al poder de Gran Bretaña y Estados Unidos, principalmente. Por otro lado, el proceso de construcción política, tras la larga etapa administrativa colonial, será largo y costoso. Los grupos oligárquicos pugnarán por mantener su situación de privilegio económico y político, si bien, fruto del desarrollo urbano e industrial, nuevos grupos reivindicarán su derecho a participar en el juego de poder. Grupos urbanos y sindicatos intentarán hacer valer sus derechos frente a las oligarquías tradicionales. Las guerras de independencia dejan fronteras tenuemente trazadas entre países aun en busca de definición e identidad. Los conflictos territoriales serán una cuestión habitual a finales del siglo XIX y principios del XX. Por su parte, Estados Unidos experimenta un desarrollo sin precedentes y con una rapidez inusitada. En unas pocas décadas, su potencial industrial le permite ponerse a la cabeza del mundo como la nación más desarrollada. Sin embargo, graves desigualdades internas minan la solidez del sistema, si bien generan respuestas de carácter progresista -sufragio universal, prensa libre, etc- que más tarde serán adoptadas en otras naciones.
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<p><strong>Historia:&nbsp;</strong></p><p>El poblamiento de América.&nbsp;</p><p>El Arcaico: domesticación de plantas y animales.&nbsp;</p><p>Las culturas de América del Norte.&nbsp;</p><p>Mesoamérica: evolución cultural.&nbsp;</p><p>La cultura olmeca.&nbsp;</p><p>Monte Albán.&nbsp;</p><p>La cuenca de México y Teotihuacan.&nbsp;</p><p>El Occidente de México.&nbsp;</p><p>Veracruz.&nbsp;</p><p>Xochicalco y Cacaxtla.&nbsp;</p><p>La cultura tolteca.&nbsp;</p><p>La cultura maya.&nbsp;</p><p>Subsistencia y patrón de asentamiento.&nbsp;</p><p>La decadencia de la civilización maya clásica.&nbsp;</p><p>Esplendor de Chichén Itzá.&nbsp;</p><p>La cultura azteca.&nbsp;</p><p>Las fuentes.&nbsp;</p><p>Los aztecas en el valle de México.&nbsp;</p><p>La Triple Alianza y el Imperio.&nbsp;</p><p>Motecuzoma II Xocoyotzin.&nbsp;</p><p>Área Intermedia y Sudamérica.&nbsp;</p><p>Área andina: evolución cultural.&nbsp;</p><p>Chavín de Huantar.&nbsp;</p><p>La cultura moche.&nbsp;</p><p>Virú, Recuay, Lima y Nazca.&nbsp;</p><p>La cultura Tiahuanaco.&nbsp;</p><p>Huari.&nbsp;</p><p>El reino Chimú.&nbsp;</p><p>La cultura inca.&nbsp;</p><p>La historia del pueblo inca.&nbsp;</p><p>Las guerras civiles.&nbsp;</p><p><strong>Sociedad: Medios de subsistencia&nbsp;</strong></p><p>La economía maya.&nbsp;</p><p>Aprovechamiento agrícola.&nbsp;</p><p>La división del trabajo.&nbsp;</p><p>El comercio.&nbsp;</p><p>La expansión de la obsidiana.&nbsp;</p><p>La economía inca.&nbsp;</p><p>La economía azteca.&nbsp;</p><p>Recursos naturales.&nbsp;</p><p>Comercio y mercado.&nbsp;</p><p><strong>Organización política&nbsp;</strong></p><p>Organización política maya.&nbsp;</p><p>Organización político-administrativa inca.&nbsp;</p><p>El tributo inca.&nbsp;</p><p>Las obras públicas.&nbsp;</p><p>Organización política azteca.&nbsp;</p><p>Las reformas de Tlacaélel.&nbsp;</p><p><strong>Estructura social&nbsp;</strong></p><p>La sociedad maya.&nbsp;</p><p>División social.&nbsp;</p><p>La sociedad inca.&nbsp;</p><p>La sociedad azteca.&nbsp;</p><p>Las clases sociales.&nbsp;</p><p>Educación y moral.&nbsp;</p><p>El matrimonio.&nbsp;</p><p>La vida cotidiana.&nbsp;</p><p><strong>Creencias y religión&nbsp;</strong></p><p>La religión maya.&nbsp;</p><p>El panteón.&nbsp;</p><p>Ritos y sacerdocio.&nbsp;</p><p>El Popol Vuh.&nbsp;</p><p>La religión inca.&nbsp;</p><p>El sacerdote inca.&nbsp;</p><p>Sacerdocio femenino.&nbsp;</p><p>La religión azteca.&nbsp;</p><p>Mitos de los orígenes.&nbsp;</p><p>El mito de Quetzalcóatl.&nbsp;</p><p>Creencias y ritual aztecas.&nbsp;</p><p>Actitud filosófico-religiosa.&nbsp;</p><p>La guerra florida.&nbsp;</p><p><strong>Arte y conocimientos&nbsp;</strong></p><p>La cultura maya.&nbsp;</p><p>La ciencia y el calendario.&nbsp;</p><p>Aritmética y escritura.&nbsp;</p><p>El arte maya.&nbsp;</p><p>La arquitectura.</p><p>La escultura.&nbsp;</p><p>La pintura.&nbsp;</p><p>El arte inca.&nbsp;</p><p>Arquitectura inca.&nbsp;</p><p>El Coricancha y Sacsahuamán.&nbsp;</p><p>Otras artes incas.&nbsp;</p><p>La ingeniería inca.&nbsp;</p><p>El arte azteca.&nbsp;</p><p>La escultura azteca.&nbsp;</p><p>El arte portatil azteca.</p>