Magdalena penitente
Datos principales
Autor
Fecha
1587-96
Estilo
Material
Dimensiones
109 x 96 cm.
Museo
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Esta imagen de la Magdalena es una de las pinturas más atractivas de El Greco. La santa exhibe el esplendor de su belleza ante una ligera referencia paisajística. La figura se sitúa en primer plano, envuelta en un amplio manto rojizo, mirando al crucifijo que se sujeta sobre una roca. Sus manos indican el arrepentimiento, se lleva la derecha al pecho y señala con la izquierda la calavera, símbolo indiscutible de los eremitas. Precisamente, las manos son una de las partes más interesantes del conjunto, con esos dedos largos y estilizados tan del gusto de Doménikos, uniendo el anular y el corazón en uno de los gestos más tradicionales del pintor. No aparece el tarro de los afeites con el que ungió los pies de Cristo y que simboliza su anterior vida como prostituta. Bien es cierto que esta imagen se aleja de otras representaciones en donde Magdalena aparece como una dama de alto postín, mostrándose aquí como una eremita que olvida su lujo y se dedica plenamente a la contemplación y la meditación. El paisaje es muy austero, sólo una referencia a las nubes, el cielo y las rocas de la cueva, junto a las ramas de un arbusto. Respecto al color, también destaca por su austeridad, destacando el manto rojo, que contrasta con la piel blanquecina de la santa y que se complementa con el anaranjado del cabello. Los grises hacen algo más fría la composición, recurriendo a una iluminación inspirada en la Escuela veneciana, que aplica mayor viveza a las tonalidades donde incide la luz, como en el caso del brazo izquierdo. Con estas escenas, Doménikos demuestra la superación de sus modelos italianos y la creación de un lenguaje propio, inconfundible para los espectadores. Fue adquirida por el pintor catalán Santiago Rusiñol a finales del siglo XIX, ejemplo de la atracción que sintieron los pintores modernistas por la obra de El Greco. Se organizó una procesión de artistas y literatos para trasladar esta imagen desde la estación ferroviaria de Sitges a la casa del pintor, conocida como el Cau Ferrat, hoy museo, en el que se exhibe junto a obras de Ramón Casas, Rusiñol o Pablo Picasso.