Catedral de Santo Domingo de la Calzada (La Rioja). Retablo Mayor
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El retablo de la catedral riojana resume la trayectoria profesional de Forment . Nos hallamos ante una gran empresa, menos costosa (tasada en 2.709 ducados) que sus magnos retablos aragoneses por estar realizada en madera y no incluir la policromía, vinculada a la voluntad del obispo que rige la diócesis, don Alonso de Castilla, que ayudó a sufragarla y en ella reitera el escultor el habitual sistema de trabajo. La obra, contratada en noviembre de 1537 y casi concluida en marzo de 1539, se hizo de acuerdo a la traza presentada por el maestro, pero su ejecución material se debió en buena parte a los colaboradores del taller, incluso algunos trabajaron ya como imagineros, así ocurre con Gaspar de Pereda, a quien el maestro paga por unas imágenes. El 7 de marzo de 1539, Forment aprueba la elección del pintor Andrés Melgar para la policromía del retablo; de algún modo el artista casi siempre había estado implicado en la policromía de sus proyectos, contratando en ocasiones él mismo a los pintores. La obra fue terminada por los ayudantes del escultor; se conocen pagos a los imagineros Bernardo Lorente y maestro Cristóbal, y el finiquito lo cobraban sus herederos en 1572. Asentado sobre un zócalo de alabastro, con escenas de la vida de Santo Domingo, este retablo presenta banco, cuerpo monumental, a base de tres calles principales y cuatro entrecalles secundarias, de tres pisos y guardapolvo. En el primero se encuentran temas de la Pasión (Flagelación, Cristo camino del Calvario y Piedad en el centro) y figuras de los Evangelistas en hornacinas aveneradas.
En la calle central se encuentra un grupo escultórico presidido por el Salvador; encima está la Asunción de María y, sobre ella, el expositor. En la calle lateral izquierda se distribuyen escenas de la Anunciación, Adoración de los Pastores y de los Reyes, mientras en la derecha figuran la Presentación del Niño, Resurrección y Pentecostés. Las entrecalles se reservan para el apostolado, dispuesto en imágenes aisladas; profetas y personajes del Antiguo Testamento se reparten en el guardapolvo. En el vistoso remate, aparecen Adán y Eva en los extremos y la Santa Faz en el centro. A este conjunto escultórico se añaden ángeles y serafines, colocados en el remate, en los entablamentos o descorriendo unas cortinas colocadas delante de las escenas del banco. La exuberancia decorativa del retablo continúa en la mazonería y zócalo, con diversos motivos renacentistas de temática profana: grutescos, tritones, nereidas, centauros, sátiros, etc., completando así el variado y rico programa iconográfico del retablo calceatense. La crítica siempre ha destacado que la estructura de la obra riojana y los modelos figurativos de las esculturas acusan una influencia de la plástica castellana y se aparta del tipo de retablo aragonés, pero consideramos que es una cuestión muy matizable. No negamos que Forment conociera obras castellanas, dado su carácter viajero por motivos de la profesión y su relación con escultores de ese área; sin embargo, hallamos soluciones presentes en retablos anteriores suyos, como el adintelamiento de las casas (retablo de San Miguel de los Navarros) y la disposición de los dos profetas sobre los que se apoya el guardapolvo (retablo mayor de Huesca), si bien aquí se acusa más su función de atlantes.
En cuanto al tratamiento resaltado de los entablamentos de las entrecalles sobre el de las calles principales, desconocemos si lo había ensayado antes por haber desaparecido muchas de sus obras. Ahora bien, esta solución está presente en retablos aragoneses de otros escultores, como en el mayor de Aniñón (al parecer ya finalizado en 1530 y diseñado por Gil Morlanes el Joven) y en el mayor de la catedral de Teruel (1532-36), obra de Gabriel Joly y con el que hay además otras concordancias. En relación a la imaginería, se advierte un cambio respecto a los modelos de Forment, aunque algunas composiciones repiten otras anteriores (por ejemplo, la Flagelación) y determinadas figuras todavía presentan el severo aplomo que caracteriza a sus creaciones, como ocurre con las imágenes de la Virgen en las escenas de la Adoración de los Pastores y Reyes. Pero, en general, muestran posturas más complicadas y movidas, con rostros de gran expresividad, aunque tampoco se debe olvidar el interés del escultor por los valores naturalistas, patente ya en algunas cabezas del retablo del Pilar . Todos estos aspectos las hacen coincidir con formas manieristas y con algunos modelos de Alonso Berruguete , lo que no indica necesariamente una influencia del artista castellano. En otra ocasión ya llamamos la atención sobre Arnau de Bruselas, en el taller de Forment desde 1536, quien debió de participar de manera muy activa en el retablo calceatense, si tenemos en cuenta su retablo mayor de Alberite y el de Santa María de Palacio, de Logroño. En la ejecución se advierten también diferencias de calidad, siendo los mejores los relieves alabastrinos del zócalo.
En la calle central se encuentra un grupo escultórico presidido por el Salvador; encima está la Asunción de María y, sobre ella, el expositor. En la calle lateral izquierda se distribuyen escenas de la Anunciación, Adoración de los Pastores y de los Reyes, mientras en la derecha figuran la Presentación del Niño, Resurrección y Pentecostés. Las entrecalles se reservan para el apostolado, dispuesto en imágenes aisladas; profetas y personajes del Antiguo Testamento se reparten en el guardapolvo. En el vistoso remate, aparecen Adán y Eva en los extremos y la Santa Faz en el centro. A este conjunto escultórico se añaden ángeles y serafines, colocados en el remate, en los entablamentos o descorriendo unas cortinas colocadas delante de las escenas del banco. La exuberancia decorativa del retablo continúa en la mazonería y zócalo, con diversos motivos renacentistas de temática profana: grutescos, tritones, nereidas, centauros, sátiros, etc., completando así el variado y rico programa iconográfico del retablo calceatense. La crítica siempre ha destacado que la estructura de la obra riojana y los modelos figurativos de las esculturas acusan una influencia de la plástica castellana y se aparta del tipo de retablo aragonés, pero consideramos que es una cuestión muy matizable. No negamos que Forment conociera obras castellanas, dado su carácter viajero por motivos de la profesión y su relación con escultores de ese área; sin embargo, hallamos soluciones presentes en retablos anteriores suyos, como el adintelamiento de las casas (retablo de San Miguel de los Navarros) y la disposición de los dos profetas sobre los que se apoya el guardapolvo (retablo mayor de Huesca), si bien aquí se acusa más su función de atlantes.
En cuanto al tratamiento resaltado de los entablamentos de las entrecalles sobre el de las calles principales, desconocemos si lo había ensayado antes por haber desaparecido muchas de sus obras. Ahora bien, esta solución está presente en retablos aragoneses de otros escultores, como en el mayor de Aniñón (al parecer ya finalizado en 1530 y diseñado por Gil Morlanes el Joven) y en el mayor de la catedral de Teruel (1532-36), obra de Gabriel Joly y con el que hay además otras concordancias. En relación a la imaginería, se advierte un cambio respecto a los modelos de Forment, aunque algunas composiciones repiten otras anteriores (por ejemplo, la Flagelación) y determinadas figuras todavía presentan el severo aplomo que caracteriza a sus creaciones, como ocurre con las imágenes de la Virgen en las escenas de la Adoración de los Pastores y Reyes. Pero, en general, muestran posturas más complicadas y movidas, con rostros de gran expresividad, aunque tampoco se debe olvidar el interés del escultor por los valores naturalistas, patente ya en algunas cabezas del retablo del Pilar . Todos estos aspectos las hacen coincidir con formas manieristas y con algunos modelos de Alonso Berruguete , lo que no indica necesariamente una influencia del artista castellano. En otra ocasión ya llamamos la atención sobre Arnau de Bruselas, en el taller de Forment desde 1536, quien debió de participar de manera muy activa en el retablo calceatense, si tenemos en cuenta su retablo mayor de Alberite y el de Santa María de Palacio, de Logroño. En la ejecución se advierten también diferencias de calidad, siendo los mejores los relieves alabastrinos del zócalo.