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América

Desarrollo


La cultura maya arqueológica se nos presenta imbuida de religiosidad. La organización sociopolítica clásica se basa en la identidad lograda por la participación en las ceremonias. El ritual religioso tiñe la vida del campesino lo mismo que la de los individuos de superior status, y es el principal mecanismo de integración desde el momento en que los grupos de parentesco se ordenan en virtud de su proximidad a un antepasado mítico y divinizado. Las fiestas en los centros ceremoniales trataban de infundir en las masas el sentimiento de lo sagrado por medio de un culto extremadamente complejo y rico. Las gentes alcanzaban un estado de ansiedad con sensaciones de temor, respeto, veneración y acatamiento, y participaban de la seguridad de que el ritual contribuía al bien de la comunidad. Los sacerdotes oficiaban desde lo alto de las pirámides o en el interior de los templos, rodeados por un decorado deslumbrante que debió tener hondas repercusiones en la mente popular. Algunas de las ceremonias estarían relacionadas con: construcción o dedicación de edificios, erección de estelas y otros monumentos, calendario de las diversas actividades económicas, distribución de bienes, movimientos de los astros y demás fenómenos naturales, transcurso de los períodos de tiempo, nacimiento y muerte de gobernantes y sacerdotes, entronización y comienzos de reinados, victorias militares o preparación de empresas bélicas, bodas y alianzas, fiestas fijas asociadas a ciertos dioses y otras variables según sus manifestaciones y las necesidades de la colectividad y, en fin, todas aquellas celebraciones señaladas en el calendario y que tenían que ver con los antepasados o con hechos sustanciales de carácter vario.

Muy diferente sería el tipo de ritos populares que se llevaban a cabo en el ámbito rural, en las propias unidades domésticas o en las capillas levantadas en los campos, y que se dirigían a conmemorar las distintas etapas de la vida de los individuos, a asegurar el ritmo de las faenas agrícolas, a alejar a las enfermedades y a impetrar la protección para casas y milpas. Esta es la clase de religiosidad que ha perdurado hasta hoy, después que la oficial desapareciera con la llegada de los españoles, fundiéndose con el cristianismo y dando cabida a infinidad de fórmulas, conjuros y sencillas ceremonias que acompañan constantemente al maya desde su nacimiento hasta su muerte. Lo que sabemos o podemos deducir sobre la religión prehispánica tiene su origen en los manuscritos indígenas conocidos como libros de Chilam Balám, en el Popol Vuh de los quichés de Guatemala, el Ritual de los Bacabs, todos ellos escritos en maya con caracteres latinos después de la conquista, y en los tres códices posclásicos que se conservan en Dresde, París y Madrid. Es casi seguro que los mayas, como los mexicanos, creían que la tierra descansaba sobre el dorso de un gran cocodrilo que a su vez flotaba en una laguna. Sobre ella se elevaba el cielo dividido en trece compartimentos dispuestos en trece capas horizontales o en siete niveles en forma de pirámide escalonada, y por debajo había nueve mundos inferiores en los que posiblemente reinaban los nueve Señores de la Noche.

La tierra se representa en algunos textos como un cuadrilátero ordenado hacia las cuatro direcciones y asociado a cuatro colores: Oeste: Negro; Este: Rojo; Sur: Amarillo; Norte: Blanco. Cada dirección-color comporta un haz de asociaciones: a) Los cielos están sostenidos por cuatro dioses, los bacabs. b) En los cuatro lados del mundo se sitúan los chacs o dioses de la lluvia. c) Itzam Ná, la divinidad más importante del panteón maya, tenía cuatro aspectos, respectivamente asignados a direcciones y colores. Parece que se trata de los cuatro monstruos celestes, frecuentemente representados como cocodrilos o lagartos bicéfalos y a veces como serpientes con una o dos cabezas. d) Las aves llamadas Moan se relacionan también con las cuatro direcciones.

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