Evolución estilística del retrato privado peninsular
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Datos principales
Rango
Arte Antiguo de España
Desarrollo
Debemos partir de una premisa: que el retrato en la Península Ibérica se rige por parámetros similares a los que definen los retratos metropolitanos. Sin embargo, a pesar de este sentido unitario del retrato romano, no debemos olvidar que los particulares determinan con mayor libertad los encargos de taller. Durante varios siglos los habitantes de Hispania perfilarán la línea artística del género y reflejarán gustos propios y rasgos genuinos de su personalidad. El inicio del retrato romano en nuestro país, rigurosamente analizado por Pilar León Alonso, viene de la mano de los primeros moradores de las regiones romanizadas tempranamente, Tarraconense y Baetica. La situación hispana, por otra parte, no era homogénea en la tradición escultórica prerromana; existían zonas -como la del este y sur- con arraigada plástica indígena ibérica, mientras otras -centro, norte y oeste- carecían de estos precedentes. El resultado de este fenómeno, como es lógico, se caracterizará por la diversidad. Los primeros retratos en el tiempo hallados en nuestro territorio mantienen un rasgo unitario: es el denominado realismo de tradición tardorrepublicana, que repite un prototipo físico de varón maduro y un mismo esquema formal de cabeza-retrato para colocar sobre una estatua. En todos es constante una acusada sequedad en el tratamiento de las facciones y la coordinación de las partes del rostro, así como un modelado duro de la superficie dérmica. En la repetición de este esquema, explicada tradicionalmente por el deseo de personalización del retratado, también pudo influir la escasez de repertorio técnico en el tallado de la piedra.
Los tres grandes núcleos de retratos que podemos encuadrar bajo el mismo patrón inicial los localizamos en la Tarraconense, Bética y Lusitania. Aunque estilísticamente forman un bloque similar, la cronología varía en cada uno de ellos. Existe en Barcelona un rico grupo de cabezas-retrato que han sido consideradas como expresión temprana de la retratística producida en el solar hispano. Los paralelos mejores de este bloque están en retratos norteitálicos, concretamente de Aquileia. Queda así explicada para esta área la introducción e impacto de los moldes retardatarios. La Bética no es ajena a este fenómeno temprano, y a través de varios e interesantes ejemplos -retratos de desconocidos de Córdoba, Jerez y Cádiz- es posible detectar una corriente productiva definida por los rasgos citados anteriormente. Una mayor elaboración y cuidado en el tratamiento de la piedra caracteriza este conjunto bético, lo que pudiera relacionarse con un sustrato anterior conocedor de los usos de la plástica. El núcleo lusitano sitúa en Emerita el enclave productivo de este momento. En los ejemplos emeritenses se intuye un avance con respecto a los anteriores, fruto de la secuencia cronológica. La ausencia de una base técnica implica, sin duda, el asentamiento de talleres foráneos en Augusta Emerita. Parece fuera de duda que los inmigrantes itálicos que llegaron a Hispania formaron talleres a los que se adscriben maestros locales, de ahí el dispar nivel de calidad de los retratos de esta fase.
En la seriación de ciertos conjuntos, como el barcelonés o emeritense, destacan las obras cabezas de serie frente a la producción repetitiva y estandarizada que forma el grueso de dichas colecciones. Otra nota interesante y común a las distintas regiones peninsulares es la perpetuación de estos esquemas en los retratos particulares durante una buena etapa temporal; la explicación es fácil si pensamos que, debido a la carencia de tradición anterior, era necesaria una fase formativa para la mano de obra autóctona. Una vez que esta etapa concluye, permanecerán con fuerza los modelos de prestigio importados, estando ajenos los encargos particulares a las novedades metropolitanas. Tal vez producto exclusivo del azar sea el hecho de que un elevado porcentaje de estas obras corresponda a retratos masculinos, aunque tampoco hay que desechar la posibilidad de que la representación femenina estuviera restringida por el rol secundario desempeñado por la mujer. Citamos como muestra de retratos femeninos de tradición anclada en el pasado los de Ampurias , en el Museo de Barcelona, y el de El Coronil (Sevilla).
Los tres grandes núcleos de retratos que podemos encuadrar bajo el mismo patrón inicial los localizamos en la Tarraconense, Bética y Lusitania. Aunque estilísticamente forman un bloque similar, la cronología varía en cada uno de ellos. Existe en Barcelona un rico grupo de cabezas-retrato que han sido consideradas como expresión temprana de la retratística producida en el solar hispano. Los paralelos mejores de este bloque están en retratos norteitálicos, concretamente de Aquileia. Queda así explicada para esta área la introducción e impacto de los moldes retardatarios. La Bética no es ajena a este fenómeno temprano, y a través de varios e interesantes ejemplos -retratos de desconocidos de Córdoba, Jerez y Cádiz- es posible detectar una corriente productiva definida por los rasgos citados anteriormente. Una mayor elaboración y cuidado en el tratamiento de la piedra caracteriza este conjunto bético, lo que pudiera relacionarse con un sustrato anterior conocedor de los usos de la plástica. El núcleo lusitano sitúa en Emerita el enclave productivo de este momento. En los ejemplos emeritenses se intuye un avance con respecto a los anteriores, fruto de la secuencia cronológica. La ausencia de una base técnica implica, sin duda, el asentamiento de talleres foráneos en Augusta Emerita. Parece fuera de duda que los inmigrantes itálicos que llegaron a Hispania formaron talleres a los que se adscriben maestros locales, de ahí el dispar nivel de calidad de los retratos de esta fase.
En la seriación de ciertos conjuntos, como el barcelonés o emeritense, destacan las obras cabezas de serie frente a la producción repetitiva y estandarizada que forma el grueso de dichas colecciones. Otra nota interesante y común a las distintas regiones peninsulares es la perpetuación de estos esquemas en los retratos particulares durante una buena etapa temporal; la explicación es fácil si pensamos que, debido a la carencia de tradición anterior, era necesaria una fase formativa para la mano de obra autóctona. Una vez que esta etapa concluye, permanecerán con fuerza los modelos de prestigio importados, estando ajenos los encargos particulares a las novedades metropolitanas. Tal vez producto exclusivo del azar sea el hecho de que un elevado porcentaje de estas obras corresponda a retratos masculinos, aunque tampoco hay que desechar la posibilidad de que la representación femenina estuviera restringida por el rol secundario desempeñado por la mujer. Citamos como muestra de retratos femeninos de tradición anclada en el pasado los de Ampurias , en el Museo de Barcelona, y el de El Coronil (Sevilla).