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La muerte de Justo en 1943 cambió la correlación de fuerzas en el ejército. Los sectores liberales y profesionales fueron desplazados por oficiales nacionalistas (algunos de influencias fascistas), nucleados en torno al GOU (Grupo de Oficiales Unidos), un grupo secreto en el que comenzó a destacar el coronel Juan Domingo Perón. El 4 de junio de 1943, el ejército dio un nuevo golpe que acabó definitivamente con el régimen conservador y el ministro de Guerra de Castillo, el general Pedro Pablo Ramírez, ocupó la presidencia. Se inició un período dictatorial, de signo derechista y nacionalista, que aumentó la represión policial contra el movimiento obrero y los partidos de izquierda. Al poco tiempo Ramírez fue reemplazado por otro general, Edelmiro Farrell, cuyo gobierno marcó el ascenso de Perón, primero a la secretaría de Trabajo y Previsión y luego, sin dejar su cargo, al ministerio de Guerra. Posteriormente sería elegido vicepresidente por una asamblea militar. Su control del ejército y de la fuerza obrera le permitieron influir en el gabinete y reorientar la política del gobierno. Perón utilizó su cargo en la secretaría de Trabajo para ganarse el favor sindical y el de una clase obrera en transformación, para lo cual aplicó sistemáticamente viejas leyes que favorecían a los trabajadores. Las mismas habían sido aprobadas en el Congreso a instancias de los diputados socialistas, como Alfredo Palacios o Juan B. Justo, pero se habían quedado en el olvido.

La transformación de la clase obrera respondía a la industrialización y a las migraciones internas que despoblaban el interior en beneficio de las principales ciudades: Buenos Aires, Córdoba y Rosario. Los orígenes sociales del peronismo han preocupado a los estudiosos. Se ha argumentado su vinculación con un nuevo proletariado, de origen argentino, en contraposición al viejo, formado básicamente por inmigrantes. El nuevo proletariado surgía de las migraciones internas y de los hijos de los inmigrantes llegados entre 1880 y 1930. Hoy sabemos que esto no ha sido así, y que la rama obrera del peronismo surgió de la unión entre la vieja y la nueva clase obrera. Pese a apoyar la industrialización, Perón no tuvo ni antes ni después de las elecciones de 1946 el total apoyo de la patronal, dado el sesgo obrerista de su política. Al igual que Vargas en Brasil, pretendía otorgar algunas concesiones a los trabajadores con el fin de evitar un estallido revolucionario y optar por el mal menor, pero tanto en un caso como en el otro la postura de los patronos era más recalcitrante que la de los políticos. Las manifestaciones pro-fascistas de Perón, expresadas desde su viaje a Italia y en los cargos políticos que ocupó, le valieron la oposición de socialistas y comunistas y la de la mayoría de los radicales y de los sectores medios urbanos. La neutralidad en la Segunda Guerra y la postura favorable al Eje eran el telón de fondo que influía en esta toma de posiciones.

La misma cuestión afectó al embajador de los Estados Unidos, Spruille Braden, alineado con los enemigos de Perón. El tono del enfrentamiento polarizó la lucha política y dividió a la sociedad en dos partes casi iguales. Una de sus consecuencias fue la movilización de masas del 17 de octubre de 1945 que exigía la liberación de Perón, encarcelado ante su irresistible ascenso. En este contexto se produjo el nacimiento de uno de los mayores movimientos de masas latinoamericanos: el peronismo. El apoyo del movimiento obrero organizado, el carisma de Perón y su particular estilo de hacer política fueron vitales en su ascendente carrera política. Durante la campaña electoral empleó hábilmente la consigna Braden o Perón, acusando al embajador de inmiscuirse en los asuntos argentinos y apelando a la conciencia nacionalista. Desde su antiimperialismo señaló que todo aquél que no estaba con Perón estaba a favor de los Estados Unidos y contra la Patria; la exclusión se impuso y la polarización se agudizó. Su triunfo electoral se debió a una alianza heterogénea de grupos y sectores políticos integrada por una parte del movimiento obrero y antiguos sindicalistas anarquistas y socialistas, organizados en torno al Partido Laborista, bajo cuyas siglas Perón presentó su candidatura. Hay que sumar dos grupos radicales (el Frente de Orientación Radical de la Joven Argentina -FORJA- y la Unión Cívica Radical junta de Reorganización -UCRJR-), ciertos sectores del nacionalismo y una fracción considerable del Partido Conservador de la Provincia de Buenos Aires. También fue bastante importante el apoyo de dos de las mayores corporaciones argentinas: el ejército y la Iglesia (los partidos más laicos estaban en la oposición). Perón ganó las elecciones de 1946 con una reducida victoria frente a la coalición opositora, la Unión Democrática, un agrupamiento de radicales, demócratas progresistas, socialistas, comunistas y otros partidos menores, que tenían el apoyo de importantes sectores de las clases medias y altas, dado el odio visceral que sentían por Perón y lo que representaba. Perón obtuvo el control del Parlamento, lo que le permitió profundizar su política sin el temor de enfrentarse a un Congreso hostil.

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