La revolución de los precios
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Datos principales
Rango
Eco-Soc XVI
Desarrollo
El oro africano llevado a Lisboa por los portugueses y, sobre todo, los metales preciosos americanos importados por los españoles contribuyeron de forma muy importante a la transformación económica de Europa y al proceso de desarrollo del capitalismo inicial . La razón de esta realidad fue la dilatación del stock metálico del Continente y la intensificación de los circuitos de circulación monetaria. El efecto más evidente de esta nueva situación en el plano de la coyuntura fue un incremento generalizado del nivel de los precios, lo suficientemente importante como para ser nítidamente percibido por los observadores coetáneos, que se manifestaron con preocupación acerca del fenómeno. En 1934 un historiador-economista norteamericano, Earl J. Hamilton, daba a la luz una obra capital que ha oficiado desde entonces como eje de los estudios sobre la coyuntura europea del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII, titulada "El tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501-1650". En esta obra Hamilton parte de los presupuestos de la teoría cuantitativa de la moneda, que pone en relación el índice de precios con el volumen de moneda circulante y la velocidad de circulación. Hamilton estudió la evolución de las remesas de oro y plata americanos arribadas a España anualmente a través de los registros de la Casa de Contratación de Sevilla, organismo oficial encargado de la organización del monopolio comercial castellano de las Indias, estableciendo que el ritmo de arribadas mantuvo una tendencia constante al crecimiento a lo largo de todo el siglo XVI.
Este crecimiento fue más lento en la primera mitad del siglo, aunque luego se aceleró de forma importante a partir de 1550-1560. Durante el período 1590-1620, la llegada de metal precioso americano alcanzó su cenit, para luego comenzar una fase de fuerte contracción. En estas importaciones la plata, extraída en los grandes yacimientos de Zacatecas y Potosí, predominó de forma absoluta sobre el oro. Los efectos de esta avalancha sobre el stock monetario europeo fueron fulminantes. Durante las primeras décadas del siglo XVI desde el África occidental portuguesa llegaba a una media tonelada anual de oro, cantidad aún pequeña. Las cifras se vuelven sin embargo espectaculares cuando se refieren al metal americano. Según los cálculos de Hamilton, entre 1500 y 1650 llegaron oficialmente a España 181 toneladas de oro y 16.886 toneladas de plata. Europa aumentó de manera decisiva por esta vía sus reservas argentíferas respecto al punto de partida. Unas cifras así no pudieron por menos que influir en el comportamiento de los precios. He aquí el segundo vector de la obra de Hamilton. En efecto, este autor se propuso comprobar la correspondencia existente entre la llegada a España del metal americano a través del puerto de Sevilla -ciudad que oficiaba como cabecera del monopolio de la Carrera de Indias- y el nivel de los precios. Estudió para ello series correspondientes a productos diversos en diferentes ciudades y trazó una curva evolutiva que se correspondía sustancialmente con la de arribadas de remesas de metal precioso.
A partir de esta obra muchos autores que se han referido posteriormente a la coyuntura del siglo XVI han explicado la revolución de los precios en función fundamentalmente del impacto del tesoro americano. En el conjunto del siglo, según los datos ofrecidos por Hamilton, los precios se multiplicaron en España por cuatro (1500 = 100; 1600 = 412). Ello representa unos índices medios de crecimiento anual moderados desde el punto de vista de un observador de nuestros días, pero bastante apreciables referidos a la situación del siglo XVI, ya que el siglo anterior, el XV, había asistido a un período de estancamiento de precios e, incluso, de tendencias deflacionarias. La plata americana no limitó sus repercusiones al ámbito estricto de la economía española. En teoría hubiera podido suponerse así, ya que legalmente sólo los españoles podían comerciar con las colonias americanas, y además leyes proteccionistas impedían la salida de metal precioso del reino. Pero lo cierto es que las exportaciones de moneda española alcanzaron un fuerte volumen. Este drenaje de metal se produjo por diversas vías. En primer lugar, el pago de la deuda de los monarcas españoles con los banqueros extranjeros que libraban jugosos empréstitos para subvenir a los altos costos económicos de la política imperial de la Monarquía hispánica en Europa. La mejor garantía de tales préstamos la constituían con frecuencia las propias remesas anuales de oro y plata americanos, en las que los monarcas tenían una fuerte participación a través de la fiscalidad real sobre los colonos americanos, sobre el comercio de Indias y sobre la propia producción de las minas (el llamado quinto real o quinta parte del metal precioso producido en sus posesiones coloniales).
En segundo lugar, la plata salía de la Península como medio de pago del contravalor de las mercancías extranjeras remitidas a América. La infiltración de las compañías mercantiles foráneas en el ámbito de la Carrera de Indias constituyó un hecho consumado, a pesar de las limitaciones del monopolio. Los problemas legales quedaron fácilmente soslayados mediante la utilización de testaferros españoles que actuaban a menudo como meros agentes comisionistas de las casas de comercio extranjeras. La producción nacional de manufacturas (que fueron ocupando cada vez un mayor porcentaje de las mercancías remitidas a Indias, superando a los productos agrarios) resultó cada vez menos competitiva frente a las manufacturas extranjeras (especialmente los textiles), en buena medida como efecto del desfase al alza de los precios españoles resultado del propio proceso inflacionista que caracterizó la economía del siglo. La balanza de pagos española fue, en este sentido, claramente deficitaria, por lo que hubo de equilibrarse con exportaciones de moneda. En tercer lugar, los fenómenos del fraude, el comercio ilegal directo de extranjeros con las colonias y las capturas de galeones españoles por corsarios de otros países influyeron, aunque en mucha menor medida, en la llegada de metal precioso a Europa. Finalmente, no carece de importancia la cantidad de moneda que sacaron del país los muchos trabajadores extranjeros que llegaron atraídos por los mejores salarios que en España se ofrecían. La inflación rebasó, de esta forma, las fronteras españolas y alcanzó al resto del Continente. Su impacto, según Hamilton, fue no obstante mayor en el epicentro del monopolio, es decir, en Sevilla y Andalucía, para ir diluyendo su intensidad conforme nos alejamos del mismo. La subida del nivel de los precios en Francia, en Italia y en otros diversos países se ha explicado en función de la concurrencia del metal precioso americano en los circuitos internacionales de circulación monetaria. Todo el sistema financiero de Europa -se ha llegado a afirmar- reposaba en último extremo sobre las importaciones periódicas de plata procedentes de los virreinatos de México y Perú.
Este crecimiento fue más lento en la primera mitad del siglo, aunque luego se aceleró de forma importante a partir de 1550-1560. Durante el período 1590-1620, la llegada de metal precioso americano alcanzó su cenit, para luego comenzar una fase de fuerte contracción. En estas importaciones la plata, extraída en los grandes yacimientos de Zacatecas y Potosí, predominó de forma absoluta sobre el oro. Los efectos de esta avalancha sobre el stock monetario europeo fueron fulminantes. Durante las primeras décadas del siglo XVI desde el África occidental portuguesa llegaba a una media tonelada anual de oro, cantidad aún pequeña. Las cifras se vuelven sin embargo espectaculares cuando se refieren al metal americano. Según los cálculos de Hamilton, entre 1500 y 1650 llegaron oficialmente a España 181 toneladas de oro y 16.886 toneladas de plata. Europa aumentó de manera decisiva por esta vía sus reservas argentíferas respecto al punto de partida. Unas cifras así no pudieron por menos que influir en el comportamiento de los precios. He aquí el segundo vector de la obra de Hamilton. En efecto, este autor se propuso comprobar la correspondencia existente entre la llegada a España del metal americano a través del puerto de Sevilla -ciudad que oficiaba como cabecera del monopolio de la Carrera de Indias- y el nivel de los precios. Estudió para ello series correspondientes a productos diversos en diferentes ciudades y trazó una curva evolutiva que se correspondía sustancialmente con la de arribadas de remesas de metal precioso.
A partir de esta obra muchos autores que se han referido posteriormente a la coyuntura del siglo XVI han explicado la revolución de los precios en función fundamentalmente del impacto del tesoro americano. En el conjunto del siglo, según los datos ofrecidos por Hamilton, los precios se multiplicaron en España por cuatro (1500 = 100; 1600 = 412). Ello representa unos índices medios de crecimiento anual moderados desde el punto de vista de un observador de nuestros días, pero bastante apreciables referidos a la situación del siglo XVI, ya que el siglo anterior, el XV, había asistido a un período de estancamiento de precios e, incluso, de tendencias deflacionarias. La plata americana no limitó sus repercusiones al ámbito estricto de la economía española. En teoría hubiera podido suponerse así, ya que legalmente sólo los españoles podían comerciar con las colonias americanas, y además leyes proteccionistas impedían la salida de metal precioso del reino. Pero lo cierto es que las exportaciones de moneda española alcanzaron un fuerte volumen. Este drenaje de metal se produjo por diversas vías. En primer lugar, el pago de la deuda de los monarcas españoles con los banqueros extranjeros que libraban jugosos empréstitos para subvenir a los altos costos económicos de la política imperial de la Monarquía hispánica en Europa. La mejor garantía de tales préstamos la constituían con frecuencia las propias remesas anuales de oro y plata americanos, en las que los monarcas tenían una fuerte participación a través de la fiscalidad real sobre los colonos americanos, sobre el comercio de Indias y sobre la propia producción de las minas (el llamado quinto real o quinta parte del metal precioso producido en sus posesiones coloniales).
En segundo lugar, la plata salía de la Península como medio de pago del contravalor de las mercancías extranjeras remitidas a América. La infiltración de las compañías mercantiles foráneas en el ámbito de la Carrera de Indias constituyó un hecho consumado, a pesar de las limitaciones del monopolio. Los problemas legales quedaron fácilmente soslayados mediante la utilización de testaferros españoles que actuaban a menudo como meros agentes comisionistas de las casas de comercio extranjeras. La producción nacional de manufacturas (que fueron ocupando cada vez un mayor porcentaje de las mercancías remitidas a Indias, superando a los productos agrarios) resultó cada vez menos competitiva frente a las manufacturas extranjeras (especialmente los textiles), en buena medida como efecto del desfase al alza de los precios españoles resultado del propio proceso inflacionista que caracterizó la economía del siglo. La balanza de pagos española fue, en este sentido, claramente deficitaria, por lo que hubo de equilibrarse con exportaciones de moneda. En tercer lugar, los fenómenos del fraude, el comercio ilegal directo de extranjeros con las colonias y las capturas de galeones españoles por corsarios de otros países influyeron, aunque en mucha menor medida, en la llegada de metal precioso a Europa. Finalmente, no carece de importancia la cantidad de moneda que sacaron del país los muchos trabajadores extranjeros que llegaron atraídos por los mejores salarios que en España se ofrecían. La inflación rebasó, de esta forma, las fronteras españolas y alcanzó al resto del Continente. Su impacto, según Hamilton, fue no obstante mayor en el epicentro del monopolio, es decir, en Sevilla y Andalucía, para ir diluyendo su intensidad conforme nos alejamos del mismo. La subida del nivel de los precios en Francia, en Italia y en otros diversos países se ha explicado en función de la concurrencia del metal precioso americano en los circuitos internacionales de circulación monetaria. Todo el sistema financiero de Europa -se ha llegado a afirmar- reposaba en último extremo sobre las importaciones periódicas de plata procedentes de los virreinatos de México y Perú.