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Desarrollo


Última etapa de Fernández de Oviedo En el otoño de 1532 regresaba nuevamente a las Indias, recalando en La Española, cuya representación había ostentado en las pasadas estancias en España y donde era por lo tanto muy estimado, como lo probó la recepción entusiasta que se le hizo. Hombre que deseaba figurar en las listas de altos funcionarios, su ambición sin embargo no era la de cargos demasiado importantes, que le quitaran tiempo de sus quehaceres literarios. Por esta razón, cuando en 1533 muere Francisco de Tapia, que tenía la alcaldía de la fortaleza de Santo Domingo, la solicita y su petición es atendida. En el tiempo que pasó hasta que se da este nombramiento, había insistido ante el Rey sobre que se le encargara de la redacción de la crónica de las Indias --cuyo avance había sido el Sumario, aparecido, como vimos, seis años antes-- a lo que accede, autorizándole a hacerla, el rey, el 25 de octubre de 1533. Esta autorización la toma hábilmente Oviedo --como hemos visto hacía en otras ocasiones-- como un nombramiento u orden para que redactara la historia de las Indias. El historiador argentino Rómulo D. Cárbia30 llegó a creer que Fernández de Oviedo fue el primer cronista oficial, cargo que el Consejo de éstas creó mucho después. Si Carlos I accedió fue porque conocía la habilidad y patriotismo de Fernández de Oviedo y le era útil cualquier estudio suyo que pudiera probar o argumentar una legitimidad de la soberanía española en las Indias, como muy acertadamente opina Marcel Bataillon31.

Como alcaide cumplió con la eficacia en él peculiar, mandando limpiar los fosos y realizar otros trabajos y obras de restauración, dotando a la fortaleza de un lombardero32. Habiendo tenido noticia que la gobernación de Santa María (a la que había renunciado por la de Cartagena) en manos de García de Lerma era un desastre, escribe al Consejo en 1533, que le hace poco caso, pero que conocida su denuncia por los habitantes de Santo Domingo, produce que se le nombre su procurador en el proceso que se va a abrir al acusado gobernador de Santa María. Fernández de Oviedo se pone una vez más en camino para España, llegando a Sevilla en el verano de 1543, trasladándose a Valladolid, donde consigue que se nombre juez de residencia contra el Gobernador, pero éste muere antes de que el juicio comience. Las imprentas estaban en la metrópoli y Fernández de Oviedo se había llevado los originales de la Parte II de la Historia General y Natural de las Indias33 que somete a la censura del Consejo de Indias. Estas actividades lo hacen notorio en la corte y cuando el Rey Carlos piensa en organizar una casa para el Príncipe Felipe, consulta al conde de Miranda y a Juan d'Estuñiga el modo de hacerlo. Se acordaron entonces que tenían entre ellos a un experto que había tomado parte --muchos años atrás-- en un caso similar y el propio infante Don Felipe --luego Felipe II-- se dirige a Fernández de Oviedo, que escribió una Breve Relación, que desarrollaría muchos años después en su libro sobre los Officios de la Casa Real de Castilla34.

No fue solamente esta empresa literaria la que ocupara a Oviedo en España, sino que concluye la segunda parte del Catálogo Real, como Epílogo Real, que arranca de la muerte de Juan II hasta el año de 1534. No había descuidado la impresión de su opus majus, la querida Historia General y Natural de las Indias, que se terminaba en septiembre de 1535 en Sevilla, en las prensas de Cromberger, que tuvo un éxito inmediato, como el propio Oviedo se vanagloria35 al decir que... aquel libro está ya en lengua toscana y francesa e alemana, e latina, e griega, e turca, e arábiga... aunque yo le escrebí en castellano. Este aserto es un poco exagerado, pues las traducciones no fueron a tantos idiomas. Con los primeros ejemplares de su obra ésta regresa a comienzos de 1536 a Santo Domingo, donde no le aguardan buenas noticias. Su hijo --el que le había sucedido en la veeduría de Panamá-- había muerto al atravesar el río de Arequipa, y sus dos hijos se lo enviaban al abuelo, uno de los cuales moriría a poco. A estas malas incidencias familiares se unían las públicas de la Española y de las Antillas. Éstas estaban siendo asediadas por los desmanes de los piratas, lo que obligó al alcaide --Oviedo-- de Santo Domingo a incrementar la artillería de la fortaleza y proponer que se demolieran unas casas que impedían impartir debidamente el fuego en caso de ataque, proponiendo además --como hiciera años antes Ponce de León36-- que se formaran escuadrillas volantes, que fueran una especie de policía del mar37: Alternaba todas estas ocupaciones con la explotación de una finca a orillas del río Jaina, donde ensaya nuevos cultivos, con notable éxito, como naturalista empírico que era desde que había llegado a las Indias.

Desea volver a España, lo que solicita del Rey, para imprimir la Segunda Parte de su Historia, pero se le deniega el permiso por la guerra contra los turcos y Francia. Será un asunto de la Isla --la protesta de los vecinos contra el Licenciado Alonso López de Cerrato y sus excesos-- el que facilite este viaje, como procurador de la ciudad, saliendo en agosto de 1546 y arribando a San Lúcar en octubre. Le acompañaba el capitán Alonso de la Peña, que marcha a Alemania a entrevistarse con el Emperador, que era el que debía decidir los asuntos de Santo Domingo, según les dijeron en Aranda de Duero, donde estaba ubicado a la sazón el Consejo de Indias. El mismo Fernández de Oviedo nos relata que el año de 1547 lo pasó en Sevilla, escribiendo: E assí lo restante del año lo passé al fuego o lo del venidero e presente de 1548 no hizo calor... lo gasté en esto38 y en la impresión de aquel devoto libro de las Reglas de la vida espiritual o secreta Theología, que yo passé e traducí de la lengua toscana39 en esta nuestra castellana, en la cual el impresor ganó pocos dineros, e yo ninguno40. Lo que Fernández de Oviedo esperaba era el regreso del capitán Alonso de la Peña, que volvió victorioso de sus gestiones, ya que Cerrato era removido y el antiguo presidente de la Audiencia de la Española, Alonso de Fuenmayor, regresaba a su jurisdicción. Fernando de Austria, el hermano del Emperador, le escribió, por entonces, animándole a continuar su Historia General.

Era el año 1459 cuando Fernández de Oviedo decide volver a la ya su nueva patria. Regresa Oviedo a las Indias no sólo porque allí tenía su oficio y su obligación, sino porque ya no sabía vivir en otro sitio. Era un indiano arraigado, un hombre de la tierra nueva. En la Torre del Homenaje de la fortaleza de Santo Domingo estaban sus habitaciones, su mesa de trabajo, la ordenación de sus cuadernos y de sus notas y memoriales. Y también allí estaba la gente que le estimaba como uno de los primeros y de la cibdad, y el estrado del presbiterio para los principales, entre los que se contaba, bajo cuyas losas descansaban para siempre (así lo creían) los restos del Descubridor del Nuevo Mundo. Allí estaba su patria y allá pasó en 1549, para quedar definitivamente en ella. Ocho años residiría aún en Santo Domingo, dando fin entre tanto a las Quincuagenas, libro relacionado con la nobleza de España, nobleza a la que quiso pertenecer y a la que se acercó en cierto modo con la concesión de su escudo de armas en que se hace referencia a sus nobles antepasados. Y así le llegó la muerte. El licenciado Alonso de Maldonado fue el 26 de junio de 1557 a la fortaleza de la ciudad donde halló muerto al dicho Gonzalo Fernández de Oviedo41. Moría en la tierra que tanto había amado y no en Valladolid, como aseguran algunos autores42. Hay una certificación del escribano Miguel Murillo de Quesada, hecha el 27 de junio, que dice textualmente que... habiendo fallecido la noche antes i passado de la presente vida Gonzalo Fernández de Oviedo, Alcaide de S. Magestad de la fortaleza de la ciudad, se procedió a su sepelio. Aquel 27 de junio, por las anchas calles de la moderna Santo Domingo, planeada ya como las otras ciudades del Nuevo Mundo, marchó el cortejo funerario del Alcaide. Antes, en su cámara, se le había quitado del cuello la cadena con la llave de la fortaleza. El cortejo se dirigía a la Catedral, en cuya bóveda de Santa Lucía se le enterró. Y allí debe yacer --sus cenizas mezcladas con la tierra americana que tanto amó--, porque posteriormente, tras el hallazgo de los restos humanos de Cristóbal Colón, que no fue sin duda el descubridor43 de las Indias, se levantó un monumento seudogótico para albergarlos.

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