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Datos principales


Rango

Edad Moderna

Desarrollo


En febrero de 1509, Fernando tomó la determinación de trasladarla a Tordesillas, a lo que, según Modesto la Fuente (3), "obedeció Juana gustosa". Una vez llegados a Tordesillas, Fernando ordenó que el cuerpo de Felipe el Hermoso se depositara en el monasterio de Santa Clara, situado frente al castillo, de tal modo que la reina pudiese ver el túmulo desde su misma habitación (3), algo que parece imposible (4). Lo cierto es que en este monasterio pudo Felipe descansar finalmente, después de casi tres años de andar a la deriva en procesión por los distintos pueblos de Castilla. En Tordesillas, Juana vivió con un séquito de casi 300 personas (2) durante casi 46 años. El 23 de enero de 1516, Fernando el Católico falleció dejando a Juana como heredera universal de todas sus posesiones y designando como regente al Cardenal Cisneros hasta la mayoría de edad de su nieto Carlos. A Juana se le ocultó la muerte de su padre, probablemente por razones políticas y no por su estado mental. De la larguísima estancia de Juana en Tordesillas se tienen pocos datos, distanciados además por muchos años entre unos testimonios y otros. En primer lugar, la reina tuvo que someterse a las medidas de seguridad que fueron impuestas por su padre. Medidas que hicieron de Juana una Reina cautiva (2). A la muerte de Fernando, el Cardenal Cisneros sustituyó a Mosén Ferrer, anterior encargado de la casa de la reina, por Hernán Duque de Estrada, período durante el cual ésta recuperó algo la normalidad.

Comenzó a alimentarse sin problemas y mantuvo una higiene y un vestuario más acorde con su condición (7). Sin embargo, en cuanto su hijo Carlos asumió el poder relevó a Hernán Duque de Estrada por el marqués de Denia en 1518, quien endureció nuevamente las medidas de reclusión durante casi 10 años. Tras su fallecimiento, el cargo recayó en su hijo, lo que convirtió a esta familia en la dueña y señora del castillo y carcelera de la reina, quien era severamente castigada si no obedecía. Denia escribía a Carlos V sobre los correctivos que propinaba a la reina justificando su actuación porque ésas y no otras, eran las órdenes que él mismo había recibido de Carlos V (2). Entre los episodios más significativos de la estancia en Tordesillas, se encuentra el que protagonizaron Carlos y Leonor en 1517 cuando llegaron por primera vez a España. Carlos había sido nombrado rey de Castilla, León y Aragón en 1516 tras el fallecimiento del rey Fernando y sin que la reina Juana lo supiera. El 4 de noviembre Carlos y Leonor fueron a visitar a su madre a Tordesillas en donde permanecieron más de 8 días. Juana se encontró que los niños que había dejado en 1506 en Flandes, se habían convertido en adultos y, por ello, se mostró "muy emocionada y más sensible de lo habitual" (4) y se sorprendió mucho de verlos tan crecidos y después de abrazarlos exclamó, "¿Pero de verdad sois mis hijos?". Según Alonso-Fernández, esta pregunta es la prueba de la esquizofrenia de Juana, porque revela un "Síndrome de Capgras o delirio de identidad", dado que la reina no reconoció a sus hijos.

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que Juana los había dejado en Flandes siendo niños 11 años antes y ahora, se presentaban como adultos. Dentro de este contexto parece una pregunta lógica, una expresión de sorpresa, al verlos tan mayores. Todas las veces posteriores los reconoció de inmediato. Es la única vez que se afirma que Juana no "reconoció" a alguna persona conocida para ella. Por otra parte, el Síndrome de Capgras es más bien un síndrome por el que el enfermo cree que una persona familiar y bien conocida por él ha sido reemplazada por un sustituto aunque externamente se le parezca (9). También es importante hacer notar que todas las entrevistas, tanto con sus hijos como con los flamencos que los acompañaron, tuvieron lugar en lengua francesa ya que sus hijos no hablaban español. ¿Puede una persona con un deterioro cognitivo serio recordar y mantener una conversación lógica y coherente en un idioma extranjero que hace al menos, los mismos 11 años que no lo practica? Tres meses después, Carlos decidió sacar de aquel lugar a su hermana, la infanta Catalina porque no le parecía vida digna para una princesa. La infanta salió de noche con la condición de regresar si a su madre le afectaba mucho su partida. Cuando, dos días después, Juana se percató de la ausencia, fue tan grande su desconsuelo y desesperación que Catalina regresó al castillo. A partir de entonces, las condiciones de vida mejoraron para la infanta, que debía ser tratada como infanta de Castilla, con todo lo que ello implicaba (2).

En 1520 tuvo lugar otro famoso episodio en la vida de la reina, cuando Los Comuneros se entrevistaron con Juana con el objeto de que ésta legitimara su movimiento. Durante estos encuentros con Los Comuneros la reina dio muestras de estabilidad emocional y parecía estar en un período de lucidez mental. Los Comuneros expulsaron de la ciudad al Marqués de Denia para facilitarle las cosas a Juana (4). Si la reina apoyaba el movimiento, Carlos no tendría más autoridad en Castilla. Juana, sin embargo, no refrendó con su firma ningún documento, con lo que el movimiento quedó sin aval legítimo. El discurso de la reina refleja una mente lúcida, capaz de expresar sus ideas con orden y coherencia. Juana recordó los hechos más importantes, dio muestras de saber perfectamente quién era y se lamentó de no haber sabido antes la muerte del rey, su padre, y de los graves hechos que habían ocurrido en su reino para haber podido poner remedio. También se excusó de no haber hecho nada por temor a que hiciesen daño a sus hijos (tanto en Flandes como en Castilla). Pero la tardanza de Juana en refrendar con su firma el movimiento lo llevó a la ruina. Los Comuneros fracasaron y la reina también, pues el Marqués de Denia regresó y con él, todo volvió al mismo status quo. Hasta la Infanta Catalina fue duramente reprendida por su hermano por su comportamiento durante el episodio y es a través de su carta al emperador, donde se descubre el maltrato que los marqueses les dispensaban a ella y a su madre, lejos de su dignidad real.

En este episodio la reina se mostró lúcida y coherente sin síntomas de deterioro mental. ¿Por qué no quiso firmar? Es algo que algunos psiquiatras interpretan como negativismo catatónico, pero los síntomas de la reina no corresponden a una esquizofrenia catatónica. Vallejo Nájera opina que en esta ocasión Juana es capaz de presentarse ante Los Comuneros con una actitud de aparente normalidad porque conserva los "automatismos de oficio". Sin embargo, el discurso de Juana, además de coherente, no desentona en ningún momento con lo que pasa en su entorno. Más de uno llega a dudar de la locura de la reina, dada la total apariencia de normalidad. Y aquí es necesario insistir que los pacientes con trastornos afectivos severos pueden pasar largos períodos asintomáticos entre un episodio y otro. Una vez sofocada la amenaza que para Carlos V representaban Los Comuneros, las represalias contra su madre y hermana no se hicieron esperar. Se recrudecieron las medidas de aislamiento. Se le prohibió a la reina incluso salir de su propio cuarto, el cual tenía clausuradas las ventanas que impedían la entrada de la luz del día. Sólo era posible la visibilidad a la luz de las velas. Su única compañía fue su hija Catalina, a quien se le concedieron por orden del emperador ciertos privilegios de acuerdo a su rango. A Juana sólo se le permitió la compañía de unos músicos flamencos a quienes la reina no se cansaba de escuchar, ya que además de ser aficionada a la música, ella misma tocaba algún instrumento.

En 1525, Catalina, su querida hija y única compañera, abandonó Tordesillas para casarse con el rey de Portugal, dejando a la reina en la soledad más absoluta durante el resto de su vida: treinta años más. (4) Otras noticias de Juana. más tardías, se refieren a los deberes religiosos de la reina ya anciana. Se trata de las quejas del marqués de Denia a Carlos V, en las que refiere el incumplimiento por parte de la reina de sus deberes religiosos y, en especial, su negativa a confesarse. Esta actitud era preocupante, pues podía tratarse de una conducta sospechosa de estar endemoniada o de herejía. Resultaría ciertamente muy irónico que la madre del rey que persiguió la herejía con todas sus fuerzas resultara ser hereje o posesa. Por este motivo en 1552 Felipe II (26) envió a un religioso de toda su confianza a entrevistar a la reina: Francisco de Borja, jesuita, antes Duque de Gandía. En su informe, Francisco desmintió las acusaciones contra la reina, encontrándolas faltas de fundamento y ayudó a la reina tratándola con comprensión y dulzura. Juana volvió a sus prácticas religiosas y hasta recobró plenamente la razón, lo que fue atribuido a un "milagro" de San Francisco. Éste llegó a la conclusión de que la reina no había recibido el trato adecuado para paliar su enfermedad depresiva. En 1554, Francisco volvió a visitar a Juana quien le contó las razones de su alejamiento de la religión, acusando a las mujeres que le asistían: "porque a los tiempos que rezaba, le quitaban el libro de las manos y le reñían y se burlaban de su oración", escupían sobre las imágenes y hacían "muchas suciedades en el agua bendita,.

..y durante la misa le mandaban que no dixese sino lo que ellas quisieren..." (2). Juana sufría a estas alturas de distinto tipo de delirios. Por una lado, creía que las dueñas eran capaces de llevar a cabo tales cosas porque "ellas dicen que son almas muertas "...o una de ellas es "el Conde de Miranda" y la otra "el Comendador Mayor". Además creían que le hacían ensalmos, como "si fuesen bruxas". Felipe II consintió que se simulase el castigo de aquellas dueñas, apartándolas momentáneamente del servicio de Doña Juana. De este modo, la reina volvió a oír misa y dejó que se rociase con agua bendita todo el palacio (2). Cuando se percató que las dueñas habían regresado, volvió a dejar estas prácticas. Fray Luis de la Cruz, otro fraile a quien envió a Felipe II en 1554 en ayuda de Juana, escribió en sus cartas a Felipe II sobre los delirios de la reina relacionados con un gato de algalia que se había comido a la Infantita de Navarra y a la Reina Doña Isabel, y que había mordido al Rey Católico. Gato que habían traído las dueñas para hacerle mal y daño (2). A estas alturas la pobre Juana no solo tiene el alma quebrantada sino también el cuerpo. Su salud de hierro había empezado a mermar debido a un edema en las piernas que cada vez se inflamaba más, a una serie de llagas de muy difícil curación y finalmente gangrena con tremendos dolores. En 1555, cuando Juana ya estaba al final de su vida, volvió a visitarla San Francisco de Borja. La reina recobró la razón durante sus últimos días e incluso dejó de tener las ideas delirantes.

Ante la duda sobre si Juana estaba en condiciones de recibir los sacramentos, se pidió parecer al teólogo más destacado de la Universidad de Salamanca, Domingo de Soto, quien acudió a Tordesillas y habló largamente con la reina. El dominico dictaminó que podía recibir la extremaunción pero no la comunión. Era el 11 de abril de 1555. Al día siguiente, 12 de abril de 1555, viernes santo, a las seis de la mañana, Juana murió asistida por San Francisco de Borja. Sus últimas palabras fueron: "Jesucristo crucificado, sea conmigo" (2). Los síntomas mentales que en este período de su vida exhibe son difíciles de catalogar, porque aunque son delirantes, pueden ser producto del aislamiento en el que ha vivido prácticamente toda su vida; de una demencia senil; de algún tipo de patología orgánica no conocida; o la evolución tardía de los síntomas de su juventud. El aislamiento impuesto, no voluntario. Una reclusión en donde se le impidió durante más de 30 años estar en contacto con el mundo exterior. Sólo las ocasionales visitas de sus hijos o sus nietos rompen esta rutina. Una persona en tal grado de aislamiento puede desarrollar ideas delirantes. Es de hacer notar que dentro de estas ideas delirantes no se incluye ninguna relacionada con los celos que sufrió en su juventud. Gráfico Cuando Felipe el Hermoso murió, Juana tenía 26 años y estaba embarazada. A pesar de que durante toda su vida fue la reina de Castilla, vivió recluida como cautiva en el castillo de Tordesillas durante casi 46 años, donde murió a los 76 años en 1555, el mismo año en que Carlos V, su hijo, abdicaba a favor de Felipe II, su nieto. Lo que hizo allí y el modo como vivió es conocido por las cartas que los guardianes del castillo enviaban al Rey. Lo que realmente sintió o pensó durante todo este tiempo, tal vez nunca lo sabremos.

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