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Desarrollo


Señales y pronósticos de la destrucción de México Poco antes de que Hernán Cortés llegase a la Nueva España, apareció muchas noches un gran resplandor sobre el mar por donde entró, el cual aparecía dos horas antes del día, se subía a lo alto y después se deshacía. Los de México, vieron entonces llamas de fuego hacia oriente, donde está Veracruz, y un humo grande y espeso, que parecía llegar al cielo y que los espantó. Vieron asimismo pelear por el aire gentes armadas, unas con otras; cosa nueva y maravillosa para ellos, y que les dio qué pensar y qué temer, por cuanto se platicaba entre ellos cómo había de ir gente blanca y barbuda a señorear la tierra en tiempo de Moctezuma. Entonces se alteraron mucho los señores de Tezcuco y Tlacopan diciendo que la espada que Moctezuma tenía era las armas de aquellas gentes del aire, y los vestidos el traje; y tuvo él que aplacarlos mucho, fingiendo que aquellas ropas y armas fueron de sus antepasados, y para que lo creyesen hizo que probasen a romper la espada; y como no pudieron o no supieron, quedaron maravillados y pacíficos. Parece ser que algunos hombres de la costa habían llevado poco antes a Moctezuma una caja de vestidos con aquella espada y algunos anillos de oro y otras cosas de las nuestras, que hallaron a orillas del agua, traídas por la tormenta. Otros dicen que fue la alteración de aquellos señores cuando vieron los vestidos y la espada que Cortés envió a Moctezuma con Teudilli, mirando cómo se parecía al vestido y armas de los que peleaban en el aire.

Como quiera que fuese, ellos cayeron en que se habían de perder entrando en su tierra los hombres de aquellas armas y vestidos. El mismo año que Cortés entró en México, se apareció una visión a un malli o cautivo de guerra para sacrificar, que lloraba mucho de desventura y muerte de sacrificio, llamando al Dios del cielo; la cual le dijo que no temiese tanto la muerte, y que Dios, a quien se encomendaba, tendría piedad de él; y que dijese a los sacerdotes y ministros de los ídolos que muy pronto cesaría su sacrificio y derramamiento de sangre humana, por cuanto ya venían cerca los que lo habían de prohibir y mandar en la tierra. Lo sacrificaron en medio del Tlatelulco, donde ahora está la horca de México. Notaron mucho sus palabras y la visión, que llamaban aire del cielo, y que cuando después vieron ángeles pintados, con alas y diademas, decían parecerse al que habló con el malli. También reventó la tierra el año 20 cerca de México, y salían grandes peces con el agua, que lo miraron como novedad. Contaban los mexicanos cómo viniendo Moctezuma con la victoria de Xochnuxco muy ufano, dijo al señor de Culuacan que quedaba México seguro y fuerte, pues había vencido aquella y otras provincias, y que ya no habría quien contra él pudiese. "No confíes tanto, buen rey", respondió aquel señor, "que una fuerza, fuerza otra." De cuya respuesta mucho se enojó Moctezuma, y lo miraba con malos ojos. Mas después, cuando Cortés los prendió a entrambos, se acordó muchas veces de aquellas pláticas, que fueron profecía.

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