Roturaciones y colonizaciones
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Datos principales
Rango
Renacimiento agra
Desarrollo
Un aspecto complementario de la "articulación del espacio ocupado" de antiguo, aunque ahora densificado en cuanto a poblamiento, explotación de tierras, proliferación de núcleos habitados e implantación señorial, es el que se refiere a los espacios incorporados en la expansión europea hacia el este germánico y el sur islámico. Incorporación que, a decir de R. Pastor, "consistió en una colonización exterior o periférica que tuvo caracteres de conquista militar y de ocupación poblacional y agraria", desarrollándose principalmente sobre el este de Alemania y el norte islamizado de la Península Ibérica . Pero cabe situar también aquí lo referido a la periferia interior, la de los bordes de las áreas tradicionalmente explotadas, ahora ampliadas sobre el bosque, el monte bajo, la marisma o los pantanos; aunque sea más difícil de identificar y plasmar en resultados ostensibles. El fenómeno de la colonización germánica oriental , conocido como el "Drang nach Osten" (o marcha hacia el este), aparece más intensificado desde la historiografía occidental que desde la propiamente oriental, para la que se trató de una implantación agrícola y comercial y no tanto de una sustitución demográfica. Van Bath establece incluso varias rutas concentradas hacia la Polonia báltica, Checoslovaquia y Rumania; dándose el momento álgido a partir de 1210 para debilitarse después del 1300 progresivamente, y destacando, si acaso, la fundación de Lübeck en 1143 por su enclave comercial.
Quizá lo más significativo, sin embargo, es que la colonización oriental llevó consigo el abandono de algunas tierras marginales de escaso rendimiento, con la caída consiguiente de su población, en el occidente de Alemania. El caso del norte de la Península Ibérica ofrece otro panorama distinto en lo que a las roturaciones y colonizaciones se refiere, pues se trata de una expansión militar cristiana sobre tierras y ciudades musulmanas que va creando detrás de la frontera unas formas de vida rural y de explotación campesina y señorial diferente a la del este de Alemania. El sistema de "presura" espontánea que se había generado desde antes incluso del siglo X, fue aumentando las posibilidades de instalación voluntaria de comunidades entre el Cantábrico y el Duero primero, y entre este río y el Tajo después, que pronto fueron cercadas por los señores hasta hacerles objeto de agresión y de incorporación a sus dominios a través de diversos sistemas y procedimientos. Fenómeno que se dio asimismo entre los pequeños cenobios con respecto a los grandes monasterios, que en estos siglos engrosaron sus patrimonios señoriales sobre prioratos, monasterios o comunidades campesinas. Sólo las repoblaciones oficiales patrocinadas por la Monarquía a través de "fueros" y "cartas de población" crearon núcleos importantes de concentración humana que se organizaron en "concejos" dependientes del rey sobre un amplio territorio de "alfoz" que incluía bajo su jurisdicción aldeas antiguas o nuevas de carácter eminentemente agrícola.
El noreste (el somontano pirenaico primero y el valle del Ebro después) fue el escenario de la expansión de los reinos pirenaicos y de los condados catalanes que multiplicó el número de comunidades, repartidas entre ciudades rescatadas de manos musulmanas (en las que el predominio mudéjar persistió mucho tiempo aún), distritos y aldeas en régimen de "honor" y "tenencia", "castells termenats" (en Cataluña), dominios señoriales, cistercienses y de órdenes militares , junto a "comunidades de realengo" que nunca perdieron la jurisdicción regia. En uno y otro caso, las incorporaciones , ya en el siglo XIII, de Andalucía para Castilla y de Baleares y Valencia para Aragón, añadieron problemas de repoblación muy específicos al existir repartimientos entre los vencedores tras capitular o rendirse las grandes ciudades del sur hispánico y del mediterráneo ribereño o insular. Pero hay otros aspectos que interesan también en este punto. Por un lado, la incidencia de la denominada "pax cristiana" que disfrutó Europa en unos siglos en los que desaparecieron las agresiones sobre el continente y fue éste el que pasó a la acción. Esa toma de iniciativa europea facilitó, sin duda, los movimientos migratorios arrastrados por la intervención de los Estados lejos de sus fronteras políticas y económicas. En este sentido, las Cruzadas y lo que llevó consigo el impulso de los príncipes cristianos de la Península Ibérica, en cuanto a fomentar la iniciativa particular para instalarse en las tierras y comunidades rescatadas para los vencedores del Islam, permitió ampliar el horizonte agrícola de la colonización en el medio oriente y el sur ibérico. Por otro lado, la mayor seguridad derivada del control de la Iglesia sobre la paz y tregua de Dios animaría, sin duda, a los campesinos y a las nuevas familias a instalarse en lugares amenazados por la violencia feudal y el acoso señorial sobre quienes espontáneamente se decidían y se arriesgaban a superar los limites acostumbrados de la jurisdicción aldeana para iniciar una nueva vida, protegidos, en principio al menos, por los príncipes y eclesiásticos, la justicia real y las leyes de los Estados.
Quizá lo más significativo, sin embargo, es que la colonización oriental llevó consigo el abandono de algunas tierras marginales de escaso rendimiento, con la caída consiguiente de su población, en el occidente de Alemania. El caso del norte de la Península Ibérica ofrece otro panorama distinto en lo que a las roturaciones y colonizaciones se refiere, pues se trata de una expansión militar cristiana sobre tierras y ciudades musulmanas que va creando detrás de la frontera unas formas de vida rural y de explotación campesina y señorial diferente a la del este de Alemania. El sistema de "presura" espontánea que se había generado desde antes incluso del siglo X, fue aumentando las posibilidades de instalación voluntaria de comunidades entre el Cantábrico y el Duero primero, y entre este río y el Tajo después, que pronto fueron cercadas por los señores hasta hacerles objeto de agresión y de incorporación a sus dominios a través de diversos sistemas y procedimientos. Fenómeno que se dio asimismo entre los pequeños cenobios con respecto a los grandes monasterios, que en estos siglos engrosaron sus patrimonios señoriales sobre prioratos, monasterios o comunidades campesinas. Sólo las repoblaciones oficiales patrocinadas por la Monarquía a través de "fueros" y "cartas de población" crearon núcleos importantes de concentración humana que se organizaron en "concejos" dependientes del rey sobre un amplio territorio de "alfoz" que incluía bajo su jurisdicción aldeas antiguas o nuevas de carácter eminentemente agrícola.
El noreste (el somontano pirenaico primero y el valle del Ebro después) fue el escenario de la expansión de los reinos pirenaicos y de los condados catalanes que multiplicó el número de comunidades, repartidas entre ciudades rescatadas de manos musulmanas (en las que el predominio mudéjar persistió mucho tiempo aún), distritos y aldeas en régimen de "honor" y "tenencia", "castells termenats" (en Cataluña), dominios señoriales, cistercienses y de órdenes militares , junto a "comunidades de realengo" que nunca perdieron la jurisdicción regia. En uno y otro caso, las incorporaciones , ya en el siglo XIII, de Andalucía para Castilla y de Baleares y Valencia para Aragón, añadieron problemas de repoblación muy específicos al existir repartimientos entre los vencedores tras capitular o rendirse las grandes ciudades del sur hispánico y del mediterráneo ribereño o insular. Pero hay otros aspectos que interesan también en este punto. Por un lado, la incidencia de la denominada "pax cristiana" que disfrutó Europa en unos siglos en los que desaparecieron las agresiones sobre el continente y fue éste el que pasó a la acción. Esa toma de iniciativa europea facilitó, sin duda, los movimientos migratorios arrastrados por la intervención de los Estados lejos de sus fronteras políticas y económicas. En este sentido, las Cruzadas y lo que llevó consigo el impulso de los príncipes cristianos de la Península Ibérica, en cuanto a fomentar la iniciativa particular para instalarse en las tierras y comunidades rescatadas para los vencedores del Islam, permitió ampliar el horizonte agrícola de la colonización en el medio oriente y el sur ibérico. Por otro lado, la mayor seguridad derivada del control de la Iglesia sobre la paz y tregua de Dios animaría, sin duda, a los campesinos y a las nuevas familias a instalarse en lugares amenazados por la violencia feudal y el acoso señorial sobre quienes espontáneamente se decidían y se arriesgaban a superar los limites acostumbrados de la jurisdicción aldeana para iniciar una nueva vida, protegidos, en principio al menos, por los príncipes y eclesiásticos, la justicia real y las leyes de los Estados.