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Datos principales


Desarrollo


Requerimiento que los soldados hicieron a Cortés Había dejado Cortés allí en Tlaxcallan, al tiempo que partió a México a verse con Moctezuma, veinte mil pesos de oro, y aún más que, después de sacado y enviado el quinto al Rey con Montejo y Portocarrero, se quedaron sin repartir, con las cortesías que hubo entre él y los compañeros. Dejó también las mantas y cosas de pluma, por no llevar aquel embarazo y carga a donde no era menester, y lo dejó allí por ver cuán amigos y buenos hombres eran aquéllos; y con objeto de que, si en México no le faltase dinero, de enviarlos a Veracruz para repartir entre los españoles que allí quedaban por guarda y pobladores, pues era razón darles parte de lo que tuviesen. Cuando después volvió con la victoria de Narváez, escribió al capitán que enviase por aquella ropa y oro, y lo repartiese entre sus vecinos, a cada uno como merecía. El capitán envió por ello a cincuenta españoles con cinco caballos, los cuales a la vuelta fueron apresados con todo el oro y ropa, y muertos a manos de gente de Culúa, que con la venida y palabras de Pánfilo anduvieron levantados y robando muchos días. Mucho sintió Cortés, cuando lo supo, tanta pérdida de españoles y de oro. Y temiendo no les hubiese ocurrido algún mal semejante o guerra a los españoles de Veracruz, envió allí un mensajero, el cual, cuando volvió, dijo que todos estaban sanos y buenos, y los comarcanos seguros y pacíficos; de lo que gran alegría tuvo Cortés, y aun los demás, que deseaban ir allá y él no les dejaba, por lo cual todos bramaban y murmuraban de él diciendo: "¿Qué piensa Cortés? ¿Qué quiere hacer de nosotros? ¿Por qué nos quiere tener aquí, donde muramos de mala muerte? ¿Qué le merecemos para que no nos deje ir? Estamos descalabrados, tenemos los cuerpos llenos de heridas, podridos, con llagas, sin sangre, sin fuerza, sin vestidos; nos vemos en tierra ajena, pobres, flacos, enfermos, cercados de enemigos, y sin esperanza ninguna de subir de donde caímos.

Muy locos y necios seríamos si nos dejásemos meter en otro peligro semejante al pasado. No queremos morir locamente como él, que con la insaciable sed que de gloria y mando tiene, no estima su muerte, cuanto más la nuestra, y no mira que le faltan hombres, artillería, armas y caballos, que hacen la guerra en esta tierra, y que le faltará la comida, que es lo principal. Yerra, y de verdad mucho lo yerra, en confiarse de éstos de Tlaxcallan, gente, como todos los indios son, liviana, mudable, amiga de novedades, y que querrá más a los de Culúa que a los de España; y que si bien ahora disimulan y temporizan con él, en viendo ejército de mexicanos sobre sí, nos entregarán vivos a que nos coman y sacrifiquen; pues es cierto que nunca pega bien ni dura la amistad entre personas de diferente religión, traje y lenguaje". Tras estas quejas, hicieron un requerimiento a Cortés en forma, de parte del Rey y en nombre de todos, que sin poner excusa ni dilación saliese en seguida de allí y se fuese a Veracruz antes de que los enemigos cortasen los caminos, tomasen los puertos, alzasen las vituallas, y se quedasen ellos allí aislados y vendidos; puesto que mucho mejor aparejo podía tener allí para rehacerse si quería volver sobre México, o para embarcarse si fuese necesario. Algo turbado y confuso se halló Cortés con este requerimiento, y por la determinación que tenían comprendió que todo era por sacarlo de allí, y después hacer de él lo que quisiesen; y como esto estaba muy lejos de su propósito, les respondió así:

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