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Al-Andalus omeya

Desarrollo


En el Magreb, tras una larga resistencia, los beréberes se habían adherido, en su mayoría, a la dominación del califato de Damasco y al Islam. Desafortunadamente, las modalidades de esta adhesión siguen siendo para nosotros prácticamente desconocidas. El hecho de que conocieran, como los árabes, una organización tribal muy fuerte en la parte central y occidental de la región, donde la influencia bizantina no se había ejercido, favoreció, tal vez, un acercamiento, del que es testigo el papel desempeñado por el jefe beréber, Tariq b. Ziyad, en la conquista de la Península. Quizás estas estructuras tribales facilitaron la participación de los beréberes en la continuación del avance militar en Occidente, en la medida en que la organización del ejército árabe reposaba, como acabamos de decir, sobre una base tribal. En todo caso, en el 710, el primer encargado de una empresa militar de exploración habría sido Tarif, un oficial beréber. Desembarcó en la actual Tarifa, que desde entonces lleva su nombre y se apoderó de un botín interesante, en particular de bellas cautivas en la región de Algeciras, antes de volver al Magreb. Al año siguiente, el gobernador de Tánger, Tariq b. Ziyad, también beréber, desembarcó en la montaña de Tariq (Yabal Tariq o Gibraltar) con 7000 beréberes que, muy pronto, recibieron el apoyo de otros 5000, derrotaron al ejército visigodo del rey Rodrigo, que se había adelantado a su encuentro (batalla del río Barbate en julio de 711), y se lanzó a la conquista de Toledo dejando para su lugarteniente, Mughith, la conquista de Córdoba.

Estas operaciones militares se habían desarrollado con el acuerdo inicial del gobernador de Qairawan Musa b. Nusayr, nombrado por el califa al-Walid (705-715), de quien Tariq era mawla o cliente, y con la ayuda del célebre y bastante misterioso conde Don Julián, que gobernaba Ceuta, de forma aparentemente más independiente, con un estatus mal determinado respecto de las principales potencias políticas que ejercían o habían ejercido su influencia en la zona del estrecho, Bizancio y el reino visigodo de Toledo. Es muy probable también que las rivalidades entre clanes aristocráticos visigodos por controlar el poder real tuvieran un papel importante en todo este asunto: los hijos del penúltimo rey, Witiza, considerando que Rodrigo les había desposeído, habrían hecho proposiciones a los musulmanes y luego les habrían traicionado al desertar durante la batalla decisiva. Se admite que el reino de Toledo se encontraba inmerso en una grave crisis político-social de la que sólo eran una manifestación los conflictos por el poder, las leyes que expulsaban a los judíos, reduciéndoles a la esclavitud o forzándoles a la conversión, así como las disposiciones destinadas a reprimir la huida generalizada de los esclavos de los dominios a los que estaban vinculados. He desarrollado en trabajos anteriores la idea de que el sistema visigodo, mal llevado en una evolución feudalizante, debilitado por una profunda crisis, se había derrumbado a causa de la expansión de un sistema más fuerte y más dinámico, que había adquirido eficacia gracias a una organización estatal del sistema tribal de base (como bien lo hizo resaltar Donner en su Early Islamic Conquests de 1981). Suscribo por tanto la afirmación de Pedro Chalmeta según la cual el Estado visigodo no ha sido "destruido por una conquista extranjera que se superpondría a unas estructuras existentes, sino que se había producido un vacío de poder que provocó la llegada de una nueva sociedad, sustitutiva de estructuras desaparecidas, o cuando menos, inoperantes". La sustitución rápida o incluso brutal de una estructura por otra se observa claramente en las realidades monetarias.

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