Modelos de colonización
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Rango
Grecia Arcaica
Desarrollo
Uno de los problemas que hoy despierta mayor interés en la investigación reside en el hecho de contrastar los modelos y procesos seguidos por las colonizaciones fenicia y griega. Tradicionalmente se han propuesto como dos sistemas antagónicos: mercantil que tiende a agrario en el caso fenicio , y al contrario para el caso griego , con un punto de inflexión en ambos que viene a coincidir con la mitad del siglo VII a.C. El tema es especialmente interesante porque nos permite afrontar aspectos tales como los modelos de colonización, la naturaleza de las relaciones que los producen y los conflictos que en el ámbito del Mediterráneo surgen entre colonizadores, sin olvidar las relaciones que la presencia de éstos provoca en el mundo indígena y en el propio grupo colonizador. Hoy coinciden los investigadores en poner en cuestión la simplicidad con que ha sido tratada la alternativa colonizadora fenicio-griega. E. Lepore, en sus análisis sobre las primeras colonizaciones griegas del siglo VIII a.C., duda que el factor demográfico y agrario sea la única causa del proyecto. El caso de Pitecusa, demasiado alejada de los centros griegos y del Egeo y muy próxima al área etrusco-lacial de la península italiana, podría constituir un magnífico ejemplo para poner en duda el dominio exclusivo de razones demográficas en su fundación; pero del mismo modo se podría pensar si se analizara la posición de Zancle y Regio y lo que implicaría su localización para el control del estrecho de Mesina.
En realidad, la vieja oposición obtenida de las fuentes entre apokía y emporio , oponiendo la colonia agraria al centro mercantil, cada vez resulta menos precisa. Otro tanto se puede indicar del modelo fenicio. Aubet ha propuesto una clasificación de los tipos de asentamientos fenicios occidentales, llegando a la conclusión de que al menos podrían sintetizarse en tres casos diferentes: el modelo de metrópolis mercantil, observable en casos como Gades, fundada en función de los recursos de la Baja Andalucía y con ánimo de controlar, en términos mercantiles, el hinterland tartésico; el modelo de Cartago, fundada como auténtica colonia, con un componente de población aristocrática y que muy pronto adquiere carácter urbano y, por último, lo que cabría definir como colonias de explotación agrícola, entre las que sitúan los casos de Toscanos y Almuñécar, en la costa andaluza, por tratarse de asentamientos dispuestos en unidades dispersas y en territorios escasamente poblados por grupos indígenas. Sin duda alguna es difícil para la investigación fijar un modelo agrario anterior o posterior a otro mercantil, pero, sobre todo, resulta complejo aceptar que sea sólo una causa la que provoque el despliegue mediterráneo de griegos y fenicios. Cada día se hace más necesario para realizar estos análisis conocer el proceso que llegó a producir la colonización y para ello es imprescindible pensar en el marco económico en que se mueve el grupo colonizador.
Respecto al factor mercantil, se han desarrollado tres corrientes: de una parte, la escuela sustantivista que, con el concepto de comercio de tratado, ha establecido un modelo económico en el que es el Estado el único capacitado para fijar las reglas de intercambio, con el único objetivo de obtener los bienes de que se carece y, en consecuencia, renunciando al lucro y al beneficio. Desde su perspectiva no existe mercado, ni empresa privada, ni riesgo, ni ganancia; desde este punto de vista, el puerto de comercio es la institución por excelencia del modelo y la que articula a los mercaderes y sus actividades bajo la autoridad del Estado y su proyecto redistribuidor. Frente al sustantivismo de Polanyi o Finley, la corriente formalista defiende la viabilidad de los conceptos de la economía moderna en las sociedades antiguas, de este modo se acepta la presencia de la iniciativa privada, sin duda difícil de aislar de la pública, por el propio sistema económico, de las fluctuaciones de los precios, de los beneficios y de la especulación, en suma de los factores indicativos de actividad mercantil. Especial interés dentro de esta última corriente tiene el modelo de la diáspora comercial de Curtin, presentado con carácter atemporal y que presupone la existencia de una red de comunidades especializadas, socialmente interdependientes pero espacialmente dispersas; recuerda el caso el modelo de las etnias especializadas de Amin, que tienden en algunos casos a desarrollar un modelo de jerarquización funcional y de dependencia entre centros con la cúspide en la metrópolis, de aquí que cuando ésta entre en crisis, lo haga todo el modelo.
La tercera línea, caracterizada en el materialismo italiano, del que podría ser un clásico representante Lepore, enfatiza las relaciones con los indígenas como uno de los factores más olvidados del sistema colonizador, rechazando la posibilidad de extrapolar conceptos actuales de la economía de mercado al mundo antiguo, pero también los modelos de redistribución que plantea el sustantivismo. Que el factor mercantil resulta hoy difícil de aislar como causa única de la colonización, lo prueba un rápido análisis del factor agrario. La stenochoría o falta de tierras estuvo también presente, tal y como se ha advertido, en el trasfondo de la colonización griega y la fundación de apokíai, es decir, la separación de un grupo de ciudadanos de la metrópolis en que residían, su instalación en una fundación y su independencia política y administrativa. La consecuencia directa de este proceso ha sido la definición de la chora o tierra controlada por la colonia en casos tan evidentes como Metaponte y, según algunos autores, en modelos tan mercantiles como Ampurias. En el área de la colonización fenicia, la presencia de estas zonas de tierras urbanizadas podría justificarse en casos como los centros de la Andalucía mediterránea, si bien sin olvidar su base mercantil. El debate, sin embargo, está muy vivo en casos como Gades, donde los recientes estudios de Ruiz Mata en Torre de Doña Blanca defienden la existencia de un poblado fortificado situado entre el límite de la Campiña y la Bahía y con amplias posibilidades de mostrar el ámbito territorial controlado directamente por la fundación fenicia, en tanto que desde otra perspectiva se defiende el papel de emporio para el enclave fenicio.
Lo cierto es que Tiro sufrió un proceso de sobrepoblación, con déficit alimentario a consecuencia de su limitado territorio agrícola, que se hace patente no sólo por el crecimiento del asentamiento, sino por su política expansionista entre los siglos X y VIII a.C. Un caso paradigmático de análisis puede valorarse a través de la secuencia del asentamiento de Toscanos, que resumimos a continuación. El lugar se funda en un pequeño altozano entre los años 740-730 a.C. construyendo varias viviendas aisladas y de gran tamaño. Se define por su carácter marcadamente mercantil. En el desarrollo del siglo VIII a.C. se advierte un fuerte incremento demográfico y se constata un aumento del nivel de riqueza a través del sistema constructivo. ¿Se podría hablar para esta fase de una segunda oleada de colonos coincidentes con la construcción del primer sistema de fortificación? Durante la fase que marca el siglo VII a.C. se observa el momento de mayor auge económico. Se construye el llamado Gran Almacén, y surge un barrio industrial dedicado a la manufactura de objetos de cobre y hierro. El asentamiento alcanza su máxima expansión. Se calcula que hacia el 640-630 a.C. alcanza entre los 1.000 y los 1.500 habitantes y es en ese momento cuando se refuerza la fortificación con la construcción de una nueva muralla. Algo después del periodo de esplendor se inicia una crisis en el asentamiento, que termina por ser abandonado hacia el año 550 a.C. En el marco del análisis que aquí se plantea, el asentamiento constituye una clave en este debate, ya que su localización no responde a un esquema preferentemente comercial para contactar con los indígenas del entorno inmediato, pues se busca para su ubicación un territorio bastante despoblado, si bien desde él se puede acceder, aunque a cierta distancia, a los ricos núcleos indígenas de las altiplanicies granadinas. Por otra parte, se localiza el sitio en un fértil valle de tierra de aluvión, bien definido territorialmente respecto al interior y en dos momentos diferentes de su historia refuerza el sistema de fortificación propio. De forma significativa, frente a este factor agrario evidente, en las características internas de su estructura urbana priman los elementos mercantiles, con la construcción del gran almacén y la disposición del barrio metalúrgico .
En realidad, la vieja oposición obtenida de las fuentes entre apokía y emporio , oponiendo la colonia agraria al centro mercantil, cada vez resulta menos precisa. Otro tanto se puede indicar del modelo fenicio. Aubet ha propuesto una clasificación de los tipos de asentamientos fenicios occidentales, llegando a la conclusión de que al menos podrían sintetizarse en tres casos diferentes: el modelo de metrópolis mercantil, observable en casos como Gades, fundada en función de los recursos de la Baja Andalucía y con ánimo de controlar, en términos mercantiles, el hinterland tartésico; el modelo de Cartago, fundada como auténtica colonia, con un componente de población aristocrática y que muy pronto adquiere carácter urbano y, por último, lo que cabría definir como colonias de explotación agrícola, entre las que sitúan los casos de Toscanos y Almuñécar, en la costa andaluza, por tratarse de asentamientos dispuestos en unidades dispersas y en territorios escasamente poblados por grupos indígenas. Sin duda alguna es difícil para la investigación fijar un modelo agrario anterior o posterior a otro mercantil, pero, sobre todo, resulta complejo aceptar que sea sólo una causa la que provoque el despliegue mediterráneo de griegos y fenicios. Cada día se hace más necesario para realizar estos análisis conocer el proceso que llegó a producir la colonización y para ello es imprescindible pensar en el marco económico en que se mueve el grupo colonizador.
Respecto al factor mercantil, se han desarrollado tres corrientes: de una parte, la escuela sustantivista que, con el concepto de comercio de tratado, ha establecido un modelo económico en el que es el Estado el único capacitado para fijar las reglas de intercambio, con el único objetivo de obtener los bienes de que se carece y, en consecuencia, renunciando al lucro y al beneficio. Desde su perspectiva no existe mercado, ni empresa privada, ni riesgo, ni ganancia; desde este punto de vista, el puerto de comercio es la institución por excelencia del modelo y la que articula a los mercaderes y sus actividades bajo la autoridad del Estado y su proyecto redistribuidor. Frente al sustantivismo de Polanyi o Finley, la corriente formalista defiende la viabilidad de los conceptos de la economía moderna en las sociedades antiguas, de este modo se acepta la presencia de la iniciativa privada, sin duda difícil de aislar de la pública, por el propio sistema económico, de las fluctuaciones de los precios, de los beneficios y de la especulación, en suma de los factores indicativos de actividad mercantil. Especial interés dentro de esta última corriente tiene el modelo de la diáspora comercial de Curtin, presentado con carácter atemporal y que presupone la existencia de una red de comunidades especializadas, socialmente interdependientes pero espacialmente dispersas; recuerda el caso el modelo de las etnias especializadas de Amin, que tienden en algunos casos a desarrollar un modelo de jerarquización funcional y de dependencia entre centros con la cúspide en la metrópolis, de aquí que cuando ésta entre en crisis, lo haga todo el modelo.
La tercera línea, caracterizada en el materialismo italiano, del que podría ser un clásico representante Lepore, enfatiza las relaciones con los indígenas como uno de los factores más olvidados del sistema colonizador, rechazando la posibilidad de extrapolar conceptos actuales de la economía de mercado al mundo antiguo, pero también los modelos de redistribución que plantea el sustantivismo. Que el factor mercantil resulta hoy difícil de aislar como causa única de la colonización, lo prueba un rápido análisis del factor agrario. La stenochoría o falta de tierras estuvo también presente, tal y como se ha advertido, en el trasfondo de la colonización griega y la fundación de apokíai, es decir, la separación de un grupo de ciudadanos de la metrópolis en que residían, su instalación en una fundación y su independencia política y administrativa. La consecuencia directa de este proceso ha sido la definición de la chora o tierra controlada por la colonia en casos tan evidentes como Metaponte y, según algunos autores, en modelos tan mercantiles como Ampurias. En el área de la colonización fenicia, la presencia de estas zonas de tierras urbanizadas podría justificarse en casos como los centros de la Andalucía mediterránea, si bien sin olvidar su base mercantil. El debate, sin embargo, está muy vivo en casos como Gades, donde los recientes estudios de Ruiz Mata en Torre de Doña Blanca defienden la existencia de un poblado fortificado situado entre el límite de la Campiña y la Bahía y con amplias posibilidades de mostrar el ámbito territorial controlado directamente por la fundación fenicia, en tanto que desde otra perspectiva se defiende el papel de emporio para el enclave fenicio.
Lo cierto es que Tiro sufrió un proceso de sobrepoblación, con déficit alimentario a consecuencia de su limitado territorio agrícola, que se hace patente no sólo por el crecimiento del asentamiento, sino por su política expansionista entre los siglos X y VIII a.C. Un caso paradigmático de análisis puede valorarse a través de la secuencia del asentamiento de Toscanos, que resumimos a continuación. El lugar se funda en un pequeño altozano entre los años 740-730 a.C. construyendo varias viviendas aisladas y de gran tamaño. Se define por su carácter marcadamente mercantil. En el desarrollo del siglo VIII a.C. se advierte un fuerte incremento demográfico y se constata un aumento del nivel de riqueza a través del sistema constructivo. ¿Se podría hablar para esta fase de una segunda oleada de colonos coincidentes con la construcción del primer sistema de fortificación? Durante la fase que marca el siglo VII a.C. se observa el momento de mayor auge económico. Se construye el llamado Gran Almacén, y surge un barrio industrial dedicado a la manufactura de objetos de cobre y hierro. El asentamiento alcanza su máxima expansión. Se calcula que hacia el 640-630 a.C. alcanza entre los 1.000 y los 1.500 habitantes y es en ese momento cuando se refuerza la fortificación con la construcción de una nueva muralla. Algo después del periodo de esplendor se inicia una crisis en el asentamiento, que termina por ser abandonado hacia el año 550 a.C. En el marco del análisis que aquí se plantea, el asentamiento constituye una clave en este debate, ya que su localización no responde a un esquema preferentemente comercial para contactar con los indígenas del entorno inmediato, pues se busca para su ubicación un territorio bastante despoblado, si bien desde él se puede acceder, aunque a cierta distancia, a los ricos núcleos indígenas de las altiplanicies granadinas. Por otra parte, se localiza el sitio en un fértil valle de tierra de aluvión, bien definido territorialmente respecto al interior y en dos momentos diferentes de su historia refuerza el sistema de fortificación propio. De forma significativa, frente a este factor agrario evidente, en las características internas de su estructura urbana priman los elementos mercantiles, con la construcción del gran almacén y la disposición del barrio metalúrgico .