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MEMORIAL 47 Señor. El Capitán Pedro Fernández de Quirós. Cincuenta meses ha que estoy en esta corte suplicando a V.M. se sirva manar me vaya a poblar las tierras que V.M. me mandó descubrir. Dije las grandezas dellas, sus muchas y diversas gentes y riquezas de muchos géneros, bien necesarias a España, y como la parte es capaz de poder haber en ella dentro de las dos zonas tórrida y templada (dejo la frígida), muchas más tierras, gentes y riquezas de lo que al parecer se alcanza y lo prometen las muestras, las noticias y los discursos. Mostré los peligros que corren de presente y de futuro, así en lo que toca a la doctrina evangélica como a la parte de V.M. Advertí que si los enemigos que con escuadras de doce y más naos van y vienen a Terrenate, distancia cincuenta leguas del remate dellas, pueblan primero que V.M., o los ha de echar dellas, o dejar en ellas, y que lo uno ha de costar gran suma de barras de plata y hombres, y lo otro la pérdida de todas ellas. Dije que con sólo quinientos mil ducados gastados por una vez en el Pirú, V.M. ganará y asegurará todos los bienes de ambos géneros que contiene este gran caso, y excusará todos los males, daños, pérdidas y escándalos que en el mismo puede haber y del pueden proceder y extenderse por las dos Indias del Oriente y del Occidente, y llegar hasta España, y durar muy largos tiempos y quizás siempre, todo o parte. Dije lo mucho que importa hacerse aquella población con toda presteza, y a costa de Hacienda Real y no de ajena.

Di por razón que la persona que gastare quinientos mil ducados tomará para sí un millón de renta y dará principio a cien millones de males sin remedio, y que si este gasto le hicieren cuatro, o más, cada uno querrá tomar otro tanto, y quizás todos obligarán a V.M. gaste en templar codicias y crueldades, en humillarlos, digo, mudas veces más dinero y hombres que pido se gaste por una vez en toda la obra. Dije que aunque aquellas tierras se extiendan tanto como prometen, V.M. no de, en ellas, como da en las Indias, salario alguno a ministro de gobierno espiritual y temporal, ni de justicia, hacienda y guerra, ni a soldados ni marineros, ni a otros a quien V.M. lo suele dar; y el cómo no se gaste Hacienda Real en fundar, levantar ni adornar iglesias, conventos, colegios, seminarios, hospitales, casas reales y castillos, ni en el sustento de todos cuantos los habitaren y sirvieren, y como todas estas y otras fábricas de tierra y mar de la obligación de V.M. serán muchas, bien obradas y más presto hechas, y lo mismo las del común. Dije que con los oficios públicos V.M. premiará grandes servicios y los ocuparán personas de quien por razón del buen modo que se tendrá en la elección, renta bastante que se ha de dar para sustentarse sin llevar derechos, cuidado secreto en saber las vidas, castigo cierto y presto a los que usaren mal dellos, se deba creer que no sólo serán sabios en su ejercicio, sino que guardarán la fidelidad y diligencia tan necesaria; y demás desto se excusará la venta dellos, que es de los mayores males que pueden tener los reinos y uno de los mayores beneficios que pueden recibir, sin que en esto V.

M. pierda nada, más antes se ganará tanto generosamente cuanto puedo mostrar luego. Mostré como en aquellas tierras, en las Indias, en España y en todos los Estados de V.M., y aún en todo el mundo, no haya pleitos civiles, de ninguno de los géneros, porque suele haberlos, y como serán menos los criminales, con modo de su averiguación, porque la verdad se halle cuanto es posible, y por su falta no padezcan ni perezcan inocentes, ni se escandalicen las gentes por ver la facilidad conque se quitan vidas, honras, libertad, haciendas y se atormentan los hombres, cosa muy contraria a la piedad de V.M., así por lo que son en sí, como por las muchas, grandes y continuas ofensas que se hacen a Dios y a los pobres. Cierta persona me dijo que suvertía la máquina de todo el derecho civil y el canónico; yo digo que hallé modo como los derechos estarán derechos, sin que los puedan reclinar, ni torcer, y como las gentes tendrán segura su parte y se excusarán las trampas y los males que dellas nacen y vemos de que muy pocos escapan. Dije como en aquellas tierras serán castigados los delitos y los vicios, mayormente la ociosidad, sin reservar, ni respetar y como la virtud tendrá gran premio, y como se suplirán todas las necesidades comunes y se encaminarán y ayudarán las gentes, por cuya falta se pierden y damnifican infinitas; en suma, cómo la caridad será general y fervorosamente ejercitada por partes iguales. Dije, conviene vayan de España personas eclesiásticas y seglares (lo primero de conciencia, lo segundo de ciencia, y experiencia de guerra, mar y negocios), con quien pueda justamente aconsejarme y a quien pueda encomendar sin recelo los cargos primeros y los casos y cosas que en el discurso se han de ofrecer, de tanta consideración e importancia como se dará a entender, y por si yo faltare, quede la obra afirmada sobre tan buenas columnas que la puedan sustentar en paz y justicia, hasta que V.

M. mande otra cosa, siendo ésta bien digna de prevenir y repararla, pues en sólo ella está cifrado su mayor bien de aquellas partes, y por su falta los mayores males; añadiendo la leva de artistas y oficiales, los más necesarios . Advertí que por ser aquellas tierras tan fértiles, sanas y ricas, temo los vicios y cito a la virtud, cuchillo de ellos, y busco para después de yo muerto, el bien para otros, quier se crea o no se crea. Dije el gran beneficio que recibiría el Pirú con la saca de la gente sobrada, y como en él no pude escoger las cabezas que levé cuando fui a descubrir, y lo muy caro que esto costará si Dios no lo remediara, que valió mucho no ser la gente de una sola nación. Dije la suma de naos de todos portes que se pueden hacer en aquellas tierras, para trajín de sí mismas y comercio de todas las del Mar del Sur, con grandes comodidades, aprovechamiento, defensa y seguridad de todas ellas, y como pretendo que puede ser, haber allí muchos y muy insignes pilotos, a quien por ser su arte ingeniosa y sutil, y de mucho trabajo y provecho, se debe de justicia, honra y premio, y este punto a V.M. le importa mucho. Ofrecí que desde aquellas tierras haré que con todo secreto se descubra al estrecho de Anián, porque si le hay se ponga remedio, y si no le hay, saberse cierto que por aquella parte no pueden recibir las Indias los daños que en ellas harán los enemigos que le han buscado cinco veces, y esto será sin que cueste los veinte mil ducados de renta perpetua que pidieron a V.

M. por descubrirle, con cuatro navíos del todo aprestados y armados y gente pagada por tiempo largo. En suma, sin que a V.M. le cueste nada. . Mostré que si los pobladores de las Indias acertaran a encaminar el gobierno dellas tan bien como pudo ser, V.M. tuviera hoy más de ciento y cincuenta millones de renta y se gozaran en ellos y por ellas otros infinitos bienes para el cielo, y que cuando para V.M. fuera sólo la octava parta de la renta, que pudo ser, era más de la que al presente tiene V.M. de todos los reinos de aquellas partes y destas; punto bien digno de notar y considerar y aún de llorar, y no menos de escarmentar. Mostré cómo se podrán reformar las Indias fácilmente, sin que cueste a V.M. un solo peso, y cómo se dará principio a un servicio de Dios, inestimable, y a grandes acrecentamientos de hacienda, y cómo los indios vendrán a ser buenos cristianos, políticos y ricos; cosa y cosas muy convenientes y forzosas, así porque no se acaben, como para que puedan por sí mismos valerse y rocurarse los mayores bienes que no tienen, y los mudos que han de resultar generalmente de que España ha de llevar muy grande parte. También mostré cómo este bien se puede encaminar y extender por Guinea y mostraré lo que tengo escrito acerca desto y de negros para con las Indias. Dije y digo que todo lo dicho conviene a aquellas Indias Australes, y porque han de ser llaves, alivio y reparo de las Orientales y Occidentales y todas tres estribos de España, que es la más firme columna que tiene la Iglesia Católica, y esto hasta y juntamente que de ellas vengan a V.

M., líquidos y limpios, por justos medios, todos sus quintos y derechos reales, y mostré cómo serán muchos y duraderos. En suma, Señor, mostré que V.M. tiene necesidad precisa de adquirir aquellos reinos para poder conservar los poseídos o pena de los peligros representados, advertidos y recordados. Mostré que V.M. es el más rico y poderoso rey y señor del mundo, y lo probé, y esto porque oía y oigo decir tanta pobreza, que si no supiera como sé cierto, lo contrario, bastará sólo este sonido a desanimarme del todo, y para dejar caer esta gran carga que ha diecisiete años la sustento a mis flacos hombros; y también más, por el crédito necesario con amigos y enemigos, y por otras muchas causas que conviene yo las diga y V.M. las oiga. Otras muchas cosas mostré y otras puedo mostrar, que cada una, de por sí, no tiene precio. Y pregunto, ¿cuánto valen todas juntas? Dije y digo que toas las pude y puedo poner en obra, por haberme dado Dios, a buena suerte de V.M., empresa proporcionada, y que si muy de atrás me hubieran ayudado, y en esta Corte dado el despacho que muchas veces pedí y V.M. mandó, ya aquellas gentes estuvieran gozando las misericordias de Dios, España de un gran retorno, yo quieto, las tierras aseguradas, V.M. sin los grandes cuidados que deben dar sus peligros, y si no, vaya a ellas un solo navío enemigo (si ya no están muchos en ellas o cerca dellas), conque veo los alborotos, pérdidas, daños y gastos grandes de todas aquellas partes y destas, y todos los ha de pagar quien fue la causa.

Finalmente dije y digo que ha de ser lo que V.M. ordenare y mandare y que soy vasallo de V.M., rey y señor deste vasallo. La sistancia desta causa, su justificación y la mía, en general y particular, remito a los muchos memoriales y recuerdos que di, a las relaciones que tengo, a toda la historia escrita, a lo que puedo decir de palabra, a las informaciones y certificaciones auténticas cartas de ministros, cédulas de V.M., breves del Pontífice Romano, a lo que dicen las gentes en común, a las mercedes que al descubierto hizo Dios a la causa y a mí en especial, aquí, a una junta de matemáticos y de pilotos y de personas práticas, y a todo lo demás que se mandare y se pidiere y se quisiere. Esto digo porque todo lo que en abono y para mayores bienes desta obra se juntó, poco a poco y mucho a mucho, no fue bastante para que la dejasen ir corriendo su carrera, y bastó, no sé quien se atrevió (sin rastro de amor, temor ni dolor de aquellas almas que se pierden) a hacer que pare, sin por qué, asegurando que si por qué le hubiera (yo) no viniera a esta Corte (y), ya que vine, no me detuviera en ella no digo cincuenta meses de continuo padecer, sino un día, pues en éste conocí los filos que estaban dados contra mí y no temió mi verdad, a cuya cuenta y de la empresa que vale la fundación de muchas ciudades de gobierno cristiano y político, un continuo ejercicio de caridad que llega desde la conversión de infinitas almas hasta socorro de las que están en purgatorio.

En suma, a honra y gloria de Dios y triunfo de su Santa Iglesia, hice lo que se ha visto y se ve y se verá en la justa defensa della. En esta conformidad di a V.M. los dichos memoriales, y las copias dellos a ministros y a religiosos, a fin de que encomendasen a Dios esta causa y le pidiesen la sacasen de la confusión y peligro en que estaba y en que está, y por otras razones que conviene que yo las diga y V.M. las oiga. V.M. mandó me fuesen dados despachos a mi satisfacción y lo que siempre quise y quiero es sólo que la obra se encamine bien y asegure desde aquí. Los depachos que me dieron son dos cédulas faltas de la claridad y fuerza necesarias para que la voluntad de V.M. tenga efecto real, y la obra le tenga tal cual le merece y conviene. Repliqué y me fue dicho de parte de V.M. que esperase más otro año, a cuya causa y por otras que me hacen fuerza ordené éste, que será el penúltimo memorial que doy a V.M., y juntamente el mapa universal que va aquí y le hice para que V.M. se sirva mandar se ponga en parte (en) que la vista de su cuarta oculta clame y reclame en nombre de la perdición de las almas de todos sus naturales, criadas y por criar, y de recordar que en tiempo que se dice reclinar esta monarquía, como otras muchas lo han hecho, muestra Dios cómo V.M. pueda doblar su Santa Iglesia, y asegurarla de los grandes daños que por allí le amenazan; punto bastante para V.M. dejarse obligar de sí mismo y conceder el despacho que no han podido alcanzar mis humildes y importunos ruegos.

Suplico a V.M. note y con sidere bien que unos pensamientos de un rey sin par, un acometimiento de un ánimo real, unas obras de mayor grandeza como son éstas, unos provechos tan ciertos y que llegan de lo más de la tierra al cielo impireo, y acocean el infierno, cuando se compraran por todas las riquezas del mundo fueran de valde, cuanto más que el dinero de este dichoso empleo se podrá decir prestado por uno o cuando más por dos años, el retorno de muchos millones de bienes y oro y la duración de siglos. En suma, con los olvidados de la casa real de V.M. y, aún, con las migajas de su real mesa, se pueden comprar y sobrar, y V.M. eternizarse con doble honra y gloria y dolado imperio. Vuelvo a suplicar a V.M. infinitas veces gane con Dios y la gente, temporal y eternamente, lo que se da en cielo y tierra a los celosos de la honra del Señor altísimo y del bien de las almas, y que se duela ya siquiera de su mismo servicio y de lo que aventura perder de lo ganado, con recuerdo que yo, por apresurar a aquellas gentes el bien que tanto les tarda, no me dolí ni duelo de mí, ni sola es mía la obligación, y no solo esto sino que ofrecí perder todo mi derecho y ir sirviendo de valde, de lo que quisiese mandarme la persona que V.M . enviase por dueño de mis trabajos, que es envite jamás hecho que yo sepa, que doy por prueba de mi gran fe con esta obra, y sin preguntar lo que se me había de dar por lo que daba, y nunca pedí sino lo que no pude excusar para obrar, con saber cierto que a los descubrimientos pasados no se negó lo mucho que pidieron para sí, m emplearon a otros en lo que ellos trabajaron.

Y es verdad que en trabajos y en fidelidad no les quedo inferior, y que no pretendo otro premio que los trabajos que me niegan, y que solo estos trabaos me pueden satisfacer; y certifico que si supiera otros modos de obligar, usara dellos, o causa de más cuantía que representar. V.M. se sirva de estimar de mí lo que ya di de muy buena voluntad, que no fue media capa sino toda la hacienda que tuve, con desprecio de lo que pude ganar de mis trabajos, caminos de veinte mil leguas, tiempo de diez y siete años, todo a fin de librar de olvido y de peligro las tierras y gentes que descubrí, cuyo rescate le pleitee cinco veces y defendí millares dellas, siendo la que está presente la más cara y que más conviene vencerse. Y pregunto, como obligado de todas juntas ¿por ventura mis obras valen poco, por ser yo quien las hice? o que me olvido de lo caro que las unas me costaron y pueden costar las otras? o es porque las doy de gracia, ruego e importuno con ellas, sufro y callo? o presúmase que no me estimo por hombre a quien Dios hizo mercedes tales, que hasta cada una dellas a levantar, engrandecer y eternizar, no digo casas, linajes y patrias, sino provincias, reinos e imperios? Y no es fábula ni sueño, y bien se sabe que es verdad, y la mucha razón que tengo y la justicia clara y firme, que muy de atrás se me debe y no se me da, y que no es justo que pierda por leal y por dar todo cuanto Dios me ha dado. V.M. se sirva de no despreciar de mí lo que de nuevo ofrezco, que no es menos que la protección de un nuevo mundo poblado, rico y con toda su flor; es la seguridad de todos los reinos que tiene V.

M., es mi industria, mi solicitud, mis pensamientos, que no son cortos ni mal fundados, y por remate, mi vida, que es lo que puedo dar, y si pareciere poco, daré más, la mitad de la parte que puedo merecer con Dios, y toda entera la dare, y por remate me venderé, por siquiera con el postrero dinero mío se compre un poco de barro, conque se haga un ladrillo y una teja que se ponga ee aquel piadoso edificio, y si más puedo, más ofrezco. Suplico a V.M. reciba de mí estos cohechos, que bien se pueden llevar sin escrúpulo. Yo con razón decir no sé para perder tal empresa, ni hombre que tal sabe dar y ofrecer y recordar que no merecen aquellos ricos inocentes la avaricia, ni el descuido, ni la desconfianza que veo, ni los grandes males que tienen, sino beneficios vivos de piedad y de un socorro apriesa, que se condenan y no lo entienden. Todo lo dicho en éste y en todos mis escritos o es o no es verdad, o se ha de hacer bien o mal, temprano o tarde, y si V.M. nunca mandare que se haga suplico a V.M. que me desengañe, pues es justicia que pido, para ser ajeno o ser mío. Y si lo que pretendo se ha de hacer digo, Señor, que ha de ser presto y bien, pues para mal, mejor es no comenzarlo, y para más mal, mucho ha estuviera hecho. Mas no permita Dios que yo sea homicida de las infinitas muertes de vidas y almas, y de todos los otros innumerables bienes temporales y eternos que es certísimo dará un mal principio, ni que mi alma deba y pague a proporción de tan gran culpa, tan gran pena y tan gran daño, pues no ignoro los remedios que para hacerme bien son necesarios, ni es esto lo que busco por remate de tormentos de muchos géneros.

En suma digo, Señor, lo que dijo Augusto César: "quien ha de hacer bien, hágalo presto ¿qué espera?", y más ofreciendo yo que solo quinientos mil ducados gastados por una vez en el Pirú, sin que entre en mi poder un maravedí, armar y proseguir esta gran máquina, así y de la manera que lo he representado; y también más, porque hallé y mostré modos y medios cómo en todas aquellas tierras sea el gobierno tal, mediante el poder de Dios, que asegure cuanto es posible toda la parte espiritual de sus naturales con ventajas grandes, y como V.M., por mayor y por menor gane en ellas todo cuanto en las Indias se perdió, que es infinito. Suplico a V.M. note y considere bien este servicio, que no vale menos que todo cuanto puede valer la parte Austral en general y en particular, y en perpetuidad, y juntamente los millones de oro y bienes que vale cada uno de los otros referidos, y que en premio de todos ellos pido y suplico a V.M. mande llamar a las personas de quien diré los nombres, para que estando ellas y yo en la presencia real de V.M. digan por qué trataron tan mal (¿lo?) que yo digo, que si en mí no estuviere vivo el conocimiento del gran valor de esta gran obra, y el amor, con los deseos de procurarle un grande y firme principio, un buen medio y mejor fin, costase lo que costase, yo estuviera muerto y sepultado, yo olvidado y V.M. mal servido, y juntamente para que den las causas se les mueve a no darme el despacho que V.M. manó se me diese a mi satisfacción justificada y conveniente, y para que respondan, y yo responda a las preguntas que les hiciere y ellos a mí, conque se sabrá la verdad, y V.

M. se desengañará, yo seré desengañado, o castigado quien lo mereciere. Vuelvo a suplicar a V.M. reciba yo esta merced, siquiera porque no pueda decir, como ya digo, con el sentimiento que es justo, ¿dequé habrá servido mi buen ánimo, tantos trabajos continuos, tantos cuidados y vigilias, una lealtad a prueba, una verdad tan lisa, unas finezas, tan vistas, tanto sufrir y porfiar, con todas las otras cosas usadas, adquiridas, representadas y deseadas, si todo se acaba aquí, y la obra se desampara, de cuya parte está Dios, que no lo ha de permitir, su Iglesia santa que no ha de consentir aquellas almas que claman y reclaman, V.M. que manda y manda, el Consejo de Estado que brama, defiende y ampara, el de conciencia que muerde y pica, la voz de todo el pueblo que grita, el bien común que se pierde, el celo de religiosos que labran, los sabios y prácticos que se asombran, las conveniencias tan grandes, y la fuerza que todos hacen, y juntamente mi justicia, que no es la menor parte? En suma digo, Señor, que yo no comencé tan de veras para acabar de burlas. Vuelvo a suplicar a V.M. se sirva de ayudarme para que lleve adelante esta obra a que V.M. dio principio, y vuelva a Dios lo que me dio antes que acabe la vida en pretensiones. Ayúdeme V.M. en estos millares de obras de piedad y de misericordia y no permita que yo pierda todas estas y otras grandes mercedes que Dios por su gran bondad me hizo, en especial lo que puedo merecer siendo parte en la conversión de aquellas infinitas almas; porque yo digo, con el acatamiento que debo, que no las quiero perder, sino pedir, como pido a V.

M. justicia de quien me la quita e impide este mayor servicio de Dios y de V.M. que hay ni puede haber en el mundo. Don Manuel, Rey de Portugal, hizo descubrir por tierra la India Oriental, y por la mar la costa de Africa hasta el Cabo de Buena Esperanza, y después armó naos, buscó, rogó y prometió las grandes mercedes que cumplió a Vasco de Gama, porque fuere a acabarla de descubrir. Yo, Señor, no sé lo que Gama sabía de aquel menester, mas sé muy bien que tengo diez y siete años continuos de experiencias vivas de solo en el caso de que trato, y que ruego mucho con el fruto de las potencias de mi alma, y de los trabajos corporales, y me detienen, y no se diga no me quieren, y puede ser para comprarse la voluntad de un hombre, si lo hay, de quien se tenga la satisfacción que se debe tener de mí, cueste tan caro, como me vendo barato, no siendo ofensa que hiciera a la razón ni a la justicia, pedir lo mucho que se me debe por lo obrado y venderme por lo que valgo a lo que resta, y si no le hay y la empresa viene a manos de quien la ignore, y no (1)a ame más que a sí, no puede ser cosa más cara ni más perjudicial y dañosa, ni que más arrepentimiento engendrará sin remedio; y si yo falto, no sé si V.M. hallará otro yo por muchos millones de oro. Cuando los Reyes Católicos trataron de descubrir las Indias había en España guerra, y tanta pobreza que fue necesario pedir prestado el dinero conque Colón fue despachado en aventura de si había las tierras de su sospecha.

Y es de notar y de recordar los infinitos bienes del uno y del otro género que de esta determinación resultaron, y también más, la mucha paz de presente, y las riquezas del Pirú, y que con poca parte dellas puede V.M. llevar adelante esta obra a que V.M. dió principio, en cuyo nombre y de la parte que en ella tiene Dios. Suplico a V.M. se sirva de decirme qué ha de hacer de ella y de mí, para que pueda decir con verdad que soy tan fiel a Dios como lo soy a V.M., pues mirando a la obligación que V.M. tiene a la del cielo y a la que tengo al servicio de V.M., no hice lo que pude, buscando en la carrera de Filipinas como otros muchos han buscado en dos viajes (pudiendo yo haber hecho doce), el dinero que bastara para redimir parte o todo que fuera para V.M. y poco para mí deseo. En suma digo, Señor, que yo di lo que tuve, hice lo que pude, ofrezco la vida en sacrificio, y no puedo pasar de aquí. V.M. mire sus obligaciones, aquellas almas, los enemigos, mi justicia, y que este caso no promete menos que doblar la Iglesia de Dios, a V.M. la Monarquía, y asegurar a las dos. Por todo lo cual, y lo que las gentes dirán de presente y venidero, V.M. debe resolverlo por sí mismo, y despacharme por su propia autoridad como está concedido y yo pedido, medido con la razón. Y finalmente quisiera se advirtiera que tan bien pudiera dar mal principio a esta obra, como deseo dárselo bueno, y se supiera que el menor de los servicios que en ella retendo hacer a Dios estimo más que si fueran más toas las riquezas de la tierra y se acordaran de cuántos son los que me deben y deberán y pagarán, y de buscar el con qué las personas que desvían y retardan la ejecución de mi intento. La flota de Tierra firme parte por diciembre, lo que se ha de aprestar, navegar y obrar es muchísimo; las vidas breves más y lo que se ha perdido y perderá es incontable y nunca jamás se cobrará. Esta es mi justicia, ésta pido a V.M. cincuenta meses ha.

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