Los nazarenos y la recuperación de la historia
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La libre interpretación de los presupuestos estéticos idealistas dio pie a un panorama estilístico diversificado en torno a 1800, algo que no era extraño si tenemos en cuenta la compleja alteración de los modos estilísticos que trajeron consigo el pintoresquismo y otras poéticas derivadas de la Ilustración dieciochesca. Especialmente el principio de la autonomía artística, que es tan importante para la corriente de la abstracción formal, como para el subjetivismo que afecta a la pintura de paisaje lo mismo que a la de tema, promovió la multiplicidad fáctica de las manieras individuales y la libertad de estilo para la interpretación de los temas.El propio clasicismo hizo un esfuerzo didáctico por convertirse en programa de época, pero, si exceptuamos constelaciones muy limitadas de los dictados académicos preceptivos, fue, en sentido lato, una manifestación híbrida, con numerosos resabios de estilos históricos, a la vez que profundamente afectada por la crisis de la doctrina tradicional de los modos. Las jerarquías de los modos estilísticos se vieron alteradas sobre todo por la puesta en escena del nuevo paisajismo, el pintoresquismo y los sincretismos neomanieristas. Alguna vez se ha dicho que la primera pintura romántica surge de la libertad de concepto que David concedía a sus discípulos. Esa libertad puede hacerse extensiva a la individualización del estilo de otros autores ajenos al círculo de David y fue instancia secular en la formación artística no académica.
La pintura nazarena se coloca en las antípodas de la moral ilustrada y revolucionaria, que instaba a la formación de las propias disposiciones individuales. Si el pintor-filósofo Runge se esforzó por acompañar el misticismo de su praxis artística con una amplia teoría estética personal, los nazarenos se propusieron el desarrollo de un programa estilístico homogéneo que sirviera de doctrina estética de grupo. Mientras que en el primer Romanticismo la labor artística está orientada hacia la creación de estilos personales y mitologías privadas, el historicismo nazareno se propuso la recuperación fiel del estilo de un pasado mitificado. El paisajismo romántico quiso equiparar su género a la pintura de tema, y en 1825 el historicista P. Cornelius dirá: "La pintura de paisaje no es más que un parásito en el tronco del gran árbol del arte". El nazarenismo recuperó la doctrina tradicional de los modos, fijó modelos estilísticos históricos y se refugió aprensivamente en la moral cristiana, tratando con ello de sobreponerse al sino de la libertad laica propio de la Europa revolucionaria. Comenzó siendo una manifestación artística extemporánea para convertirse después, con la Restauración, en signo de época.Nazarenos es el nombre por el que la gente con humor conocía en Roma a un grupo de artistas germanos que vivían en comunidad y que llevaban el pelo largo y con la raya en medio, peinado alla nazarena, que recordaba a Cristo.
Se trataba de la Hermandad de San Lucas, fundada en 1809 en Viena por alumnos de la Academia que en ese mismo año se trasladaron a Roma, donde llevarán juntos un régimen de vida propio de santurrones. En 1810 se instalaron en el monasterio de San Isidoro. Los fundadores fueron, entre otros, Johann Friedrich Overbeck (1789-1869) y Franz Pforr (1788-1812), pero pronto se les unirá un sinfín de pintores centroeuropeos, entre los que se encontraban Peter Cornelius (1783-1867), Friedrich Olivier (1785-1841), Wilhelm Schadow (1788-1862), Julius Schnorr von Carolsfeld (1794-1853) y C. Ph. Fohr (1795-1818). También el viejo J. A. Koch guardó relación con el grupo.La actividad nazarena tiene muchos síntomas de extravagancia. En realidad era el descontento causado por la trivialidad de las enseñanzas académicas lo que impulsó a los fundadores a una suerte de militancia estética en favor de valores artísticos auténticos, de experiencias de extatismo artístico como las que, con absoluta ingenuidad, contaba Wackenroder que habían tenido los verdaderos artistas en su novela entusiasta de 1797 Efusiones del corazón de un monje amante del arte. La Hermandad de San Lucas trató de asimilar a Rafael y a los primitivos italianos y alemanes a través de una lectura melindrosa del tipo del entendimiento artístico de Wackenroder y L. Tieck. Como las virtudes espirituales parecían un ingrediente imprescindible del auténtico artista primitivo, el ideario nazareno fue el de un arte confesional.
Eran frecuentes las conversiones al catolicismo entre los miembros, pues aspiraban a ser visitados por la Musa al recibir la Comunión y quizá también a recibir algún encargo de la Iglesia.No podemos pensar, sin embargo, que este nuevo pseudo arte beato, como lo denominara Goethe , pudiera tomar cuerpo tan rápidamente sin otros apoyos. No basta con encontrarle justificaciones en el hecho de que por entonces aún no se había descubierto el psicoanálisis. El arte de los primitivos italianos y nórdicos era ya objeto de atención. Novalis y Chateaubriand habían preparado también una mítica romántica de la Edad Media, que exaltaba su condición de edad cristiana. El círculo romántico de Heidelberg, con Górres a la cabeza, recuperó paulatinamente desde comienzos de siglo la lírica popular y la literatura medieval alemanas. Los hermanos Boisserée, iniciadores de la historiografía del arte medieval, comenzaron ya sus colecciones y estudios de los primitivos alemanes en 1804.También nos hemos referido a los curiosos barbus, que, entre otras cosas, como otros discípulos de David, reverenciaban a Rafael y al Perugino . No hemos parado, por el contrario, en otro grupo singular de frecuentadores del taller de David, que son Fleury Richard, Révoil, Grobon, Granet y otros artistas menores que ya en la primera década del siglo inauguraron lo que se conoce como style trouvadour. Basándose en el tan extendido estilo lineal, estos autores que se las daban de aristócratas católicos aplicaron su escaso ingenio a la representación de temas históricos y caballerescos con atrezzi y ambientes medievales, especialmente góticos.
Los trouvadours iniciaron el historicismo en Francia.Con todo, existen fuentes más próximas para los nazarenos. Ya en 1805 el fundador Overbeck pudo contemplar en Lübeck los dibujos realizados por los hermanos J. y F. Riepenhausen realizados según pinturas quattrocentistas. Los Riepenhausen procedían de Gotinga, como Friedrich Schlegel, que fue el gran publicista del primer Romanticismo en Alemania y luego uno de los artífices de la cultura restauracionista, sobre todo después de su conversión al catolicismo en 1808 en Viena. Schlegel escribió una serie de artículos entre 1803 y 1805 en su revista "Europa" en favor de una nueva valoración de los primitivos del XV. Schlegel aconsejaba seguir por completo a los maestros primitivos, especialmente a los más primitivos, e imitar fielmente la perfección única y lo naïf el tiempo necesario, hasta que se convierta para el ojo y el espíritu en otra naturaleza. Si llegara a escogerse el estilo de la escuela primitiva alemana como modelo, entonces estarían ambos asuntos en cierto modo unidos, el camino seguro de la antigua verdad y lo jeroglífico.
La pintura nazarena se coloca en las antípodas de la moral ilustrada y revolucionaria, que instaba a la formación de las propias disposiciones individuales. Si el pintor-filósofo Runge se esforzó por acompañar el misticismo de su praxis artística con una amplia teoría estética personal, los nazarenos se propusieron el desarrollo de un programa estilístico homogéneo que sirviera de doctrina estética de grupo. Mientras que en el primer Romanticismo la labor artística está orientada hacia la creación de estilos personales y mitologías privadas, el historicismo nazareno se propuso la recuperación fiel del estilo de un pasado mitificado. El paisajismo romántico quiso equiparar su género a la pintura de tema, y en 1825 el historicista P. Cornelius dirá: "La pintura de paisaje no es más que un parásito en el tronco del gran árbol del arte". El nazarenismo recuperó la doctrina tradicional de los modos, fijó modelos estilísticos históricos y se refugió aprensivamente en la moral cristiana, tratando con ello de sobreponerse al sino de la libertad laica propio de la Europa revolucionaria. Comenzó siendo una manifestación artística extemporánea para convertirse después, con la Restauración, en signo de época.Nazarenos es el nombre por el que la gente con humor conocía en Roma a un grupo de artistas germanos que vivían en comunidad y que llevaban el pelo largo y con la raya en medio, peinado alla nazarena, que recordaba a Cristo.
Se trataba de la Hermandad de San Lucas, fundada en 1809 en Viena por alumnos de la Academia que en ese mismo año se trasladaron a Roma, donde llevarán juntos un régimen de vida propio de santurrones. En 1810 se instalaron en el monasterio de San Isidoro. Los fundadores fueron, entre otros, Johann Friedrich Overbeck (1789-1869) y Franz Pforr (1788-1812), pero pronto se les unirá un sinfín de pintores centroeuropeos, entre los que se encontraban Peter Cornelius (1783-1867), Friedrich Olivier (1785-1841), Wilhelm Schadow (1788-1862), Julius Schnorr von Carolsfeld (1794-1853) y C. Ph. Fohr (1795-1818). También el viejo J. A. Koch guardó relación con el grupo.La actividad nazarena tiene muchos síntomas de extravagancia. En realidad era el descontento causado por la trivialidad de las enseñanzas académicas lo que impulsó a los fundadores a una suerte de militancia estética en favor de valores artísticos auténticos, de experiencias de extatismo artístico como las que, con absoluta ingenuidad, contaba Wackenroder que habían tenido los verdaderos artistas en su novela entusiasta de 1797 Efusiones del corazón de un monje amante del arte. La Hermandad de San Lucas trató de asimilar a Rafael y a los primitivos italianos y alemanes a través de una lectura melindrosa del tipo del entendimiento artístico de Wackenroder y L. Tieck. Como las virtudes espirituales parecían un ingrediente imprescindible del auténtico artista primitivo, el ideario nazareno fue el de un arte confesional.
Eran frecuentes las conversiones al catolicismo entre los miembros, pues aspiraban a ser visitados por la Musa al recibir la Comunión y quizá también a recibir algún encargo de la Iglesia.No podemos pensar, sin embargo, que este nuevo pseudo arte beato, como lo denominara Goethe , pudiera tomar cuerpo tan rápidamente sin otros apoyos. No basta con encontrarle justificaciones en el hecho de que por entonces aún no se había descubierto el psicoanálisis. El arte de los primitivos italianos y nórdicos era ya objeto de atención. Novalis y Chateaubriand habían preparado también una mítica romántica de la Edad Media, que exaltaba su condición de edad cristiana. El círculo romántico de Heidelberg, con Górres a la cabeza, recuperó paulatinamente desde comienzos de siglo la lírica popular y la literatura medieval alemanas. Los hermanos Boisserée, iniciadores de la historiografía del arte medieval, comenzaron ya sus colecciones y estudios de los primitivos alemanes en 1804.También nos hemos referido a los curiosos barbus, que, entre otras cosas, como otros discípulos de David, reverenciaban a Rafael y al Perugino . No hemos parado, por el contrario, en otro grupo singular de frecuentadores del taller de David, que son Fleury Richard, Révoil, Grobon, Granet y otros artistas menores que ya en la primera década del siglo inauguraron lo que se conoce como style trouvadour. Basándose en el tan extendido estilo lineal, estos autores que se las daban de aristócratas católicos aplicaron su escaso ingenio a la representación de temas históricos y caballerescos con atrezzi y ambientes medievales, especialmente góticos.
Los trouvadours iniciaron el historicismo en Francia.Con todo, existen fuentes más próximas para los nazarenos. Ya en 1805 el fundador Overbeck pudo contemplar en Lübeck los dibujos realizados por los hermanos J. y F. Riepenhausen realizados según pinturas quattrocentistas. Los Riepenhausen procedían de Gotinga, como Friedrich Schlegel, que fue el gran publicista del primer Romanticismo en Alemania y luego uno de los artífices de la cultura restauracionista, sobre todo después de su conversión al catolicismo en 1808 en Viena. Schlegel escribió una serie de artículos entre 1803 y 1805 en su revista "Europa" en favor de una nueva valoración de los primitivos del XV. Schlegel aconsejaba seguir por completo a los maestros primitivos, especialmente a los más primitivos, e imitar fielmente la perfección única y lo naïf el tiempo necesario, hasta que se convierta para el ojo y el espíritu en otra naturaleza. Si llegara a escogerse el estilo de la escuela primitiva alemana como modelo, entonces estarían ambos asuntos en cierto modo unidos, el camino seguro de la antigua verdad y lo jeroglífico.