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Desarrollo


Los autores de estas crónicas Muy diferente en lo que concierne a la cantidad es la información disponible acerca de los autores de las relaciones que ahora se reúnen para su publicación. De quien más noticias han llegado hasta nuestros días es de Fray Gaspar de Carvajal, de cuya biografía quedan escasas lagunas significativas29. Al contrario, sobre Pedrarias de Almesto apenas se cuenta con la información que él mismo ofrece en su relato. Y lo mismo puede decirse acerca de Alonso de Rojas, de quien sólo contamos con las escasas noticias reunidas por Jiménez de la Espada. El cronista de la expedición de Orellana, Fray Gaspar de Carvajal, nació en Trujillo, en 1504. Debió ingresar muy joven en la Orden de Santo Domingo de Guzmán. A fines del año de 1536 formó parte de un grupo de ocho dominicos que se trasladaron a Indias, llegando a la ciudad panameña de Nombre de Dios. Según Toribio Medina, en 1538 se hallaba ya en Lima, cuyo obispo, Fr. Vicente de Valverde, también dominico, era precisamente quien había solicitado la venida de los frailes a la Ciudad de los Reyes. En ella debió conocer Fray Gaspar a Gonzalo Pizarro, cuando éste se hallaba de paso dirigiéndose hacia su gobernación de Quito, y con él partió, para servirlo como capellán. Una vez organizada la expedición en busca de la canela, Carvajal se adentró hacia las selvas del oriente ecuatoriano con Pizarro, pero al separarse Orellana del gobernador, el dominico descendió por el río en compañía de este capitán.

Carvajal se convertiría así en testigo de la imposibilidad de regresar al lugar donde Pizarro había establecido su real en espera de provisiones, por lo que su testimonio en favor de la actitud de Orellana es de gran valor frente a la pretendida traición del capitán de la expedición descubridora del Amazonas. Durante el viaje, Fr. Gaspar recibiría dos heridas de flecha, ambas el día de San Juan de 1542, una de las cuales le costaría la pérdida de un ojo. Al finalizar la primera navegación por el Amazonas, una vez llegados los expedicionarios a la isla de Cubaguá, Carvajal tiene noticia de la muerte de Fr. Vicente de Valverde y decide regresar al Perú; allí se entera de los cargos que pesaban contra Orellana por su presunta traición y, sin duda, éste fue uno de los motivos inmediatos que lo animaron a escribir su relato de los acontecimientos. En 1544 se encuentra en el convento de Lima y será prior del de Cuzco en 1548, desde donde La Gasca lo enviará a Tucumán como protector de indios. En 1557 fue elegido provincial de la Orden de Santo Domingo en Perú. Murió en el convento de Lima en 1584, tras una vida rica en acontecimientos, en los que su buen ánimo siempre jugó un papel activo. Apenas se tienen datos acerca del autor de dos relatos, de desigual valor, sobre la expedición de Ursúa y Aguirre. Se sabe que Pedrarias de Almesto era también extremeño, concretamente de Zafra. Tras los acontecimientos en que participó, que narra en la relación que ahora ve de nuevo la luz, prestó declaración ante la Audiencia de Santa Fe, que lo eximió de culpabilidad por su intervención en ellos.

Su nombre figura entre los "marañones" que regresaron a España tras la expedición de Aguirre. Con respecto al probable autor de la relación del viaje de Pedro Texeira, el secretario del cabildo catedralicio de Quito, Diego Rodríguez Docampo, dice en su obra Descripción y relación del estado eclesiástico del Obispado de San Francisco de Quito: "De España; profeso, catedrático y prefecto en esta Universidad; gran predicador y sobremanera devoto de la Virgen Ntra. Sra. Ha sido rector en este Colegio"30. Se refiere el autor al Colegio Máximo de la ciudad de Quito. Rasgos biográficos de los expedicionarios La mayor parte de quienes dirigieron las expediciones descubridoras del Amazonas son personajes bien conocidos y sus biografías han sido divulgadas en numerosas ocasiones. En algunos casos incluso han servido como asunto literario, sin duda por su carácter épico. Las páginas que siguen sólo pretenden, por tanto, que el lector de estas crónicas tenga a mano algunos apuntes en que se recojan las circunstancias más significativas en la vida de aquellos hombres que intervinieron activamente en acontecimientos de tan gran magnitud. Francisco de Orellana Emparentado con los Pizarro, nació Francisco de Orellana en Trujillo, hacia 1511, si se admite su propia declaración. Pasó muy joven a Indias, pues se le atribuyen algunas aventuras en América Central, concretamente por tierras nicaragüenses, hacia 1527. Lo más importante de este bautizo americano de Orellana es que precisamente llega en un momento de verdadera ebullición de las ideas y acciones en búsqueda de un estrecho que comunique los dos océanos.

Las promesas de recompensa que Carlos I mantenía a este respecto debieron incidir decisivamente en un joven de dieciséis años. Asimismo, fue un factor desencadenante de su conducta futura el contacto que mantuvo con Francisco Ruiz, compañero de Diego de Ordás en su entrada a Paria. Por otra parte, la llegada del joven Orellana a América viene a coincidir con la de Pedro de Alvarado, constante indagador de una ruta conveniente a la especiería. La mentalidad descubridora que el joven extremeño debió conocer, en frecuentes conversaciones sobre proyectos muy diversos, tuvo que influir poderosamente en su ánimo, y vino a orientar su personalidad por el camino de la aventura. Aún queda un aspecto de su formación que se forjará en las tierras del Perú: su preparación como soldado. Orellana debió pasar al Perú antes de 1535, quizás con Alvarado, o con Almagro, o, más probablemente, con Pedro Álvarez de Holguín. La formación militar de Orellana se consolidará entre 1532 y 1538, cuando contaba entre veintiún y veintisiete años. Su fogosidad en las batallas le llevó a perder un ojo, a causa de un flechazo, hacia los veinticuatro años. Fue en esta época cuando se puso en contacto con los más famosos conquistadores del Perú. Incrementó las tropas de Hernando Pizarro en la batalla de las Salinas con 500 hombres, y en ese momento ya era capitán. Tras dicha batalla, Francisco de Pizarro envió a Orellana a poblar la ciudad de Santiago de Guayaquil, que había fundado Belalcázar y habían arrasado los indígenas.

En Guayaquil tomó contacto con una región que anticipaba de alguna manera lo que sería el escenario de su aventura posterior. Además intuyó el valor estratégico de la cuenca del Guayas, sobre todo porque servía de enlace entre las tierras del sur y las del macizo ecuatoriano. Por esta época comenzaría a embriagarse con las noticias legendarias acerca de regiones repletas de riquezas, que se iban divulgando por el área de influencia de Quito, cuya demarcación se hallaba bajo el mando de su pariente Gonzalo Pizarro. Empezaban a cobrar fuerza en él la creencia en una serie de leyendas, que habrían de convertirse en poco tiempo en los mitos impulsores de grandes expediciones: eran las relativas al País de la Canela y al señorío de El Dorado. Además, en los oídos de Orellana debían resonar las palabras de Belalcázar acerca de la existencia de una posible vía de comunicación entre Quito y el mar del Norte. Por un acuerdo entre Gonzalo Pizarro y Orellana se organizó la expedición en busca del País de la Canela. En la mente de Pizarro está la vieja idea, ya acariciada desde la época de Huayna Capac, de establecer relaciones con la región de Macas y Quizna, los límites de la región canelera, empresa que ya había intentado Gonzalo Díaz Pineda. Varios meses después de haber comenzado el viaje, las noticias que dan los indígenas de la existencia de un gran despoblado aguas abajo hacen que Orellana se separe de Pizarro con medio centenar de hombres, para buscar provisiones.

Carvajal, que acompañó a Orellana en su descenso por el río, cuenta detalladamente estos acontecimientos en su relación y se detiene en mostrar la imposibilidad de regresar al punto de encuentro convenido con Pizarro, para disipar cualquier duda sobre la rectitud de las acciones del capitán de la expedición. De las páginas del dominico se desprende asimismo que Orellana había adquirido cierta habilidad en el trato con los indígenas, así como una curiosa facilidad para adentrarse en el entendimiento de sus lenguas, a veces por medio de la elaboración de vocabularios. Con sencillez, Fray Gaspar resalta las cualidades personales y militares del descubridor. A lo largo del relato se muestra también un elemento fundamental para entender la actitud del capitán extremeño; se trata de su ansia descubridora. Si al principio parece que la búsqueda de la canela es el motivo más inmediato de la expedición, desde el momento de la separación del real de Pizarro, la idea de alcanzar la salida al mar se perfila como la finalidad primordial del viaje; aunque, eso sí, arropada en las tramas legendarias del oro de Omagua y del señorío de las Amazonas. Después de la expedición llega Orellana a Cabuguá, el 11 de septiembre de 1542; el otro bergantín había llegado dos días antes. Desde allí pasó a Santo Domingo, donde tuvo ocasión de conocerlo Gonzalo Fernández de Oviedo. Poco después regresó a España, a la Corte, en busca de capitulaciones para gobernar las regiones descubiertas. Consiguió la Capitulación del 13 de febrero de 1544, firmada por el príncipe, en ausencia de Carlos I, por la que se le concedían 200 leguas al oeste de la desembocadura del Gran Río. El 11 de mayo de 1545 emprendió el camino de vuelta. El 20 de diciembre llegaba de nuevo al Amazonas, según el testimonio de Francisco de Guzmán, compañero de Orellana, que relata esta nueva expedición31. La muerte lo sorprendió, probablemente, más allá de la actual ciudad de Santarem. La iniciativa de poblar estas regiones había fracasado con la muerte del capitán extremeño. Sería casi un siglo más tarde cuando comience la efectiva ocupación del Amazonas por los europeos.

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