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Desarrollo


Durante años trató el papa Pío V de levantar una liga católica contra el amenazador poderío turco en el Mediterráneo, pero Felipe II le daba largas, tanto porque no estaba interesado en la intervención francesa en el Mediterráneo como porque no valoraba la amenaza otomana. Finalmente, en 1569, aceptó formar paree de la Santa Liga junto con Venecia y el Papa, tanto para conjurar la amenaza turca, como para terminar con las esperanzas de los moriscos granadinos, y para cortar la importante actividad de la piratería norteafricana. La alianza cristiana no se logró por completo hasta 1571, porque Venecia recelaba de los españoles tanto como de los turcos y prefería negociar con la Sublime Puerta -en cuya zona de influencia hacía pingües negocios- que sostener una guerra prolongada. Finalmente, al no lograr las concesiones que pretendía de Selim II, se adhirió a la Liga, cuya flota se fue reuniendo durante el verano de 1571. En total se juntó una fuerza de más de 250 naves, entre galeras, galeazas, fragatas y barcos de carga y unos 30.000 soldados. El mando supremo lo ostentaba Juan de Austria, impuesto por España, que proporcionaba más de la mitad de los barcos y dos tercios de los hombres. La flota cristiana se dividió en cuatro escuadrillas: la primera, que ocupaba el centro o "batalla", la mandaba Juan de Austria -asistido por Luis de Requesens y Alejandro Farnesio- con la colaboración de Sebastián Veniero el jefe veneciano- y Marco Antonio Colonna -el jefe de las fuerzas pontificias; la segunda la mandaba Andrea Doria -genovés al servicio de España-; la tercera estaba a las órdenes de Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz; la cuarta, a las del veneciano Agustín Barbarigo; y había, además, un grupo de exploración, mandado por Juan de Cardona.

Las flotas se encontraron en el Golfo de Lepanto, iniciando el fuego la capitana turca, donde alzaba sus banderas el almirante Alí, a mediodía del 7 de octubre de 1571. "La mayor ocasión que vieron los siglos", en palabras de Miguel de Cervantes- que mandó un grupo de 12 hombres en la galera Marquesa, de la escuadrilla de Barbarigo- fue una batalla extraordinariamente confusa, con medio millar de barcos evolucionando durante unas cinco horas en un espacio reducido. Sólo cuando murió Alí y se perdió su capitana y cuando Requesens tomó la galera del pirata Caracush, que le había sucedido en el mando, cedió el centro turco y sus alas se dieron a la fuga. La escuadra de la Liga quedó dueña del Golfo. Se dice que los otomanos perdieron unas 250 galeras -la mitad quedó en manos de los vencedores- y sólo salvaron medio centenar, que alcanzó Constantinopla al mando de Luchalí. Las bajas turcas se calcularon en 15.000, pero en manos cristianas quedaron, además, cerca de diez mil prisioneros y 18.000 remeros, en su mayoría cristianos, que fueron liberados. La armada de la Liga perdió unas 40 galeras y lamentó la pérdida de 12.000 hombres, además de unos 10.000 heridos, entre ellos el propio Cervantes, que fue alcanzado en el pecho y quedó manco del brazo izquierdo. La gran victoria de Lepanto tuvo algo de pírrico. Cuentan que Selim II dijo "Habéis afeitado la barba del Gran Sultán, pero brotará más fuerte en pocas semanas". En efecto, la actuación de la Liga careció de continuidad: no aprovechó su enorme superioridad en los meses siguientes para tomar algunas posiciones estratégicas otomanas; Felipe II estaba más pendiente de Flandes y no quería comprometer más fuerzas en el Mediterráneo; Venecia, por su parte, volvió a sus negociaciones con la Sublime Puerta... La Santa Liga se disolvió en la primavera de 1573, mientras el nuevo gran almirante turco, Luchalí, se enseñoreaba del Mediterráneo Oriental, con una fuerza similar a la que combatió en Lepanto.

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