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Datos principales
Rango
América
Desarrollo
Por desgracia, no nos quedan muchas muestras del arte pictórico maya, pero sí las suficientes para que sepamos de su calidad, que es más superior en el período primero que en el segundo. En Bonampak -que debería llamarse "la capilla Sixtina" del arte maya- una sola habitación, completamente decorada de franjas con escenas, es suficiente para mostrarnos el conocimiento maya en la representación de la figura humana y -pese al simplísimo sistema- representar animadas escenas. Esta excelencia se pierde en el Yucatán. Lo que asombra es la seguridad del trazo, que ya se observa en los relieves, que precisaron de un esquema previo y que se manifiesta en la sobriedad de líneas. Todo esto debió ser aprendido en escuelas sacerdotales y por ello la soltura de pincel del pintor maya aparece en toda su frescura en los tres códices que se conservan. Estos son el Tro-cortesiano del Museo de América de Madrid y el Dresdense y el Pereziano de la Biblioteca Nacional de París, únicos que se salvaron de la destrucción de que se les hizo objeto. Podría pensarse que un pueblo como el maya, que tuvo una verdadera escritura , habría legado también una copiosa literatura escrita, y, sin embargo, no es así, ya que los "textos" que poseemos (los códices) no son para ser leídos literalmente, ni de lo que sabemos de ellos se puede ni siquiera intuir la sombra de algo referido a sintaxis, gramática o estilo literario. Se puede hablar de vocabulario, de construcción del verbo o verbalización de sustantivos, así como de construcción de frases, etc., pero de nada más. Sin embargo, tenemos muestras de cómo construían un lenguaje escrito gracias a los textos mayas -transmitidos sin duda oralmente en su parte más antigua- de carácter histórico, como el Libro de los Libros de Chilam Balam, el más notable de los cuales es el de Chumayel. Históricos son también el Memorial de Sololá (Anales de los Cakchikeles) y el Título de los Señores de Totonicapán. Se trata en todos los casos de monótonas obras históricas, como los primeros libros de la Biblia, de estilo seco y reiterativo, escritas en las diversas lenguas mayances -especialmente quiché y cackchikel-, con caracteres latinos.