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Datos principales


Desarrollo


IX De la muerte de los caciques y cómo se ponían otros Muriendo algún cacique en los pueblos de la provincia venían sus hermanos y parientes a hacello saber al cazonci, y traíanle su bezote de oro y orejeras y brazaletes y collares de turquesas, que eran las insinias de señor que le había dado el cazonci cuando le criaban señor, y como traían aquellas joyas, llevabánlas e poníanlas con las joyas del cazonci, y decía el cazonci: "Ya murió el pobre, sea como han quisido los dioses, pues que quedó la gente no es mucho: barra su mujer su casa y esté aderezada como si él fuera vivo, y porque no se devidan y se desperdicie la gente de aquel pueblo, pruebe otro a tener su oficio." Y poníanle delante cinco o seis parientes suyos, y hermanos del muerto, o de sus hijos o sobrinos, y decía el cazonci: "¿Quién destos será?" Decíanle al cazonci: "Señor, tú lo has de mandar" y encomendaba aquel oficio al más discreto, el que tiene más tristezas consigo, según su manera de decir, que es el más experimentado, y el que era más obidiente y llamaba el cazonci a los sacerdotes llamados curitiecha y decíales: "Llevalde al pueblo y contadle la gente que ha de tener en cargo." Y mandábale dar entonces el cazonci otro bezote nuevo de oro y orejeras y brazaletes, y decíale: "Toma esto por insinia de honra que traigas contigo"; y amonestábale lo que había de hacer y decíale desta manera: "Oyeme esto que te dijere: see obediente y trae leña para los cúes, porque la gente común esté fija, porque si tú no traes leña ¿qué ha de ser dellos, si tú eres malo? Entra en las casas de los papas a tu oración, y retén los vasallos de nuestro dios Curicaueri, que no se vayan a otra parte, y no comas tú solo tus comidas; mas llama la gente común y dales de lo que tuvieres; con esto guardarás la gente y los regirás.

No hagas mal a la gente, porque te tengan reverencia, ya has oído esto que te he dicho: guarda estas palabras. Basta esto hermano que te he dicho; vete a tu casa". Respondía el que había de ser cacique y decía: "Ansí será, señor, como mandas; quiero probar yo cómo lo haré." Acabando el cazonci su amonestación, decíale su gobernador o el sacerdote mayor al cacique nuevo: "Vete, hermano, y ya has oído al rey: no se te olvide lo que te ha dicho; no tomes las mujeres del cacique muerto y vee que tu has de entender en las guerras; ten más cuidado en esto que en tomar mujeres", y respondía: "Sea ansí agüelo, yo me iré"; y iba un sacerdote con él, de los que se llamaban curitiecha a metelle en el señorío, y dábale mantas el cazonci, y a su mujer naguas, y llegaban al pueblo y ayuntábase toda la gente, saludaban al sacerdote y al nuevo cacique, y decíales desta manera aquel sacerdote estando en pie: "Oídme, gente del pueblo, ya murió el pobre de vuestro cacique, que os tenía en cargo, cómo, ¿matóle alguno con alguna cosa? Ninguno le mató, mas él murió de su muerte natural y de su enfermedad, lo cual supo el rey, y mandó a éste que está aquí, que os ha de tener a todos en cargo, que no es de agora ponelles regidores a la gente común, que de muchos tiempos es, mirá que no empecéis a desobedecelle a éste por ser muchacho, mirá que se quejará al cazonci, y que os matará por su mandado, si no fuéredes obedientes; bedecelde y entrar en la casa de los papas a vuestras velas y tened fuertemente sus azadas, que es hacedle sementeras, y no seáis perezosos en las guerras, y mira que nunca han de cesar de acompañar en las guerras a nuestro dios Curicaueri.

¿Dónde se ha de ir a otra parte que aquí tiene su vivienda Curicaueri? No os arrepintáis después de lo que os viniere, por ser perezosos. Esto es ansí: no os juntéis, ni mudéis con otros principales, porque seréis tomados y muertos por ello, y los que fuéredes adúlteros y hechiceros. Mira que sois de muchos pareceres, gente común: esto es ansí. Mira que no fue agora fingido este oficio de caciques; mas esto ordenaron y mandaron ansí los señores leñadores, que traían mucha leña para los cúes Hirípan y Tangáxoan: ellos lo empezaron, ninguno lo fingió que fuesen caciques en esta casa de los señores en el tiempo pasado." Y decía al cacique nuevo: "No ansí fácilmente se hacían caciques a todos, mas aquellos que fuertemente unen las azadas, quienes hacían las sementeras de los cazoncies y eran muy obidientes. "Trabaja, ¿con qué has de regir la gente si no entiendes de hacer sementeras? ¿Qué has de dar de comer a los que entraren en tu casa?" decía a los principales: "No os apartéis del cacique, vosotros principales." Tornaba a decir al cacique: "No hagas mal a la gente" y respondían todos, que ansí sería, y levantábase en pie el cacique nuevo, después que había hecho aquel sacerdote nuevo la plática a la gente, decía: "Habéis oído a este sacerdote que es nuestro agüelo: esto que os ha dicho le mandó que os dijese el rey, a la partida; y no le habéis oído a este sacerdote, mas al mismo cazoncí, que es rey de todos, y mira que no me podré sufrir, ni tener esfuerzo en el corazón, si fuéredes de muchos paresceres: yo entonces me quejaré al rey.

Ya habéis oído lo que os he dicho; mirá que yo sería vuestro padre y vuestra madre, y os regiría a todos, si sois obidientes, y si me hacéis a mí merced estaríamos y moraríamos en paz en este pueblo divino, y esforzaríamosnos, a veces, y ayudaríamosnos en defender en las guerras a nuestro dios Curicaueri. Si vosotros no me ayudáis ¿qué puedo yo hacer solo? ¿Con quién tengo de estar? Mira que habíamos de tener las azadas, que es que hagamos sementeras para las guerras, y vosotras mujeres, haced mantas a los dioses, de que les proveamos. Por esto fuimos conquistados, y esto es lo que prometimos en los tiempos pasados, las azadas y los escuadrones de guerra, y que habían de llevar los relieves de Curicaueri: ques que habíamos de llevar su matalotaje a las guerras; por eso hacéme a mí merced en ayudarme, y yo os la haré a vosotros en regiros. Mira que yo no me tengo de estar todo el día echado, durmiendo al rincón; aquí estáis viejos que sois muy antiguos; vosotros que tenéis sentido de los tiempos pasados, que no hubo aquí en este pueblo caciques perezosos ni gente perezosa, sea gora ansí; quejaos si no fuere ansí yo el que debe ser, si no tomare vuestros consejos. Esto es ansí, viejos; sentid esto que os he dicho; mira que ya he acetado este oficio, y que estoy de voluntad." Acabando el cacique, levantábase un viejo antiguo, que estaba en lugar del cacique, y decía a la gente: "Oídme, gente del pueblo, lo que os dijere. Ya habéis oído las palabras que, han traído de la cabecera y cibdad de Mechuacán, donde está el rey, en lugar de nuestro dios Curicaueri: no os arrepintáis de lo que os viniere, si no las oís y obedecéis.

Mirá que es mancebo el cacique nuevo. Mira que no lo desimulará; mas quejarse ha al rey, que tiene a todos en cargo." Y decía al cacique nuevo: "Plega a los dioses, que vengas en verdad; aquí verás nuestra muerte, que somos ya viejos, que no sabemos lo que habemos de vivir: aquí seremos tus padres y hablaremos, en lo que nos encargares, y decía a la gente: "¿Qué decís gente que estáis aquí? Ya habemos tornado a hallar padre y madre; y vosotros principales, dadle cuenta de la gente, y contádselos todos los que tenéis encargo de los barrios en que vivís y no escondáis la gente; mirá que no lo disimulará el cacique, mas mataráme a mí, o a vosotros. Hacedle sementeras porque dé de comer, a los que vinieran a su casa. Cómo, ¿ninguno ha de entrar aquí en su casa? Mira que vendrán mensajeros del cazonci, que inviará y sacerdotes y otros mensajeros; ¿con qué atapará su vergüenza? ¿Qué ha de dar de comer? Buscad mujeres que metamos en su casa, que hagan sus mazamorras a nuestro dios Curicaueri, y después comerá el cacique sus relieves que le harán de comer a él, después de haber hecho las ofrendas de Curicaueri, y harán mantas a Curicaueri, para que se abrigue, y después harán para el cacique, para que se ponga y retenga el frío a Curicaueri puesto a su lado. Esto es lo que os he dicho. Plega a los dioses que lo hayáis entendido. Yo viejo que soy, no hago más de aprobar las palabras del rey." Y asentábanse, y comían todos en uno, y iba el cacique nuevo con toda la gente a las casas de los papas, a su oración, cuatro días y cuatro noches, y después iban con toda la gente por leña para los cúes, y daba al sacerdote que le había puesto en el señorío mantas y xicales y guirnaldas de hilo, que usaban los sacerdotes, y volvíase a la cibdad de Mechuacán y hacíalo saber al sacerdote mayor, cómo le había puesto en el señorío.

Y el sacerdote mayor lo hacía saber al cazonci, y decía el coronel: "Sea ansí; pruebe a ver; si no lo hiciere bien, quitalle hemos del oficio, y probará otro en su lugar, a ver cómo lo hace." X De la manera que se casaban los señores Pónese aquí, cómo se casó don Pedro, que es ahora gobernador, porque desta manera se casaban todos. Si el cazonci determinaba de casar alguna hija suya o hermana hacialas ataviar con vestidos nuevos, de los que usaba esta gente, y collares de turquesas y muchos zarcillos, y llamaba un sacerdote de los que llamaban curitiecha. Iban otros sacerdotes con él, y decía que llevase a tal señor, aquella su hija o hermana o parienta, y mandábale lo que le había de decir. Y iban con aquella señora, muchas mujeres que la acompañaban, y otra mucha gente que le llevaban todas sus alhajas y cestillos y petacas. Y llegando a la casa de aquel señor, que la había de rescebir, estaba ya avisado de su venida, y ponían muchos petates nuevos y comida, y juntábanse todos sus parientes, y llegaba el sacerdote con aquella señora, y asentábanse todos, y ponían allí delante la señora y el que había de rescebilla, y decía: "He aquí esta señora que invía el rey; yo os la traigo, no riñáis, sed buenos casados, bañaos el uno al otro." Decía a la señora: "Haz de comer a este señor, y hazle mantas, y no riñáis; sed buenos casados, y entrando alguno en vuestra casa, dadle mantas. Dice el rey, que lo que vosotros diéredes, quél lo da.

Que no se puede acordar de todos los caciques y señores, para dalles a todos mantas y hacelles mercedes, y a la otra gente. Por esto estás aquí tú señor, que te tiene por hermano. Dice que no quebrantes sus palabras y que rescibas esto que te invía a decir. ¿A quién lo habemos de decir? Por eso estás aquí tú, que eres su hermano. Aquí está toda la gente de Mechuacán: dice que como hermanos estaréis para ir con mensajes, porque han venido los españoles, y andaréis entrambos, como hermanos, para lo que os mandare." Respondía aquel señor y decía: "Sea ansí, como dice nuestro señor, ¿qué más liberalidad, ha de decir, nuestro señor y rey? He aquí esta señora que es nuestra hija y nuestra señora, como es nos dada por mujer. No es dada por mujer, mas para que la criemos y que seamos ayos della. Ya os he oído: plega a los dioses, que le podamos servir al rey, siendo los que debemos. Quizá no seremos los que habemos de ser, y lo que ha hecho agora el rey, no lo dice, sino por la confianza que tiene en nosotros. Aquí está mi hermano mayor, y yo ¿cómo nos habemos de apartar dél?; de nosotros es el vasallaje, y echaremos las espumas por las bocas para entender en lo que los españoles mandaren como sus siervos, ¿cómo habemos de ser sus hermanos? Que nosotros en el principio fuimos conquistados de sus antepasados y sus esclavos somos los isleños. Y llevábamos sus comidas a los reyes a cuestas, y hachas para ir al monte por leña, y les llevábamos los jarros con que bebían, y por esto nos empezaron a decir hermanos, por ser sus gobernadores, y entendíamos en los que los reyes nos mandaban, ¿dónde es costumbre que los reyes hablen por sí solos y no tengan oficiales? De nosotros es entender en los oficios, porque los viejos de muchos tiempos ordenaron esta manera, que hobiese oficiales, y que no entendiesen en todo os reyes.

Agüelo, seas bien venido, y ansí de lo dirás a la vuelta a nuestro señor el rey. Plega a los dioses que os haya entendido esta señora, y sus madres que están aquí. ¿Quién ha de ser más obediente, mi hermano mayor o yo? ¿Cómo habemos de vivir, según las cosas que han inventado los españoles contra nosotros? Porque han traído consigo los señores que por agora tenemos, prisiones y cárcel y aperreamiento y enlardar con manteca. Con todo esto estamos esperando morir: no nos apartaremos dél, mas juntamente moriremos con él, si a él le matan. Asentaos, agüelos, y daros han de comer, y buscárades mantas que llevéis, y daros he a beber, y mirarémonos un poco, unos a otros las caras, y a la mañana os iréis y lo haréis saber al rey. Y daban a todos de comer, y a la mañana volvíanse los viejos. Si eran otros principales más bajos, casábanse desta manera. Estando emborrachándose el cazonci, decía: "Cásese fulano con tal mujer, porque tengo necesidad de su ayuda y esfuerzo." Y dábanle su ajuar a aquella mujer y iban los sacerdotes a llevársela. XI Los señores entre sí, se casaban desta manera Sabía un señor o cacique que tenía una hija otro señor o prencipal, o que estaba con su madre, y enviaba un mensajero con sus presentes a pedir aquella mujer para su hijo o pariente, y llegando a la casa de aquel señor o prencipal, decíanle: "Pues qué hay señor, ¿qué negocio es por el que vienes?" Respondía el mensajero: "Señor, envíame fulano, tal señor o prencipal, a pedir tu hija.

" Respondía el padre: "Seas bien venido; efecto habrá: basta que lo ha dicho." Decía el mensajero: "Señor, dice que le des tu hija para su hijo." Tornaba a responder el padre: "Efecto habrá: y ansí será como lo dice. Días ha, que tenía entención de dársela, porque soy de aquella familia y cepa y morador de aquel barrio: seas bien venido. Yo inviaré uno que la lleve; esto es lo que le dirás." Y así se despidía el mensajero, y partido, iba aquel señor a sus mujeres y decíales "¿Qué haremos, a lo que nos han venido a decir?". Respondían las mujeres y decían "¿Qué habemos nosostras de decir? Señor, mándalo tú solo." Respondía él: "Sea como dicen; cómo, ¿no tenemos allá nuestras sementeras?" Y ataviaban a aquella mujer y liaban su ajuar, y llevaba mantas para su esposo y camisetas y hachas para la leña de los cúes, con las esteras que se ponían a las espaldas y cinchos. Y ataviábanse todas las mujeres que llevaba consigo, y liaban todas su alhajas, petacas y algodón que hilaba y partíase junto con sus parientes y aquellas mujeres, y un sacerdote o más, y ansí llegaban a la casa del esposo, donde ya estaba él aparejado, y tenía allí su pan de boda, que eran unos tamales muy grandes llenos de frísoles molidos, y xicales y mantas y cántaros y ollas y maíz, y axí y semillas de bledos y frísoles en sus trojes, y tenía allí un rimero de naguas y atavíos de mujeres, y estaban todos ayuntados en uno los parientes, y saludaban al sacerdote y decíanle que viniese en buena hora, y ponían en medio del aposento, aquella señora y decía el sacerdote: "Esta envía tal señor que es su hija; plega a los dioses que lo digáis de verdad en pedilla, y que seáis buenos casados.

" Esta costumbre había en los tiempos pasados, y aquellos señores que guardaron de la ceniza, que es los primeros que fueron señores que decía esta gente que los hombres hicieron los dioses de ceniza, como se dijo en la Primera parte, aquellos empezaron a casarse con sus parientas, por hacerse beneficio unos a otros y por ser todos unos los parientes, y nosotros tenemos esta costumbre después dellos. "Plega a los dioses que seáis buenos casados, y que os hagáis beneficios. Mirá que señalamos aquí nuestra vivienda de voluntad; no lo menospreciemos, ni seamos malos, porque no seamos infamados, y tengan que decir del señor que dió su hija: pues haceos beneficios y haceos de vestir; no lo tengáis en poco; no se mezcle aquí otra liviandad en esta casa, ni de algún adulterio; haceos bien e sed bien casados; mirá no os mate alguno por algún adulterio o injuria, que cometeréis; mira nos os ponga nadie la porra con que matan encima los pescuezos y no os cubran de piedras por algún crimen. Y decía a la mujer: "Mirá que no os hallen en el camino hablando con algún varón, que os prenderán, y entonces daremos que decir de nosotros en el pueblo. Sed los que habéis de ser, que yo he venido a señalar la morada que habéis de tener aquí, y vivienda que habeís de hacer." Esto es lo que decía a la mujer. Al marido decía aquel sacerdote: "Y tú señor, si notares a tu mujer de algún adulterio, déjala mansamente, y enviála a su casa sin hacelle mal, que no echará a nadie la culpa, sino a sí misma si fuere mala.

Esto es ansí. Plega a los dioses, que me hayáis entendido. Sentí esto que se os ha dicho." Y decía el padre del esposo: "Muchas mercedes nos ha hecho nuestro hermano; plega a los dioses que sea ansí como se ha dicho y que nos oyésedes. Cómo, ¿yo no los amonestaré también a estos mis hijos? ya nos ha dado nuestro hermano su hija, porque somos y tenemos nuestra cepa aquí, y aquí nos dejaron nuestros antepasados, los chichimecas." Entonces nombraba sus antepasados, que habían morado allí. Decía el sacerdote: "Ya, señor, veniste, hazlo saber a nuestro hermano." Acabados sus razonamientos, comían todos en uno, y daban de aquellos tamales grandes susodichos y otras comidas, y mostrábales el suegro las sementeras que les daba para sembrar, y dábanles mantas al sacerdote y a las mujeres que la habían llevado, y volvíanse a su casa y inviaba un presente el padre del novio al otro viejo, padre de la novia. Esta manera tienen de casarse los señores entre sí, que se casaban siempre con sus parientas, y tomaban mujeres de la cepa donde venían, y no se mezclaban los linajes, como los judíos. XII De la manera que se casaba, la gente baja Cuando se había de casar la gente baja, los parientes del que se había de casar, hablaban con los padres y parientes de la mujer, y ellos lo concertaban entre sí, y a éstos, no, iban los sacerdotes, y dábanse sus ajuares, y el padre de la moza, amonestaba a su hija, desta manera: "Hija, no dejes a tu marido echado de noche, y te vayas a otra parte a hacer algún adulterio; mira no seas mala, no me hagas este mal; mira que serás agüero y no vivirás mucho tiempo; mira que tú sola buscarás tu muerte; quizá tu marido entra en los cúes a la oración, y tú sola buscarás tu muerte: que no matarán mas de a ti; mira que no andaba yo ansí, que soy tu padre; que me harás echar lágrimas, metiéndome en tu maleficio; y no solamente matarían a ti, sino a mi también contigo, Porque ansí era costumbre, que por el maleficio de uno, murían sus parientes, o padres, y ansí la enviaba en casa del marido, o moraban juntos.

Otros se casaban por amores, sin dar parte a sus padres y concertábanse entre sí. Otras, desde chiquitas, las señalaban para casarse con ellas. Otros tomaban primero a la suegra, siendo la hija chiquita, y después que era de edad la moza, dejaban la suegra, y tomaban la hija, con quien se casaban. Otros se casaban con sus cuñadas muertos sus maridos, otros con sus parientas como está dicho, y dejábanlas, y tomaban otras cuando no les hacían mantas o habían cometido adulterio. XIII Síguese más del casamiento destos infieles en su tiempo Cuando nuevamente se casaba uno con una mujer, después de habelle dado su ajuar, y después quel varón la tenía en su casa tenían esta costumbre, que antes que llegase a ella ni la conosciese carnalmente, iba cuatro días por leña para los cúes, y la mujer barría su casa y un gran trecho del camino por dónde entraban a su casa; y esto era oración que hacían por ser buenos casados, y por durar en su casamiento muchos días, en significación de lo cual barría el camino la mujer, para la vida que habían de tener adelante, y después se juntaban en uno. Si era señora, hacían a sus criadas que los cubriesen a entrambos; si era mujer de baja suerte, decía el marido a su mujer, que le cubriese, y ansí quedaban por marido y mujer. Y otros no guardaban tantos días; más al segundo día se conoscían; otros más, otros menos. XIV De los que se casaban por amores Si a un mancebo le parescía bien una doncella que tenía padre, concertábanse ellos y juntábanse con ella.

Después inviaba alguna parienta suya o alguna mujer, a pedir un casamiento aquella que conosció, y el padre y madre espantados de aquello le preguntaban a su hija, que de dónde la conoscía aquel mancebo, y ella decía, que no sabía. Decía el padre della: "Si tuviera hacienda ese que te pide, casárase contigo y labrara alguna sementera para darte de comer, y sirviérase del tal, y a mí, que soy viejo, me guardara." Quería decir en esto, que él tenía algún oficio, o encomienda y que si por ser viejo, no lo pudiera cumplir, que aquel su yerno, que pidía su hija por mujer, le reservara de aquel trabajo, y le hiciera por él; por eso decía que él guardara algunos días, que había de venir. Si la hija no conoscía que se había juntado aquel mancebo con ella, tomaba un palo el padre, y dábales de palos a la que iba con el mensaje, porque le decía aquello de su hija, y tres o cuatro veces inviaba desta manera aquel mancebo para casarse con aquella moza. Creían entonces sus padres della que la había conoscido, y reprendían la hija por lo que había hecho, y decíanle: "Yo que soy tu padre no andaba de esta manera que tú andas; gran afrenta me has hecho; echado me has tierra en los ojos." Quería decir, no osaré parecer entre la gente ni tendré ojos para mirallos, porque todos me lo darán en la cara, y me afrentarán por esto que has hecho. Decía más a su hija: "Yo cuando mancebo me casé con esta tu madre y tenemos casa, y me dieron ajuar de maíz y mantas, y me dieron casa; ¿a quién paresces tú, en esto que has hecho? ¿para qué quieres aquel perdido? Por ser un perdido se juntó contigo para deshonrarte.

" La madre también la reprendía, y iban a la casa del que la había corrompido, y tomábanle todo lo que tenía en su casa de mantas, y piedras de moler, y la sementera que tenía hecha para sí, y deshonrábanse; y si determinaban de dársela platicábanlo entre sí sus padres, y decían: "Ya ¿para qué queremos esta nuestra hija?, ya ¿cómo la podemos tornar a hacer virgen? que ya está corrompida; ya han mudado entrambos sus corazones y han hablado entre sí." Entonces llevábansela a la casa dél, acompañándolos sus parientes, y entregábansela, haciéndoles sus razonamientos. Si eran de un barrio, quedaban casados; si no, no se la daban. XV Del repudio Cuando no eran buenos casados, hacíanlo saber al sacerdote mayor llamado petámuti, y el dicho sacerdote los amonestaba que fuesen buenos casados, diciéndolos: "¿Por qué reñís?, cesá ¿cómo, no tenéis casa? torna a probar cómo os habréis. Mirá que tenéis ya hijos". Y reprendía al que tenía culpa y íbanse. Si tornaban a quejarse otras tres veces, decíanles: "Ya vosotros queréis dejar de ser casados; dejaos pues, ¿a quién lo habéis de decir, pues tantas veces os habéis quejado? Y tomaba otra mujer, dando las causas porque no eran buenos casados, por mal tratamiento; y vivían juntos, y no se podían dejar; mas si la tomaba en adulterio, quejábase a este sacerdote y matábanla. Si él andaba con otras mujeres, que no quería hacer vida con aquella su mujer, quitábansela sus padres y casábanla con otro, y si quejaba que no hacían vida en uno, éste que había tomado la segunda mujer, echábanlos presos en la cárcel pública y no se podían descasar.

Si uno tenía dos mujeres, iba la una mujer a los médicos llamados xurimecha, y ellos con sus hechizos le apartaban de la una, y decían que le juntaban con la otra de esta manera: toman dos maíces y una xical de agua, y si aquellos maíces se juntaban en el suelo de la xical y se sumían juntos era señal que habían destar ansí juntos aquellos casados. Si se apartaba uno de aquellos maíces, decían que apartaban aquella mujer de aquel marido, y que le juntaban con la otra. Ahora se casan prometiéndose matrimonio y que estarán en uno hasta que mueran. Otros dicen que son pobres, y éntranse en casa de la mujer y quédanse ansí casados, sin hablar otra cosa; y en los casamientos que tienen esta gente, nunca preguntaban a la mujer, si se quería casar con fulano: bastaba que sus padres o parientes lo concertaban. Ansí mismo en los casamientos que agora se casan clandestinamente, nunca usan de palabras de presente, sino de futuro: yo me casaré contigo; y su intención es de presente con cópula, porque tienen esta manera de hablar en su lengua. Cásanse todos agora con aquellas que conoscieron doncellas en su tiempo. Otros se casaron después de cristianos, siendo la una parte fieles, y la otra no, y después bautizóse la otra parte, y quedáronse casados como antes. No guardaban afinidad de ninguno de los grados, en su tiempo, y la consanguinidad, sino era en primer grado, todos los otros grados eran lícitos entrellos, madre y hijo nunca se casaban, ni hermano con hermana, ni padre con hija, ni sobrino con tía.

Esto habemos hablado por experiencia de sus matrimonios. También cásase uno con una mujer que tiene alguna hija. Tienen unas veces algunos intención de casarse con aquella mujer. Otras veces se casan con ella hasta que sea grande la hija, la cual toma por mujer siendo de edad, e dejan la madre. Y no se casaban los hermanos de padre no más. Bien se casaba el tío con su sobrina; mas no el sobrino con su tía. Uno tuvo una mujer en su infidelidad, con la cual se casó, y antes que muriese, prometió a otra casamiento, y tuvo cópula con ella; murió su mujer: no se puede casar después de cristiano con la que prometió. Uno se casó en su infidelidad con una mujer y murió. Dejó una hermana su mujer; no se puede casar con ésta siendo fiel, porque contrajo afinidad, aunque era en infidelidad.

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