El Segundo Imperio Francés
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Imperios y unificaci
Desarrollo
La experiencia política que se vive en Francia desde 1852 a 1870 ha sido objeto de fuertes controversias historiográficas en las que se ha contrapuesto la presentación de un sistema puramente despótico con el énfasis puesto por otros historiadores en la orientación marcadamente populista del nuevo régimen y en su capacidad de conectar con amplias capas de la población, hasta entonces marginadas en la toma de decisiones políticas. La evaluación más crítica (Victor Hugo ) se hizo, lógicamente, en los años inmediatos a la caída del Imperio, pero tampoco faltaron los antiguos aliados (La Gorce), que subrayaron las buenas intenciones del emperador, aunque algunos de sus planteamientos tuvieran un cierto carácter quimérico (esta es una interpretación que ha tenido eco en historiadores anglosajones como J. M. Thompson y J. P. T. Bury). En todo caso, la defensa de las realizaciones de aquel régimen fue hecha por Emile Ollivier, un ex-republicano y presidente del Gobierno en los momentos finales del Imperio , que subrayó la voluntad reformista del emperador. De ahí ha surgido también una línea de influencia en la historiografía anglosajona que ha llegado hasta los que han insistido en el carácter modernizador de aquel régimen (T. Zeldin) o los que han presentado a Napoleón III como un precursor de la política europeísta (Echard). Dansette, desde la historiografía francesa, ha visto también en ese periodo elementos precursores de la tecnocracia gaullista. La experiencia de los totalitarismos y de la segunda guerra mundial pareció también brindar algunas claves para la interpretación de este periodo (L. Namier, J. S. Schapiro y L. C. B. Seaman), mientras que la historiografía francesa más reciente, con una gran riqueza y variedad de enfoques, ha insistido en la peculiaridad de una fórmula extraordinariamente personalista, en la que se trataba de solventar la vieja aporía entre libertad y orden, ya planteada por Tocqueville .