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Datos principales
Rango
Arte Antiguo de España
Desarrollo
La documentación relativa al puerto que, sin duda alguna, fue uno de los elementos decisivos en la vida de Tarraco se limita a la existencia, hasta mediados del siglo XIX de un espigón en la zona del puerto actual. Una serie de planos de los siglos XVI-XVII muestran la presencia de un dique que, según Buenaventura Hernández Sanahuja (siglo XIX), se alzaba sobre una serie de pilares, unidos mediante arcos; descripción que corresponde con la tipología de algunos muelles de época romana. En la zona próxima a los restos portuarios descritos, se individuó una serie de estructuras correspondientes a grandes almacenes, obliterados por la construcción del teatro . A esta escasez de datos arqueológicos se suma una serie de contradicciones de los autores antiguos respecto a esta cuestión. Así pues, mientras Estrabón , que nunca estuvo en Tarraco, siguiendo a Artemidoro de Efeso -geógrafo que visitó Hispania a finales del siglo II a. C.-, niega la existencia de un puerto ("... Tarraco... aunque no tiene puerto...", III, 4, 7), otros autores dan constancia de su existencia al hablarnos de su actividad ya en el 217 a. C. ("... P. Escipión llegó a la provincia con treinta naves largas y un gran acopio de provisiones... y entró en el puerto de Tarraco ....". Livio , XXII, 22, 1-2). Es evidente que la llegada de naves no implica obligatoriamente la existencia de unas estructuras portuarias, especialmente en una época tan temprana como el último cuarto del siglo III a.
C., pero es también evidente que una ciudad en la que se documenta una intensa actividad como cabeza de puente del ejército romano en Hispania, no puede adolecer de unas estructuras que cumplan la función propia de un puerto. Es impensable, por otro lado, que la capital de la Hispania Citerior, ubicada en la costa, no dispusiese de un puerto, cuando el propio Plinio nos dice que el viaje a nuestra ciudad desde Ostia (Italia) tenía una duración de tres jornadas. La afirmación de Estrabón queda plenamente neutralizada por las colecciones de materiales arqueológicos tarraconenses que demuestran cómo, desde época republicana hasta el dominio visigodo, los habitantes de la ciudad utilizaban, junto a las producciones locales, cerámicas y otros utensilios de uso común fabricados en diversos puntos del Mediterráneo. A ello debemos añadir la presencia en Tarraco de otros materiales importados, como los mármoles, que difícilmente podían ser transportados por otra vía que no fuese la marítima y los numerosos restos de anclas romanas hallados en los alrededores del puerto actual.
C., pero es también evidente que una ciudad en la que se documenta una intensa actividad como cabeza de puente del ejército romano en Hispania, no puede adolecer de unas estructuras que cumplan la función propia de un puerto. Es impensable, por otro lado, que la capital de la Hispania Citerior, ubicada en la costa, no dispusiese de un puerto, cuando el propio Plinio nos dice que el viaje a nuestra ciudad desde Ostia (Italia) tenía una duración de tres jornadas. La afirmación de Estrabón queda plenamente neutralizada por las colecciones de materiales arqueológicos tarraconenses que demuestran cómo, desde época republicana hasta el dominio visigodo, los habitantes de la ciudad utilizaban, junto a las producciones locales, cerámicas y otros utensilios de uso común fabricados en diversos puntos del Mediterráneo. A ello debemos añadir la presencia en Tarraco de otros materiales importados, como los mármoles, que difícilmente podían ser transportados por otra vía que no fuese la marítima y los numerosos restos de anclas romanas hallados en los alrededores del puerto actual.