El colapso ruso
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Datos principales
Rango
I Guerra Mundial
Desarrollo
Pese a que los ejércitos rusos habían mostrado una notable capacidad militar y a que el esfuerzo de guerra (producción de armas, munición y material de todo tipo) había sido extraordinario, o precisamente por eso, Rusia estaba exhausta. Sus bajas desde agosto de 1914 a diciembre de 1916 se elevaban a 1.700.000 muertos y a casi 5.000.000 de heridos; un millón y medio de soldados rusos habían sido hechos prisioneros. Rusia, además, se había visto forzada a evacuar Galitzia, Polonia y Lituania . Peor aún, la necesidad de abastecer a los frentes provocó el desabastecimiento de las grandes ciudades. El precio de alimentos y bienes de consumo aumentó entre 1914 y 1916 en un 300-500 por 100. A finales de 1916, la industria, los transportes, la agricultura estaban al borde del colapso y en el otoño de ese año, el país se vio afectado por una muy grave crisis de subsistencias que se manifestó en una dramática escasez de alimentos y combustible. En 1916, se produjeron ya 1.542 huelgas con cerca de un millón de huelguistas, huelgas en principio espontáneas, pero a las que el partido bolchevique comenzó a dar orientación política y coordinación desde la clandestinidad. El descontento con el curso de la guerra abrió la crisis política. El 1 de agosto de 1915, se reunió la Duma: el 22, los partidos moderados (232 diputados), cuyo eje eran, como se recordará, el partido constitucional-demócrata (o "cadete") de Miliukov y el "octubrista" de Gouchkov y Rodzjanko, formaron un bloque progresista que pidió la formación de un gobierno que tuviese la confianza de la nación y exigió responsabilidades ministeriales y militares.
Casi al mismo tiempo, el Zar -que poco antes había cesado al ministro de la Guerra, general Sukhomlinov- asumió personalmente el mando de la guerra. Fueron igualmente cesados otros ministros. Algunos de ellos, y ciertos periódicos influyentes, recomendaron ya la formación de un gobierno de la Duma. El primer ministro, I. L. Goremykin, un ultra-conservador que ocupaba el cargo desde 1914, fue cesado en febrero de 1916. Le siguieron el nuevo ministro de la Guerra, Polivanov, y el de Exteriores, Sazonov. La crisis era ya incontenible: el Zar cambió hasta tres veces de primer ministro -Stürmer, Trepov, Golitsyn- entre febrero de 1916 y marzo de 1917. A medida que la situación se deterioraba -motines de tropas, deserciones-, la oposición fue creciendo. El descontento se canalizó hacia la Zarina, por su condición de alemana, y hacia su asesor Gregory Rasputín , un campesino intuitivo y audaz, perteneciente a una secta "quiliástica", de conducta escandalosa e insolente, incorporado a la Corte en 1905 por su habilidad para tratar la hemofilia del heredero de la Corona. El rumor popular comenzó a acusarles de "traición y complicidad" con Alemania: la opinión iba volviéndose contra la Monarquía. Como dijo Miliukov en la Duma el 1 de noviembre de 1916, el país había perdido la fe en que el gobierno pudiera llevar a Rusia a la victoria. Entre noviembre de 1916 y marzo de 1917, la crisis se agravó. El asesinato de Rasputín el 16 de diciembre de 1916 por el Príncipe Félix Iusupov -en colaboración con cuatro cómplices, uno de ellos el Gran Duque Dimitrii, sobrino del Zar- para eliminar a quien se pensaba era causa principal del desprestigio de la Monarquía, no sirvió para nada.
Escasez, carestía y crisis política se recrudecieron. Sólo en las seis primeras semanas de 1917 hubo más huelgas que en todo el año anterior. La oposición parlamentaria, y sobre todo el partido constitucional-demócrata, optó por una política de total confrontación con la Monarquía. El 27 de febrero de 1917, la Duma volvió a exigir la formación de un gobierno nacional, y un programa de reformas estructurales y sociales que compensasen la participación popular en la guerra. El 7 de marzo, cuando el Zar marchó a su cuartel general en Mogilev (a unos 40 km.. de la capital), San Petersburgo estaba casi paralizado por las huelgas. Al día siguiente, una manifestación de unas 100.000 personas convocada con motivo del Día Internacional de la Mujer recorrió la ciudad. A partir del día 10, se amotinaron soldados de la guarnición de la capital y menudearon los incidentes de orden público. El 12, la ciudad vivió una especie de revuelta general: concentraciones en plazas y calles céntricas, choques callejeros, saqueos, linchamiento de algún policía, ocupación de edificios, asalto a las cárceles. Ese mismo día se creó, por iniciativa de los mencheviques, el "soviet de Petrogrado" (nombre ruso con el que se rebautizó a la capital desde el comienzo de la guerra). Se había producido un verdadero colapso de toda autoridad. La crisis del Estado era ya irreversible: tras varios días de incertidumbre e indecisión -en los que los contactos entre el zar, sus generales, los ministros y los representantes de la Duma, fueron frenéticos- Nicolás II optó por abdicar el 15 de marzo (2 de marzo, según el calendario ruso).
La caída de la Monarquía rusa fue un formidable revés para los aliados occidentales. No significaba necesariamente el fin de la participación rusa en la guerra, como Miliukov, el ministro de Exteriores del Gobierno Provisional que se hizo cargo del poder, se apresuró a hacer público. Pero era más que evidente para todos que el Ejército ruso carecía ya de disciplina interna y de moral de combate, que Rusia no tenía capacidad económica para continuar la guerra y que la mayoría de la población estaba claramente contra una guerra que sólo había traído hambre, escasez y la muerte de cientos de miles de soldados. Por si acaso, los alemanes facilitaron el regreso a Rusia, en un tren blindado que partió de Suiza, de Lenin , el líder del partido bolchevique y exponente del "derrotismo revolucionario". Sus previsiones se cumplieron. La continuación de la política de guerra -que se materializó en una nueva y fracasada ofensiva sobre Galitzia a fines de junio, de nuevo al mando de Brusilov - fue uno de los factores que más contribuyó a erosionar la legitimidad del nuevo poder ruso y a propiciar, en noviembre de 1917 (octubre según el calendario ruso), la revolución bolchevique. El triunfo de la revolución bolchevique fue determinante. El 8 de noviembre, el gobierno revolucionario ofreció a todos los beligerantes "una paz sin anexiones ni indemnizaciones". El hundimiento del Imperio ruso fue, además, total. El 20 de noviembre, los ucranianos proclamaron la República Popular de Ucrania.
El 28 de noviembre, el parlamento local proclamó la independencia de Estonia (los alemanes habían ocupado Riga finalmente el 3 de septiembre). Finlandia declaró la suya el 6 de diciembre; la república de Moldavia (la Besarabia rusa) lo hizo el día 23, y Letonia, el 12 de enero de 1918. Antes incluso de que terminara 1917, el 17 de diciembre, el gobierno bolchevique ordenó el alto el fuego en todas las líneas; y el 22, inició ya las negociaciones con Alemania y Austria-Hungría. Éstas distaron mucho de ser fáciles. El gobierno revolucionario, representado en las negociaciones por Trotsky , su ministro de Asuntos Exteriores, trató de ganar tiempo, con la esperanza de que estallara la revolución en Alemania y Austria-Hungría. Los poderes centrales rompieron las conversaciones el 10 de febrero de 1918 y reanudaron inmediatamente las hostilidades ocupando Dvinsk, Tallin, Pskov y otras ciudades cercanas al Báltico, amenazando Petrogrado. El Gobierno soviético volvió a la mesa de negociaciones y el 3 de marzo se firmó la "paz de Brest-Litovsk". Rusia renunciaba a Finlandia, Ucrania, Polonia -ocupada por los alemanes desde 1916-, Moldavia, Letonia, Estonia y Lituania y cedía Kars y otros enclaves en Transcaucasia a Turquía. Perdía así más de un millón de kilómetros cuadrados, cerca de 46 millones de su población de antes de la guerra, el 73 por 100 de sus minas de hierro y carbón y el 25 por 100 de sus tierras arables, red ferroviaria e industria. Alemania exigió además reparaciones por valor de 3.000 millones de rublos en oro. Era el mayor éxito de Alemania y Austria-Hungría en la guerra: significaba la desaparición del frente del Este. Alemania procedió además a la creación de una serie de Estados-satélite. En marzo-abril de 1918, tropas alemanas ocuparon las principales ciudades de Ucrania (Kiev, Odessa) e invadieron Crimea, ocupando Sebastopol. Entraron igualmente (abril de 1918) en Finlandia e impusieron un gobierno "blanco" simpatizante (y la Dieta finlandesa eligió rey el 8 de octubre a un príncipe alemán). El 4 de julio, la asamblea lituana eligió rey al duque Guillermo de Württemberg.
Casi al mismo tiempo, el Zar -que poco antes había cesado al ministro de la Guerra, general Sukhomlinov- asumió personalmente el mando de la guerra. Fueron igualmente cesados otros ministros. Algunos de ellos, y ciertos periódicos influyentes, recomendaron ya la formación de un gobierno de la Duma. El primer ministro, I. L. Goremykin, un ultra-conservador que ocupaba el cargo desde 1914, fue cesado en febrero de 1916. Le siguieron el nuevo ministro de la Guerra, Polivanov, y el de Exteriores, Sazonov. La crisis era ya incontenible: el Zar cambió hasta tres veces de primer ministro -Stürmer, Trepov, Golitsyn- entre febrero de 1916 y marzo de 1917. A medida que la situación se deterioraba -motines de tropas, deserciones-, la oposición fue creciendo. El descontento se canalizó hacia la Zarina, por su condición de alemana, y hacia su asesor Gregory Rasputín , un campesino intuitivo y audaz, perteneciente a una secta "quiliástica", de conducta escandalosa e insolente, incorporado a la Corte en 1905 por su habilidad para tratar la hemofilia del heredero de la Corona. El rumor popular comenzó a acusarles de "traición y complicidad" con Alemania: la opinión iba volviéndose contra la Monarquía. Como dijo Miliukov en la Duma el 1 de noviembre de 1916, el país había perdido la fe en que el gobierno pudiera llevar a Rusia a la victoria. Entre noviembre de 1916 y marzo de 1917, la crisis se agravó. El asesinato de Rasputín el 16 de diciembre de 1916 por el Príncipe Félix Iusupov -en colaboración con cuatro cómplices, uno de ellos el Gran Duque Dimitrii, sobrino del Zar- para eliminar a quien se pensaba era causa principal del desprestigio de la Monarquía, no sirvió para nada.
Escasez, carestía y crisis política se recrudecieron. Sólo en las seis primeras semanas de 1917 hubo más huelgas que en todo el año anterior. La oposición parlamentaria, y sobre todo el partido constitucional-demócrata, optó por una política de total confrontación con la Monarquía. El 27 de febrero de 1917, la Duma volvió a exigir la formación de un gobierno nacional, y un programa de reformas estructurales y sociales que compensasen la participación popular en la guerra. El 7 de marzo, cuando el Zar marchó a su cuartel general en Mogilev (a unos 40 km.. de la capital), San Petersburgo estaba casi paralizado por las huelgas. Al día siguiente, una manifestación de unas 100.000 personas convocada con motivo del Día Internacional de la Mujer recorrió la ciudad. A partir del día 10, se amotinaron soldados de la guarnición de la capital y menudearon los incidentes de orden público. El 12, la ciudad vivió una especie de revuelta general: concentraciones en plazas y calles céntricas, choques callejeros, saqueos, linchamiento de algún policía, ocupación de edificios, asalto a las cárceles. Ese mismo día se creó, por iniciativa de los mencheviques, el "soviet de Petrogrado" (nombre ruso con el que se rebautizó a la capital desde el comienzo de la guerra). Se había producido un verdadero colapso de toda autoridad. La crisis del Estado era ya irreversible: tras varios días de incertidumbre e indecisión -en los que los contactos entre el zar, sus generales, los ministros y los representantes de la Duma, fueron frenéticos- Nicolás II optó por abdicar el 15 de marzo (2 de marzo, según el calendario ruso).
La caída de la Monarquía rusa fue un formidable revés para los aliados occidentales. No significaba necesariamente el fin de la participación rusa en la guerra, como Miliukov, el ministro de Exteriores del Gobierno Provisional que se hizo cargo del poder, se apresuró a hacer público. Pero era más que evidente para todos que el Ejército ruso carecía ya de disciplina interna y de moral de combate, que Rusia no tenía capacidad económica para continuar la guerra y que la mayoría de la población estaba claramente contra una guerra que sólo había traído hambre, escasez y la muerte de cientos de miles de soldados. Por si acaso, los alemanes facilitaron el regreso a Rusia, en un tren blindado que partió de Suiza, de Lenin , el líder del partido bolchevique y exponente del "derrotismo revolucionario". Sus previsiones se cumplieron. La continuación de la política de guerra -que se materializó en una nueva y fracasada ofensiva sobre Galitzia a fines de junio, de nuevo al mando de Brusilov - fue uno de los factores que más contribuyó a erosionar la legitimidad del nuevo poder ruso y a propiciar, en noviembre de 1917 (octubre según el calendario ruso), la revolución bolchevique. El triunfo de la revolución bolchevique fue determinante. El 8 de noviembre, el gobierno revolucionario ofreció a todos los beligerantes "una paz sin anexiones ni indemnizaciones". El hundimiento del Imperio ruso fue, además, total. El 20 de noviembre, los ucranianos proclamaron la República Popular de Ucrania.
El 28 de noviembre, el parlamento local proclamó la independencia de Estonia (los alemanes habían ocupado Riga finalmente el 3 de septiembre). Finlandia declaró la suya el 6 de diciembre; la república de Moldavia (la Besarabia rusa) lo hizo el día 23, y Letonia, el 12 de enero de 1918. Antes incluso de que terminara 1917, el 17 de diciembre, el gobierno bolchevique ordenó el alto el fuego en todas las líneas; y el 22, inició ya las negociaciones con Alemania y Austria-Hungría. Éstas distaron mucho de ser fáciles. El gobierno revolucionario, representado en las negociaciones por Trotsky , su ministro de Asuntos Exteriores, trató de ganar tiempo, con la esperanza de que estallara la revolución en Alemania y Austria-Hungría. Los poderes centrales rompieron las conversaciones el 10 de febrero de 1918 y reanudaron inmediatamente las hostilidades ocupando Dvinsk, Tallin, Pskov y otras ciudades cercanas al Báltico, amenazando Petrogrado. El Gobierno soviético volvió a la mesa de negociaciones y el 3 de marzo se firmó la "paz de Brest-Litovsk". Rusia renunciaba a Finlandia, Ucrania, Polonia -ocupada por los alemanes desde 1916-, Moldavia, Letonia, Estonia y Lituania y cedía Kars y otros enclaves en Transcaucasia a Turquía. Perdía así más de un millón de kilómetros cuadrados, cerca de 46 millones de su población de antes de la guerra, el 73 por 100 de sus minas de hierro y carbón y el 25 por 100 de sus tierras arables, red ferroviaria e industria. Alemania exigió además reparaciones por valor de 3.000 millones de rublos en oro. Era el mayor éxito de Alemania y Austria-Hungría en la guerra: significaba la desaparición del frente del Este. Alemania procedió además a la creación de una serie de Estados-satélite. En marzo-abril de 1918, tropas alemanas ocuparon las principales ciudades de Ucrania (Kiev, Odessa) e invadieron Crimea, ocupando Sebastopol. Entraron igualmente (abril de 1918) en Finlandia e impusieron un gobierno "blanco" simpatizante (y la Dieta finlandesa eligió rey el 8 de octubre a un príncipe alemán). El 4 de julio, la asamblea lituana eligió rey al duque Guillermo de Württemberg.