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Creencias Cuando se ha terminado la lectura de los Naufragios, el lector no deja de sorprenderse del afán misionero de Alvar Núñez, y de la preocupación de éste por la redención evangélica de los indios. Hay que tener en cuenta el caso particular del grupo abandonado a su suerte y la confianza inquebrantable de ellos, en que Dios no los dejaría de salvar. El espíritu que en ellos alienta hace que necesariamente, y esto lo sabemos a través de Cabeza de Vaca, se preocupen por las creencias religiosas de los indios y de que éstos sean evangelizados y que nos informe de sus religiones. Desde la Florida, hasta que llega a Nueva Galicia, Alvar Núñez no deja de insistir en que en todas las naciones indígenas que ha conocido la creencia en un dios superior se halla prácticamente borrada, ante la importancia que adquieren para el indio, los espíritus que animan las cosas que le rodean de cerca. De ahí que esos espíritus superiores con tan extraordinario poder, se personifiquen en los astros, en las aguas de los ríos y lagos, vientos, piedras, animales, árboles, etc., que ejercen un poder mágico sobre los nativos. Indudablemente, este animismo tiene sus mitos para explicar los fenómenos mágicos de la naturaleza, así como los que se refieren a la Creación, al Diluvio y a la llegada desde el este del hombre blanco y barbudo. De este último mito hay múltiples referencias en el relato de Alvar Núñez, comenzando porque ellos son la personificación del mito, y a él deberán en gran parte su salvación.

De ahí que estando en la pradera los indios les hablen de la existencia unos quince años atrás de un hombre blanco y barbudo llamado Mala Cosa, ser maléfico y cruel que tenía aterrorizados a los indios caddos; que los indios creían que los españoles eran venidos del cielo. Es por tanto creencia general, pero algunas veces se desvanecía rápidamente por sus crueldades. Así Alvar Núñez y sus compañeros sabrán que se encontrarán cerca de españoles: En este tiempo, Castillo vio al cuello de un indio un habillete de talabarte de espada, y en ella cosido un clavo de herrar; tomósela y preguntóle qué cosa era aquella, y dijéronnos que habían venido del cielo. Preguntámosle más, que quién la había traído de allá, y respondiérenos que unos hombres que traían barba como nosotros, que habían venido del cielo y llegado a aquel río, y que traían caballos y lanzas (cap. XXXII). No se puede decir que existiera una clase social organizada entre estos pueblos norteamericanos, tan primitivos. Eso tan sólo se dio en las altas culturas del Anahuac y del mundo andino. Lo que encontró Alvar Núñez fue el chamanismo, ya que los chamanes son más bien magos que ejercen el curanderismo gracias a los poderes mágicos que poseen o que irradian sus personas. Prácticamente, desde que abandonan la isla de Malhado hasta que se encuentran con los españoles, Alvar Núñez y sus compañeros deben su salvación a ejercer de shamanes, de magos. Ahora bien, Alvar Núñez sabía que éstos explotaban la credulidad de los indígenas con trucos y éxtasis; de ahí que una y otra vez afirme que su único poder es el de la oración.

Reza fervorosamente porque aquella persona se salve, y milagrosamente así ocurre, con gran estupefacción del propio Alvar Núñez; téngase en cuenta que de la curación del indio depende su salvación, de ahí el que Cabeza de Vaca proclame una y otra vez que Dios no los abandona. También hay que añadir que los shamanes ejercen la medicina práctica y Alvar Núñez la ejerció con brillantez. En el capítulo XXXIX narra cómo sacó una punta de flecha que estaba alojada junto al corazón, desde tiempo atrás, y usando de mi oficio de medicina la extrajo tan limpiamente que esta cura nos dio entre ellos tanto crédito por toda esta tierra cuanto ellos podían y sabían estimar y encarecer. Tal fue la fama de Cabeza de Vaca y sus compañeros que, aureolados por el misterio del hombre blanco y barbudo, procedente del Este, ratificado por las milagrosas curaciones que realizan gracias a sus padrenuestros, hace que sean acompañados de ingente multitud, que se relevan, pero que al mismo tiempo van propagando y extendiendo el carisma milagroso de esos shamanes blancos y barbudos que han llegado del cielo. Con esta referencia a los shamanes viene el problema del más allá, y de los enterramientos bien bajo túmulos, en fosas, sobre plataformas (indios praderas), y sobre todo de los duelos: llorándole los padres y los parientes, y todo el pueblo, y el llanto dura un año cumplido, que cada día por la mañana, antes que amanezca, comienzan a llorar primero los padres y, tras éstos, todo el pueblo; y esto mismo hacen a mediodía y cuando anochece; y pasado un año que los han llorado, hácenles las honras del muerto, y lávanse y límpianse del tizne que traen (Cap. XIV).

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