Civilidad y buenas costumbres
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Datos principales
Rango
vida cotidiana XVIII
Desarrollo
"Suma de conocimientos prácticos para vivir en sociedad y que no se aprenden en la escuela", la civilidad puede decirse que nace como vínculo social y medio de asumir funciones que luego corresponderían al Estado y a la escuela respecto al adiestramiento de los individuos. Su objetivo, crear las condiciones de un trato agradable, licito y conforme a las exigencias religiosas entre los miembros de una comunidad. Hasta el siglo XVI la literatura de este tipo incluye tres géneros -tratados de cortesía, reglas de moral común y artes del placer o de amar- reducidos a dos a lo largo de él: manuales de civilidad, según el modelo creado por Erasmo en 1530, y libros sobre las artes del cortesano, tipificados por Castiglione . Los primeros se paran en las reglas de urbanidad, en los buenos comportamientos, definidos según el rango, prestigio, autoridad de cada persona y considerados susceptibles de enseñarse y aprenderse. Por ello, la civilidad se hizo modelo pedagógico y valor seguro, difundido a través de la escuela y los libros ,que se traducen a varios idiomas y se venden a precio módico para favorecer su difusión. En cuanto a los escritos cortesanos, fruto de los valores de una elite reconocida, ponen su acento en la ambición, sinónimo del deseo de mejora social , y la reputación, medio para conseguirla. En ellos aparecerá el concepto de honnéteté para definir una sociabilidad restringida, opuesta a la de la corte y expresión de una virtud individual que no puede enseñarse ni aprenderse.
Entre ambos modelos surge a comienzos del siglo XVIII la obra de Juan Bautista de La Salle, Reglas del decoro y de la civilidad cristiana, que obtuvo gran éxito. Pero si el cortesano había entrado en crisis ya en la centuria del Seiscientos, las normas de civilidad lo hacen en el Setecientos al aparecer como formalismos anticuados que sólo usan los patanes. Su exaltación de los modales aprendidos, la doma de los gestos que propugna estaban en total contradicción con el triunfo del individualismo, lo natural y lo espontáneo a que se asiste y apenas pueden resistir el ataque de estos últimos. En su lugar surge un nuevo código social: la cortesía, defensora de la libertad y la intimidad personal o familiar frente a la invasión de la sociedad. El vivir en común y en representación se troca por el respeto y la disciplina; la urbanidad deja de ser considerada una virtud social. Los libros dedican mayor atención a los consejos pedagógicos y aparecen tratados de educación dedicados a los padres. Además, y según pone de relieve Sebastián Mercier, el tono secular viene marcado por la existencia de un gran compendio de ceremonias que abarcan prácticamente todos los aspectos de la vida cotidiana y que muestran un cierto contraste, cuando no reacción, respecto a las inmediatas precedentes. Sírvanos de ejemplo en esta ocasión lo que acontece con el aseo y las comidas.
Entre ambos modelos surge a comienzos del siglo XVIII la obra de Juan Bautista de La Salle, Reglas del decoro y de la civilidad cristiana, que obtuvo gran éxito. Pero si el cortesano había entrado en crisis ya en la centuria del Seiscientos, las normas de civilidad lo hacen en el Setecientos al aparecer como formalismos anticuados que sólo usan los patanes. Su exaltación de los modales aprendidos, la doma de los gestos que propugna estaban en total contradicción con el triunfo del individualismo, lo natural y lo espontáneo a que se asiste y apenas pueden resistir el ataque de estos últimos. En su lugar surge un nuevo código social: la cortesía, defensora de la libertad y la intimidad personal o familiar frente a la invasión de la sociedad. El vivir en común y en representación se troca por el respeto y la disciplina; la urbanidad deja de ser considerada una virtud social. Los libros dedican mayor atención a los consejos pedagógicos y aparecen tratados de educación dedicados a los padres. Además, y según pone de relieve Sebastián Mercier, el tono secular viene marcado por la existencia de un gran compendio de ceremonias que abarcan prácticamente todos los aspectos de la vida cotidiana y que muestran un cierto contraste, cuando no reacción, respecto a las inmediatas precedentes. Sírvanos de ejemplo en esta ocasión lo que acontece con el aseo y las comidas.