Cazadores y recolectores
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Datos principales
Rango
Vida cotidiana
Desarrollo
Los yanomami son un grupo cultural que habitan en el área de bosque pluvial amazónico entre Brasil y Venezuela . Su patrón de asentamiento está compuesto por grandes casas circulares de madera levantadas en los claros del bosque, junto a corrientes de agua y tierras fértiles, en las que conviven entre 25 y 400 individuos. En el espacio central se asienta una plaza en la que se desarrollan actividades comunes, como danzas o ceremonias rituales. Alrededor se disponen los apartamentos de cada unidad familiar, apenas separado cada uno del siguiente por un círculo de hamacas rodeando la hoguera familiar. Aparte las hamacas, el ajuar familiar comprende algunas herramientas, leña, cestas, arcos y flechas y algún adorno personal. El trabajo aparece especializado en función del género y la edad. Los ancianos se afanan en mantener el espacio familiar limpio, junto con las mujeres. Estas se encargan además de cultivar la parcela de la familia, una vez que los árboles han sido talados por los hombres. Las mujeres también aportan a la dieta productos de recolección, como frutos silvestres y miel y animales pequeños, roedores e insectos. Su labor es esencial en épocas de escasez como la temporada de lluvias, cuando la pesca y la caza decrecen y la tierra aun no ha dado sus frutos. La caza, actividad propiamente masculina, aporta sólo un 10 % de la dieta, recayendo sobre la agricultura el peso mayor de la alimentación. La técnica de cultivo es de roza , esto es, se abre un claro en el bosque donde, por un espacio máximo de diez años durante los cuales la fina capa fértil del suelo aun puede aprovecharse, se cultivan hasta sesenta especies vegetales , tanto para uso alimentario como ritual o utilitario.
Agotado el suelo, el campamento debe trasladarse a una nueva área. La caza es una actividad que otorga prestigio a los más hábiles y que aparece fuertemente ritualizada. Los mejores cazadores contraen matrimonio más fácilmente y el regalo de las piezas cobradas a familiares y amigos le hacen ser muy bien considerado. El cazador nunca ingiere carne de sus propias piezas, pues el espíritu del águila, que ha de ayudarle, podría volverse en contra suya. Las actividades de subsistencia apenas supone unas pocas horas a lo largo del día, dedicando el resto a actividades como decorarse el cuerpo pintándolo o adornándolo con flores y plumas o a contar historias sobre la vida de la comunidad. El adorno personal es muy importante, para lo que utilizan los elementos que pueden recoger directamente del medio que ocupan. Las mujeres se practican perforaciones en el labio inferior en las que introducen pequeñas ramas. En familia se pintan los cuerpos unos a otros, usando un tinte rojizo obtenido del arbusto urucú o bien tinte negro producido por la fruta del árbol genipapo. La familia es la unidad mínima de inserción del individuo. El recién nacido es permanentemente protegido por la madre, quien se encarga de su alimentación y cuidado y lo porta a la espalda mientras realiza su trabajo. Desde los tres años, el niño es apenas vigilado y comienza su proceso de socialización. A partir de los cinco años, si es varón, empezará a acompañar a su padre en sus salidas de caza, aprendiendo las técnicas y los tipos de animales.
Si es mujer, permanecerá con su madre, igualmente aprendiendo las labores que la sociedad yanomami reserva a su género. En ambos casos, la mayor parte del día la invierten en juegos mediante los que establecen amistades y conocen al resto del grupo, un proceso cuyos resultados serán de gran utilidad en su madurez. Entre los yanomami no hay un fuerte control político. Algunos lideres se sitúan como directores de ciertas actividades en común, sugiriendo sobre actividades de la vida cotidiana. A veces, un lider es un hombre con mayor número de hermanas e hijas, que es respetado por los demás hombres deseosos de contraer matrimonio con alguna de ellas. El parentesco se conforma así, como el principio rector de la vida de la comunidad, regulando las relaciones entre los individuos. La cohesión social se refuerza durante las fiestas, en las que se comparten alimentos, bebidas, danzas y cánticos. Organizadas por un anfitrión, recibe en su casa a familiares y amigos, sirviendo de espacio donde se charla sobre actividades de la vida cotidiana, se cuentan historias y se intercambian regalos El mundo espiritual es complejo y se presenta ante los yanomami en el mundo que les rodea. Todas sus actividades cotidianas están impregnadas de ritualización, conviviendo con los espíritus presentes en los animales, las plantas y las cosas. Además, cada individuo está relacionado con un animal desde que nace, su "noreshi", compartiendo ambos la misma suerte. Las enfermedades son causadas por espíritus malignos que residen en lo profundo de la selva y dañan a los hombres durante el sueño. Como remedio, los chamanes realizan cantos y danzas e invocan a los "hekuras", espíritus benefactores, quienes les ayudarán a sanar al enfermo. La terapia contra la enfermedad se acompaña del uso de plantas medicinales y productos de la selva.
Agotado el suelo, el campamento debe trasladarse a una nueva área. La caza es una actividad que otorga prestigio a los más hábiles y que aparece fuertemente ritualizada. Los mejores cazadores contraen matrimonio más fácilmente y el regalo de las piezas cobradas a familiares y amigos le hacen ser muy bien considerado. El cazador nunca ingiere carne de sus propias piezas, pues el espíritu del águila, que ha de ayudarle, podría volverse en contra suya. Las actividades de subsistencia apenas supone unas pocas horas a lo largo del día, dedicando el resto a actividades como decorarse el cuerpo pintándolo o adornándolo con flores y plumas o a contar historias sobre la vida de la comunidad. El adorno personal es muy importante, para lo que utilizan los elementos que pueden recoger directamente del medio que ocupan. Las mujeres se practican perforaciones en el labio inferior en las que introducen pequeñas ramas. En familia se pintan los cuerpos unos a otros, usando un tinte rojizo obtenido del arbusto urucú o bien tinte negro producido por la fruta del árbol genipapo. La familia es la unidad mínima de inserción del individuo. El recién nacido es permanentemente protegido por la madre, quien se encarga de su alimentación y cuidado y lo porta a la espalda mientras realiza su trabajo. Desde los tres años, el niño es apenas vigilado y comienza su proceso de socialización. A partir de los cinco años, si es varón, empezará a acompañar a su padre en sus salidas de caza, aprendiendo las técnicas y los tipos de animales.
Si es mujer, permanecerá con su madre, igualmente aprendiendo las labores que la sociedad yanomami reserva a su género. En ambos casos, la mayor parte del día la invierten en juegos mediante los que establecen amistades y conocen al resto del grupo, un proceso cuyos resultados serán de gran utilidad en su madurez. Entre los yanomami no hay un fuerte control político. Algunos lideres se sitúan como directores de ciertas actividades en común, sugiriendo sobre actividades de la vida cotidiana. A veces, un lider es un hombre con mayor número de hermanas e hijas, que es respetado por los demás hombres deseosos de contraer matrimonio con alguna de ellas. El parentesco se conforma así, como el principio rector de la vida de la comunidad, regulando las relaciones entre los individuos. La cohesión social se refuerza durante las fiestas, en las que se comparten alimentos, bebidas, danzas y cánticos. Organizadas por un anfitrión, recibe en su casa a familiares y amigos, sirviendo de espacio donde se charla sobre actividades de la vida cotidiana, se cuentan historias y se intercambian regalos El mundo espiritual es complejo y se presenta ante los yanomami en el mundo que les rodea. Todas sus actividades cotidianas están impregnadas de ritualización, conviviendo con los espíritus presentes en los animales, las plantas y las cosas. Además, cada individuo está relacionado con un animal desde que nace, su "noreshi", compartiendo ambos la misma suerte. Las enfermedades son causadas por espíritus malignos que residen en lo profundo de la selva y dañan a los hombres durante el sueño. Como remedio, los chamanes realizan cantos y danzas e invocan a los "hekuras", espíritus benefactores, quienes les ayudarán a sanar al enfermo. La terapia contra la enfermedad se acompaña del uso de plantas medicinales y productos de la selva.