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Datos principales


Desarrollo


Cartas del cabildo y ejército para el Emperador por la gobernación para Cortés Cuando el presente y quinto para el Rey estuvo apartado, dijo Cortés al cabildo que nombrase dos procuradores que lo llevasen; que a los mismos daría él también su poder y su nao capitana para llevarlo. En el regimiento señalaron a Alonso Hernández Portocarrero, y a Francisco de Montejo, alcaldes, y Cortés se alegró de ello, y les dio como piloto a Antón de Alaminos; y como iban en nombre de todos, tomaron del montón tanto oro como les pareció suficiente para venir, negociar y volverse. Y lo mismo se hizo del matalotaje para el mar. Cortés les dio su poder para sus negocios muy cumplido y cabal, y una instrucción de lo que habían de pedir en su nombre, y hacer en la corte, en Sevilla y en su tierra; que era dar a su padre Martín Cortés y a su madre algunos castellanos, y las noticias de su prosperidad. Envió con ellos la relación y autos que tenía de lo pasado, y escribió una larga carta al Emperador. Lo llamó así, aunque allá no sabían; en la cual le daba cuenta y razón sumariamente de todo lo sucedido hasta allí desde que salió de Santiago de Cuba; de las pasiones y diferencias entre él y Diego Velázquez; de las cosquillas que andaban en el real, de los trabajos que todos habían padecido, de la voluntad que tenían a su real servicio, de la grandeza y riquezas de aquella tierra, de la esperanza que tenía de sujetarla a su corona real de Castilla; y se ofreció a ganarle México, y a echarse a las manos al gran rey Moctezuma vivo o muerto; y al final de todo le suplicaba se acordase de hacerle mercedes en los cargos y provisiones que había de enviar a aquella tierra, descubierta a costa suya, para remuneración de los trabajos y gastos hechos.

El cabildo de Veracruz escribió asimismo al Emperador dos letras. Una en razón de lo que hasta entonces habían hecho en su real servicio aquellos pocos hidalgos españoles por aquella tierra recientemente descubierta; y en ella no firmaron más que los alcaldes y regidores. La otra fue acordada y firmada por el cabildo y por todos los más principales que había en el ejército. La cual en sustancia decía cómo todos ellos tenían y guardarían aquella villa y tierra, en su real nombre ganada; o morirían por ello y sobre ello, si otra cosa su majestad no mandase. Y le suplicaron humildemente diese la gobernación de ello, y de lo que en adelante conquistasen, a Hernán Cortés, su caudillo y capitán general, y justicia mayor, electo por ellos mismos, que era merecedor de todo; y que más había hecho y gastado que todos en aquella flota y jornada, confirmándolo en el cargo que ellos mismos le dieron de su propia voluntad, para mejoría y seguridad suya, aunque en nombre de su majestad; y si por ventura había ya dado y hecho merced de aquel cargo y gobernación a otra persona, que lo revocase, por cuanto así convenía a su servicio, y al bien y acrecentamiento de ellos y de aquellos lugares, y también por evitar ruidos, escándalos, peligros y muertes, que se seguirían si otro los gobernase y mandase y entrase como su capitán. Además de esto, le suplicaron por respuesta con brevedad y buen despacho de los procuradores de aquella su villa, en cosas que tocaban al concejo de ella.

Partieron, pues, Alonso Hernández Portocarrero, Francisco de Montejo y Antón de Alaminos, de Aquiahuiztlan y Villarrica, en una nave mediana, el 26 de julio del año 1519, con poderes de Hernán Cortés y del concejo de la villa de Veracruz, y con las cartas, autos, testimonios y relación que tengo dicho. Tocaron de camino en el Darién de Cuba; y diciendo que iban a la Habana, pasaron sin detenerse por el canal de Bahama; y navegaron con muy próspero tiempo hasta llegar a España. Escribieron esta carta los de aquel concejo y ejército, recelándose de Diego Velázquez, que tenía muchísimo favor en la corte y Consejo de Indias; y porque andaba ya la noticia en el campamento, con la llegada de Francisco de Salceda, que Diego Velázquez había obtenido la merced de la gobernación de aquella tierra del Emperador, con la ida a España de Benito Martín. Lo cual, aunque ellos no lo sabían de cierto, era una gran verdad, según en otra parte se dice.

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