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Datos principales


Desarrollo


De lo que acontesció cuando me quise venir Después que descansamos en Méjico dos meses, yo me quise venir en estos reinos, y yendo a embarcar en el mes de octubre, vino una tormenta que dio con el navío al través, y se perdió; y visto esto, acordé de dejar pasar el invierno, porque en aquellas partes es muy recio tiempo para navegar en él; y después de pasado el invierno, por cuaresma, nos partimos de Méjico Andrés Dorantes y yo para la Veracruz, para nos embarcar, y allí estuvimos esperando tiempo hasta domingo de Ramos, que nos embarcamos, y estuvimos embarcados más de quince días por falta de tiempo, y el navío en que estábamos hacía mucha agua. Yo me salí de él y me pasé a otros de los que estaban para venir, y Dorantes se quedó en aquél; y a 10 días del mes de abril partimos del puerto tres navíos, y navegamos juntos ciento y cincuenta leguas, y por el camino los dos navíos hacían mucha agua, y una noche nos perdimos de su conserva, porque los pilotos y maestros, según después paresció, no osaron pasar adelante con sus navíos y volvieron otra vez al puerto do habían partido, sin darnos cuenta de ello ni saber más de ellos, y nosotros seguimos nuestro viaje, y a 4 días de mayo llegamos al puerto de la Habana, que es en la isla de Cuba, adonde estuvimos esperando los otros dos navíos creyendo que venían, hasta 2 días de junio, que partimos de allí con mucho temor de topar con franceses, que había pocos días que hablan tomado allí tres navíos nuestros; y llegados sobre la isla de la Bermuda, nos tomó una tormenta, que suele tomar a todos los que por allí pasan, la cual es conforme a la gente que dicen que en ella anda, y toda una noche nos tuvimos por perdidos, y plugo a Dios que, venida la mañana, cesó la tormenta y seguimos nuestro camino.

A cabo de veinte y nueve días que partimos de la Habana habíamos andado mil y cien leguas que dicen que hay de allí hasta el pueblo de las Azores; y pasando otro día por la isla que dicen del Cuervo, dimos con un navío de franceses a hora de mediodía; nos comenzó a seguir con una carabela que traía tomada de portugueses y nos dieron caza, y aquella tarde vimos otras nuevas velas, y estaban tan lejos, que no podimos conocer si eran portugueses o de aquellos mismos que nos seguían, y cuando anocheció estaba el francés a tiro de lombarda de nuestro navío; y desque fue obscuro, hurtamos la derrota por desviarnos de él; y como iba tan junto de nosotros, nos vio y tiró la vía de nosotros, y esto hecimos tres o cuatro veces; y él nos pudiera tomar si quisiera, sino que lo dejaba para la mañana. Plugo a Dios que cuando amaneció nos hallamos el francés y nosotros juntos, y cercados de las nueve velas que he dicho que a la tarde antes habíamos visto, las cuales conoscíamos ser de la armada de Portugal, y di gracias a nuestro Señor por haberme escapado de los trabajos de la tierra y peligros de la mar; y el francés, como conosció ser el armada de Portugal, soltó la carabela que traía tomada, que venía cargada de negros, la cual traía consigo para que creyésemos que eran portugueses y la esperásemos; y cuando la soltó dio al maestre y piloto de ella que nosotros éramos franceses y de su conserva; y como dijo esto, metió sesenta remos en su navío, y ansí, a remo y a vela, se comenzó a ir, y andaba tanto, que no se puede creer; y la carabela que soltó se fue al galeón, y dijo al capitán que el nuestro navío y el otro eran de franceses; y como nuestro navío arribó al galeón, y como toda la armada vía que íbamos sobre ellos, teniendo por cierto que éramos franceses, se pusieron a punto de guerra y vinieron sobre nosotros, y llegados cerca, los salvamos.

Conosció que éramos amigos; se hallaron burlados, por habérseles escapado aquel corsario con haber dicho que éramos franceses y de su compañía; y así fueron cuatro carabelas tras él; y llegado a nosotros el galeón, después de haberles saludado, nos preguntó el capitán, Diego de Silveira, que de dónde veníamos y qué mercadería traíamos y le respondimos que veníamos de la Nueva España, y que traíamos plata y oro; y preguntónos qué tanto sería; el maestro le dijo que traía trescientos mil castellanos. Respondió el capitán: Boa fee que venis muito ricos; pero tracedes muy ruin navio y muito ruin artilleria ¡o fi deputa!, can, à renegado frances, y que bon bocado perdio, vota Deus. Ora sus pos vo abedes escapado, seguime, e non vos apartedes de mi, que con ayuda de Deus, eu vos porna en Castela. Y dende a poco volvieron las carabelas que habían seguido tras el francés, porque les paresció que andaba mucho, y por no dejar el armada, que iba en guarda de tres naos que venían cargadas de especería; y así llegamos a la isla Tercera, donde estuvimos reposando quince días, tomando refresco y esperando otra nao que venía cargada de la India, que era de la conserva de las tres naos que traía el armada; y pasados los quince días, nos partimos de allí con el armada, y llegamos al puerto de Lisbona a 9 de agosto, víspera del señor Sant Laurencio, año de 1537 años. Y porque es así la verdad, como arriba en esta Relación digo, lo firmé de mi nombre, Cabeza de Vaca.-Estaba firmada de su nombre, y con el escudo de sus armas, la Relación donde éste se sacó.

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