Compartir


Datos principales


Desarrollo


Capítulo XXX Del rico y afamado Cerro de Potosí y de sus grandezas Sin salir ni exceder de los límites de la verdad, podré afirmar que esta villa imperial de Potosí, de quien se tratará en este capítulo, es la más rica, opulenta y célebre que se conoce en todo el orbe, y que más rentas da a su Rey y más plata ha salido della sola, que de todas las del mundo juntas, y aun se puede decir que ella enriquece a toda Europa, Asia y África, porque de los residuos de España se reparten a las demás provincias, y a España bien se sabe que la hinche el cerro de Potosí de barras que dél salen cada año. Refieren algunos que el año de mil y quinientos y cuarenta, poco más o menos, o el de cuarenta y tres, según otros, se descubrió este famoso mineral en esta manera: Hernando Pizarro, hermano del marqués don Francisco Pizarro, que tantos años vivió preso en la Mota de Medina del Campo, estaba en el asiento de Porco, siete leguas de Potosí, con muchos españoles, beneficiando aquellas riquísimas minas (que si no hubieran dado en agua, fueran las más prósperas del reino), y de allí, teniendo necesidad de comida, envió un yanacona suyo que comprase maíz en Chuquisaca, y este indio con otro yanacona de un Diego Mateos, que llamaron el rico, con algunos carneros fueron, y tomándoles una noche junto a este cerro de Potosí, durmieron junto adonde ahora está poblada la parroquia de San Benito, porque, todo lo que es población al presente, era cenagal y, habiendo soltado unos carneros que llevaban, el uno dellos se fue subiendo el cerro arriba que estaba lleno de quinuales, arbolillos del Perú, en las Punas, y uno destos dos indios fue a recoger los carneros para cargarlos, y como halló menos, fuelo a buscar por entre los quinuales, hasta que llegó a la veta y mina que dicen de estaño, donde halló su carnero y, advirtiendo en las señales, como indio que trabajaba en metales, sacó un poco y lo trujo a su compañero y se lo mostró.

Vueltos a Porco y habiendo molido un poco de metal que llevaban, lo guairaron y sacaron dél mucha plata. Teniendo noticia los españoles dello, fueron a reconocer el cerro y a darle catas, para ensayar los metales dél, y acudiendo a la medida de su deseo, se empezó a poblar un asiento y después, en diferente lugar, la villa, que es donde estaba el cenagal. Se ha ido aumentando de suerte que hay hoy en ella tantos españoles, como en la mayor ciudad del Reino y que en la de los Reyes. El cerro es solo, sin tener alrededor ninguno que se le junte. Es redondo y a modo de un pan de azúcar. La una parte dél está al oriente y la otra hacia el norte. Desta parte se hallaron las primeras vetas y las más principales, y fueron cinco: la del estaño, la Veta Rica, la Muiza, la de Mendieta, la de Sojo. Destas vetas salen grandísimos ramos que tienen atravesado todo el cerro, y corren de norte a sur, y es tanta la grandeza dél, que toda la tierra y piedras movedizas y fijas que hay en él, arriba y abajo y en la misma villa, por donde quiera que fueren, tienen ley de plata y se pueden beneficiar. De las vetas principales, como he dicho, salen infinitos caminos y veredas de plata con diferentes nombres, conforme han sido los descubridores, y aún hoy en día se descubren más. Los nombres de algunas se pondrán, aunque no de todas, porque son sin número, y acontece en una veta haber treinta y cinco socavones y nombres diversos. De la Veta Rica salen la de Centeno, el socavón del Rey, Chinchilla, Antona, la de Berrio, Nuestra Señora de Gracia, Santa Bárbara de Arriba, el Espíritu Santo y otras muchas que se labran por el socavón del Rey, y por el de Centeno y las demás.

De la veta Muniza, el socavón de Juan Ortiz Lobatopo, San Pedro y San Pablo, San Christóbal, Nuestra Señora de los Remedios, Pancorbo y otros muchos. De la de Mendieta y Sojo salen los Flarencos, Patero Sojo, los Ciegos de Abajo y Arriba, Sibincos, el Limpio, las Animas, San Antón, San Francisco, el Purgatorio y otras muchas. Así al mediodía de la veta del estaño salen: San Juan, la Pedrera, el socavón de Mondragón, San Juan del Estaño, Santa Bárbara, las Amoladeras y otras muchas. Hacia la parte de poniente también está pegado a este gran cerro, otro, como a la cuarta parte, del que sale como teta de mujer, y nace del mismo, sin haber división, y le llaman Huaina Potosí los indios, que significa Potosí el mozo. Está hacia el norte y tiene muchas vetas de plata y, si no es del pueblo, no se ve porque, como he dicho, no hay división alguna. La color del cerro es de leonado obscuro. Tiene, desde el pie a lo alto, una gran legua de subida y de redondo, por encima de Huaina Potosí, dos leguas y por el pie habrá tres leguas largas de rodeo. Las vetas están en doscientos estados, unas más o menos, conforme en ellas se fue hallando la riqueza, y las que están de las dos tercias partes para abajo, dan en metales negrillos, y las que caen a la parte del poniente y del sur y muchas que están a levante, y ninguna dellas ha dado en agua, hasta el día de hoy, que ha sido el origen y causa, por donde se han seguido y sustentado y, si la ventura hubiera ordenado que se atinara en el beneficio de los metales negrillos, y a ellos se pudiera sacar la grandísima riqueza de plata que tiene escondida, es, sin duda, que se sacara de sólo Potosí, y valieran sus rentas más que toda Europa.

Pero no ha querido la majestad de Dios se descubra, para reprimir la soberbia de los españoles, y poner límite en la sed insaciable de dineros que tienen, y creciera con el crecimiento de la plata. Los cerros más cercanos a éste son los de Caricari, a una legua de la otra parte de las lagunas, hacia el oeste, con vetas de plata, que algunas se labran. El cerro de Guariguari está a cinco leguas, con vetas de plata y de cobre que se benefician. Andacahua está tres leguas, otro cerro con muchos metales negrillos. El de Hachachiri, a dos leguas, con los mismos metales, y el de Tullosi, así mismo abundante de negrillos, y el de Masnisa de nueve leguas, de Box y otros muchos llenos de minerales ricos, si se diese en beneficio. El nombre que antiguamente tuvo este ilustre cerro, más que todos los del mundo, fue Potoche, y hoy día indios viejos lo conservan. Los españoles, corrompiendo el vocablo, le llamaron Potosí. Deben de pasar los socavones que hay hoy en él, de más de dos mil y, entrando en ellos, a de ir el hombre con una candela en la mano por las escaleras hechas de cueros de vaca, por tan diferentes partes y lugares tan obscuros y tenebrosos, que aun los muy cursados pierden el tino y se pierden. Hay algunas angosturas, de suerte que apenas un hombre hechado de barriga cabe por ellas. En fin, lo que en la mina pasa, es un retrato de infierno, en obscuridad y confusión, y todo les parece a los que allá andan rosas y flores a trueque de sacar plata. Los mineros que andan en la labor en estos socavones que son criados de los señores de mina, pasarán de setecientos, los cuales tiran grandísimos salarios.

Trabajan ordinariamente en las minas de doce mil indios arriba. Los ocho mil son barreteros, y los demás llaman apires, que son los que cargan los metales. Gástanse cada día en el cerro más de mil y quinientos pesos de candelas de sebo, sin las que se gastan en el pueblo y en los ingenios. Tiene el cerro una capilla dedicada al seráfico padre San Francisco, con riquísimos ornamentos y aderezos de plata, en la cual todos los jueves se dice misa y, para oírla, se juntan los mineros e infinitos indios, porque los domingos y sábados en la tarde bajan del cerro a la villa, y está aquel camino que no cabe de gente. Llevan al cerro todos los regalos que se pueden comer en las más abundantes ciudades de Europa, indias viejas y mozas, y no quieren por ellos dineros, sino a trueque de metal para rescatar abajo, y así están allí proveídos de lo necesario. Toda la semana suben y bajan carneros cargados de metal para los ingenios, sin que en ninguna hora del día falten. Tiene Su Majestad en este cerro un alcalde mayor de minas y tres veedores, que atienden a mirar los socavones y a componer las diferencias que resultan de la labor entre los mineros, cuando allá se encuentran, y amparar y favorecer los indios. Hay un protector general y un defensor y contador de granos. Ya hemos dicho algo de lo que toca al cerro, bien será que bajemos a la villa a tratar de sus grandezas.

Obras relacionadas


No hay contenido actualmente en Obras relacionadas con el contexto

Contenidos relacionados