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Capítulo XXVII De las cosas que sacrificaban los indios Las más principales fiestas que tenían los indios señaladas para los sacrificios, en las cuales se regocijaban y eran dadas del Ynga en todos los pueblos, y se hacían generales sacrificios, se llamaban Capac raymi, vitucuy, utquilla, mayocati, atoarco, hitoayo y en ellas se sacrificaban a los truenos y relámpagos por su estado y por aquel que hacía el mundo y así mesmo cuando había esterilidad en las sementeras. Juntamente en las menguantes de la Luna había sacrificios y esto era en el Cuzco, en el templo del Sol, y si el Inga iba camino o a alguna guerra, donde quiera que le cogía el tiempo señalado del sacrificio, lo hacía, y llevaba consigo las tres huacas dichas del trueno, relámpago y el Sol. La demás gente común sacrificaban en sus tierras con sus huacas particulares. Las cosas de que usaban en los sacrificios eran diferentes y de mil modos y maneras, y el orden que tenían era éste: Hacía el Ynga, para este efecto, junta de curacas, y gobernadores y señores principales, y de mucho número de indios, en el Cuzco, y se venían a juntar a la casa del Sol donde, habiendo precedido ayunos a su usanza, y teniendo recogimiento algunos días, y confesándose con algunos hechiceros deste oficio, por mano de los pontífices y sacerdotes de las huacas, sacrificaban y ofrecían unos carneros, que tenían dedicados para aquel efecto, blancos, sin mancha ni defecto alguno. Estos carneros llevaban delante de sí, cuando iban a la casa del Sol al sacrificio, y con ellos también solían ofrecer otros corderos blancos, de lana larga, y otros bermejos, que llaman topo unga, y otros ganados de diversos colores, el cual era escogido, y que no había de tener falta, ni fealdad ninguna.

Solían otras veces ofrecer desto géneros de carneros y corderillos, hechos de oro y plata maciza y también chaquiras, que ellos dicen mollo, y unas aves que llaman tocto, que se crían en los despoblados, y las plumas de una ave que llaman ellos pillco, que son de hermosos colores y vista, y una ave que hay en los Andes. Otras veces ofrecían polvos de almejas de la mar, molidas, que dicen paucar mollo y yahuar mollo, y cantidad de ropa de hombre y mujer, finísima y muy pequeña, hecha conforme la medida de los ídolos, con muchos colores de plumerías, y otras cosas que usaban para este efecto. Los cuales sacrificios se remataban con comer y beber, fiestas y placeres y borracheras, que ninguna cosa hacían de bien y mal, de contento ni regocijo, sin este fin. Otros sacrificios había bárbaros y cruelísimos, y otros eran de niños de diez años abajo, pero no se hacían con la frecuentación que se refiere haberse usado en México y sus provincias, donde era en gran multitud. Acá era para negocios de muchísima importancia, como en tiempo de grandísima hambre o pestilencia, o mortandad, ofrecidos y mostrados al ídolo a quien los sacrificaban, después los ahogaban y enterraban y con él ropa fina y otra por tejer. En este sacrificio hacían infinitas ceremonias, y según la calidad del negocio así las diferenciaban en los ritos y modos. En los ganados que sacrificaban tenían cuidado en la gravedad del negocio para que se ofrecía, la edad y la color, para conformarla con la causa.

Res que fuese hembra jamás la sacrificaban, teniendo atención lo uno al multiplico y lo otro a ofrecer cosa preciosa y de más estima. Los cuyes, que son unos animalejos a manera de gazapos, que crían ordinariamente en sus casas, ansí en los llanos como en la sierra, éstos entraban también en los sacrificios, y servían para mirar y adivinar los malos y prósperos sucesos, y aun hasta hoy día lo usan, con grandísimo secreto, entre ellos. Pocos sacrificios hacían en que no entrasen la coca, yerba preciada en todo este Reyno para sus deleites y regalos. No acostumbraron sacrificar animales silvestres, porque decían que para ofrenda a las huacas, y siendo dirigidas y ordenadas para su bien, salud y aumento, no habían de ofrecer sino cosas que ellos hubiesen criado y aumentado con su solicitud y cuidado, para dar muestra de lo mucho que estimaban sus huacas y lo mucho que dellas esperaban. Cuando querían ir a la guerra, hacían sacrificio de pájaros de la puna, para con ellos disminuir y abajar las fuerzas de los enemigos y las fuerzas de las huacas e ídolos contrarios. Este sacrificio llamaban cuzco viza, o contiviza, o haulla vica o copa vica y hacíanle en esta forma: tomaban muchos géneros de pájaros de la puna y juntaban en cantidad leña espinosa, que dicen entre ellos yanlli, y encendíanla y luego juntaban los pájaros, y a esta junta llamaban quico, y echábanlos en el fuego, y alrededor dél andaban los oficiales del sacrificio, con ciertas piedras redondas y esquinadas, donde estaban pintadas culebras, leones, sapos, tigres y decían, encanto, usachum, que significa suceda nuestra victoria bien, y otras palabras, en que decían piérdanse las fuerzas y ánimo de las huacas de mis enemigos, y sacaban unos carneros negros, que algunos días habían estado en prisión y sin comer, llamados urcu, y, matándolos, decían que así como los corazones de aquellos estaban desmayados, los corazones de sus contrarios desmayasen; y si en estos carneros veían que cierta carne que está tras el corazón no se había consumido con los ayunos y en prisión pasada, lo tenían a mala señal y traían unos perros negros, que en aquel tiempo había, llamados apuurcos, y matábanlos y echábanlos en una llanada y con ciertas ceremonias hacían comer aquella carne a una gente que se entiende ser uros, gente zafia, vil y para poco, del Collao.

Estos sacrificios algunas veces los hacían para fin que el Ynga no fuese ofendido con ponzoña, y para esto ayunaban desde la mañana hasta que salía el estrella y entonces comían hasta hartarse, orando a uso de moros. Este sacrificio, dicen los indios, era el más acepto y benévolo a sus huacas e ídolos para vencer y contrastar la fuerza de los ídolos contrarios. Aunque el día de hoy han cesado estos sacrificios, a causa de no haber ya guerras ni contiendas entre ellos, todavía hay algunos rastros, que con el tiempo se van consumiendo y olvidando. Deben de usar de ellos en pendencias y riñas de indios particulares y comunes, y hay necesidad de advertir los curas en tiempo de borracheras y fiestas, especial con los cuyes, que es lo que hoy más les ha quedado como cosa doméstica, y que traen siempre entre manos. Las conchas de la mar, que llaman mollo, ofrecían a las fuentes y manantiales, diciendo que las conchas eran hijas de la mar madre y origen de todas las aguas; y según los colores diferentes, así tienen los nombres y los efectos que se usaba dellas, y aun en el día de hoy echan deste mollo molido por superstición en la chicha. Esta chaquira es dañosa porque sirve a todos los más géneros de sacrificios, como la puedan haber como la coca y cuyes que dijimos. Ofrecían plumas de diferentes colores, blancas, amarillas, verdes, azules y coloradas, las cuales traían de los Andes llamadas, paucar pillco y parihuana. También usaban ofrecer oro y plata, haciendo diferentes figuras pequeñas de harina de maíz formando bollos de ella y otras legumbres, chicha y cuantos géneros tenían de comidas, coca, como ya dijimos, o cestillos della, sebo, cabellos y sangre propia, o de los animales que sacrificaban, rociando con ella las figuras que, hacían y, finalmente, de todo cuanto criaban y sembraban; hasta el hijo que engendraban, si les parecía conveniente, lo sacrificaban. Todavía, que toca a cuyes, coca, comida, chicha, plumas, carneros, sebo, entre ellos, con todo el secreto del mundo, algunos acostumbran. Y porque en este capítulo se trata de perros, quiero poner una cosa notable y es, que siete leguas de Potosí esta peña grande y, por encima della, cae un gran golpe de caliente en un estanque hondo, que mana de debajo de la tierra, y se aumenta con la que le entra de arriba, y es de forma la propiedad del pozo, y, allí se ahogan y, se cuecen, sin que se puedan remediar, aunque de propósito los quieran tener. Y con otro ningún animal no sucede esto, que con los perros, que es cosa extraña y de admiración.

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