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Capítulo XXV De la ciudad de San Juan de la Frontera de Guamanga En la villa rica de Oropesa, de quien he mostrado está apartada del camino Real que de la Ciudad de los Reyes sube a la ciudad del Cuzco, siete leguas y veinte della, puesta en el camino está la ciudad de Guamanga de famosísimo temple y regalo, y una apacible morada. El nombre de Guamanga le vino, como refieren los naturales della en sus quipus que, cuando el gran Ynga Huaina Capac fue a las provincias de Quito a la conquista de los cayambis y fortaleza de Villcas, pasando por este asiento, dejó nombrado por gobernador de la fortaleza de Villcas a un hijo suyo de mucho valor, llamado Huamán, hasta que él volviese. El cual residía de ordinario en esta fortaleza, que en aquel tiempo era muy grande y de insignes y admirables edificios de piedra labrada, que cierto descubren y dan a entender el poder grandísimo que los Yngas tuvieron, y aun el artificio en labrar tan maravilloso; no alcanzando los instrumentos que nosotros usamos, hacer y disponer tan justas y perfectas las piedras, y pagarlas como si allí se hubieran nacido, que quien llega y pone los ojos en ellos, no puede dejar de ensalzar hasta las nubes la obra y artífice. Pues, como pasase por Villacas el Ynga Huaina Capac, su hijo con los soldados que allí tenía de guarnición le fue acompañado hasta Huamanga, questá once leguas de la fortaleza, y al tiempo que se despidió de su padre para volverse, Huaina Capac, queriéndole hacer algún favor, le dio una camiseta rica de oro con una borla y corona, que ellos llamaban mascapaycha, diciéndole: Huaman ca, que significa: Huaman toma; y él la recibió de rodillas, y se volvió a la fortaleza, y desde entonces le quedó el nombre de Huamanca.

En este valle y asiento hacían muchas chácaras y sementeras de maíz para los soldados de Villcas. El año de mil y quinientos y treinta y nueve, a nueve de enero, el marqués don Francisco Pizarro, habiendo visto la fertilidad del valle, fundó allí por el temple tan apacible y el sitio tan cómodo una ciudad, a la cual dio por nombre San Juan de la Frontera, por estar casi en frontera de Manco Ynga, cuando se retiró a Vilcabamba y, por los Andes de Mayo Marca, pasando el río grande, que dicen Marañón, salía a robar y hacer daño al camino Real. Así se pobló para evitárselos y hacerle resistencia, y diole vecinos encomenderos repartiéndoles los indios de su comarca con gruesas rentas, y así se fue aumentando después con muy buenos edificios y casas grandes y espaciosas. Después se le puso San Juan de la Victoria, por la que el licenciado Vaca de Castro, gobernador deste Reino hubo en Chupas, dos leguas de Guamanga, de don Diego de Almagro, el mozo, y de los de Chile, que se habían rebelado, cuando Joan de Herrada mató al marqués Pizarro en Lima. En la cual batalla Francisco de Carvajal, el que después fue maese de campo de Gonzalo Pizarro e hizo tantas crueldades, fue sargento mayor, y la mayor parte de la victoria por la buena orden que dio en la batalla, como soldado viejo, que era único en el Perú. Cuando se pobló esta ciudad, se hallaron en ella edificios muy suntuosos y diferentes de los que el Ynga permitía a indios ordinarios, y los españoles, queriéndose certificar de dónde tuviesen su origen los indios, dijeron haber oído a sus pasados, que cierta gente que en todo parecían a los españoles, habían allí reinado mucho tiempo, los cuales eran blancos y barbados, y ello habían hecho aquellos edificios.

Es ciudad de grandísima recreación, y donde hay muchas holguras y grandes sementeras de maíz y de trigo, que se cogen más de veinte y cinco mil cada año, y de frutas de Castilla abundantísima. Tiene un valle donde están heredados los más vecinos de la ciudad, llamado Vinaca, con muchas viñas, de donde se coge el vino que basta para la ciudad, bueno, de suerte que poco se trae de Yca. Hay en su distrito muchas estancias de ganado vacuno y ovejuno y de cabras, de que se hacen muchos cordobanes, así que es muy proveída de pan y carne, que nadie pasa hambre en ella, y hay algunas minas ricas en su comarca. El Corregidor desta comarca suele serlo también de la villa de Oropesa, en Huanca Villca, por caer en su distrito. Es obispado y hay cuatro conventos de religiosos: uno de Santo Domingo y otro de San Francisco, y otro de Nuestra Señora de las Mercedes, donde hay una imagen muy devota, de muchos milagros, y otro ahora nuevamente fundado de la Compañía de Jesús, por orden y gasto de don Antonio de Raya, obispo del Cuzco, y un monasterio de monjas de Santa Clara, que fundó y labró a su costa Antonio de Ore, vecino de ella, y dos parroquias de indios; rodéanla muchas huertas y jardines. Llamábase en su primera fundación Pocra. Desta ciudad se sube a la ciudad del Cuzco, y se pasa por el muy fértil valle de Andaguailas, indios chancas de la Corona Real, y de allí al valle de Abancay, lleno de ingenios de azúcar, puesto en el camino Real del Inca, de regalado temple donde hay haciendas muy ricas.

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