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Datos principales


Desarrollo


Capítulo XLVII De cómo Almagro partió de Panamá en naves al Perú para socorrer a Pizarro, y lo que le sucedió Cuando salió de Panamá Pizarro, quedó Almagro, su compañero, a efecto de con su diligencia, que él siempre tuvo, darse maña a allegar gente y caballos, para con ellos ir en busca de Pizarro; y aunque estaba enfermo, lo procuró de tal manera, que juntó ciento y cincuenta españoles y cincuenta caballos, armados con las armas que cada uno tenía y podía haber; y había hecho una nave grande con dos gavias, para que en ésta y en las de Hernán Ponce, que volvieron con el oro de Cuaque, pasar la gente; y así poniendo en camino, salió de Panamá, yendo con él el piloto Bartolomé Ruiz, digno de más premio del que le dieron para tanto cuanto trabajó. Navegaron algunos días hasta que llegaron a la bahía de San Mateo, donde estando surtos, aportó un navío que venía de la provincia de Nicaragua con algunos españoles, por capitán de ellos, Francisco de Godoy. Envióles Almagro a decir, que pues les constaba ser compañero de Pizarro y le iba a socorrer, que se juntasen todos para ir en compañía, dándole la obediencia. Godoy no quería dejar de mandar, ni de entrar con aquel sonido donde Pizarro estuviese. Venían, con él, Rodrigo Orgonez, Juan de Barrios y otros que le aconsejaron no saliese de la voluntad del mariscal; y se hizo todo como él mandó, hablándole cuando se vieron con mucha cortesía y buenos comedimientos. Traían en esta nao a un Juan Fernández; determinaron que los navíos con lo que en ellos conviniese, navegasen por la mar la costa en la mano, y ellos hiciesen lo mismo por tierra, hasta que tuviesen nueva de Pizarro.

Con este concierto llegaron a Pasao; daban los indios nuevas de estar los cristianos adelante algunas jornadas; no se daban crédito, porque los farautes no eran bien ladinos.; como no hallasen nuevas que los satisficiese mandaron que uno de los navíos se adelantase, hasta donde pudiendo tomar lengua de lo que buscaban y saber cierto donde estaban los cristianos, para no pasando adelante, dar la vuelta a les avisar. Navegó algunos días en este navío, dicen que en paraje de la punta de Santa Elena paró, donde llegados los otros navíos supieron el poco recaudo que tenían sospechaban cosas tristes en los cristianos de muerte o prisión. Almagro y los suyos venían por tierra donde pasaron gran trabajo, andando por malos caminos de los ríos, ciénagas que hallaban, sin lo cual les faltó el mantenimiento y tuvieron falta de comida. Con tal tormento iban los fatigados españoles con la congoja que podéis sentir, que fue causa que murieron más de treinta de ellos, y el mismo Almagro estuvo muy enfermo, y como supieron que el navío no había hallado nueva ninguna cierta, ni rastro fresco de los cristianos, hubieron gran dolor y pena triste. No pararon ni dejaron de andar con su fortuna. Otro navío que salió para saber de los cristianos, no paró hasta llegar a Túmbez, donde surgieron. Los indios, como los vieron, salieron a él en más de ochocientas balsas, que fue causa de coger algún miedo los cristianos, creyendo que venían a cercar el navío y les dar guerra; presto se les cayó, porque los indios amorosamente los recibieron dándoles de comer, diciéndoles que los cristianos estaban en Tangara, cerca de allí.

Alegráronse mucho los que venían en la nao con estas nuevas; salieron en tierra de ellos los que convino; holgándose cuando veían por los campos tantas manadas de ovejas. En San Miguel se supo luego cómo estaba el navío en Túmbez, mandó el teniente Navarro que cuatro o cinco de a caballo fuesen a ver qué gente era y de dónde venía el navío. Estos vinieron a habar con los otros que dije haber saltado en tierra, de quien supieron cómo Almagro venía con gente y caballos en socorro de Pizarro. Supieron también la nueva que tenía de ser Atabalipa preso en Caxamalca, donde se halló gran tesoro. Con esta nueva volvió el navío a dar aviso a Almagro, que lo alcanzó antes de llegar a Puerto Viejo. Como Almagro y los suyos oyeron tan buenas nuevas, alegráronse en extremo; no veían la hora de hallarse en tan buena tierra; antes que llegase esta nueva, estaban determinados de volverse a Panamá, según opinión de algunos, o de poblar en Puerto Viejo. Algunos de los que hoy son vivos, quieren decir que Almagro tuvo propósito de no acudir con el socorro a Pizarro, sino meterse hacia el norte a ocupar lo de Quito, y enviar al rey a pedir en gobernación; otros lo reprueban; dicen que nunca tal pensó; porfíanlo extrañamente. Estas son opiniones de gentes; las más de las veces son inciertas; sin lo cual, los que andan acá son mañosos, cautelosos, buscan por mil cabos por do enemistar a los que mandan, para que teniendo de ellos necesidad, puedan hacer lo que han hecho, y harán según quedan los movedores de tales tramas sin castigo.

Traía el mariscal por secretario uno a quien llamaban Rodrigo Pérez, el cual dicen que escribió al gobernador por la vía que pudo, avisándole cómo Almagro tenía contra él ruin propósito y pensaba hacerse señor de lo mejor de la tierra, y otras cosas a estas semejantes, creyendo ganar con ello la gracia de Pizarro; y que se alteró con tal nueva, mandando llamar luego a sus hermanos, y otros algunos de los que tenía por más amigos, con quien lo comunicó; y por su consejo, mandó a Pero Sancho, con Diego de Agüero, que saliesen a encontrarse con Almagro, con cartas que le dieron para él mostrando no entender nada, sino avisando cómo había preso a Atabalipa, de quien esperaban grandes tesoros; que se diese prisa a andar, porque en todo tenían partes; y a los más principales que venían con Almagro, se escribió cartas alegres y muy graciosas, para atraerlos a su amistad y que éstos habían de entender con la intención que el mariscal venía, para le avisar luego a toda furia de ello. Almagro venía a la ciudad de San Miguel, de donde también dicen que no faltó otros tramadores que secretamente le avisaron que se guardase de Pizarro y mirase por sí, porque le quería matar y quitarle la gente que traía. Andaban con estas cosas desasosegados los ánimos de los compañeros, y Almagro tuvo noticia de la bellaquería de su secretario, y cómo él había escrito lo que él no traía en el pensamiento, mandó llevarlo a los navíos, donde le tomaron su confesión y conoció la maldad, por lo cual Almagro mandó que se confesase y lo ahorcó de la entena del navío. Esto hecho, anduvo Almagro hasta que llegó a Túmbez; halló a Pero Sancho y Diego de Agüero, y escribieron a Pizarro cómo Almagro no venía con el intento que se pensaba, sino con gran deseo de verlo y llevarle socorro. De Túmbez fue a la ciudad de San Miguel, Almagro, donde estuvo con alguna indisposición; fue curado con diligencia.

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