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Desarrollo


Cómo luego otro día fue nuestro capitán a ver al gran Montezuma y de ciertas pláticas que tuvieron Otro día acordó Cortés de ir a los palacios de Montezuma, e primero envió a saber qué hacía, y supiese cómo íbamos, y llevó consigo cuatro capitanes, que fue Pedro de Alvarado y Juan Velázquez de León y Diego de Ordás, e a Gonzalo de Sandoval, y también fuimos cinco soldados; y como el Montezuma lo supo, salió a nos recibir a la mitad de la sala, muy acompañado de sus sobrinos, porque otros señores no entraban ni comunicaban donde Montezuma estaba, si no era a negocios importantes; y con gran acato que hizo a Cortés, y Cortés a él, se tomaron por las manos, e adonde estaba su estrado le hizo sentar a la mano derecha; y asimismo nos mandé sentar a todos nosotros en asientos que allí mandó traer; e Cortés le comenzó a hacer un razonamiento con nuestras lenguas doña Marina e Aguilar; e dijo que ahora, que había venido a ver y hablar a un tan gran señor como era, estaba descansado, y todos nosotros, pues ha cumplido el viaje e mando que nuestro gran rey y señor le mandó; e lo que más le viene a decir de parte de nuestro señor Dios es, que ya su merced habrá entendido de sus embajadores Tendile e Pitalpitoque e Quintalvor, cuando nos hizo las mercedes de enviarnos la luna y el sol de oro en el arenal, cómo les dijimos que éramos cristianos e adoramos a un solo Dios verdadero, que se dice Jesucristo, el cual padeció muerte y pasión por nos salvar; y dijimos, cuando nos preguntaron que por qué adorábamos aquella cruz, que la adorábamos por otra que era señal donde nuestro señor fue crucificado por nuestra salvación, que aquesta muerte y pasión que permitió que así fuese por salvar por ella todo el linaje humano, que estaba perdido; y que aqueste nuestro Dios resucitó al tercero día y está en los cielos, y es el que hizo el cielo y la tierra y la mar, y crió todas las cosas que hay en el mundo, y las aguas y rocíos, y ninguna cosa se hace sin su santa voluntad y que en él creemos y adoramos, y que aquellos que ellos tienen por dioses, que no lo son, sino diablos, que son cosas muy malas, y cuales tienen las figuras, que peores tienen los hechos; e que mirasen cuán malos son y de poca valía, que adonde tenemos puestas cruces, como las que vieron sus embajadores, con temor dellas no osan parecer delante, y que el tiempo andando lo verían.

E lo que ahora le pide por merced es, que esté atento a las palabras que ahora le quiere decir. Y luego le dijo muy bien dado a entender de la creación del mundo, e cómo todos somos hermanos, hijos de un padre y de una madre, que se decían Adán y Eva; e como a tal hermano, nuestro gran emperador, doliéndose de la perdición de las ánimas, que son muchas las que aquellos sus ídolos llevan al infierno, donde arden en vivas llamas, nos envió para que esto que ha oído lo remedie, y no adoren aquellos ídolos ni les sacrifiquen más indios ni indias, pues todos somos hermanos; ni consientan sodomías ni robos; y más les dijo, que el tiempo andando enviaría nuestro rey y señor unos hombres que entre nosotros viven muy santamente, mejores que nosotros, para que se lo den a entender; porque al presente no veníamos a más de se lo notificar; e así, se lo pide por merced que lo haga y cumpla. E porque pareció que el Montezuma quería responder, cesó Cortés la plática. E díjonos Cortés a todos nosotros que con él fuimos: "Con esto cumplimos, por ser el primer toque"; y el Montezuma respondió: "Señor Malinche, muy bien entendido tengo vuestras pláticas y razonamientos, antes de ahora, que a mis criados sobre vuestro Dios les dijistes en el arenal, y eso de la cruz y todas las cosas que en los pueblos por donde habéis venido habéis predicado, no os hemos respondido a cosa ninguna dellas porque desde abinicio acá adoramos nuestros dioses y los tenemos por buenos, e así deben ser los vuestros, e no curéis más al presente de nos hablar dellos; y en esto de la creación del mundo, así lo tenemos nosotros creído muchos tiempos pasados; e a esta causa tenemos por cierto que sois los que nuestros antecesores nos dijeron que vendrían de adonde sale el sol, e a ese vuestro gran rey yo le soy en cargo y le daré de lo que.

tuviere; porque, como dicho tengo otra vez, bien ha dos años tengo noticia de capitanes que vinieron con navíos por donde vosotros vinisteis, y decían que eran criados dese vuestro gran rey. Querría saber si sois todos unos"; e Cortés le dijo que sí, que todos éramos criados de nuestro emperador, e que aquellos vinieron a ver el camino e mares e puertos para lo saber muy bien, y venir nosotros como veníamos. Y decíalo el Montezuma por lo de Francisco Fernández de Córdoba e Grijalva, cuando venimos a descubrir la primera vez; y dijo que desde entonces tuvo pensamiento de haber algunos de aquellos hombres que venían, para tener en sus reinos e ciudades, para les honrar; e pues que sus dioses le habían cumplido sus buenos deseos, e ya estábamos en sus casas, las cuales se pueden llamar nuestras, que holgásemos y tuviésemos descanso; que allí seríamos servidos, e que si algunas veces nos enviaba a decir que no entrásemos en su ciudad, que no era de su voluntad, sino porque sus vasallos tenían temor, que les decían que echábamos rayos e relámpagos, e con los caballos matábamos muchos indios, e que éramos teules bravos, e otras cosas de niñerías. E que ahora, que ha visto nuestras personas, e que somos de hueso y de carne y de mucha razón, e sabe que somos muy esforzados, por estas causas nos tiene en más estima que le habían dicho, e que nos daría de lo que tuviese. E Cortés e todos nosotros respondimos que se lo teníamos en grande merced tan sobrada voluntad; y luego el Montezuma dijo riendo, porque en todo era muy regocijado en su hablar de gran señor: "Malinche, bien sé que te han dicho esos de Tlascala, con quien tanta amistad habéis tomado, que yo: que soy como dios o teule, que cuanto hay en mis casas es todo oro e plata y piedras ricas; bien tengo conocido que como sois entendidos, y que no lo creíais y lo teníais por burla, lo que ahora, señor Malinche, veis: mi cuerpo de hueso y carne como los vuestros, mis casas y palacios de piedra y madera y cal; de ser yo gran rey, sí soy, y tener riquezas de mis antecesores, sí tengo; mas no las locuras y mentiras que de mí os han dicho; así que también lo tendréis por burla, como yo tengo lo de vuestros truenos y relámpagos.

" E Cortés le respondió también riendo, y dijo que los contrarios enemigos siempre dicen cosas malas e sin verdad de los que quieren mal; e que bien ha conocido que en estas partes otro señor más magnífico no le espera ver, e que no sin causa es tan nombrado delante de nuestro emperador. E estando en estas plácticas mandó secretamente Montezuma a un gran cacique sobrino suyo, de los que estaban en su compañía, que mandase a sus mayordomos que trajesen ciertas piezas de oro, que parece ser debieran estar apartadas para dar a Cortés e diez cargas de ropa fina; lo cual repartió, el oro y mantas entre Cortés y los cuatro capitanes, e a nosotros los soldados nos dio a cada uno dos collares de oro, que valdría cada collar diez pesos, e dos cargas de mantas. Valía todo el oro que entonces dio sobre mil pesos, y esto daba con una alegría y semblante de grandes e valeroso señor; y porque pasaba la hora más de mediodía, y por no le ser más importuno, le dijo Cortés: "El señor Montezuma siempre tiene por costumbre de echarnos un cargo sobre otro, en hacernos cada día mercedes; ya es hora que vuestra merced coma"; y el Montezuma dijo que antes por haberle ido a visitar le hicimos merced. E así, nos despedimos con grandes cortesías de él y nos fuimos a nuestros aposentos, e íbamos platicando de la buena manera e crianza que en todo tenía, e que nosotros en todo le tuviésemos mucho acato, e con las gorras de armas colchadas quitadas cuando delante de él pasásemos; e así lo hacíamos. E dejémoslo aquí e pasemos adelante.

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